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Acerca de “Más allá del principio del placer...”

30/09/2020- Por Graciela Ana Pérez - Realizar Consulta

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“Más allá del Principio del placer” imprime una torsión teórica en una conceptualización diferente del aparato psíquico y de la mitología pulsional, preludio de la segunda tópica freudiana. El principio de placer deja de ejercer su soberanía como principio rector, ligando la repetición como compulsión al modo de funcionamiento del psiquismo. Allí donde ciertas expresiones clínicas parecieran no compatibilizar con la práctica psicoanalítica vigente, Freud hace de su texto fundamento de su práctica y transmisión de su obra.

 

                            

 

 

 

  “Más allá del Principio de Placer”, obra cuyo título en sí mismo, adelanta la hipótesis de su propuesta. Por sus planteos, conmociona los fundamentos mismos de la teoría psicoanalítica freudiana, llevando a Freud a reformular su teoría pulsional vigente. Con difícil aceptación y aval por parte de discípulos y colegas de su época, según resalta Ernest Jones en su biografía.

 

  Teniendo en cuenta el horizonte científico y cultural de ese entonces, imbuido por las ideas provenientes del campo de la Filosofía, la Fisiología, la Física, la Química, la Medicina, la Termodinámica, se esfuerza en postulados novedosos en su corpus teórico, a partir de contradicciones clínicas que parecieran refutar sus fundamentos.

 

  Una nueva concepción y funcionamiento del aparato psíquico se le impone. Se sirve de los planteos del Proyecto con el “principio de inercia neuronal”; se remonta también, a la época de su trabajo conjunto con Breuer en sus “Estudios sobre la Histeria” sosteniendo la “tendencia a mantener constante la excitación intracerebral”, basándose en los postulados de Fechner sobre “la tendencia a la estabilidad”, al que el mismo Fechner adjudicó las sensaciones de placer-displacer; y teniendo también como referencia a Bárbara Low y su Principio de Nirvana, con el retorno al punto cero, distinto a mantener una constante, es decir, al Principio de Constancia.

 

  Así el aparato anímico se afana en mantener lo más bajo posible, o al menos, constante su excitación en la procura de placer y en la evitación del displacer. El incremento energético se traduce como displacer, su nivelación resulta placentera. Una energía no medible, no cuantificable, pero si regulable por sus propias leyes de funcionamiento: lo cuantitativo se expresa en lo cualitativo.

 

  Así los procesos anímicos estarán considerados no sólo desde el punto de vista tópico y dinámico, sino desde la perspectiva económica. Tópica psíquica, dinamismo de los procesos anímicos y economía libidinal confluyen en una Metapsicología con una conceptualización diferente del psiquismo. Su trilogía metapsicológica no dejó de estar atravesada por el dualismo oposicionista y conflictivo psíquico, contraponiéndose a la teoría monista de Jung.

 

  Un principio es la regulación de tendencias propias de un aparato. El Principio de Placer pareciera ser el regulador de los procesos anímicos, aquí el Placer se legaliza como Principio. La hipótesis es que el trabajo anímico se afana en mantener lo más bajo posible o constante la cantidad de excitación en el horizonte del placer.

 

  La sensación placentera responde a su disminución, atenuación; mientras que lo displacentero al incremento de magnitudes económicas, variables en un período de tiempo dado y con un ritmo y alternancia determinado. Placer–displacer se expresan como fenómenos, dotando de cualidad perceptual a dichos procesos.

 

  Sin embargo, el imperio del principio del placer no rige con soberanía sobre el reino mismo que pareciera gobernar y delimitar por la proclama de su propio principio. Algunas manifestaciones clínicas traen a la luz que la meta de dicho principio no conlleva su logro, más aún, repite sus fracasos. Existe un más allá de su frontera, un punto por fuera de su territorio, que queda como exterior al interior mismo del campo que rige.

 

  Deviene así un punto de extimidad que ordena lógicamente el aparato. Así la energía pulsional, el Drang, con su tendencia al “más allá...” se estructura como borde en su propio recorrido, cabalgando entre lo psíquico y lo somático.

 

  Un modo en que el principio del placer pierde su gobierno es al quedar inhibido, es decir, limitado en su función. O bien relevado por el principio de realidad, al posponer su satisfacción por renuncia o tolerancia temporal de displacer. La posibilidad de experimentar placer se transforma en displacer.  

