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Una lectura discursiva de los fenómenos de la psicosis

31/08/2020- Por Juan Walsh - Realizar Consulta

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La psicosis es, en la lectura de Lacan, un modo de habitar el lenguaje. Este escrito propone un abordaje de las psicosis a partir de la estructura del discurso (del amo) en tanto aparato de formalización, para dar cuenta de algunos de sus fenómenos clínicos más significativos, a saber, los fenómenos elementales, cuya estructura Lacan establece en el Seminario 3. Esto exige en primer lugar, explicitar cómo se presentan las diferencias estructurales entre neurosis y psicosis, para luego proponer una escritura formal posible para casos de psicosis, ejemplificada con algunos de los casos paradigmáticos del psicoanálisis.

 

 

                                                                                                 “Retrato de Picasso” (1947) por Salvador Dalí*

 

 

  Nos proponemos un abordaje de la clínica de las psicosis a partir de la estructura del discurso en tanto aparato de formalización. Esperamos que este abordaje permita situar formalmente alguno de los fenómenos clínicos cuya ubicación resulta de suma importancia para el diagnóstico diferencial.

 

 

Del discurso como estructura

 

  Partiendo de la definición del significante como aquello que representa a un sujeto para otro significante, Lacan elabora en el Seminario 17 un complejo aparato de formalización para dar cuenta de las relaciones del sujeto con el campo del lenguaje y el campo del goce, al que denomina campo lacaniano. Esta innovación incorpora una dimensión que hasta entonces quedaba fuera de los aparatos de formalización, y cuya centralidad se mantiene en las elaboraciones siguientes de Lacan.

 

  Cabe señalar que si bien el matema del discurso presenta variantes que configuran cuatro discursos establecidos, nos limitaremos en este trabajo al discurso del amo, ya que da cuenta de las relaciones típicas del sujeto con el lenguaje y con el goce (1).

 

                      S1/$ à S2/a

 

  Podemos observar en este matema que la articulación del significante amo (S1) con otro significante (S2), que representa al saber en tanto articulación de significantes, da lugar al surgimiento del sujeto ($) en tanto representado en el discurso.

 

  Veamos ahora los diferentes lugares que define la estructura del discurso:

 

                     Agente / verdad à trabajo / producto

 

  El producto del discurso es el objeto a en tanto resto de la operación, cuyo lugar en la estructura se escribe como (a). Este elemento resulta vital para el sujeto en tanto le restituye un remedo de ser, un punto de recuperación de goce, que Lacan denomina plus-de-goce.

 

  Esta recuperación se elabora en el fantasma, cuyo matema se reconoce en el nivel inferior del discurso ($ ◊ a), a partir de la articulación del objeto a con la significación fálica, que aporta el velo para hacer del goce imposible (de soportar) promovido por el significante suelto, una falta que pueda ser colmada de manera fantasmática. Es éste el sentido de la operación de castración, en tanto operación simbólica. Se trata de la exclusión simbólica del goce como imposible, dando lugar a la posibilidad de recuperación bajo la forma del plus de goce.

 

  El complejo de Edipo es el mito que Freud elabora para dar cuenta de esta operación, que ubica a La-mujer, imposible de inscribir en lo simbólico, a partir del objeto prohibido. De este modo opera el discurso del amo en tanto soporte del lazo social imperante, que “… al fijar al niño a su madre, la connivencia social la convierte en la sede de elección para las prohibiciones.” (Lacan, 1969-70, p.84).

 

  En este seminario, Lacan realiza una segunda deconstrucción del mito de Edipo, como hiciera años atrás con la metáfora paterna, para demostrar que su eficacia no reside en el hecho acontecido, sino en la lógica significante que instala, para mostrar que la verdad que encierra el discurso freudiano, es la necesaria exclusión del goce fálico para que el aparato del discurso pueda operar de forma tal de producir plus de goce (2).

