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Un Freud francés con acento español

04/08/2005- Por Patricia Gherovici -

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Conocido es el hecho que en Estados Unidos las ideas de Lacan fueron absorbidas por el medio universitario –en particular, los departamentos de literatura francesa– y los practicantes clínicos no son sino una minoría absoluta. Si es general el hecho de la comunicación en el malentendido, aquí recibe una potenciación: la clínica puede quedar en manos de la ego- o de la Self-psychology, mientras que la relectura de Freud puede quedar relegada a ser sólo cuestión filosófica o de ciencias sociales. Por eso es especialmente valiosa la tarea de psicoanalistas como Patricia Gherovici, que vive y trabaja en Filadelfia, donde ha fundado (y dirige) el Grupo de Estudio y Seminario de Lacan de dicha ciudad. Su libro de reciente aparición, “El síndrome de Puerto Rico” (Other Press, 2003, Premio Gradiva de la Asociación Nacional para el Avance del Psicoanálisis y Premio Boyer 2004 de la Sociedad de Antropología Psicológica de la Asociación Antropológica Americana) es un relato apasionado y valiente de su experiencia clínica con latinos marginados, excluidos, ignorados e incomprendidos por el mainstream psiquiátrico o psicoanalítico norteamericano.

Introducción – El psicoanálisis en el mundo

Introducción – El psicoanálisis en el mundo

 

Roberto P. Neuburger

 

La peste – como quiera que se atribuya autenticidad o no al apelativo con que Freud supuestamente introdujera su creación, el psicoanálisis, en los Estados Unidos – se disemina. Y por los lugares más distantes, más allá de la General Paz, y por lo tanto poco conocidos acaso...

En tiempos en que el ciberespacio disminuye drásticamente las distancias, ha sido nuestra tarea, para esta sección de “El Sigma”, estimular el testimonio de algunos amigos virtuales y otros con los que he tenido la buena fortuna del encuentro personal, sobre el estado actual y los antecedentes históricos de la experiencia del inconsciente en distintos países. El sesgo particular, perteneciente a cada uno de los sitios que se recorrerán a continuación, acentúa y perfila el apotegma: la geografía podrá ser extensa, remota o infinita, pero no por ello el análisis fija una universalidad.

Menos aún, los desfiladeros de una enseñanza – la de Lacan – que por haberse vuelto cotidiana entre nosotros se halla sujeta al riesgo de no ser ya re-interrogada o cuestionada. En efecto, en otras latitudes las coordenadas que hicieron de égida a su entrada no han sido ni las mismas, ni tan favorables; el desarrollo y las articulaciones que se producen no recorren los mismos senderos... o ni los han empezado a transitar siquiera.

Conocido es el hecho que en Estados Unidos las ideas de Lacan fueron absorbidas por el medio universitario – en particular, los departamentos de literatura francesa – y los practicantes clínicos no son sino una minoría absoluta. Si es general el hecho de la comunicación en el malentendido, aquí recibe una potenciación: la clínica puede quedar en manos de la ego- o de la Self-psychology, mientras que la relectura de Freud puede quedar relegada a ser sólo cuestión filosófica o de ciencias sociales. Por eso es especialmente valiosa la tarea de psicoanalistas como Patricia Gherovici, que vive y trabaja en Filadelfia, donde ha fundado (y dirige) el Grupo de Estudio y Seminario de Lacan de dicha ciudad. Su libro de reciente aparición, “El síndrome de Puerto Rico” (Other Press, 2003, Premio Gradiva de la Asociación Nacional para el Avance del Psicoanálisis y Premio Boyer 2004 de la Sociedad de Antropología Psicológica de la Asociación Antropológica Americana) es un relato apasionado y valiente de su experiencia clínica con latinos marginados, excluidos, ignorados e incomprendidos por el mainstream psiquiátrico o psicoanalítico norteamericano. Con las armas de una argumentación sólida y fundamentada desmiente los prejuicios anti-lacanianos mencionados antes, sin dejar de poner al descubierto la ideología al servicio del establishment que los mismos encubren.

