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La cuarentena y el eterno retorno. A 164 años del nacimiento de Sigmund Freud06/05/2020- Por Violaine Fua Púppulo - Realizar Consulta

Freud, un 6 de mayo 164 años después, se hizo tan necesario y actual como nunca. Así, si antes el sujeto sufría por no poder hacer lo que creía desear, ahora descubrió que tampoco lograba hacerlo aunque tuviera “todo el tiempo del mundo” (como tanto escuchamos decir), probando que el desencuentro con el deseo es por estructura… Nuestro trabajo muestra hoy ‒mediante dispositivos‒ que no hay un adentro y un afuera. No hay un fuera del consultorio, aunque no estemos trabajando en él, ni tampoco un sujeto cuya superficie de discurso no tenga que ver con su inconsciente…
Foto: Freud a sus 70 años
Hoy, jaqueados por la cuarentena, nuevos analistas prueban por primera vez el dispositivo analítico vía internet y se suman a ver, maravillados, cómo el gran invento de Freud y los esquemas y grafos de Lacan traspasan todos los límites impuestos debido a que irrumpen en nuestros teléfonos y computadoras, con profundos efectos en la dirección de la cura.
¿Acaso no les parece fascinante que el cristal del celular pueda convertirse en esa rayita que separaba la imagen real de la imagen virtual en el famoso esquema que Lacan nos relató en sus primeros seminarios: el estadio del espejo?
De repente, nuestros dispositivos pasan a convertirse en parte de esos dibujitos a los que tímidamente nos condujimos en los años universitarios, y ver que sí funcionan y se suman a nuestras maniobras, permitiendo el surgimiento y análisis de asociaciones y sueños es para mí, para decirlo rápido, apasionante.
Lo cierto es que el aislamiento, inducido por la urgencia sanitaria, produjo un efecto de lupa sobre las situaciones que ya ocurrían en la vida cotidiana que, de ese modo, se amplificaron.
A partir del aislamiento, se hizo claro que se produjo una regresión a tiempos muy primarios del aparato psíquico. Y esa regresión tuvo y tiene consecuencias complejas a nivel del sadismo del superyó. La gente sentía que tenía que “aprovechar el tiempo”, “hacer lo que nunca hice”... variantes de la pulsión de muerte que castiga al yo mirándolo desde un ideal que en algunos casos, se volvía ahogante.
Freud, 164 años después, se hizo tan necesario y actual como nunca. Así, si antes el sujeto sufría por no poder hacer lo que creía desear, ahora descubrió que tampoco lograba hacerlo aunque tuviera “todo el tiempo del mundo” (como tanto escuchamos decir), probando que el desencuentro con el deseo es por estructura.
Por otro lado, frente a la quietud de los cuerpos, se hizo conocido en todo el mundo ‒y recogido por varias publicaciones incluso lejanas al psicoanálisis‒, que la gente comenzó a tener sueños que les llamaban la atención. Lejos de la supuesta inmovilidad, los inconscientes producían textos ricos en elaboraciones de situaciones profundas como la muerte y la sexualidad.
Ya no tomaban los restos diurnos de lo ocurrido en el trabajo por ejemplo, sino que nos presentaban al sujeto del inconsciente en su mayor esplendor. De hecho, para mi sorpresa, escuché muchos sueños en los que se podía leer el pasaje del tiempo ¿pero acaso no era una instancia atemporal? Es que si bien el inconsciente lo es, los temas que surgían a partir de allí aparecían jalonando un pasado, un presente temido y un futuro imaginado… ¡Qué agradecida estoy de haber estado presente en este momento de la historia!
Y frente a la ansiedad o la angustia en los pacientes, surgió la pregunta de si correspondía seguir trabajando “en lo profundo” o intentar producir alguna clase de contención temporal, más parecida a un trabajo que podríamos llamar “de superficie” hasta que pase la pandemia ¿no sería reproducir las limitaciones de un modelo platónico en el que lo interior y lo exterior están en oposición?
Por supuesto que hay que atender a las características de cada sujeto y que no intervenimos igual en aquellos casos en que el paciente viene de una historia de pasajes al acto por ejemplo, que aquellas donde el sujeto se halla más ligado a lo simbólico.
Allí, la presencia real del cuerpo del analista acota la impulsión, mientras que como bien nos enseñó Freud, los pacientes que ya están haciendo un trabajo más simbólico, pueden desprenderse del psicoanalista y su cuerpo, y pasar al diván donde sólo se hace presente mediante su voz.
Nuestro trabajo, hoy más que nunca, muestra que no hay un adentro y un afuera. No hay un fuera del consultorio, aunque no estemos trabajando en él, ni tampoco un sujeto cuya superficie de discurso no tenga que ver con su inconsciente.
Porque aunque esté hablando de la película que vió ayer en su casa, seguramente sea por algo que utiliza parte de esa sesión telefónica o de esa videollamada, para contárselo a su analista. No hay un trabajar sólo conteniendo. La resistencia, como bien nos recuerda Lacan, es siempre del analista.
Y volvemos a agradecer lo aprendido. Para quienes estaban alejados del psicoanálisis, todo lo que Freud describía y parecía tan sólo teórico ¡ahora lo ven en movimiento!
Nunca estuvo más claro que hoy que el lugar del psicoanalista, como dice Lacan al hablar de Sócrates, es atópico,[1] en el sentido de lo inaudito que brinda posibilidad de una nueva localización, una nueva oportunidad. Y para ser más precisos, hasta diría ectópico, es decir, por fuera del útero materno.
La intervención prueba hoy ser en un campo topológico moebiano. La famosa banda de moebius, que fue el modo en que Lacan nos ilustraba la relación del sujeto al significante ¡está ahora instalada en nuestro living! Y vía teléfono o videollamada, la función del analista se halla dentro de la casa del paciente, y éste ingresa en el campo de su propio inconsciente, lejos de su realidad “encuarentenada”, a través de la apertura que promueve el objeto a voz del analista, situado a kilómetros de distancia.
El eterno retorno al que quiero referirme hoy, es aquel de las enseñanzas de Freud y de Lacan. El que permite la transmisión del deseo del analista que vuelve, renovado y se relanza, cada vez. Acaso ese deseo sea también un homenaje a Nietzsche en la vertiente más creadora de quien vaga en el desierto de esta experiencia nueva que es la cuarentena preventiva social y obligatoria.
No hay mayor prueba de la confianza que podemos tener en nuestros “dibujitos”, que vivir la experiencia de esta cuarentena. A 164 años del nacimiento de Freud, ¡enhorabuena!
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