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El amor en los tiempos del discurso del Psicoanálisis

30/09/2008- Por Rafael Casajús - Realizar Consulta

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El amor. Cualquiera puede percibir que es un tema principalísimo, fundamental, respecto del cual quien más quien menos inevitablemente ha tenido su experiencia con lo cual por más que no esté formado en el campo del psicoanálisis espero que igual vaya a poder seguir el recorrido que vamos a sugerir; porque claro, la experiencia del amor es una experiencia común a los seres humanos, que todos compartimos y que no hay duda que de una forma u otra en algún momento todos hemos sido objeto del amor de alguien, o al menos así se espera que ocurra, ¿no?.
Sin embargo lejos de parecer usual las cuestiones relativas al amor no siempre son fácilmente identificables, no son transparentes. Puedo asegurarles que hablar del amor es una tarea sumamente complicada porque si bien es una experiencia común a todos, o quizá por eso, existe el riesgo de que caigamos en lugares comunes y nos hagan perder el descubrimiento freudiano respecto a este punto... Vamos a tratar de utilizar ejemplos clínicos para arrojar alguna inteligencia sobre este aspecto o aquel otro, siempre progresando muy despacio y no suponiendo ninguna afirmación como absoluta.

 

Tal y como se ha planteado vamos a tener una serie de encuentros para hablar fundamentalmente del amor. Cualquiera puede percibir que es un tema principalísimo, fundamental, respecto del cual quien más quien menos inevitablemente ha tenido su experiencia con lo cual por más que no esté formado en el campo del psicoanálisis espero que igual vaya a poder seguir el recorrido que vamos a sugerir; porque claro, la experiencia del amor es una experiencia común a los seres humanos, que todos compartimos y que no hay duda que de una forma u otra en algún momento todos hemos sido objeto del amor de alguien, o al menos así se espera que ocurra, ¿no?.

Sin embargo lejos de parecer usual las cuestiones relativas al amor no siempre son fácilmente identificables, no son transparentes.

Puedo asegurarles que hablar del amor es una tarea sumamente complicada porque si bien es una experiencia común a todos, o quizá por eso, existe el riesgo de que caigamos en lugares comunes y nos hagan perder el descubrimiento freudiano respecto a este punto. Además también es complicado hablar del amor porque este tema tiene un vuelta, tiene un algo escondido que espero podamos presentificar en estos encuentros.

Vamos a tratar de utilizar ejemplos clínicos para arrojar alguna inteligencia sobre este aspecto o aquel otro, siempre progresando muy despacio y no suponiendo ninguna afirmación como absoluta.

¿Cuál es el problema de hablar del amor? El problema es que muchas veces ahí donde se cree que está no está y donde no se piensa que podría estar termina apareciendo. Como diría Lacan tomándolo de Sócrates, el amor es un pequeño demonio difícil de atrapar.

Para solucionar esta aporía sería muchísimo más fácil recurrir al sentir y decir si se siente está y sino no, pero eso ¿de qué nos serviría en la presente convocatoria? Además, si uno es analista, con eso no hace gran cosa porque no puede saber qué siente su analizante. Por otro lado no siempre los afectos pueden ser guía de vida. “La sensación guía de vida”, dice Condillac, no estoy muy seguro de eso.

¿Qué queremos decir con “ahí donde dice estar no está”? Bueno, es común que cuando se piense en el amor rápidamente se piense en algo que colma, que colma y que calma, ¿es eso el amor? pudiera ser que sí aunque el psicoanálisis no está tan seguro de ello o por lo menos no cree que esa sea toda la cuestión, sino que el psicoanálisis está más cerca de pensar que el amor no es tanto lo que nos completa como lo que nos deja con las ganas.

En nuestros encuentros nos vamos a detener fundamentalmente en este tema, en que el amor, por sí mismo no es algo transparente y evidente y que lo podemos descubrir ahí donde menos esperábamos, es decir que vamos a aprender, si es que estamos dispuestos a aprender del psicoanálisis, que el amor suele ser algo sorpresivo, inesperado.