 

  La pulsión encuentra su satisfacción en su propio recorrido, apoyada en la satisfacción de la necesidad. La apremia lograr su fin: alcanzar aquella satisfacción originaria. Cuando esto se impide, se altera la homeostasis, generándose una tensión en el aparato, engendrando el deseo. El valor mítico de la vivencia de satisfacción convoca a lo imposible de aquella primera satisfacción. El objeto se constituirá como perdido, y el deseo procurará una y otra vez el hallazgo del objeto.

 

  Será por la caída de la necesidad y por efecto de una tensión, que se procurará alcanzar una satisfacción de otra índole vía la realización de deseo, en el escenario de una nueva realidad, experiencia alucinatoria que inviste al objeto en su virtualidad. Este ilusorio encuentro no logrado sostiene “el placer del deseo” en una nueva perspectiva de placer, quebrando el marco de la homeostasis, antes de introducir el más allá.

 

  Otra fuente de desprendimiento de displacer surge por conflictos o escisiones, por efecto de la operación de represión, no alcanzando el logro de la satisfacción. La meta de ciertas pulsiones resulta inconciliable con las restantes que se conjugarían en la unidad del Yo. Los conflictos, escisiones en el aparato anímico son producto de requerimientos de pulsiones parciales inconciliables con la unidad narcisística del Yo, por efecto represivo.

 

  Es allí donde la unidad del Yo se ve amenazada, el peligro por excelencia es la reacción pulsional, la emergencia de la pulsión parcial cuando no es comandada en su coordinación y unicidad yoica. De este modo, el Principio de Placer escenifica el clivaje entre instancias: lo placentero para un sistema, resultará displacentero para otra instancia, experimentando una extraña satisfacción entre placer- displacer en los distintos sistemas, propio a las formaciones del inconsciente.

 

  El peligro amenazaría desde el interior mismo del aparato, reconocido como reacción pulsional, como peligro interno; o bien, como peligro externo. Frente a un peligro exterior se experimenta una vivencia de terror, como contraparte a esta vivencia de satisfacción.

 

  Al abordar las Neurosis Traumáticas y las llamadas Neurosis de Guerra, como consecuencia de la Gran Guerra, a Freud le resultaron de naturaleza enigmática: tanto sea por su causación sintomática; como por su posibilidad de ser influidas terapéuticamente mediante el método psicoanalítico. Ambas parecieran contradecir el valor etiológico sexual reconocido para el resto de las afecciones, y sin miramiento por la teoría psicoanalítica.

 

  Así a estas áridas y oscuras neurosis las separará de las conocidas Neurosis de Transferencia, para las cuales, la formación de síntoma de estas últimas respondía a un conflicto entre el yo y las pulsiones sexuales, según lo sostenido por la teoría hasta ese momento. Hipótesis aún no demostrable para las Neurosis Traumáticas y para las Neurosis de Guerra, para las que se les suponía una causa “actual”.

 

  En su artículo “Introducción al Simposio sobre las Neurosis de Guerra”, Freud diferencia las Neurosis de Guerra de las Neurosis de los Tiempos de Paz, concibiendo a las primeras como neurosis traumáticas, posibilitadas por un conflicto yoico entre un antiguo yo de la paz y el nuevo yo guerrero del soldado.

 

  Conflicto que se agudiza al advertir el yo paz el gran peligro de perder la vida que le depara las osadas empresas de su doble parásito de guerra, defendiéndose de lo peligroso de ese nuevo yo guerrero. Por su parte, las Neurosis Traumáticas sobrevienen sin aparente conflicto yoico, a consecuencia del terror producido por un accidente.

 

  La etiología de las Neurosis o teoría de la libido podría formularse para las Neurosis de Transferencia en tiempos de paz con la consecuente aplicación de la técnica psicoanalítica. Dicha técnica no sería aplicable para las llamadas Neurosis Narcisistas. Pero, a partir de la reformulación del concepto de libido narcisista, es decir de una medida de energía sexual que depende y se sacia en el Yo mismo como lo hace en otros objetos, es factible extender dicha concepción a las Neurosis Narcisistas, ampliando el espectro y avance de la teoría a las Neurosis graves y Psicosis.

 

  Por su sintomatología las Neurosis Traumáticas se aproximan a las manifestaciones de la Histeria y al ataque histérico, mientras que por el padecimiento psíquico, el debilitamiento y destrucción de operaciones anímicas, y la propensión a las impulsiones y a las actuaciones, se asemejan a otras presentaciones más graves.

 

  El factor de causación para las Neurosis Traumáticas y Neurosis de Guerra pareciera situarse en el influjo del peligro mortal, del terror, junto al factor sorpresa, es decir, a un estado sin preparación previa para afrontar dicho peligro.

