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La concepción freudiana del trauma

19/08/2005- Por Silvia Migdalek - Realizar Consulta

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El trauma es una problemática que abarca toda la obra de Freud. Su giro más importante lo ubicamos en el texto Más allá del Principio del Placer. En él, el trauma se hace inherente a la estructura misma del aparato psíquico. Si digo inherente es porque evito decir interno, ya que eso no destacaría el verdadero estatuto de lo traumático, que es precisamente que ese lugar de interno a la estructura del aparato no deja en algún punto de ser exterior- algo externo que se hace interno- llamemos traumáticas, dice Freud, a las excitaciones externas que poseen fuerza suficiente para perforar la protección antiestímulo.

El trauma es una problemática que abarca toda la obra de Freud. Su giro más importante se encuentra en el texto Más allá del Principio del Placer. Allí, el trauma se hace inherente a la estructura misma del aparato psíquico.

Si decimos “inherente” es porque evitamos decir “interno”, ya que este último término no destacaría el verdadero estatuto de lo traumático, significa que ese lugar de interno a la estructura del aparato no  deja, en algún punto, de ser exterior- algo externo que se hace interno-. “Llamemos traumáticas,  dice Freud, a las excitaciones externas que poseen fuerza suficiente para perforar la protección antiestímulo.”

En el Capítulo II del texto mencionado comienza diciendo: "Ya es de antigua data la descripción de un estado que sobreviene tras conmociones mecánicas o accidentes que aparejaron riesgo de muerte. De ahí el nombre de traumáticas", semejante a la idea de traumático del diccionario que nos habla de una fuerza externa que provocaría  una herida.

Lo de antigua data habla de que la preocupación freudiana por el trauma es inicial. Las Neurosis Traumáticas, sin embargo, como vamos a ver en el desarrollo de este trabajo, se pueden considerar como el paradigma de toda neurosis ¿Por qué?

Por la vía de la vinculación que se va a establecer entre neurosis y trauma.

En “El Mecanismo Psíquico de los Fenómenos Histéricos” Freud suscribe su filiación charcotiana:

"De todos los trabajos de Charcot el que yo más estimo es el que nos enseñó a comprender las parálisis traumáticas que aparecen en la histeria".

Se describe un individuo sorprendido por un trauma, éste tiene que ser: grave, representar un peligro mortal, y tener relación con una parte del cuerpo.

Luego del accidente comprueba que, por ejemplo, su brazo está entero, después sigue un período de latencia al que sucede repentinamente, una mañana  que su brazo está paralizado,o bien, pueden aparecer “ataques" que, como unas descargas motrices, parecen reproducir la escena del accidente.

Esclarecimiento: A través de la hipnosis se reproduce  artificialmente el trauma en un paciente que ya sufre la condición de histérico, ya sea por la vía de un golpe en el brazo o por sugestión verbal, impartiendo una orden que fuese por ejemplo:

 

"Oye, tu brazo está paralizado. Como resultado de esa experiencia se llega al mismo resultado: la parálisis en el enfermo".

 

Lo que resulta relevante de esta referencia es que Freud esclarece las parálisis histéricas por la vía de la definición del trauma como –trauma psíquico - en su conexión con el hecho de la sugestión verbal.

Trauma psíquico = sugestión verbal.

Esto habla de una modalidad de causación, que al modo de un cuerpo extraño que se infiltra, produce una estimulación patológica, y lo hace de continuo hasta que es removido.

Es interesante la idea de que un trauma, bien puede ser “homologable ”a una sugestión verbal, que se infiltra , que se hace interna, pero que a la vez no deja  de ser  “cuerpo extraño” que no terminaría de ser asimilable. Pero entonces debe ser removido, "cesante la causa, cesa el efecto".

Ya aparece la idea de algo que con todas las características que hemos definido se trata de algo que "no cesa".

Qué se deduce: el enfermo está totalmente gobernado por un afecto, se lo constriñe a expresar en palabras ese afecto que en su intensidad permaneció irreductible al desgaste del olvido y del tiempo, sigue produciendo  efectos, y  es lo que le da sustento al síntoma, el recuerdo ha conservado su pleno afecto. No se olvidan, no se desgastan .

Pero, y ¿cómo se olvida? Si un ser humano experimenta una impresión psíquica en su sistema nervioso se acrecienta algo que, por el momento, llamaremos suma de excitación.

En todo individuo para la conservación de su salud existe el afán de volver a empequeñecer esa suma de excitación. ¿Cómo se logra?  Vía tramitación asociativa. Aparece la idea de tramitación por la palabra,  supone un aligeramiento del trauma, la palabra, el lenguaje “liga”, “ tramita”  algo de esta suma de excitación. Pero esta, a la vez se revela como algo heterogéneo a las representaciones.

