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Un gesto obseno de Santa Teresa22/05/2002- Por Angel Garma -
Conferencia de Angel Garma en la Asociación Psicoanalítica Alemana,
Berlín 6 de Mayo de 1930.
Teresa de
Jesús (1515 – 1582) es la santa más significativa de España. Para darles un
ejemplo de la alta estima en que se considera a Santa Teresa en todo el mundo
católico, tengo que citar únicamente el informe por el cual se la santifico,
así como fue presentado por los auditores de la Rota Romana. En el mismo se
nombran a 85 de los más reconocidos y eruditos Padres. Todos ellos “...
aprueban no solamente las enseñanzas que se obtienen a través de los libros de
Santa Teresa, a los cuales valoran con grandes elogios como una enseñanza santa
y católica, sino y lo que sería más importante todavía, algunos de ellos juzgan
y creen que esta enseñanza fue transmitida a Santa Teresa a través de rezos y
por su íntima relación con la divina Majestad de Dios y le fueron dadas por el
Altísimo mismo...”
Muchos
testigos agregan que es con todo derecho que se representa la imagen de la
Santa Virgen con una paloma sobre la cabeza, porque su sabiduría provino de
Dios y porque es en esta forma, así como ella misma lo refiere, que se le
apareció el Espíritu Santo, y su espíritu fue arrebatado por un éxtasis y goce
de gloria extraordinario. A esto hay que agregar que se la pudo observar con
una cara radiante, mientras escribía los libros con la mayor rapidez. Esto fue
entendido por los Eruditos Padres como un claro signo de que era el Espíritu
Santo quien directamente se los dictaba.
En la
Bula por la cual se la santifico a la seráfica Virgen, el Papa Gregorio XV dijo
lo siguiente: “Entre las distintas virtudes que la adornaban, como novia de
Dios, la que más sobresalía era la castidad más pura, que tan admirablemente
cuidó, que no solamente mantuvo su propósito originario en su infancia de
cuidar su virginidad hasta su muerte, sino que, también mantuvo libre de toda
mácula su cuerpo y su corazón”.
No puede
ser mi intención dar aquí un cuadro biográfico de la Santa. Unicamente quisiera
recordarles que Santa Teresa nació en el año 1515 en Avila, una pequeña ciudad
en las proximidades de Madrid.
Descendía
de una aristocrática familia pero pobre. Su interés religioso debe haberse
despertado tempranamente. En su autobiografía cuenta que a la edad de 7 años dejo
la casa de sus padres con su hermano Rodrigo para dedicarse a la conversión de
los moros. Pero fueron nuevamente enviados de regreso a su casa por un tío. A
los 16 años entro al monasterio de las Carmelitas en la ciudad de sus
antepasados en Avila. Allí se enfermo a los 19 años. Según sus relatos fue
presa de convulsiones “tan intensas que hicieron temer ataques de furia, su
lengua se encontraba destrozada por las constantes mordeduras, y muchas veces
perdió la conciencia”[1]. Sufrió
contracturas dolorosas. Según su relato, sus fibras nerviosas se contraían con
dolores tan insoportables que ni durante el día ni durante la noche encontraba
un momento de descanso, acompañaba el cuadro una profunda tristeza. Después
cayó en un grave estado letárgico que duro entre 3 y 4 días. De este estado
salió con una contractura permanente en todo el cuerpo y esta contractura fue
seguida por una parálisis. Esta enfermedad desapareció recién después de 3 años
por la fuerza de un fervoroso rezo, que dedicó a San José. Pero ella misma
cuenta que durante 20 años siempre vomitaba el alimento matutino. También tenía
ataques de fiebre que a veces duraban hasta un mes.
No
tenemos motivos para dedicarnos aquí al origen y desarrollo de esta enfermedad
psíquica. Pero sin duda reconocemos que podría haberse tratado de una histeria
o de una forma de epilepsia similar a la histeria, pero los datos que tenemos
acerca de los ataques no alcanzan ni son suficientemente claros para darnos
mayor seguridad.