 

  Ahora bien, la referencia al Edipo y a la significación fálica ubica al discurso del amo como estructura fundamental del inconsciente en la neurosis. Pero ¿qué sucede en el caso de las psicosis? ¿Qué escritura podemos darle a los fenómenos elementales que dan cuenta de la ruptura de la cadena significante, y aquéllos que responden a la restitución de la misma?

 

 

Los fenómenos elementales

 

  En “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de las psicosis”, los fenómenos elementales son presentados como los datos clínicos más significativos de las psicosis, en tanto permiten dar cuenta de la estructura psicótica, ya que “…en ningún sitio el síntoma (…) está más claramente articulado en la estructura misma.” (Lacan, 1958, p.514).

 

  Tomamos como modelo para nuestra articulación el fenómeno enigmático, característico de las formas interpretativas, donde la significación se presenta vaciada de significado. Este fenómeno va a desplegar sus efectos en una secuencia lógica que podemos esquematizar tomando como base el esquema cuaternario del discurso.

 

  Supongamos un momento lógico anterior al desencadenamiento, una estructura cuaternaria sostenida de alguna significación o de alguna identificación especular, sostén imaginario que viene al lugar del fantasma. En esta dimensión imaginaria se ubican las tensiones entre el yo y el otro que Lacan destaca como característica de las psicosis, debido a la forclusión del Nombre-del-Padre como elemento regulador del goce.

 

  Ocurrido el desencadenamiento, primer momento lógico, se produce la ruptura de la cadena con la presencia del significante en lo real, que no enlaza con otro significante para representar al sujeto. Momento de perplejidad, donde no encontramos del sujeto más rastro que el goce que esa marca vehiculiza: S1/a

 

  En un segundo momento lógico, la dimensión de la significación se abre bajo la forma del enigma, que sostiene la dimensión subjetiva en la certeza de que esa significación indeterminada le concierne de manera íntima. De este modo, el sujeto queda solamente aludido, cargando con todo el peso de la significación.

 

                    S1/a à $/S0

 

  Cabe destacar que, en este caso, la clave del asunto no le es aportada al sujeto psicótico desde el lugar del Otro social, como vimos que sucede en el sujeto neurótico. Ubicar en el lugar del trabajo al sujeto mismo en la producción de algún significante que pueda aportar una significación más o menos estable para sostener una estructura cuaternaria posible. Escribimos este momento lógico como (S0), como ausencia del significante del saber que representa la cadena misma del significante en tanto articulado. Si este momento intermedio no conduce al siguiente momento lógico, el desvanecimiento de la estructura del saber articulado representado por el S2, es correlativo de lo que Lacan denomina “caída de los retoques del significante” (Lacan, 1958, p.552)

 

  Puede darse un tercer momento lógico, que ya trasciende la experiencia enigmática y la suplementa, donde el advenimiento de un segundo significante bajo la forma del saber delirante (S2), precipita una significación fundamental sin referencia a ninguna otra significación, una iluminación repentina. Esta estructuración singular permite al sujeto lograr cierta estabilidad ante ese primer significante y tramitar el goce que éste vehiculiza. Este momento es denominado por Lacan “momento fecundo” y da cuenta del mecanismo fundamental de formación del delirio, siendo a su vez, un fenómeno elemental en tanto formación restitutiva de una realidad de tipo delirante.

 

  Cabe destacar que no se trata de la misma articulación que en el caso de las neurosis, en cuya estructura el goce es tramitado de manera más estandarizada y más flexible, producto de su inscripción a nivel del lazo social. El saber que se pone en juego en la neurosis es el que aporta la metáfora paterna sobre el lugar del sujeto en el deseo de la madre.

 

  En la fenomenología delirante, el saber no se sostiene del Nombre-del-Padre ni de la significación fálica. Lo que encontramos aquí es la dimensión singular de la trama delirante que, aunque susceptible de cierta tipificación (mística, celotípica, erotómana, reivindicativa, megalómana) no contiene el drama edípico típico con eje en la castración.