 

  Mientras que para las Neurosis de Tiempo de Paz la “frustración de amor” sería la causación ante las exigencias insatisfechas de la libido, siendo la propia libido el peligro interno que la acecha.

 

  Para las Neurosis Traumáticas, el peligro asedia desde el exterior, en tanto que para las Neurosis de Guerra, la amenaza se corporiza en el Yo mismo, con temor a un enemigo interno, en este punto, en semejanza con las Neurosis de Transferencia.

 

  La pulsión, cual fuerza constante y no un estímulo puntual, asedia para su tramitación. En la vida onírica de las Neurosis Traumáticas o de Guerra reconduce al sujeto, una y otra vez, a la situación del hecho traumático del cual despierta con renovado y dramático terror. Aparentemente exceptuado de la serie de los sueños, el sueño traumático falla en su función, como “guardián del dormir” y desviado de su fiel propósito, como “cumplimiento de deseo”.

 

  Esos sueños se empeñan en disponer, mediante la reiteración de la escena traumática, el apronte angustioso que faltó en el momento del acontecimiento para poder alcanzar la tramitación del trauma. Los sueños traumáticos buscan recuperar el dominio del estímulo mediante el desarrollo de apronte de angustia, cuya omisión causó las neurosis traumáticas.

 

  La función del aparato anímico será neutralizar el estímulo, cuyo propósito pareciera ser más fuerte que la ganancia de placer y evitación de displacer. Sin contradecir a dicho principio, el aparato pareciera procurarse la meta de la tramitación.

 

  La fuerza e impresión de la vivencia traumática es tal que obra en una fijación. El sujeto queda fijado a dicho trauma: despertando al durmiente del pesar de sus sueños, recordando la actualidad de sus reminiscencias horrorosas y pasadas, sufriendo el padecimiento sintomático en su paradójica satisfacción.

 

  El síntoma, el sueño, los recuerdos conllevan en sí mismos el éxito y fracaso de su propia formación y defensa. Se recuerda y se sueña aquello que nunca se olvidó, y se repite aquello que no se recuerda. He ahí un límite a la repetición: el sueño se umbilica en el ombligo; el síntoma se ovilla en el núcleo patógeno; la libre asociación se detiene ante la reacción terapéutica negativa. Fragmentariamente se repite lo reprimido como vivencia presente, en lugar de recordar; se sueña aquel resto pendiente, no tramitable, que se escenifica oníricamente en su desfiguración.

 

  La repetición se legaliza como compulsión por su propia insistencia y fuerza pulsional. Lo reprimido inconsciente insiste, la compulsión a la repetición se adscribe a este segmento reprimido inconsciente causando displacer, mientras otras instancias del Yo resisten, por sus valederos motivos, a la emergencia del inconsciente.

 

  La compulsión a la repetición devuelve y vuelve a aquellas experiencias pretéritas que no incluyen la alternativa del placer. Lo traumático es su reminiscencia, en el aprés-coup del acontecimiento. Se repite lo reprimido como vivencia presente, no como vivencia pasada, en tanto no se recuerda todo lo reprimido, ni todo lo inconsciente deviene consciente

 

  La figura de un destino perseguidor, fatal, de sesgo demoníaco pareciera hacer surgir una y otra vez el mismo destino en el “eterno retorno de lo idéntico”. El destino como omnipotencia predeterminada contraría el azar.

 

  Sin embargo; surge el interrogante: ¿Es posible repetir? Todo retorno de lo reprimido es desfigurado, encubridor. Hay algo que no retorna en el retorno. Hay un resto, pérdida que se sustrae a lo idéntico de la repetición, la interrumpe. Lo mismo, la identidad es imposible, por eso se repite lo imposible. La repetición es una decepción en acto. Hay un intento de elaboración en la repetición en la insistente diferencia de lo mismo.

 

  La repetición se actualiza en los fenómenos de la escena analítica. Esta reproducción se dimensiona en la Transferencia bajo el contenido de un fragmento de la vida sexual infantil en su ramificación con el Complejo de Edipo. La antigua Neurosis se sustituye por una nueva Neurosis Transferencial.

 

  Se impone la pregunta acerca del carácter traumático de dicho fragmento de la vida sexual infantil: ¿Anida en lo infantil el carácter traumático, en lo sexual infantil? ¿Se homologaría cualquier vivencia traumática a lo sexual infantil? ¿Qué haría ubicarlas bajo ese estatuto?