Si no hay derivación, el afecto queda estrangulado y de ese modo se conserva; y a la inversa cuando logra tramitarse se llega al resultado de que el afecto adherido intensamente al recuerdo pierde fuerza y por ende, despojado ahora de su afecto, sucumbe con el tiempo al olvido, al desgaste.

Causa de la histeria, traumas psíquicos incompletamente abreaccionados. ¿Qué es lo que no se puede abreaccionar? ¿Por qué hay recuerdos que no se olvidan y devienen patógenos? ¿De qué índole son estas representaciones que producen efectos patógenos? Representaciones de índole tal que el trauma fue demasiado grande, y tanto, que el sistema nervioso no tuvo  poder para tramitarlo de ninguna manera.

¿Cómo opera la terapia en esta época?: aligerando el afecto de la representación que antes estaba, por así decir, estrangulado, y con ello se cancela el efecto de esa representación.

Nos encontramos en el umbral del concepto de “defensa”. Freud plantea el modelo del aparato psíquico constituido alrededor de dicho mecanismo ¿Qué es lo que la moviliza? La idea del acrecentamiento del nivel de excitación, de sobrepasar cierto límite.

El acrecentamiento de la suma de excitaciones es entendido como displacer, y su disminución como placer, en un sentido homeostático, es decir, equilibrando ese incremento. Lo que subyace a esta idea es el modelo del funcionamiento de un aparato regido por el afán de aliviarse de la cantidad (Principio de Inercia Neuronal; las neuronas quieren evacuar la cantidad). Al mismo tiempo esa cantidad, es un supuesto, es una hipótesis auxiliar, de la que se vale para la exposición de dichas neurosis de defensa:

 

 “En las funciones psíquicas, cabe distinguir 'algo' , monto de afecto, suma de excitación que tiene todas las propiedades de una cantidad, que aunque no poseamos medio alguno para medirla, es susceptible de aumento, disminución, desplazamiento y descarga, y se difunde por la huellas mnémicas de las representaciones como lo haría una carga eléctrica".

 

Entonces aparece la idea de que lo que acontece con las representaciones, desplazamiento, condensación, etc. se sostiene necesariamente en la circulación de esta cantidad., que como habíamos indicado, se anuncia también como algo que “no cesa”.

Retomando la pregunta que habíamos dejado planteada alrededor del mecanismo psíquico,  y por la índole de ciertas representaciones que devendrían no tramitables  produciendo traumas psíquicos, hay que decir que Freud en esta época da un paso más.

Afirma que tales representaciones capaces de desprender un displacer que se hace evidente en estado práctico en el estudio de los síntomas, es decir acrecentamiento de la  cantidad como displacer, como sufrimiento, ese desprendimiento de displacer actual en su retorno por el recuerdo provie­ne de la vida sexual.

Las representaciones sexuales desprenden un excedente no tramitable que retroactivamente deviene traumático. V.S.P.T.( vivencia sexual prematura traumática) reprimida primariamente pero en una anterioridad lógica, que para Freud siempre es asunto de construcción.

Se ve ya que hay algo en la vivencia, que no es la vivencia en sí, aunque no todavía del todo sin esa apoyatura en algo “realmente” acontecido.

Se empiezan a esbozar los efectos de la intromisión de la sexualidad en la vida humana, ya no tanto como el niño indefenso seducido por un adulto impotente. Hay indefensión, hay intromisión, pero de  la sexualidad que parece llegar demasiado prematuramente, escena muda inaugural que hablará, pero sólo con efecto retardado y permitirá situar un sujeto constituido por la defensa, antecedente conceptual del inconsciente.

Lo que retorna de eso reprimido vale como recuerdo inconsciente.

Estas representaciones producen un conflicto de inconciliabilidad con el yo, son segregadas del yo formando un grupo psíquico separado. La tarea que el yo defensor se impone es tratar como non arrive a las representaciones inconciliables, es decir, es insoluble para él, una vez que la huella mnémica y el afecto adherido a la representación esta ahí, ya no se los puede extirpar, de entrada el yo queda modificado, afectado por esta escisión.

En articulación con la hipótesis auxiliar de la cantidad y el principio regulador, que habíamos señalado como el de guiar la energía de suerte de evitar su acrecentamiento, nos preguntamos: ¿cómo opera la defensa movilizada por este displacer, por este aumento? Bien, al modo de una solución aproximada: convierte esta representación intensa en una débil arrancándole el afecto, entonces esa representación, ahora debilitada, dejará de plantear totalmente exigencias al trabajo asociativo. Empero la suma de excitación divorciada de ella tiene que ser aplicada a otro empleo.