El
proceso psíquico que ella denominó conversión, comenzó repentinamente a los 40
años luego de haberse purificado a través de varios años de enfermedad física y
después de haber superado muchos sufrimientos espirituales. Este acontecimiento
comenzó con una intensa pena de amor y se concretizo por medio de muchas
visiones. Santa Teresa fue pintada repetidas veces por Rubens, Murillo y otros
pintores, en aquella situación que ella misma describe y que tiene una
importancia tan significativa para su conversión. Ella vio una vez un pequeño
ángel de su lado izquierdo en cuerpo entero; y literalmente dice ella “no fue
grande sino pequeño y muy lindo, su rostro radiante me pareció pertenecer a uno
de aquellos grandes ángeles que aparecen como rodeados de llamas (...) en sus
manos veía una larga flecha de color oro y en la punta me parecía que tenía
algo de fuego. Tuve la impresión que él perforaba mi corazón con la flecha
hasta lo más profundo y cuando la retiró me dió la impresión que se llevaba
consigo la parte más profunda de mi corazón. Al final me dejó inflamada de amor
ardiente hacia Dios. Este dolor de la herida fue tan grande que me provocó los
mencionados lamentos y suspiros; pero también el deleite que me causó este
terrible dolor fue tan enorme que fue imposible liberarme de él y poder satisfacerme
con algo menos que con Dios. No es un dolor físico sino espiritual aunque el
cuerpo también participa en no poca medida de este dolor. La relación amorosa
que ahora tiene lugar entre mi alma y Dios es tan dulce que suplico a la bondad
del Señor para que se lo dé de probar al que piense que yo miento”
Esta es
la descripción del acontecimiento de la perforación del corazón.
La Santa
tenía entonces 44 años. Según la descripción de todos los detalles no nos
quedan dudas que sus estados psíquicos patológicos en ese momento tenían que
ver con los cambios del climaterio. Su descripción de esta visión tan
importante para ella, indica claramente su carácter sexual. En su corazón, que
se conserva en un valioso relicario en el monasterio de las Carmelitas Descalzas
de Alba de Tormes, se puede ver que el Angel no le causó únicamente una herida
espiritual sino también corporal. En este corazón se ve claramente aparte de
varias pequeñas aperturas que podrían tener su origen en repetidas lesiones,
una herida grande y profunda de por lo menos 5 cm. de largo delimitada por un
enmarcado claro. Se dice que el recipiente de cristal en el cual se conserva
este corazón se rompió ya varias veces y que de allí se desprendían dulces y
aromáticos olores. Deben haber reconocido seguramente el significado
inconsciente de esta visión como de una desfloración. La perforación del
corazón se festeja anualmente en España el 27 de Agosto. Los creyentes que
cumplen determinadas condiciones y que visitan una iglesia de las Carmelitas
Descalzas reciben en este aniversario de la desfloración un perdón de todos sus
pecados. Yo mismo recuerdo haberlo recibido ese día, siendo niño, algunas veces
en un monasterio de las Carmelitas Descalzas.
Santa
Teresa consideró como objetivo de su vida la reforma de la Orden de las
Carmelitas, lo que realizó bajo las mayores dificultades y con extraordinaria
tenacidad. Murió en el año 1582 y fue santificada en el año 1622. Sus escritos
son considerados de entre los mejores de la Mística Cristiana y de los más sobresalientes
de la literatura española.
Como
fuente psicológica más importante y para comprender la vida de la Santa, se
considera su libro “Su vida” en el cual describe ampliamente sus conflictos.
Ocupan mucho espacio en dicho libro las descripciones sobre las diferentes
etapas de sus rezos, las tentaciones que sufrió y las revelaciones que tuvo.
Reiteradas veces se refiere a los estados de éxtasis que le dieron el rezo, las
uniones con Dios, y también acerca del sufrimiento y de las heridas que la vida
le provocó.
No
trataremos aquí de presentar los fundamentos de las pulsiones psicosexuales y
de los mecanismos psíquicos de los estados patológicos de Santa Teresa. Freud,
Pfister entre otros autores analíticos nos demostraron como las fuerzas
pulsionales reprimidas, a través de secretos caminos, llevan a situaciones
psíquicas tan extrañas. Aquí nos dedicaremos a un sólo rasgo que merece
especialmente nuestro interés. La extraña situación patológica de Santa Teresa
y las características de su religiosidad fueron descriptas aquí simplemente
para poder analizar sobre este trasfondo la siguiente particularidad. Santa
Teresa vivió tantas variadas visiones que frecuentemente le aparecieron la duda
de sí una determinada visión provenía de Dios o del Diablo. En verdad esto era
fácil de distinguir. La Santa se esforzó muchas veces para poder encontrar
signos distintivos, por ejemplo dice: “Según mi entender y mi experiencia se
puede creer únicamente que una revelación provendría de Dios cuando coincide
con las Sagradas Escrituras; si mínimamente se diferenciara de éstas, más
creería que provienen del Diablo por más convicción que estas me produjeran. De
esta manera no es necesario buscar otros signos para poder saber de qué
espíritu proviene semejante revelación, porque esta diferencia indica tan
claramente su origen diabólico que yo aunque todo el mundo me aseguraría que
proviene de Dios, nunca lo creería”[2].