 

UN FREUD FRANCÉS CON ACENTO ESPAÑOL

 

Por Patricia Gherovici

 

Comencé a plantearme la pregunta sobre qué quiere decir ser lacaniano hoy en Los Estados Unidos entre presentaciones de la 109ª convención anual de la Asociación Psicológica Americana (APA) reunida en San Francisco bajo el eslogan “La psicología construye un mundo saludable”.  La asistencia era de dimensiones masivas: 14.500 psicólogos y psicoanalistas se reunieron en un centro de convenciones que evocaba un aeropuerto internacional de una gran metrópoli en pleno frenesí de temporada alta. Competían por la atención de las hordas de personas circulando por los monumentales pasillos, decenas de actividades simultáneas. Más de 3.600 presentaciones tuvieron lugar en cinco días.

En estas geografías, cuando la psicología construye un mundo "saludable",  quiere decir un mundo medicalizado y mercantilizado. Entre la infinita sucesión de mesas promoviendo y vendiendo productos en esta reunión "científica",  encontré sillas de masaje shiatsu, material religioso distribuido por fervientes seguidores, reflectores para una cura luminosa para depresión e insomnio, cristales para renovación espiritual, mesas invitando a unirse a las comunidades organizadas alrededor de una patología de moda, como la red de bulímicos anónimos o a la fundación de obsesivos compulsivos. Promociones para tarjetas de crédito, incontables organizaciones de “sobrevivientes” varios: de síndrome de fatiga múltiple, de síndrome de deficiencia auto inmune, o de abuso sexual. Numerosos grupos de autoayuda incitaban con sus cantos de sirena y entre la literatura ofrecida, los libros de autoayuda dominaban prometiendo en diez pasos o cinco capítulos, una total renovación. Había algunos pocos libros de investigación y muchos de divulgación popular. Más y más puestos de venta para baterías de pruebas psicológicas de todas clases y curiosamente, una gran cantidad de puestos promoviendo medicamentos, sorprendente adición ya que los psicólogos asistentes a la conferencia no son médicos y por lo tanto no están autorizados a recetar medicamentos a sus pacientes. Sin embargo, esta ha sido en los ultimos años la fuente de tensión de los psicólogos que quieren que la ley se modifique y sean autorizados a prescribir medicamentos psicotrópicos, y así integrarse vicariamente a la profesión medica.

¿Que hacía yo en un lugar como este? Había venido invitada a presentar un trabajo en un panel titulado “Deseo, psicoanálisis y símbolo o por qué los franceses?” en el contexto del tema específico propuesto a los 4.000 miembros de la división de psicoanálisis de la APA en esta convención: “El deseo”.

Estaba allí porque se supone que soy lacaniana, lo que implica hablarle a una audiencia sospechosa, algo prejuiciosa y a la vez curiosa por saber algo más sobre Lacan, a quien se conoce aquí como “el Freud francés”. Dado el contexto del psicoanálisis en los Estados Unidos, ser lacaniano hoy implica ser miembro de una minoría dentro de una minoría.