 

  La estructura resultante puede escribirse:

 

                    S1/a à $/S2

 

  Veamos qué puede aportarnos este matema en el abordaje del discurso paranoide del caso Aimée. Allí, el objeto a (lugar del otro imaginario), por sus relaciones con el significante amo (relación que determina el lugar de prestigio de sus perseguidores y que Lacan señala como lugar del Ideal del yo de la paciente), pone a trabajar al sujeto en la elaboración de un saber que dé cuenta de las razones de tal ensañamiento.

 

  Otro ejemplo de esta misma configuración lo encontramos en el caso Schreber, bajo la forma de las frases interrumpidas, donde un significante en lo real (S1) se sostiene en su dimensión de voz (a) produciendo una significación indeterminada. En este punto, el sujeto se ve compelido, trabajado por la estructura, a aportar un segundo significante que cierre la significación para poder conservar su estatuto de sujeto del discurso y no perder el lazo con el Otro en el delirio. La significación producida refleja esa dimensión injuriante determinada por la articulación del S1 con el objeto a en el origen del fenómeno.

 

 

Conclusiones

 

  El valor restitutivo del delirio en las psicosis es señalado tanto por Freud como por Lacan. Este último nos aporta una clave, con la promoción de la metáfora delirante como paradigma de estabilización durante su primera enseñanza, de la potencia que la articulación significante puede tener como auxilio frente al goce. En este sentido, creemos que la estructura del discurso del amo, con los cuatro lugares que determina en tanto estructura de lenguaje, puede aportar un aparato de formalización válida para dar cuenta de la fenomenología de las psicosis, a condición de que podamos servirnos de ella más allá de la ligazón fija de los cuatro elementos del discurso, que determina la ronda de los cuatro discursos establecidos, y que podemos vincular con la operación del Nombre-del-Padre.

 

 

Juan Walsh es psicoanalista, ex-concurrente en Psicología Clínica, HGA “J. M. Ramos Mejía”, Ciudad de Buenos Aires, maestrando en Psicoanálisis (UBA), psicólogo clínico-institucional en Ministerio de Economía (APN), formador de INAP. Correspondencia a: walshjuan@gmail.com

 

 

Notas

 

(1)     Cfr. Lacan (1971-72): “Tratemos de ver por ejemplo qué supone lo que está escrito, que supuestamente enuncia dónde se sitúa cierta cadena que, con certeza y sin ningún tipo de ambigüedad, es la estructura: S1/$ à S2/a  (el discurso del amo).” (p.220)

(2)     Cfr. Lacan (1969-70): “Hay muchas otras formas, refinadas, de sustituir este goce cuyo aparato, que es lo social y conduce al complejo de Edipo, hace que sea excluido, precisamente porque es el único que daría la felicidad. Esta es propiamente la significación del complejo de Edipo. Por eso, lo que interesa en la investigación analítica es saber de qué manera, para suplir el goce fálico prohibido, se aporta alguna cosa cuyo origen hemos definido (…) por la función del plus de goce.” (p.79)

 

 

Bibliografía

 

LACAN, J., (1932), “De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad”, Buenos Aires, Siglo XXI, 2016.

LACAN, J., (1955-1956), El Seminario, Libro 3, Las psicosis, Buenos Aires, Paidós, 2011.

LACAN, J. (1958). “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de las psicosis”, en Escritos II, Buenos Aires, Siglo XXI, 2008.

LACAN, J. (1971-72): El seminario. Libro 19: …o peor, Buenos Aires, Paidós, 2014.

LACAN, J. (1969-1970). El Seminario, Libro 17. El reverso del psicoanálisis. Bs. As., Paidós, 2010.

LACAN, J., (1972) “El atolondradicho”, en Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012.

LACAN, J. (1977) “Apertura de la sección clínica”, Vincennes, 5 de enero 1977.

 

 

Arte*: Dalí (1904–1989) pintó este óleo de 64,1 x 54,7 centímetros retratando a su colega Pablo Ruiz Picasso. Ambos pintores se conocieron en el primer viaje de Salvador a París, allá por el año 1926, y expusieron juntos en más de una ocasión.

 


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