Como se ve, la defensa es eficaz de un modo paradójico, es decir cuando fracasa.

La represión (defensa) opera sobre las representaciones,  esto sin embargo no resuelve el problema de la cantidad,  pues ella sólo puede desplazarse de una representación a otra representación.

En este momento de la teorización freudiana hay un impasse, hay algo que queda como una pregunta abierta:  ¿Por qué la sexualidad es traumática?  ¿Por qué esa V.S.P.T. es apta para formar síntomas? Freud desecha la posibilidad, aunque sin dejar de considerarla, del  valor moral de la represión, y se pregunta:

"de dónde proviene el displacer que una estimulación prematura traumática está destinada a desprender y sin la cual no se explicaría una represión. Mi opinión es que dentro de la vida sexual debe haber una fuente independiente de desprendimiento de displacer”.

Entonces fenómenos que se originan independientemente, más allá ¿de qué? justamente de esa tendencia que regularía automáticamente el decurso de los procesos anímicos, pues el evitamiento del displacer como modalidad de la defensa no da cuenta ni de esta fuente, que es independiente, ni de ese  “exceso de placer” del que está dotada la vivencia en la neurosis obsesiva,  y que se recorta como lo compulsivo del síntoma obsesivo.

Esta fuente independiente tendrá otra fuente. Ya no en la sexualidad traumática como representación de la sexualidad que explicaría la represión, sino por  la reformulación que recae sobre la sexualidad, ahora pulsional. Alrededor entonces del concepto de pulsión sexual, tal como la introduce en los “Tres Ensayos sobre una Teoría Sexual”.

A partir de allí ya no se trata de una vivencia accidental, sino de la propia práctica sexual espontánea constatable como actividad sexual infantil.

Lo que se comprueba es precisamente que esta práctica sexual espontánea, es interrumpida por un acto de represión. Así en la sexualidad normal adulta hay una cuota de represión sexual y el síntoma expresa este conflicto entre la libido, es decir,  entre la energía  de la pulsión sexual, y la represión.

“Los síntomas figuran la práctica sexual de los enfermos. Ya no como unos retoños directos de los recuerdos reprimidos de la vivencias sexuales infantiles" sino que entre los síntomas y las impresiones se intercalan  las fantasías, como invenciones de recuerdos, que explican  el significado de los síntomas.

Estas invenciones de recuerdos están destinadas a procurar una defensa frente al recuerdo de la propia práctica sexual infantil, implican algo así como una pantalla.

En este sentido se opera un pasaje del trauma a la fantasía, como construcciones de recuerdos, como defensa frente a la irrupción de la práctica sexual infantil.

Ya no es la escena como traumática, sino que la escena ahora coma fantasía, como "realidad psíquica”, protege de lo traumático que en este momento parece ser este carácter siempre activo que tiene la pulsión para el sujeto.

La fantasía protege del trauma,  a la vez que lo indica. Lo traumático, parece quedar del lado de este carácter de la pulsión sexual.

En Más Allá del Principio del Placer partíamos de allí, de las neurosis traumáticas.

Freud vuelve a decir que el centro de gravedad hay que ubicarlo en relación al factor sorpresa y al afecto de terror, a la vez que,  y es muy interesante destacarlo,  se observa frecuentemente que el daño físico real contrarresta la mayoría de las veces la contracción de la neurosis.

Especifica al terror en su relación con el peligro, como un estado en el que se cae cuando se corre un peligro sin estar preparado para ello, y lo diferencia  del miedo y de la angustia. El miedo requiere de un objeto determinado en presencia del cual se lo siente; y la angustia como expectativa frente al peligro y preparación para él aunque se trate de un peligro desconocido, y dice:

"no creo que la angustia pueda producir una neurosis traumática, en la angustia hay algo que protege contra el terror y por tanto también contra la neurosis traumática".

Afirma en el Capítulo 4 que la tarea del aparato anímico de protegerse de los estímulos es casi más importante que la de recibirlos.

¿Qué ocurre en la vida onírica de las neurosis traumáticas? Ella muestra este carácter: reconduce al enfermo una y otra vez a la situación del accidente de la cual despierta con renovado terror.

“El enfermo se sostiene, está por así decir fijado psíquicamente al trauma”. Esto afecta la  función del sueño como guardián del dormir regido por el Principio del Placer. Esas oscuras y “enigmáticas tendencias masoquistas del yo”. Estos sueños entonces, se le aparecen como un escollo al axioma fundamental de los sueños como realización de deseo.