Según mi reciente experiencia en las paradójicas relaciones publicas, mi primera definición podrá ser que ser lacaniano es ante todo ser freudiano. Para dar una mejor idea de cómo fueron esos intercambios con el público presente y que guardan un tono inimitable, me limitaré a citar una breve selección de las preguntas. Primero, me preguntaron regularmente sobre la duración de las sesiones. En un país donde “el tiempo es dinero” esta cuestión prima. Uno debe clarificar la diferencia que opera entre el uso de la puntuación en las sesiones de tiempo variable y una sesión que es sistemáticamente brevísima. Porque si de rituales se trata, siempre diez minutos o cincuenta es la misma cosa. A explicar entonces que lo que esta en juego es hacer un corte para relanzar el significante.  La segunda pregunta que se repitió, concernía precisamente a la atención a la palabra y a la materialidad del lenguaje: - “¿Usted les restriega los significantes?” - interrogaron. La mayoría de los analistas estadounidenses no lacanianos parecen confundidos en lo que concierne a la primacía dada al significante: se ven forzados a cuestionar su creencia en un lenguaje natural de las emociones escondido detrás de las palabras. El tema de una posible genitalidad "saludable" produjo también muchas preguntas, ya que se la supone basada en una complementariedad sexual. Cuando se sugiere que la relación/proporción sexual no existe, o si se menciona la contingencia del objeto del deseo, esto surge como una revelación chocante. Finalmente, la transferencia es tomada ingenuamente en su apariencia, sin cuestionamiento de sus trampas imaginarias (“Él me adoraba tanto”, “Me gusta mucho ese paciente,” “Me odiaba verdaderamente”). Debe recordárseles que aún cuando el analizante cree que el analista “sabe”, no quiere decir que ese saber sea una realidad concreta del lado del analista; si hay saber hay que buscarlo en el inconsciente del analizante.

Ser un lacaniano en los EE.UU. hoy significa ser parte de una minoría en expansión que reúne psicoanalistas e intelectuales que traen, si no la peste, al menos una nueva perspectiva psicoanalítica. En los Estados Unidos, la obra de Lacan está gradualmente tomando su lugar junto a la de Freud, Jung, Bion o Klein. Hasta ahora ha encontrado - y continua encontrando - enormes resistencias. El estilo lacaniano parece demasiado “poético” para un “científico de la psique” y para la mayoría de los lectores, profesionales o no; sus escritos resultan oscuros, gongorísticos, casi ilegibles. En los EE.UU., sin embargo, un número creciente de psicoanalistas e intelectuales se han abocado a la tarea de hacer más accesible las tesis lacanianas claves, insistiendo sobre el hecho de que sus contribuciones no son solamente literarias o filosóficas, sino que conciernen fundamentalmente a la práctica clínica. Y ya existen en este país escuelas de formación clínica de orientación lacaniana. Après-Coup en Nueva York, por ejemplo, ha logrado una fiel adaptación del sistema del pase al contexto de los EE.UU.

El retorno a Freud, proclamado por Lacan en los años cincuenta, tiene todavía una resonancia particular en los EE.UU. dado que en ese momento el freudismo dominaba la cultura estadounidense al costo de severas distorsiones. Sabemos del escepticismo sospechoso con que Freud respondió al fervor de James Putnam, quien recomendó fervorosamente el psicoanálisis a todos sus compatriotas, pero transformándolo en una variedad de protestantismo, efectuando un implícito retorno a William James y a su psicologización de la experiencia religiosa. Los Estados Unidos aceptaron y difundieron una reconstrucción "imposible": el psicoanálisis como concepción ético-filosófica universal y a la vez como una sub-especialidad médica. De hecho, el psicoanálisis freudiano como ha sido desarrollado en Francia o Latinoamérica y que creó el terreno fértil para el psicoanálisis lacaniano, no ha tenido lugar en los Estados Unidos donde la Psicología del Yo americanizó a Freud, sometiendo al psicoanálisis a un optimismo adaptativo y correctivo. Los trabajos de Erik Erikson (su énfasis es en el desarrollo y en el ciclo vital dirigido hacia ideales de madurez) o Heinz Kohut (un self optimista, fortalecido, que triunfa sobre el conflicto) son buenos ejemplos que prometen una segunda oportunidad para hacer verdad el sueño americano.

