» Introducción al Psicoanálisis

El Lugar del Analista

05/11/2010- Por Gretel Esandi - Realizar Consulta

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Para poder introducirnos en la configuración del lugar del analista, primero debemos acercarnos a algunas ideas producidas por Freud y Lacan. Sin embargo, antes de ello, podríamos pensar en la escena burda y colectiva de una sesión con el analista. Muchos de nosotros imaginamos a dos personajes, uno hablando y otro escuchando, uno angustiado y otro distante, en un lugar acorde con la calidez y la tranquilidad, en un espacio de tiempo recortado una o dos veces por semana; pero ésta escena, en verdad, ¿Se asemeja con la realidad?. Se podría pensar que este cliché de nuestro imaginario social coincide a la hora de pensar la posibilidad de un análisis, en dónde alguien nos escuche tranquilamente y sin críticas para poder responder a la pregunta paradigmática de todo sujeto: ¿Qué me pasa?....”Sé que usted sabe sobre mi goce, aunque de mi goce nada quiero saber”. Sujeto que se configura por el simple hecho de llegar al análisis, sujeto escindido que de su goce nada sabe.

Para poder introducirnos en la configuración del lugar del analista, primero debemos acercarnos a algunas ideas producidas por Freud y Lacan. Sin embargo, antes de ello, podríamos pensar en la escena burda y colectiva de una sesión con el analista. Muchos de nosotros imaginamos a dos personajes, uno hablando y otro escuchando, uno angustiado y otro distante, en un lugar acorde con la calidez y la tranquilidad, en un espacio de tiempo recortado una o dos veces por semana; pero ésta escena, en verdad, ¿Se asemeja con la realidad?. Se podría pensar que este cliché de nuestro imaginario social coincide a la hora de pensar la posibilidad de un análisis, en dónde alguien nos escuche tranquilamente y sin críticas para poder responder a la pregunta paradigmática de todo sujeto: ¿Qué me pasa?....”Sé que usted sabe sobre mi goce, aunque de mi goce nada quiero saber”. Sujeto que se configura por el simple hecho de llegar al análisis, sujeto escindido que de su goce nada sabe.

Si ubicamos la noción de discurso en Lacan, hay que puntualizar que el discurso es una estructura necesaria que excede a la palabra, es decir, hay discurso sin palabras, discurso que siempre refiere a un Otro.  Sin embargo, el discurso plantea un elemento de imposibilidad, imposibilidad dada por ser un hecho de estructura. No todo puede ser dicho, no todo es significante, y es desde aquí que Lacan plantea lo real como aquello que escapa a la simbolización, aquello que no se puede decir, invocando la impotencia en lo simbólico para dar cuenta de lo real. Lacan retoma de Marx el término de plusvalía separándolo tajantemente de la necesidad, introduciendo que lo propio del ser que habla es el goce. El discurso es goce, en el discurso hay pérdida y renuncia al goce absoluto que a su vez se recupera. Hay plus de goce, plus como menos, como algo que falta por estructura. Ahora, nosotros analistas, ¿Qué sabemos del goce del sujeto? Nada, sin embargo estamos ubicados desde el inicio en el lugar del saber. Desde el dispositivo analítico, es el analizante quien nos otorga aquel lugar gracias a la transferencia, “es el Otro quien de mi goce sabrá la respuesta, sabrá que me pasa”, ubicándonos como Sujeto supuesto saber. Basados en las reglas de la técnica psicoanalítica aportadas por Freud, es que proponemos al analizante a que hable todo lo que se le ocurra aunque le parezca absurdo, habilitándolo a la asociación libre e instaurando el discurso analítico y, es desde el discurso del sujeto que convocaremos a la atención flotante. Haremos de función de corte, corte en cuanto aparezca el sujeto aunque desaparezca instantáneamente, sujeto pulsátil del inconciente como discurso del Otro, discurso de la enunciación. Se retoma así uno de los axiomas claves de Lacan, “el inconsciente está estructurado como un lenguaje”, lenguaje que pertenece al Otro de la batería significante. Otra regla aportada por Freud es la abstinencia. Desde la abstinencia, no accediendo a satisfacer la demanda del paciente, se convoca al despliegue asociativo, a la producción en acto de las formaciones del inconciente, a la causación del deseo; desde allí nuestro lugar como analistas, privados de toda demanda, operando como causa del deseo. Lacan le da estatuto al deseo como aquella hiancia que existe entre demanda y necesidad. Cuando hablamos del recién nacido, es el Otro materno o sustituto, el de la batería significante quien va a interpretar lo que el niño demanda. Interpreta en relación a la necesidad del niño, sin embargo, se puede pesquisar, que una vez que la necesidad ha sido saciada, el niño aún demanda. ¿Qué demanda? Amor, toda demanda es demanda de amor. Así Lacan instaura lo que llama "el desarraigo instintivo" inconsciente, como organización simbólica de la subjetividad. Ese resto, aquello que no pudo ser interpretado por el Otro de la betería significante, ese plus que cae, Lacan le da el nombre de objeto “a”. Lo configura como los objetos parciales de la pulsión oral, anal, escópica e invocante que representan parcialmente al objeto y se desprenden del cuerpo a partir de orificios: boca, ano, ojos y oídos  que operan como borde para dar paso a esos restos. Esos restos, como algo que cae porque sobra, es una falta que será llamada objeto causa del deseo. Categorizado en el registro de lo Real, se aparta del registro simbólico e imaginario aunque los tres registros confluyan en la intersección del objeto “a” mediante “El nudo Borromeo” y siendo el deseo consecuencia de éste es que obtiene el rango de algo causado.

