» Historia Viva
Germán García, un hombre de apetito22/01/2019- Por Carmen González Táboas - Realizar Consulta
Para Miller el atractivo de Germán sería algo de la índole del apetito; porque Germán no se economiza, su apetito por lo nuevo lo mantiene despierto; “uno se siente a veces muy lento al lado de Germán García”… Dijo Germán en 2015: “Uno escribe con la muerte frente a uno, entonces el estilo cambia porque la muerte no se escribe”… No podemos negar que lo que hacemos los seres hablantes lleva la estela del tiempo; no lo digo en términos de años. El deseo orientado hace vivir mucho en poco tiempo. Alguna vez dije de Germán, “un insoportable”. Puedo decirlo, fue mi primer maestro en psicoanálisis.
Germán García Oscar Masotta
Murió el 26 de diciembre pasado; había nacido en 1944 en Junín, Provincia de Buenos Aires. Era un psicoanalista lacaniano. Maestro de muchos, de Germán escuchamos la palabra capaz de darle a la enseñanza de Lacan “alto color”, profundidad y relieve.
Era un lector apasionado, de una cultura inabarcable; creador de grupos psicoanalíticos, de revistas memorables, de investigaciones necesarias, de intervenciones urgentes como las que contribuyeron a la existencia de la Escuela de la Orientación Lacaniana.
Su Centro Descartes nació de una idea: “Nunca he renunciado a la producción de una política cultural para el lacanismo y la creo más necesaria que nunca”. Germán escribió la serie de sus novelas, fue un hombre al que la cultura le debe textos inolvidables como los que dedicó a nuestro Macedonio Fernández.
En todo lo que hacía podía aparecer su risa, “la pizca de buscavidas”, la chispa rápida de su ingenio, como lo prueba la serie, publicada justo antes de su muerte, de las entrevistas que le hicieran a lo largo de cincuenta años[1].
No podemos negar que lo que hacemos los seres hablantes lleva la estela del tiempo; no lo digo en términos de años. El deseo orientado hace vivir mucho en poco tiempo. Alguna vez dije de Germán, “un insoportable”. Puedo decirlo, fue mi primer maestro en psicoanálisis. Podía ser impaciente e infinitamente paciente.
Libre de la educación burguesa, católica e ilustrada, la piedra de su talante callejero y de su terrible inteligencia, tallada por el análisis, fue la piedra siempre otra vez tallada por su deseo de analista y por el deseo del psicoanálisis lacaniano en su teoría y en la cultura.
El medieval Santo Tomás de Aquino murió a los cuarenta y nueve años diciendo que su obra magistral, la Summa Teológica, le parecía basura; no le servía para unirse a Dios. El Dr. Lacan murió en 1981; de seminario en seminario había servido al descubrimiento de Freud, para conducirlo derechamente a lo más vivo del síntoma, presencia extraña y muda que nos enferma la vida.
¿Y Germán? Solo sé que Germán, el que con poco más de veinte años vendió en cuatro meses 12.000 ejemplares de Nanina, su primera novela, fue un meteoro en el cielo argentino, no porque se consagrara como novelista, sino por su encuentro con Oscar Masotta, el intelectual argentino que desde 1964 introdujo la enseñanza de Lacan en nuestro país y en otros. Como Oscar, su maestro, Germán quemó las naves. “Uno no puede pasar por el psicoanálisis de Lacan y seguir siendo el mismo”.
El exilio de Oscar Masotta en 1976 y su temprana muerte en 1979 fue la tirada de dados que marcó la suerte de Germán García. Para Miller (en 1991) el atractivo de Germán sería algo de la índole del apetito; porque Germán no se economiza, su apetito por lo nuevo lo mantiene despierto; “uno se siente a veces muy lento al lado de Germán García”. Su presencia podía ser incómoda e inquietante, pero no había en él infatuación.
Yo había oído a Germán hablar del “estilo tardío”. Las conferencias del escritor palestino-británico Edward W. Said (1935-2003) habían introducido muchas veces la idea de la obra tardía y del estilo tardío. En los días en los que iniciaba la escritura de ese libro, Said murió. Pero el estilo tardío tiene poco que ver con la muerte real que se lleva la vida, tiene que ver con “la muerte que la vida conlleva”, como leemos en los Escritos de Lacan.
Germán García cita a Said y a Adorno para traer a su texto[2] las misteriosas letras que aparecen al final de “La instancia de la letra”[3]: t.t.y.e.m.u.p.t. y la confesión de Lacan, en 1970, a su traductor Tomás Segovia: esas letras dicen: “Tu t’y es mis un peut tard”, te has puesto a la obra un poco tarde. Y Lacan le dice a Segovia que así ocultaba, en 1957, ¡a sus 56 años! “una antigua amargura”.
El tiempo lógico de la experiencia analítica hace otra cosa con lo tardío del tiempo y con la estela del tiempo; como dice Said, lo real del tiempo se espacializa en la acción que emprendemos, se vuelve extensión.
Dijo Germán en 2015: “Uno escribe con la muerte frente a uno, entonces el estilo cambia porque la muerte no se escribe”[4].
[1] Mazza, C., Palabras de ocasión. Entrevistas a Germán García, Córdoba, Los ríos, 2018.
[2] García, G., “El estilo tardío” en Derivas analíticas del siglo. Ensayos y errores, Buenos Aires, UNSAM EDITA, 2014, p. 92.
[3] Lacan, J., “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud”, Escritos 1, Buenos Aires, Siglo xxi, 1985, p. 473.
[4] Mazza, C., Palabras de ocasión. Entrevistas a Germán García, op. cit., p. 315.
© elSigma.com - Todos los derechos reservados