 Traducido o traicionado, la capacidad de Freud para generar controversias no ha disminuido en el presente, como lo confirma la reciente exposición de la Biblioteca del Congreso en su honor. Esta muestra tiene en su origen en un álgido diferendo con feroces oposiciones entre grupos de intelectuales ya mucho antes de que se inaugurara. La controversia fue tal que fue pospuesta por varios años y finalmente abrió las puertas en Washington bajo el titulo Sigmund Freud: Conflicto y Cultura. Para superar las implacables resistencias y descontento generados, la muestra resultó una simple formación de compromiso; en nombre de una ideología culturalista, se convierte en el síntoma de lo que esta cultura reprime y magnifica. ¿Quien es entonces Freud en EE.UU.? Cada sección de la exhibición muestra algunos objetos y cantidad de vídeos con fragmentos de filmes, dibujos animados, y programas de televisión esbozando la única afirmación que era imposible refutarle a los organizadores: Freud es y será parte de la cultura estadounidense aun cuando no todos concuerden con sus ideas. Así, Freud es reducido al estatuto de estrella o ídolo comparable a Andy Warhol o John F. Kennedy. Freud es reducido a un fenómeno cultural pero el conflicto sutilmente regresa, silenciosamente en las citas de seguidores y detractores, esparcidas en las paredes, a pesar de parecer haber sido elegidas por su timidez, en medio de los muchos tiros al aire y parapraxis de la muestra. Lacan aparece en la ultima sala con su famosa formula “C’est a vous d’etre lacanien, moi je suis freudien.” A la cual se agrega, casi ominosamente “sin fecha”. En el eterno presente de una suspensión sintomática, Lacan queda fuera de la historia.

La exhibición aparece ella misma como síntoma y quizás solución a algunos de los dilemas y difíciles opciones delineadas. Una solución puede encontrarse más en la “cultura” y menos en las posibles transformaciones dentro del psicoanálisis mismo, sean las aportadas por Lacan o por una evolución lógica interna, de la manera sutil por la cual el psicoanálisis refleja - a la vez que radicalmente cuestiona - su propio entorno cultural. En los EE.UU. el medio circundante esta cambiando muy rápidamente, y así como uno encuentra ahora buen café y croissants, buen vino y buen pan en la mayoría de las ciudades estadounidenses, uno puede esperar próximamente encontrar buen psicoanálisis como un fenómeno paralelo. Esto deriva menos de la globalización de la cultura (que es fenómeno general) que de lo que llamaré una hispanización de la cultura estadounidense, un desarrollo que algunos ven venir con terror o con sospechas, pero al que aplaudo personalmente. En este momento, la cultura estadounidense esta fascinada con las cosas latinas; ser latino es “sexy”. La salsa mejicana se vende más que el ketchup, mientras que un perro chihuahua que vende tacos asciende al estatus de símbolo nacional. Las cifras demográficas sugieren que este país que se piensa a sí mismo como blanco o negro no es ni lo uno ni lo otro. No sólo son ya los latinos la minoría más numerosa, sino que actualmente hay más hispanohablantes en los EE.UU. (superan los 40 millones sin contar los indocumentados) que en toda la Republica Argentina. Para el 2050 un cuarto de la población total estadounidense será de origen latino. Como ejemplo de esta creciente hispanización, en la reciente campaña electoral ambos candidatos presidenciales trataron de atraer votantes hablando español.

Ser un lacaniano hoy, implica imaginar un futuro bien diferente. Si existe un futuro para el psicoanálisis lacaniano en los EE.UU., éste pasara ineludiblemente por el desarrollo cultural de este grupo con fronteras permeables. El retorno de lo reprimido que los “hispanos” representan trae a luz las contradicciones de un país que no se piensa como “colonial” aunque posea todavía algunas colonias (Puerto Rico es uno de los ejemplos mas dolorosos), que se glorifica de ser un “crisol de razas” mientras reparte los grupos étnicos en unidades segregadas, un país del primer mundo que contiene enclaves de “tercer mundo” en sus grandes centros urbanos. En la encrucijada manifestada por los “hispanos” se marca la realidad del inconsciente en la medida en que no existe la relación social. Al igual que para la sexualidad, la anomia social de un grupo heterogéneo, casi invisible si no fuera por su sintomática causante de problemas, fuerza a los estadounidenses a revisar sus nociones de lo inconsciente. Para mi, ser lacaniana en los EE.UU. hoy, significa leer al Freud francés en un ingles con acento español.

 

 


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