» Introducción al Psicoanálisis
Del trabajo de duelo a la función de duelo, con algunas diferencias23/07/2002- Por Sandra Sarbia - Realizar Consulta

Haciendo un recorrido por lo que nos ha enseñado S. Freud acerca del trabajo de duelo, aquel a realizar ante una situación de pérdida, y los avances que ha hecho J. Lacan respecto de la función de duelo, como momento subjetivante, intentaré recorrer algunas coordenadas que me parecen importantes a tener en cuenta al tiempo de un duelo.
Freud sitúa que para encontrarnos en una situación de duelo no necesariamente tiene que haberse producido la muerte de un ser querido, otras pérdidas podrían ocasionar la antesala de un duelo. Un sujeto podría estar de duelo por un ideal, ante una separación, por la patria, en suma: por algún objeto que se haya perdido. Es a tener en cuenta que Freud dice objeto y no persona.
Esto nos hace pensar que algo del sujeto se toca cuando el otro, como objeto desaparece.
Este otro no solamente ha venido a encarnar el lugar de un Otro primordial sin el cual el niño no habría podido satisfacer sus primeras necesidades, sino también ha sido el sostén de su ubicación en el mundo significante. La relación con el otro (con los otros) continúa siendo necesaria a lo largo de toda la vida de un sujeto y su pérdida afecta algo de su constitución subjetiva. Sea esto en cualquier momento de su vida y respecto de los diferentes otros con los que se relacione.
Y los tipos de elección de objeto que se realizan. En ese otro elegido puedo ubicar que hay algo de mí en juego. Dice Freud: existen dos tipos de elección de objeto, la que apunta hacia el encuentro con el otro que me cuidó y me protegió (según el modelo del padre protector o de la madre nutricia); y aquella que vuelve hacia el propio yo (según el modelo narcisista)
Ambas parecen confluir en el yo aunque de distinta manera, siendo que los cuidados que la madre dispensó al niño y la protección que el padre brindó han ido a parar al mismo niño. Constituyeron su narcisismo. Esto nos lleva a pensar que en el fondo toda elección comporta algo de narcisismo.
Si el yo se constituye como la proyección de una superficie, a partir de sucesivas identificaciones (y des-identificaciones) con el otro, podemos ir pensando que algo de lo constitutivo se encuentra tocado cuando ocurre una pérdida. Algo del yo, que está en juego en toda elección según la imagen que el otro me devuelve, se pierde afectando a una porción de narcisismo.
El dolor ocasionado por el duelo tendrá íntimamente relación con lo que el otro contenía de mí, es eso lo que se ha llevado cuando se fue. Aunque, a veces, el sujeto no pueda saber qué es eso que el objeto se ha llevado (qué es lo que se perdió en eso perdido)
Teniendo en cuenta esto, no se está de duelo sino por algo o alguien para quien el sujeto haya sido importante, tanto como para que su pérdida como objeto, afecte a una parte de su narcisismo.
Ahora según el sujeto se halle en posición femenina o masculina será como viva esa pérdida al momento de la tramitación de un duelo. Siendo que para un sujeto en posición femenina lo más importante tal vez sea haber sido abandonado por una persona amada, perder el amor del objeto; en el caso de un sujeto en posición masculina prevalecerá la herida producida en la imagen de sí y el dolor por la humillación padecida.
Frente a la pérdida de un objeto se hace necesario un trabajo de elaboración, para poder perder ese objeto que desapareció en la realidad. Un trabajo de duelo que posibilite simbolizar la pérdida.
Freud, en «Duelo y melancolía» (1915) sitúa tres tiempos en la tramitación de un duelo:
· Primer tiempo: el sujeto reniega de la pérdida, no quiere saber de ella, un «ya lo sé... pero aún así» Tiempo que sitúa como renegatorio de la pérdida. No puede perder el objeto aún, lo sigue esperando y creerá poder recuperarlo aunque la realidad le indique algo diferente.
· Segundo tiempo: un desasimiento pieza por pieza de los lazos que lo unen al objeto perdido, ir soltando al objeto con el arrancamiento doloroso que ello supone por la porción de narcisismo que hay en juego en toda elección de objeto.
· Tercer tiempo: la libido se retrae hacia el yo (en 1915, Freud ubica al yo como reservorio de la libido), para luego poder dirigirla hacia otros objetos. El sujeto toma rasgos del objeto de manera que pueda así perderlo: a condición de apropiarse de algo del objeto bajo la forma de la identificación.
Tramitación que requiere de un tiempo real para ser efectuada. Tiempo en que el sujeto se encuentra prácticamente abocado al trabajo de duelo que está efectuando. Dicho trabajo toma de sí una gran porción de libido.