A pesar
de todas las seguridades, ella debe haber dudado muchas veces acerca de quién
le indujo sus visiones, porque muchas veces hablando de esto con otras personas
se lamentaba que ellos, con sus exageradas preocupaciones también le hicieron
daño.
Así es
que relata acerca de estas personas lo siguiente: “Sobre todo una vez ocurrió,
que varios de ellos, a los cuales con razón debía mucha confianza, se reunieron
para encontrar la mejor forma de ayudarme; pues me querían y al mismo tiempo
temían que yo fuera víctima de una equivocación; yo misma tenía, cuando no
rezaba el mayor temor, pero rezando, encontrándome ahí con el Señor que me
mandaba uno de dichas gracias, me sentía segura. Aquellos se habían reunido
para aconsejarme, habían creo yo 5 ó 6 todos fieles servidores de Dios. Mi
Padre Confesor me comunicó que todos ellos estaban de acuerdo, que los
extraordinarios acontecimientos que a mí me sucedían eran la obra del malvado
enemigo, y que yo no debería seguir estando en comunicación (comunión) con
tanta frecuencia, y tratara de distraerme y que al menos no buscara más
soledad.
Yo
estaba, como ya dije, muy temerosa y mis penas del corazón aumentaban mi
angustia de tal manera que muchas veces ni siquiera durante el día me atrevía a
quedarme sola en mi habitación. Cuando entonces veía que tantos hombres decían
lo mismo, y yo sin embargo todavía no lo podía creer, esto me llevó a sentir
grandes angustias de conciencia, porque lo consideraba una falta de humildad.
Todos ellos eran hombres más eruditos y virtuosos que yo, ¿porqué entonces no
habría de creerles? Yo me obligaba lo más que podía. Me imaginaba mi pecadora vida,
coincidente con la misma, que ellos debían de haber dicho la verdad”[3].
Relata
que a lo largo de dos años pidió constantemente a Dios, que no permita que el
Diablo la engañara.
El Señor
la tranquilizó y le envió muchas visiones en las cuales El mismo se mostraba.
Cuando dio a conocer estas visiones, recibió muchos insultos, sufrimientos,
amenazas y persecuciones. Se pensó, que ella estaba poseída por el Diablo y se
quería incluso realizarle un exorcismo; sobre todo le dolió ver que los Padres
Confesores tenían miedo de recibir sus confesiones, como si hubiesen querido
evitar un contagio. Uno de los Padres, de la Compañía de Jesús en su Monasterio
de Avila, Balthasar Alvarez, decretó que estas visiones provenían del malvado
enemigo (el diablo) y le ordenó que durante las confesiones, practicar lo
siguiente: todas las veces que tenía dicha aparición, debía hacerle la señal de
la cruz y mostrar la Figa, entonces el Diablo no vendría más.
Se trata
del famoso signo de la Figa que se realiza de la siguiente manera introduciendo
el pulgar entre los dos dedos siguientes. Este signo es conocido por todos los
pueblos romanos como gesto de rechazo y de burla. Desde hace mucho se sabe que
con este signo se trata de la imitación del coito. Tiene su confirmación
estudiando el significado etimológico, en el castellano antiguo se llama “la
Fica”, en italiano “ficcare” significa meter adentro. Probablemente de aquí
deriva la palabra alemana “ficken” que significa coger (coito).
Este
mandato de su padre confesor significa para ella, como dice, una prueba muy
dolorosa. Tenemos que recordar, que ella consideraba que la mayoría de sus
visiones provenían de Dios.