 

  También se repite el límite, el fracaso, la detención, allí donde la cura se exterioriza como reacción terapéutica negativa. Pero, ¿implica esta detención una imposibilidad o puede devenir necesaria en el avance de un análisis? ¿La reacción terapéutica negativa es cómplice del padecimiento sintomático o solidario de la cura?

 

  La compulsión a la repetición se exterioriza también en la vida anímica infantil, evidenciando su carácter pulsional en el juego infantil, allí donde pulsión e inconsciente se enredan en el hilo del Fort/DA.

 

  Una tendencia hacia la satisfacción pulsional placentera se entrelaza con una repetición persistente, que en el jugar mismo encuentra el fin de su placer.

El juego, como modelo de trabajo del aparato anímico, escenifica una posible respuesta a la exigencia pulsional. Como una de las prácticas más tempranas del psiquismo infantil modela la autocreación del niño.

 

  Causado por la partida de su madre, el niño arroja objetos para luego hacer desaparecer el carretel sujetado por un cordel. Objetos arrojados en serie, el carretel atado por un piolín, sujeto a su discurso fonemático oohh-aahh, interpretado por el mismo Freud como Fort (se fue) Da (acá está).

 

  Juego fonemático apoyado en la lengua materna, entramado a los sonidos, sin atenerse al sentido, a fin de alcanzar el efecto placentero en el ritmo, y a veces también en alguna rima. Sonidos fonemáticos que instilan una incipiente diferencia, antecedente de la diferencia sexual infantil.

 

  En el jugar se activa la pulsión de apoderamiento en connivencia con el principio de placer, se posibilita un saber a partir del contrapunto fonemático, de la presencia/ausencia que instaura la condición de la diferencia. La ida penosa y no menos indiferente de la madre se simboliza en un interjuego de presencia-ausencia. El intento es la elaboración de una impresión displacentera con ganancia de placer de otra índole.

 

  El niño se apropia y apodera de dicha situación displacentera vivida pasivamente, desde un rol activo, recreándolo lúdicamente por la vía de la repetición. Cada nueva repetición perfecciona ese dominio. Procura un apoderamiento por la vía de la imitación, y al mismo tiempo un saber.

 

  La madre se va; el niño se separa de la madre. Desaparición de la madre y también del niño para su madre. La ausencia, la pérdida sostenida por el hilo de la repetición, se escenifica lúdicamente en la dimensión del lenguaje invocando al objeto que ya no está. El objeto perdido le permite subjetivar la realidad en términos de haber perdido algo de su ser y de haberse separado de su madre.

 

  Fort/Da delimita la Otra escena entre la pérdida y recuperación, la división entre una representación fonemática y otra, instituye la división subjetiva y fundacional desde el acto del jugar. El objeto ausente puede estar en la memoria (inconsciente) a partir de la entrada en el lenguaje. El niño habla, experimenta con palabras, juega con “los laleos” en la inmediatez del inconsciente.

 

  Se liga al juego un logro cultural: por un lado, la pérdida del objeto con el consecuente acceso y apropiación del lenguaje; y por otro lado, la renuncia pulsional al admitir el alejamiento de la madre. Renuncia que va de la mano de la Prohibición del Incesto con la instauración de la legalidad parental. Dicha ausencia deja una herida narcisista en el amor infantil; se tratará de resarcir, pero no hay reparación, ni sutura de la herida, habrá simbolización de la falta.

 

  ¿Qué lleva a un niño a demandar que se le cuente siempre el mismo cuento? El niño pide con su deseo, una y otra vez, la misma historia en el “Había una vez…” Sin embargo, la ilusión infantil tropieza con lo imposible. El sujeto está condenado a no alcanzarlo, no lograrlo, es un encuentro fallido, decepcionante.

 

  La repetición se liga, por un lado, a la estructura del funcionamiento del Inconsciente, es del orden de lo no realizado. El inconsciente insiste, la repetición se expresa por su insistencia, la repetición guarda la misma estructura del deseo inconsciente, que en tanto tal, es indestructible.

 

  Así, la compulsión a la repetición se instala con su propia legalidad como principio independiente del Principio de Placer-Displacer en el funcionamiento del aparato anímico.

 

  Al decir freudiano: “Lo que resta es bastante para justificar la hipótesis de la compulsión de repetición, y ésta nos aparece como más originario, elemental y pulsional que el Principio de Placer que ella destrona” (1).