Hay un inicial riesgo se puede correr al querer hablar del amor y es una cosa muy delicada y es el pretender decir qué es y qué no es el amor, cuándo es amor y cuándo no. Por supuesto que no es imposible hacerlo pero sí lo es tratar de hacerlo de entrada, rápidamente. En eso los sentimientos también nos ganan ya que un enamorado puede instantáneamente saber que lo que siente por una mujer, aunque acabe de verla por primera vez, es amor. Es lo que llamamos amor a primera vista, o golpe de vista. Retengamos esta expresión “golpe”, vamos a volver sobre ella en el próximo encuentro; volviendo al enamorado y sus ventajas por el golpe de vista o a primera vista diremos que en psicoanálisis las cosas no funcionan así. El fuerte del psicoanálisis no pasa por lo que se ve como por lo que se escucha y para eso hace falta paciencia, porque sino podemos quedar entrampados en una confusión…

En una oportunidad Freud recibió una carta de una madre norteamericana muy preocupada por su hijo; evidentemente cuestiones de amor maternal, y Freud a vuelta de correo le responde que a su pregunta podría responder con una sola frase pero para que ella pudiera darle el alcance real a esa frase haría falta que él, Freud, antes le desarrollara toda una serie de “premisas psíquicas” sin las cuales sería muy difícil que la respuesta tuviera valor para ella. Así es también con este tema, porque si yo les hablo de entrada de un joven que deja a su familia por amor y que esto es lo que Pommier llama “el traumatismo del amor”, la propuesta conceptual carece de todo valor, no nos aportaría ninguna significación.

La cosa iría cambiando si empezamos a desplegar el tema. El asunto es que el psicoanálisis enseña que muchas, muchísimas veces, el amor cumple una función muy, muy precisa, no sólo el beneficio de su vivencia sino que también aporta un formidable desconocimiento.

¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que muchas veces el amor nos permite “vivir en paz”, y esto dicho entre paréntesis, ya van a ver porqué, y nos permite vivir en paz gracias al hecho de que nos deja en la ignorancia de cosas que nos podrían producir una honda decepción.

Ese es el término: “decepción”. Es por el amor o gracias al amor que nos enamoramos, sino ¿cómo podría, por ejemplo, ese enamorado haberse impactado con una mujer que lo maltrata o desprecia? Esta es una situación muy común, sólo el enamorado ve en su amor un objeto idealmente perfecto. Los demás no ven lo que él ve.

¿Vieron esa película del muchacho que está enamorado de una chica muy gorda pero que la ve como a una modelo de Play Boy? Bueno, arriesguemos entonces y digamos que eso es el amor. Nos deja ver sólo lo que quiere que veamos.

Como decíamos, eso cumple una función y la función que cumple es que algo sea o siga siendo posible. No es una mentira, el amor no es una mentira, es una mentira si no se siente y se hace como sí, pero en ese caso sí podemos decir claramente que no es amor. Que uno vea lo que el amor le sugiere no es una mentira, es un deseo. Por eso decía que el amor hace desear, mejor dicho permite desear, hace posible el deseo. Lo que hace posible el amor es el deseo. Estamos instalados, iba a decir “de lleno”, mejor no, en el tema que nos convoca.

Sí, es un desconocimiento realmente formidable el que el amor aporta, es el mismo desconocimiento que le permite creer al niño que su padre es casi superman ¿es esto una mentira? No es una mentira, es una necesidad. Es una necesidad que insufla un hálito vital, un verdadero empuje hacia la aventura de la vida y algo más, ¡o paradojas de las paradojas!, permite al niño orientarse en esa aventura que es la vida. El también, a su modo, puede que sea o quiera ser un superman. A su modo lo será. ¿¡No es increíble!? Son los prodigios del amor y de lo que Freud dio en llamar la identificación.

En realidad es este mismo amor el que impide al niño, al decir de Freud “descubrir al hombre en el padre”. Es algo muy común que alguien le hable a alguien de su padre y éste se diga “¿ése era mi padre?, ¿cómo nunca lo vi?”. Aquí primera gran cuestión entonces, el amor es aquello que mantiene algo oculto, que esconde algo.

 El amor obra sus milagros pero también establece sus límites y, como dijimos, uno de ellos es el impedir ver ciertas cosas, mas precisamente el mantener cierto saber bien lejos de la conciencia.

Aquí “cosas” tiene todo su peso y su significación bien precisa, ya veremos. La verdad es que mantener estas “ciertas cosas” en la ignorancia está bien por un tiempito, después, después aparecen los peros. Yo diría que un síntoma es una especie de “pero”, es una especie de muesca, de mella, un tajo que quiebra algo que puede presentarse como muy pleno, lo pleno del amor. Es así, hay amor…pero también hay síntomas. Parece increíble pero es así, ¿cómo puede haber síntomas si hay amor? Pero en realidad me estoy adelantando mucho, ya llegaremos a eso en los próximos encuentros, volvamos.