Freud no deja de considerar todo aquello que se presenta como un escollo, como una contradicción a su teoría, por eso va a comparar los sueños traumáticos con otros sueños que en otro momento se le aparecían como contradictorios como los sueños de angustia. En éstos el soñante se despierta angustiado, con una sensación de realidad muy vívida sobre lo soñado.  Falla la función del sueño también aquí, como guardián del dormir, hay despertar, sin embargo no tienen el mismo carácter de los sueños traumáticos. Los atribuye a la satisfacción de deseos de castigo. No pasa lo mismo con lo traumático, allí se escenifica algo “indeseado”. Más adelante cuando revisa la teoría de los sueños, vuelve sobre los traumáticos y dice que quizá:

 

"mi tesis fundamental sobre los sueños como realización de deseos deba sufrir una modificación: deberíamos hablar de un intento de realización de deseo".

 

Habría un intento que no llegaría a cumplirse. Los sueños traumáticos intentan sacarse de encima el trauma pero no lo logran, ya que éste parecería retornar idéntico cada vez. De todos modos, si pensamos que sólo tenemos acceso a ello a través del relato, como en cualquier sueño, se vuelve difícil pensarlos sin ningún tipo de pantalla. Pareciera que en esa misma compulsión de repetición irrumpiese algo del orden de lo no ligable, y que -a la vez-  esa misma repetición  intentaría producir alguna ligadura.

En la angustia hay algo que protege del trauma, se trataría por lo tanto, de producir ese apronte angustioso que faltó en el momento del trauma, en el momento del terror.

Este eterno retorno de lo igual se corresponde con el carácter más universal de las pulsiones, ellas representan el esfuerzo de regreso a un "estado anterior", y es allí donde se entrama la repetición, como compulsión de repetición,  tanto en los sueños traumáticos como en la compulsión de repetición en la transferencia.

Hay otra referencia alrededor del trauma, esta vez desde un punto de vista estrictamente “económico”,  matizada por Freud en la Conferencia 18 de las Conferencias de Introducción al Psicoanálisis.

Esta vez la concepción de lo traumático, no tiene otra perspectiva como fondo que su abordaje en términos económicos. El accidente produce un shock, un aumento de la excitación que desborda a la persona, cualquier escritura de esto en el cuerpo, como señalábamos al comienzo, contrarresta la formación  de la neurosis. Los sujetos que se hacen alguna herida no contraerían  neurosis traumática, ya que la herida misma pareciera oficiar como inscripción o ligadura .

 "Llamaremos traumáticas a las excitaciones que posean fuerza suficiente para perforar la protección anti-estímulo. El Principio del Placer quedará abolido en un primer momento, pues no se podrá impedir que el aparato quede anegado por grandes volúmenes de estímulo”  Lo externo se hace interno, pero de lo que se tratará siempre, es de ligar psíquicamente los volúmenes de estímulo que penetraron violentamente, a fin de reconducirlos después a su tramitación.

La protección se muestra insuficiente, no sólo en quienes han padecido un accidente, sino también en los neuróticos, podemos decir que no habrá quién se sustraiga al trauma, al accidente, pero ya no como un episodio realmente acontecido,  sino como aquello que irrumpe de la pulsión, y que es activable en el punto en que  ella, como afirmábamos antes, "es siempre activa para el propio sujeto".

Freud nos dice: "si bien hay una barrera que protege contra los estímulos externos, no puede decirse lo mismo a propósito de las excitaciones internas, que no haya barrera contra ella hace que los efectos que éstas pueden producir sean comparables a una neurosis traumática.”

Las pulsiones son aquellas excitaciones de las cuales ningún sujeto puede defenderse, aunque parece a la vez ser la causa de la defensa, las pulsiones conducen a un malestar del que no pueden sustraerse ni los neuróticos traumáticos, ni los neuróticos de guerra, ni los neuróticos ordinarios.

Las neurosis traumáticas tratan de agotar el trauma mediante la ligadura de las cantidades de excitación, tratan de transformar la energía libre en energía ligada, pero habría una energía que no podría dejar de ser "libre” y por ello lo traumático no terminaría de tramitarse.

Freud afirma:

“ quizá no hallemos demasiado atrevido suponer que las mociones que parten de las pulsiones no obedecen al tipo de proceso ligado, es la fuerza constante de la pulsión que no deja de aspirar a su satisfacción y esfuerza en pos de la descarga".

En este punto creo necesario hacer un desvío para recordar otro de los hitos importantes en la concepción freudiana del trauma, me refiero al modelo de la vivencia de satisfacción. Es el modelo de funcionamiento del aparato regido por el Principio del Placer, aunque trataremos de ver qué clase de placer es éste.