Relata su
estado psíquico de aquel entonces de la siguiente manera: “fue para mí un dolor
muy grande, tener que mostrar la Figa, cada vez que el se me aparecía. Porque
en el instante que lo veía, aún cuando me hubiesen cortado en trozos, se me
hacía imposible que fuera el Diablo. Fue un castigo muy duro para mí. Para no
tener que hacer tantas veces el signo de la cruz, llevaba casi permanentemente
una cruz en la mano. Pero no con tanta frecuencia hacía recordar la burla a la
cual fue sometido el Señor por los judíos. Yo le pedía que no considerara esta
ofensa como pecado y de perdonarme porque yo actuaba en obediencia a su representante
y que los Padres Confesores eran los Servidores dispuestos por Él en su
Iglesia. Entonces Él me dijo, que no tenía que preocuparme, que estaba bien que
yo obedeciera, que ya El se ocuparía de que la verdad saliera a la luz”.
Nuestro
interés psicológico en esta situación es múltiple. Sobre todo se refieren a las
dudas de la Santa con respecto al origen de sus visiones. Sabemos cuantas veces
los Santos, estaban llenos de dudas frente a las apariciones que les eran
relatadas. Unicamente quiero nombrar las tentaciones de San Antonio de Padua,
las dudas del joven Lutero, quien fue un contemporáneo de Santa Teresa. El
significado psicoanalítico de estas dudas es demasiado claro, como para
tratarlo más ampliamente.
Semejantes
dudas las podemos entender, recordando, que el Superyó y el Ello están
comunicados, y que el Superyó surge del Ello. Tanto Dios como el Diablo son
proyecciones hacia en mundo exterior de nuestras más fuertes tendencias
psíquicas. Lo que más nos interesa acá, es la particular situación, en la cual
vemos a Santa Teresa delante de nosotros. Cuando tiene una de estas visiones,
lleva una cruz en una mano, mientras que con la otra hace el signo de la Figa.
Queda claro que el signo de la cruz debe protegerla y que el signo de la Figa
debe defenderla del Diablo. Llama la atención lo bizarro de este cuadro. La
casta virgen, que tiene santas visiones, hace un gesto tan lascivo. El análisis
puede comprender psicológicamente bien esta situación tan curiosa. Necesita
referirse únicamente a la sintomatología de la neurosis obsesiva evidenciada
aquí. Se trata de un conflicto de ambivalencia, que encuentra su expresión en
los dos signos contrastantes la Cruz y la Figa. Santa Teresa que lleva la cruz
en una mano y que hace el signo de la Figa con la otra, se puede comparar con
un enfermo obsesivo que hace con una mano un movimiento simbólico y con la otra
uno opuesto para anular el primero.
Así
muchas veces vemos pacientes que ejecutan un acto obsesivo que representa un
equivalente a una acción sexual, por ejemplo la masturbación, y que
inmediatamente después ejecutan una acción opuesta que debe eliminar la
primera.
Sabemos
que Freud denominó este recorrido sintomático como “anulación retroactiva”:
Cuando Santa Teresa tiene que hacer el signo de la Figa para defenderse de las
malas tendencias, fácilmente podemos reconocer que los estímulos pulsionales
combatidas en un principio fueron de naturaleza sexual.
Se podría
decir que el signo de la Figa tiene aquí un carácter homeopático, con la
defensa se sexualiza la relación con Dios una vez más. Así puede llegarse a la
explicación psicológica de su fuerte oposición a realizar este signo lascivo.
No puede
dudarse que en la Santa se encuentra también inconsciente una tendencia a
burlarse de Dios, y de esta manera quedaría justificado el significado
secundario del signo de la Figa. Teresa misma destaca siempre que a través de
este signo le recordaba la burla de los judíos a Jesús, y cuan dolorosa sentía
la obediencia a sus Padres Confesores.
Podemos
reconocer claramente la parte de burla que oculta en esta conducta cuando hace
el signo de la Figa y al mismo tiempo pide perdón a Dios, justificando dicho
gesto como obedeciendo al mandato de los Servidores nombrados por la Iglesia.
La
ambivalencia da, por así decir, el marco para toda esta situación.
El
mecanismo psíquico se puede describir de esta manera, Santa Teresa considera a
la aparición en un principio como proveniente de Dios, para después tener dudas
sobre su origen, las cuales rechaza por el mandato de los Padres Confesores.
¿De qué
manera rechaza la Santa la tentación del diablo? Podemos reconocer una serie de
etapas, primero lo intenta con fervorosos rezos, después hace el signo de la
cruz, mas tarde teniendo la cruz constantemente en la mano y al final cuando
todos estos medios fracasan hace aquel gesto obsceno. Pueden observar aquí como
con mayor desesperación se opone a los impulsos reprimidos, y como estos
finalmente al culminar el conflicto ganan superioridad. Es un caso típico de
retorno de lo reprimido del centro mismo de los poderes represores. Como medio
de defensa. El gesto lascivo entra al servicio de la religión tal como al final
de los procesos de la neurosis obsesiva aparece compulsivamente lo reprimido.
