» Introducción al Psicoanálisis
La formación y el 'trípode freudiano' en la institución05/02/2004- Por Mirta Goldstein - Realizar Consulta
“Identificarse a Freud en el
proceso de descubrimiento” M.
Baranger y otros
Introducción
Una de mis preocupaciones ha sido y sigue
siendo, el pasaje de la enseñanza a la transmisión. Con lo cual advierto que me
parece falsa la dicotomía entre ambas si se la formula en términos excluyentes.
Un analista ha de
formarse en los estudios teóricos, ha de atravesar un análisis y ha de
supervisar sus casos. A esto llamamos trípode freudiano. Este “haber” no equivale
a un mandato superyoico, sino al requerimiento mínimo
y ético para analizar a otros.
Este trabajo surgió del deseo de indagar en
la historia de las vicisitudes del trípode en la institución y específicamente
en la institución de la cual soy miembro.
La Sra. Madelaine Baranger participó activa y responsablemente del desenvolvimiento de la formación de los analistas tanto en
Argentina como en Uruguay, por lo cual recurrí a sus textos.
Motivó esta lectura
investigativa, la participación de la Sra. Baranger
en el movimiento denominado “Reforma del 74” y la trascendencia de sus ideas,
las cuales están indisolublemente ligadas a la institución Asociación
Psicoanalítica Argentina en lo particular, y al psicoanálisis latinoamericano
en lo general.
En una lectura
retrospectiva de sus trabajos, sorprende como la Madelaine
atravesó las barreras impuestas -a su generación- por una enseñanza
dominantemente kleiniana y articuló a Freud con algunos pensadores estructuralistas incluido Lacan, sin perder por ello su propio estilo directo y
sencillo.
En vistas de este
“encuentro” con su obra, intentaré poner a dialogar entre sí a algunos de los
textos publicados -algunos con otros autores- en la Revista de Psicoanálisis, y
delinear algunos comentarios.
Del análisis y la formación
Comenzaré con la
comunicación: “El análisis del analista. Re-análisis. Autoanálisis.
Institución”; este es un escrito reciente, expuesto oralmente a debate y
comentario.
La lectura de este texto dio lugar en mí a la
formulación de la siguiente pregunta: ¿cómo se instala y/o inscribe el acto de
fin de análisis en la institución psicoanalítica? Si por un lado la institución
psicoanalítica tiene la función de transmitir el psicoanálisis, inclusive a sus
propios miembros ya formados, por otro, la transmisión sólo puede efectivizarse
si en el pasaje por la institución, los analistas no pierden su credibilidad en
lo inconsciente y en la función analítica. Con lo cual podemos pensar que el
Discurso Analítico provoca sus propias resistencias expresadas en regresiones a
otras formas discursivas que Lacan planteó como
Discurso Universitario y Discurso del Amo. Cuando la institucionalización
obstaculiza la transmisión, se cierra el discurso, se enajena la transferencia
de trabajo y la libre circulación del
psicoanálisis, y, por ende, el trípode freudiano.
Ya en 1969 M. Baranger
-junto a otros colegas- escribía que para formar analistas había que saber ¿qué
analista se quería formar? aunque esta pregunta admitiera para ella la
siguiente respuesta: “la actitud básica que requerimos de un analista es, -y
esto puede sonar a paradoja- la disposición a analizarse... la capacidad de
tolerar la duda, de hacerse preguntas permitiendo que medie un intervalo hasta
dar con las respuestas que a su vez no cierran la investigación sino que
plantean nuevos problemas. Esta actitud de constante cuestionamiento y
dialéctica entre respuestas y preguntas no debe ser entendida como un dar
vuelta estéril, sino como búsqueda permanente de la verdad.” (1)
Vemos surgir la noción de “permanente” en
relación a la búsqueda de la verdad como función primordial en la formación del
analista. De esta idea de estar en “permanente” relación al descubrimiento de
la verdad psicoanalítica, podemos deducir que debemos otorgarle a la formación
la cualidad temporal de “permanentemente”, para producir la permanencia de la
renovación del trípode freudiano y la creencia en lo inconsciente y sus
consecuencias.