Cuando Lacan habla del discurso analítico, ubicado el analista como objeto “a”, lo que nos enseña es que el analista debe semblantear a éste objeto. ¿Qué quiere decir? Quiere decir que el analista debe operar como causa de deseo en el analizante, debe semblantear ese objeto como causación del deseo. Desde aquí la pregunta del sujeto ¿Che vuoi? ¿Qué me quiere? ¿Qué soy yo en el campo del deseo del Otro? instaurando el circuito desiderativo. Para configurar la idea, Lacan dice que el deseo no es un inefable, sino que está articulado pero no es articulable en la palabra. El sujeto en el deseo se afaniza, desaparece. Cuando el sujeto dice “yo deseo” justamente lo que no hace es desear, sino anhelar, es por ello que Lacan, dice que "un significante es lo que representa al sujeto para otro significante".

Continuando con el lugar del analista, dijimos anteriormente, que desde un principio estamos ubicados en el lugar de Sujeto supuesto saber. El analizante, es quien nos otorga ese lugar. Es desde el dispositivo analítico, que querrá tener la respuesta sobre su goce, sin embargo, de su goce nada sabemos. Si nos quedáramos como analistas perpetuamente en ese lugar, se produciría un punto de fijación contraproducente. Indicaría que tendríamos todas las respuestas, lugar omnipotente, ya que desde ese lugar, saldaríamos la demanda del analizante, demanda interminable, demanda de amor. Si accediéramos a saldar su demanda, el deseo no se haría anoticiar y se estaría generando ese punto de fijación obstaculizando la producción asociativa. Consecuentemente es desde el no saber y la abstinencia, que el Sujeto supuesto saber cae, y si cae, es porque tiene una falta, falta que indicaría que desea, que está castrado, que no tiene todo el saber que le fue otorgado. Instaurado el discurso analítico, es que  hacemos de causación del deseo y a su vez estamos causados por el analizante. Es por ello, que podemos entender que es al deseo del Otro, es porque el Otro desea, es a la castración del Otro que el sujeto se reubica en el deseo, deseo que se revelará por medio de las formaciones del inconciente, lapsus, sueños, chistes, actos fallidos promovido por el discurso; sujeto pulsátil del inconsciente.

 El acto analítico como bien dice es un acto, éste puede producirse como no y es desde el acto analítico donde tanto el analista como analizante desplegarán el discurso de inconciente a inconciente. Pero para configurar el acto analítico, primeramente, debe instalarse la transferencia que ya está dada desde el comienzo. Es desde la transferencia donde el acto analítico transcurrirá, es desde el discurso analítico donde el deseo se hará escuchar, y esto es acto porque funcionamos como semblante de objeto “a”. Desde éste lugar como causación del deseo, podrá desplegarse en el sujeto la pregunta ¿Che vuoi? ¿Qué me quiere? antedicha, quedando implícito en el dispositivo analítico “te deseo, aunque tu no lo sepas”.  Dice Lacan: “el deseo es el deseo del Otro”, a su vez, dice que el sujeto está identificado con un objeto en el fantasma. ¿Pero qué es el fantasma? Es la relación del sujeto escindido con el objeto “a”, sujeto del deseo en relación con el objeto causación de deseo. Es desde el lugar de analistas como semblante, que se podrá pesquisar con que objeto se identifica el sujeto en el fantasma, como se relaciona con el objeto causa de deseo. Teniendo en cuenta que el objeto “a” es producto resto que no fue alcanzado por el significante planteado en su estatuto de causación de deseo: ¿Se puede pensar con que objeto se identifica el sujeto en relación al deseo del Otro? De allí su goce, goce incestuoso. Visualizado en el dispositivo analítico, desde el lugar de semblante, seremos causa de deseo desde otro lugar, como discurso Otro, intentando el corrimiento subjetivo del analizante de aquel lugar de goce, atravesando el fantasma de la castración y así llegar al ¿Fin de análisis?

 

 

 

 

 

LIC. GRETEL ESANDI

MN 47.016


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