Me remito
a los ejemplos que Reik presentó en su trabajo reciente sobre “Las fases
terminales en las creencias religiosas y en los neuróticos obsesivos”[4], en los
cuales demuestra la eficiencia de estos mecanismos.
Permítanme
contarles como equivalente a esta situación psíquica una pequeña anécdota de
una antigua crónica en la cual se demuestra como el impulso sexual se coloca al
servicio de sentimientos patrióticos. En la época de Felipe V alrededor de
1720, los portugueses sitiaron Madrid[5]. La
capital se encontró en grave peligro. Las prostitutas españolas decidieron
entonces salvar a su querida patria. Aquellas que estaban convencidas de sufrir
una enfermedad venérea se vistieron con sus mejores ropas y se maquillaron
exquisitamente. Al anochecer se acercaron al campamento del enemigo y se dedicaron
a su patriótico cometido con tal fervor que tres semanas después 6000 soldados
portugueses se encontraron, sin derrame de sangre, imposibilitados de luchar y
debiendo ser llevados al hospital.
Los
teólogos españoles se preocuparon más tarde seriamente y durante mucho tiempo
con esta acción de las prostitutas españolas, cuestionándose en qué medida su
proceder fue pecado. Algunos de ellos consideraron que, si durante una guerra
está permitido matar al enemigo, destruir sus ciudades y de aplicar los métodos
más crueles para vencer al enemigo. ¿Porqué habría que rechazar a la sífilis
como un medio? Dios otorga por cierto el triunfo, pero se sirve muchas veces de
curiosos métodos.
Otro
rasgo de la dinámica psíquica de Santa Teresa que llama nuestra atención
particularmente es el carácter de compromiso (formación de compromiso) que
muestra aquí el ritual religioso y que corresponde enteramente a la naturaleza
de los síntomas neuróticos.
A partir
de Freud sabemos que los síntomas neuróticos tienen el sentido y el significado
de satisfacciones sexuales sustitutivas. Así por ejemplo muchos síntomas de los
enfermos obsesivos aparecen al principio como un medio de defensa contra los
impulsos sexuales, para descubrirse finalmente con claridad como actos
sustitutivos históricos o simbólicos de contenido sexual.
Algo
parecido observamos en este ejemplo de ceremonial religioso. Santa Teresa que
lucha contra sus fantasías sexuales está finalmente obligada a utilizar para su
defensa un símbolo evidentemente sexual. Aquí se podría objetar que Santa
Teresa no conoce este signo y su significado y que únicamente obedece al Padre
Confesor. Pero queremos mencionar que semejante ignorancia es muy poco
probable, el signo de la Figa fue más conocido en la España del siglo XVI que hoy
en día.
Se puede
observar que incluso actualmente en España y sobre todo en el noroeste
(Galicia), el pueblo hace el símbolo de la Figa como defensa (rechazar) o
burlar. Pero independientemente de esto, nos referimos a la continuidad de los
sucesos psíquicos y al hecho subrayado por Freud de que el inconsciente de una
persona conoce el de la otra. También nos parece como significativo que Santa
Teresa fue arrollada por una intensa inquietud y al principio se opone
fuertemente a realizar este signo frente a la visión diabólica. Muchos años
después se arrepiente de haber seguido, en aquel entonces, el consejo de su
Padre Confesor. En su libro “El Castillo Interior” dice lo siguiente: “cuando
se les aconseje hacer algo parecido, con humildad traigan el motivo indicado y
no lo realicen”.
También
es interesante comparar la conducta del Padre Confesor con la de Santa Teresa.
Cuando Santa Teresa tiene que hacer este signo es acosada por una gran
inquietud y fuertes dudas. Se puede suponer que el Padre Confesor que le ordenó
hacer este gesto no siente semejante inseguridad ni temor. Tanto en él como en
enfermos obsesivos en una determinada etapa de la enfermedad, los ceremoniales
ya superaron las dudas; en este caso los ceremoniales se adaptaron enteramente
a la religión.
“Eine
obszone Gebarde der heiligen Teresa” von Angel Garma
traducido
del Psychoanalytische Bewegung 1930
Tomo II,
pág. 339.
Traducido
por Fernando Weissmann
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