Para Freud, de lo que se trata es de arrojar luz sobre la naturaleza psíquica del deseo, dicho de otra manera, de cómo se constituye una moción de naturaleza psíquica a la que llamamos “deseo”. Para ello debemos retrotraernos a las etapas más tempranas de constitución del  aparato psíquico.  Nos advierte, que el deseo, sólo será como tal de naturaleza psíquica, lo cual quiere decir que no va a hablar del organismo biológico, aunque nos recuerde el modelo del arco reflejo.

El aparato obedeció primero al afán de mantenerse en lo posible exento de estímulos, pero he aquí la primera perturbación, el apremio de la vida ¿Qué es lo que viene a perturbar esta simple función? La indefensión original del cachorro humano, que es a su vez lo que da el envión para su constitución ulterior. Por la tensión provocada por la necesidad, que es interna, hace falta una “acción específica” que irremediablemente debe ser proporcionada a través del auxilio ajeno, dada la indefensión original, entonces sólo sobreviene un cambio cuando, en el caso del niño por el cuidado ajeno, se hace la experiencia de la vivencia de satisfacción, que cancela el estímulo interno.

Hasta acá, podría decirse que estamos en la dimensión de la satisfacción de la necesidad. Pero esto tiene una consecuencia, es decir, la vivencia de satisfacción, un componente esencial de esta vivencia, es la aparición de cierta percepción (el ejemplo es el de la nutrición) cuya imagen mnémica queda de ahí en adelante asociada a la huella que dejó en la memoria la excitación producida por la necesidad, y la próxima vez que ésta sobrevenga, merced al enlace así establecido se suscitará una moción psíquica que querrá reeditar la primera experiencia de satisfacción y producirla otra vez:

Una moción psíquica de esta índole es lo que llamamos deseo, y la reaparición de la percepción es su cumplimiento.

La realización del deseo lleva a la identidad de percepción, que es un modo o decurso de la excitación que apunta al investir nuevamente la imagen mnémica de aquella percepción satisfaciente: esto es la moción de deseo, y la reaparición de la cualidad perceptiva de la huella, su cumplimiento.

Apunta a algo perceptivamente idéntico a la vivencia de satisfacción, a repetirla. Importa destacar la emergencia del deseo como una moción psíquica ligada de entrada a esta repetición, que es lo que pone en marcha al aparato psíquico, este deseo es pulsionante, y de entrada, entonces,   lo único susceptible de repetición  es una pérdida. Se inaugura a partir de allí una suerte de “necesidad de repetición”.

Retomemos la pregunta que habíamos dejado planteada en relación al Principio del Placer como nombre del funcionamiento energético del aparato psíquico en sus comienzos ¿De qué placer se trata? Es un Principio de Placer que arranca del displacer y que lleva a querer reeditar la identidad de percepción, no es un principio de placer homeostático porque no resuelve el punto en el que el deseo arranca, justamente de un “displacer".

En la medida en que esa experiencia está situada en el interior de una relación con el otro de los cuidados ajenos, la indefensión es una variable que no podemos dejar de poner en el centro de esta problemática. Este Principio de Placer no es homeostático, ya que el placer es placer de desear, no conduce a ninguna adaptación, no se trata de ningún objeto de la necesidad, sino que, al contrario, pone en juego la falta de objeto, la no naturalidad de la relación del sujeto humano a sus objetos.

El objeto está perdido en su  “naturalidad”, sin embargo esta pérdida es condición de  posibilidad de la constitución del aparato psíquico. Tomada desde esta perspectiva me parece poder ubicar en esta pérdida originaria uno de los nombres de lo traumático en la obra freudiana.

La insistencia en el arranque por el displacer que comentábamos recién, la insistencia en lo displacentero lleva a subordinar el trauma al nuevo punto de vista que abre Más allá del Principio del Placer, ya que a partir de ese texto no puede decirse que  la insistencia en lo displacentero restituye el placer ya que el más allá implica siempre un resto que se sustrae al placer.

El más allá es intento de ligadura que restituiría la homeostasis (que como veíamos recién no la hay de entrada) y a la vez es la falla de este intento. El más allá sin contradecir al Principio del Placer es independiente de él. Lo traumático no solo se presenta, como decíamos antes,  en los “neuróticos traumáticos”.

En un Simposio sobre las neurosis de guerra  Freud dice:

"con pleno derecho se puede designar a la represión que fundamenta toda neurosis como una reacción frente al trauma, como una neurosis traumática elemental”


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