Freud sitúa que en algunos casos, en los que encuentra cierta «disposición enfermiza», el trabajo de duelo se detiene en uno de sus tiempos, no prosigue. Se atasca y el duelo no se efectúa presentándose la patología.
Atravesar un duelo requiere además de una temporalidad, los recursos simbólicos necesarios para su tramitación, recursos que el sujeto podría no tener disponibles.
En ocasión de cada pérdida, será necesario un trabajo que permita hacer ceder a la renegación inicial para dar paso a la posibilidad de perder ese objeto. Puesta a prueba para la estructura en la que sucumbe el sujeto si faltan los recursos para atravesar tal prueba.
Sexualidad y muerte vuelven a recordarnos que hay lo que «no cesa de no inscribirse» Lo inasimilable, huella de lo traumático en Freud, será aquello que reste a la simbolización.
Y la muerte no posee inscripción en el psiquismo humano, sabemos de ella por lo que nos causa cuando le pasa a otro pero siempre es lo que nos causa y no lo real de esa muerte. Cuando podríamos inscribirla es cuando ya no podemos decir nada de ella, la propia muerte nos deja sin palabras.
Un duelo pone a prueba la estructura, momento en el cual se pondrán en juego los recursos subjetivos disponibles y lo que tiene de inasimilable el trauma.
Lacan ubica la función de duelo como «resorte fundamental de la constitución del deseo», como momento subjetivante en que el sujeto puede acceder a un desarrollo de verdad, nunca absoluta, acerca de los tiempos de constitución del objeto teniendo en cuenta los límites de la estructura.
Algo del deseo se constituye en ocasión de cada nueva pérdida si es posible que opere dicha función y parece que es justamente dicha posibilidad la que lo constituye. Que sea posible la inscripción de un nuevo trazo, como creación simbólica que recubra el agujero producido en lo real por eso perdido cumple la función de relanzar el deseo a su habitual metonimia.
Momento de una nueva inscripción de la castración. No hay objeto que pueda colmar al sujeto, por esto, lo que se pierde no es más ni menos que un objeto señuelo del deseo. Pero incapaz de colmarlo.
En ocasión de cada duelo es necesario acudir a una nueva inscripción de la castración, para poder elevar la pérdida a la categoría de falta. De falta estructural.
Lacan propone una lectura del duelo en el nudo borromeo: un agujero real que produce un desorden en la trama simbólica perdiendo así su localización la falta. Y el dolor del duelo recae sobre un cuerpo imaginario.
La pérdida es real, el objeto ya no está allí.
Esto desordena el mundo significante, aunque el sujeto pueda saber qué perdió en lo que se perdió, aún no puede inscribir su falta. Al intento de inscripción vienen los numerosos ritos funerarios que realizan las diferentes comunidades para dar tratamiento a esa pérdida que agujerea lo real y para la cual no hay simbolización posible que la suture en su totalidad.
Se tratará de poder perder simbólicamente aquello que se ha perdido en lo real afectando la propia imagen. Una segunda pérdida, simbólica.
Momento de inscripción de un nuevo trazo que, a manera de tejido simbólico sobre el agujero producido en lo real, teja un entramado.
La función de duelo vendría a subjetivar la pérdida producida, a ponerle palabras a aquello que nos sorprende mudos. La muerte del otro siempre produce un punto de angustia ineludible para el sujeto.
Ahora, cuando el sujeto no posee recursos simbólicos suficientes como para elaborar una situación determinada, suele responder con la producción de fenómenos en el cuerpo real, orgánico. Fenómenos que son del orden de un hacer (actings, pasajes al acto, lesiones psicosomáticas) en vez de un decir (formaciones del inconsciente) Podemos pensar que frente a una pérdida podrían presentarse estos fenómenos (del orden de un hacer) si el sujeto carece de los recursos necesarios para que la función de duelo tenga lugar. Para producir la elaboración necesaria que permita perder ese objeto.
Cada duelo reeditará algo de la castración ya que el primer duelo, fundamental en la estructura, es la castración. Cada nueva pérdida reactualizará algo del objeto irremediablemente perdido que pone en marcha los procesos de subjetivación, que causa (perdido desde la experiencia, para Freud y por estructura, para Lacan)
En el recorrido de un análisis se tratará de atravesar un duelo, fundamental en la estructura, el de la castración. Pero atravesando cada uno de los otros duelos, sea por el objeto que se ausenta, por un cuerpo que ya no es, por las pérdidas pasadas y por venir. Y un final de análisis daría trámite a un duelo por el yo ideal, espejismo que constituye al narcisismo en que el sujeto se pierde.
Cómo cada sujeto curse estos duelos, estará dado por la marca de lo subjetivo, por cómo se posicione respecto de la castración.
Bibliografía:
«Duelo y melancolía» S. Freud
«Los tiempos del duelo» A. Dreizzen
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