» Introducción al Psicoanálisis

El delirio como restitución

26/09/2004- Por Ana María Sendon - Realizar Consulta

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En un rápido recorrido por la historia de los comienzos del siglo XX, aparece el término Parafrenia,  utilizado por Kraepelin (1900/1907) quien la conceptualiza como una psicosis delirante crónica que no se acompaña de déficit intelectual ni evoluciona a la demencia, caracterizada por construcciones delirantes ricas y mal sistematizadas basadas en alucinaciones y fabulaciones.

Freud utiliza el término como reemplazo de esquizofrenia o demencia precoz. En “Introducción del Narcisismo” (1914) lo utiliza para designar el grupo “paranoia – esquizofrenia”.

En conceptualizaciones posteriores, la Paranoia es considerada como una psicosis crónica caracterizada por un delirio más o menos sistematizado,  con predominio de interpretación y ausencia de deterioro.

Freud utiliza el término en principio como entidad que agrupa a la mayoría de los delirios. A  partir de 1911 la diferencia de la Demencia Precoz. Kraepelin reconocía junto a la hebefrenia y la catatonía una forma de demencia precoz en la que podía observarse un delirio poco sistematizado acompañado de inafectividad y que evoluciona hacia la demencia.

Freud, al igual que Kraepelin, diferencia esta entidad que incluye delirio de persecución, erotomanía, delirio celotípico y megalomanía y que se caracteriza por la sistematización del delirio. Si bien intentó diferenciar la paranoia de la demencia precoz en cuanto a puntos de fijación y mecanismos, asocia los síntomas paranoicos y esquizofrénicos. Incluye en la paranoia algunas formas paranoides de la demencia precoz, considerando que la sistematización del delirio no constituye un buen criterio para definir la paranoia. Para él Schreber es “una paranoia”. Define la paranoia por su carácter de defensa contra la homosexualidad. Sobre la base del “Yo lo amo”,  y de cómo se va dando la  sustitución de los distintos términos de la misma expresión, van a poder discriminarse las distintas formas delirantes.

En el delirio se enlaza lo inmediato, lo simultáneo tomando la parte por el todo. Se desarticula el juicio de existencia y el discernimiento entre el representar y la percepción se hace imposible. Ante la pérdida de la capacidad metafórica,  no es posible la discriminación entre la realidad y el delirio. Así como decimos en la neurosis que la represión actúa sobre la huella mnémica, quedando la representación inconciente,  en la psicosis podemos decir que el rechazo (desestima) actúa ante la percepción. 

Ante el trauma el Yo se fragmenta, se produce la desconstitución del Yo.  Mediante la desestima se expulsa a la realidad y al Yo generador de la realidad. Para el Yo que desestima,  el pensar no está diferenciado del representar. Por eso se produce la desconección entre la percepción y el juicio, disolviéndose entonces el enlace entre palabra y cosa. Se distorsiona la realidad, se repudia y se sustituye por otra. Estructurado a partir de un Edipo negativo, el delirio se constituye en un “parche” para restablecer el vínculo con la realidad. La posición del Yo ante la palabra paterna es de desconfianza e injuriosa. La pérdida de la realidad se da como consecuencia de la abolición de la identificación “padre”. Falla la constitución de la función paterna y los imperativos categóricos del superyó ceden o son desarticulados.

El síntoma psicótico es un intento restitutivo,  un intento de reconstitución del Yo.  Siguiendo a Lacan decimos que en la psicosis el significante fálico está forcluído (forclusión del nombre del Padre). El rechazo en la psicosis es fálico. Lo que se rechaza es quedar confrontado con la falta. La castración, las diferencias sexuales anatómicas,  se constituyen en representación intolerable ya que conmocionan la premisa universal del falo, narcisísticamente investido. Conmocionan  las creencias, como ideas organizadas, las premisas, como verdades primeras, como ideas valiosas altamente investidas. La investidura hace que, por ser altamente libidinizada cualquier cosa importante sea fálica.

En el psicótico el significante de la ley no está inscripto, el significante forcluído deviene en lo real. En el paranoico surge entonces como síntoma primario la desconfianza a la palabra oída, de lo que da cuenta el perjuicio como convicción delirante, proyecta y es suspicaz y receloso. El mundo, amenazador y hostil,  está en su contra y lo persigue. Es el perseguidor- perseguido.  La palabra, acción  pura, resultante de una lógica causal,  se cristaliza en el delirio en el que la proyección es una con la fantasía. El temor persecutorio se hace presente con el carácter de convicción de que el otro tiene la intención oculta de atacarlo. De esto se desprende la acción reivindicatoria que implica la  asunción de la justicia por mano propia. El lenguaje omnipotente, la descalificación desafiante, la amenaza más o menos latente, más o menos encubierta, despiertan contratransferencialmente una sensación de miedo y de vulnerabilidad en la que la palabra, dicha o callada, puede ser vivida como crítica y ataque, disparando así reacciones  descontroladas  de clara connotación agresiva.

  


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