 

  La compulsión a la repetición es expresión clínica derivada de lo más íntimo de las pulsiones, y al mismo tiempo, resulta lo suficientemente poderosa para hacer caso omiso de las pulsiones. La repetición no siempre instila placer, también convoca al displacer.

 

  El interés de la ligazón psíquica de las impresiones traumáticas, ¿obedece a la Compulsión a la Repetición? ¿De qué manera se entrama la Pulsión con la Repetición?

 

  Lo traumático deviene cuando grandes excitaciones con fuerza suficiente perforan la protección antiestímulo, perturbando la economía energética del organismo. El aparato anímico se ve amenazado por grandes volúmenes de estímulo que penetran violentamente; su labor será dominar, ligar psíquicamente dichos estímulos conduciéndolos a su tramitación.

 

  La ligazón es el transporte de energía de libre fluir a un estado quiescente. Es la transcripción del proceso primario en proceso secundario. La cadena repetitiva subjetiva responde a la combinatoria de elementos acorde a la legalidad inconsciente. Ligar es articular en representaciones palabras la energía pulsional no ligada, acorde a las leyes del proceso secundario. Articulación simbólica que no es sin repetición.

 

  La pulsión ligada a representantes psíquicos según la función del proceso primario, vehiculiza la energía libre. Mientras que la ligadura entre representaciones, sometidas al proceso secundario, se sistematiza según el sistema preconciente-conciente. El fracaso en la ligazón perturba el psiquismo con el advenimiento de las Neurosis Traumáticas.

 

  Por un lado la inercia pulsional obliga a reconocer la naturaleza conservadora de la pulsión tendiente a restablecer un estado anterior manifestado en lo compulsivo de su repetición. Por otro lado, se esfuerza en el sentido del cambio, de la creación, de lo diferente.

 

  En un primer momento de elaboración de su teoría pulsional, Freud formuló un dualismo oposicionista planteado como pulsiones de autoconservación / pulsiones sexuales. Tiempo después, a partir de la Introducción del Narcisismo, será reformulado como binario Pulsiones del Yo / Pulsiones de Objeto.

 

  Las pulsiones de autoconservación narcisistas han computado al Yo como objeto de naturaleza libidinosa, resultando las pulsiones yoicas opuestas a las pulsiones de objeto, ambas de índole libidinosa. Pero al reconocer otras fuerzas en el interior del yo de carácter destructivo, se instituyó una nueva división pulsional: Pulsión de Vida-Eros / Pulsión de Muerte-Tánatos. Freud se propone poder conseguir poner en relación recíproca estas dos polaridades, reconduciendo la una a la otra, cual Banda de Moebius.

 

  El Más allá del Principio de Placer introduce una subversión en la teoría psicoanalítica, siendo antecedente de la segunda tópica freudiana que va dividiendo el aparato anímico en Yo/Ello/Super Yo. El Principio de Placer, como regulador del aparato, es una tendencia que pareciera no lograr su objetivo; el displacer deja de ser advertencia para convertirse en meta; mientras que el Place/Displacer pareciera no gobernar el psiquismo como principio.

 

  Establece un límite al campo freudiano, y al mismo tiempo, es llevado a franquear la frontera de su propio terreno, quedando en un punto exterior y a la vez interior a su regulación, en relación de extimidad, en un “Más allá...”. En este “más allá...”, el displacer pareciera ser un placer que no puede ser reconocido como tal.

 

  Sus tres puntos de vista: tópico, dinámico, económico se sustentan en el dualismo oposicionista basado en el conflicto. La fractura del Principio de Placer ocasiona el clivaje de instancias con la paradojal sensación de placer/displacer.

 

  Al abordar las llamadas Neurosis de Guerra, Freud propone una escisión en el mismo Yo: entre las exigencias belicosas del Yo guerrero y el Yo de Paz. Por otro lado, no todo lo inconsciente puede hacerse conciente, ocasionando una división en el aparato. El inconsciente pugna por hacerse consciente, pero hay un resto que se sustrae, instaurando un límite y promoviendo la repetición.

 

  La Compulsión a la Repetición se instala como principio rector del funcionamiento psíquico convocando a los sueños a repetición, al incesante juego displacentero enhebrado por el hilo del fort/da, a la puesta en acto de la repetición en transferencia, al trauma que no cesa en su trámite.

 

  Los fenómenos clínicos se exteriorizan en este Más allá… del Principio de Placer: en las tendencias masoquistas del Yo, en la necesidad de castigo, en el despertar del sueño traumático, en la satisfacción mortificante del síntoma, en la reacción terapéutica negativa, en los que fracasan cuando logran su triunfo.