El amor tiene entonces una fuerza y no es sólo la que se supone, la del afecto tan satisfactorio, tan “colmado de signo positivo” como diría Freud para caracterizarlo, la del afecto todo armonía y en el cual nada nos faltaría sino que tiene también una fuerza muy específica y es la de mantener bien lejos de la conciencia esas decepciones de las que hablábamos.

Es lo que Freud llama represión. ¿Qué se reprimiría? Es interesante porque el amor lo que reprimiría es algo relativo al amor, hay una dificultad relativa al amor que el amor intenta desconocer. Podemos decirlo así, el amor hace todo lo posible para ocultar su propia falla de origen y, ¿cuál es esa falla? el desconocimiento fundamental que el amor promueve es respecto de su propia incompletud. Pareciera ser que el amor tiene esa falla de origen, esa especie de tara que intenta ocultar a como de lugar.

Cuando estamos enamorados creemos en la completud, en que algo se puede colmar, en el encaje perfecto, tal y como aquel enamorado que mencionábamos, pero de esta forma hay algo que permanece oculto, insabido y lo que permanece oculto es que el amor no suele encajar, no suele estar habitado por adecuaciones, es disruptivo, y a veces nos quita mas de lo que nos da. Como diría Lacan “la armonía esconde algo en su seno” y lo que esconde es que la armonía no es tal, que las diferencias se dan y existen en el amor mismo. Uno pide una cosa y el otro le da otra.

En definitiva pareciera ser que el amor tiene dos caras, como el dios Jano: la de lo que completa, verdadera divinidad, y la de lo que está descompleto, un demonio insatisfecho.

No saber tiene entonces su importancia, su importancia vital, sólo que ahí nos alcanza el “pero” al que nos referíamos antes, porque como bien dice Séneca “no hay pasión de las que agiten el alma que no se anuncie”, es decir que el amor podrá obrar todos los milagros de olvido e inadvertencia que le plazca, sólo que los “anuncios” igual se harán presentes, y la inocencia comenzará a vacilar. Porque en el amor completud es de eso de lo que se trata, de sostener la inocencia.

Repitamos: en la armonía del amor hay algo oculto y lo que está oculto es que lo “distinto no es asimilable a lo mismo”, el amor, contrariamente a lo que el amor mismo necesita hacernos creer no es ejemplo de armonía. La armonía, el gran bien del amor completud tiene un contrasentido, y es que la idea romántica del amor es en realidad una sobreestimación narcisística, de sí mismo, donde la persona piensa que nada le faltaría. La idea de completad es en realidad es un rechazo de la castración, de que algo falte.

Como dijimos se trata de la pérdida de la inocencia porque ¿qué amor es el mas ilusoriamente perfecto si no es el que nos mantiene aún niños? Y como se sabe se puede ser niño toda la vida, a condición de no enterarse prácticamente de nada, de nada que implique acercarse al conocimiento de que el amor es incompleto, desacorde, sorpresivo. El amor es disruptivo, no se pone acorde a la situación, si uno quiere una cosa el otro querrá otra distinta y hasta diametralmente distinta. El amor está más cerca del desorden que del orden, es muy poco prolijo

Como diría Lacan la madre del amor es la carencia con lo cual el amor es algo bien femenino porque es por lo que no se tiene que se busca y se trata de tener.

Esto es muy importante, el amor pone en juego una carencia que el amor mismo trata de evitar y poner en juego esa carencia, eso que nos falta y que quisiéramos tener o encontrar en el otro es poner en juego el deseo. Por eso Lacan da como forma posible de definición que “amar es desear ser amado”. El que ama inevitablemente ama algo que no tiene y que cree encontrar en el otro. Es el niño que ama en el padre la posibilidad de que él sea superman. No importa si lo es o no, ése no es el punto, el punto es ese milagro en donde un deseo nace a la vida o hace a la vida.

Pero seamos más incisivos, si al amor le falta algo ¿Por qué lo ocultaría? Bueno, convengamos que la desarmonía no es muy fácil de soportar. Ese niño necesita ver en el padre a superman porque si viera que el padre es en realidad un energúmeno violento ¿cómo podría amarlo? El amor reprime para salvar el amor. Del traumatismo del amor hablaremos en nuestros próximos encuentros.

 

BIBLIOGRAFÍA:

Freud, Signmund, El Malestar en la cultura.

                                 Introducción al Narcisismo

Lacan, Jacques, Seminario nª 8.- La   transferencia.

Platón, El Banquete.

Pommier, Gerárd: Transferencia y estructuras clínicas.

 

 


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