 

  Manifestaciones paradójicas que no son sin consecuencias en la dirección de la cura. Las resistencias saldrán al cruce, deteniendo e impidiendo el avance de la misma, reconociéndose en un castigo necesario y en un masoquismo tendencioso, sustentos del Super/Yo; o bien en las llamadas impulsiones, actuaciones, con raíces en el Ello. Hay en el psiquismo una fuente independiente productora de malestar, de sufrimiento que no cesa, economía del masoquismo que deviene problemática.

 

  Pulsión de Vida - Pulsión de Muerte bordea este más allá, cual Banda de Moebius, que en su deriva pulsional entre enlaces y desenlaces, va conformando una nueva mitología pulsional.

 

  Más allá del título de su trabajo, Freud trasciende en su propia obra con una nueva fundamentación. Este más allá pulsional apremia atravesando un límite, franqueando la barrera de su propia teoría allí donde la clínica evidencia no acordar con los principios rectores del momento.

 

  Hacia el final del texto, Freud se plantea: “Pero debemos ser pacientes y esperar que la investigación cuente con otros medios y tenga otras ocasiones” (2). Será Lacan, quien desde su retorno a Freud, propondrá la repetición, el inconsciente, la pulsión, la transferencia, como conceptos fundamentales para el Psicoanálisis.

 

  La noción de Goce permitirá una reformulación teórica de la Metapsicología Freudiana en la perspectiva de escrituras lógicas, matemáticas, topológicas, nodales que serán obra y letra del maestro francés.

 

  Siguiendo la cita de Freud: “También hay que estar preparados para abandonar un camino que se siguió por un tiempo, si no parece llevar a nada nuevo.”(3). Más allá del límite en su propio campo freudiano, su deseo lo impulsará a ir más allá… con nuevos postulados que trascienden en transmisión hasta nuestros días.

 

 

Nota: El presente texto es efecto de la propuesta de trabajo de Reuniones de Psicoanálisis Zona Sur para el año 2020, en conmemoración de los cien años de “Más allá del principio de placer”.

 

 

Citas

 

1-    Sigmund Freud. “Más allá del principio de placer” (1920). O. C. Vol. XVIII. Amorrortu editores. Buenos Aires. 1984. Apartado III. Pág. 23.

2-    Sigmund Freud. “Más allá del principio de placer” (1920). O. C. Vol. XVIII. Amorrortu editores. Buenos Aires. 1984. Apartado VII. Pág. 62.

3-    A Sigmund Freud. “Más allá del principio de placer” (1920). O. C. Vol. XVIII. Amorrortu editores. Buenos Aires. 1984. Apartado VII. Pág. 62.

 

 

 

Bibliografía

 

- Sigmund Freud. “Introducción al simposio sobre las neurosis de guerra”. (1919). O. C. Vol. XVII. Amorrortu editores. Buenos Aires. 1986. Pág. 201.

- Sigmund Freud. “Apéndice: Informe sobre la electroterapia de las neurosis de guerra”. (1955 (1920)). O. C. Vol. XVII. Amorrortu editores. Buenos Aires. 1986. Pág. 209.

- Ernest Jones. “Metapsicología” en Vida y obra de Sigmund Freud. Tomo III. Ediciones HORMË SAE. Buenos Aires. 4´edición. 1997. Pág. 285-305.

- Isidoro Vegh. Cap. 5: “Vida y Muerte”; Cap. 6: “Pulsiones de vida, pulsión de muerte. Nietzche, Freud, Lacan.”. Hacia una Clínica de lo Real. Edit. Paidós. Buenos Aires. 1998.

- Jacques Lacan. Introducción. “Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis”. Seminario 11. Barral Editores. 1era. edición, 1977.

- Compiladores: J. C. Cosentino y D. S. Rabinovich. “Puntuaciones freudianas de Laca; Acerca de Más allá del Principio de placer”. Ediciones Manatial. Buenos Aires. 1992.

- Juan Bautista Ritvo, “Una lectura de Más allá del Principio del Placer”. Otro Cauce. Rosario. 2017.

- Carlos Pérez. Para leer Más allá del Principio de Placer. Typos editora. Buenos Aires. 1995.

- Liliana Donzis. Héctor Sartirana. Juan Pablo Capdevielle. Rosa Vegh. Zulma Verón. Juana Miguel. Reuniones Psicoanálisis Zona Sur. “Más allá del Principio de Placer y su actualidad”. Exposiciones 2020.

 

 


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