En tanto es de índole estructural que el
Discurso Histérico -por ser un discurso del analizante-
instala la función del Discurso del Analista, podemos pensar que la circulación
de la transferencia en la Institución, es también estructural, aún en los casos
en que puede estar sugestivamente dominada desde el poder de los institutos de
formación.
En el caso de A.P.A.,
aún hoy valoramos la liberación que produjo la Reforma del 74, por lo cual
tenemos que revisar si los efectos en la actualidad de dicha reforma promueven
el deseo de renovación del trípode freudiano. Pero si bien hoy la institución
alberga a numerosos analistas formados, la pregunta que surge es ¿por qué los
analistas formados dejan de analizarse o buscan re-analizarse fuera de la
institución?
Sugiero incluir otra interrogación: ¿hay
re-análisis o se instala ‘otra’ transferencia?
La Sra. Baranger
insiste en su texto sobre Re-análisis (2), en la dificultad que conlleva
estatuirlo formalmente en la institución. A esto agregamos la dificultad
institucional de plantear el re-análisis en continuidad y en discontinuidad con
el análisis didáctico realizado.
La Sra. Baranger
ubica entre los factores que promueven que los analistas busquen su re-análisis
por fuera de la institución, en la culpa y el sentimiento de trasgresión a los
ideales, a los maestros y a las filiaciones.
Tanto el análisis como
el re-análisis buscados fuera de alguna institución, no omiten el factor
institucional, pues ese ‘por fuera’ corresponde a un dejar afuera lo que es de
lo inconsciente.
La idealización de que “habrá alguna (una
cura ideal) como ninguna” es resistencial. Esta
idealización puede promover la “idealización del analista didáctico”, que como
sabemos, obstaculiza el final de análisis, obstáculo que impide analizar el
“deseo de analizar”.
En el artículo sobre la formación de 1969
dicen los Baranger y Mom:
“Un tratamiento psicoanalítico no es la aplicación de reglas técnicas
establecidas... Las recetas no sirven, y por esto tampoco sirve la enseñanza de
las recetas.” (3)
Enlazando los textos mencionados, emergen las
siguientes preguntas: ¿Es que acaso existe un análisis que no se inscriba en
alguna teorización ya institucionalizada? ¿No es el
debate amplio sobre qué se entiende por fin del análisis, lo que el
psicoanálisis mundial nos adeuda aún? ¿No es en las instituciones psicoanalíticas
donde queda pendiente y por lo tanto dependiente de las políticas
institucionales, qué se reflexione sobre qué se entiende por “acto analítico”?
¿Si el “acto analítico de conclusión” solamente se convalida a posteriori, como
inscribirlo institucionalmente si generalmente coinciden el final -imaginario-
de la formación, con el final de una cura que no corresponde al acto de
atravesamiento del fantasma? ¿En qué términos hablamos de “final de análisis”
si no hay más que singularidad?
Que un análisis haya concluido en un “final”
no implica su “completamiento” y menos aún haber
concluido el recorrido del sujeto por la propia estructura. Por lo tanto el
sentimiento de trasgresión y/o culpa que señala Baranger
puede remitirse al sentimiento inconsciente de haber transgredido la misma
ética psicoanalítica.
Dado que el final del análisis es
contingentemente posible, y este contingentemente posible se detiene en los
avatares de lo contingentemente posible con un analista, ¿cómo podemos pensar
las consecuencias que devienen de ello en la institución?
La transferencia es un nudo entre la posición
del analista, la posición analizante y la
institución.
En relación al término freudiano
“interminable”, M. Baranger dice que el análisis es
interminable porque se trata de un proceso en movimiento hecho de ciclos. Cada
análisis o re-análisis corresponde a un ciclo de este proceso cuyo fin es
siempre provisional. Parafraseando a Roustang agrega
que “el análisis no lo suelte más” al analista comprometido con el discurso y
con su praxis, es decir, con una práctica de lo inconsciente por advenir. Este
proceso se continuaría en el autoanálisis. Sin
embargo, aclara, el autoanálisis puede traer, como
consecuencia indeseable y tramposa, una identificación a Freud.
¿Será
esta identificación un fantasma de autoengendramiento
que obtura el identificarse al rasgo de “descubridor” (ver epígrafe) nada menos
que de lo inconsciente por advenir cada vez?
Para salir de esta trampa recomienda Baranger recurrir a un re-análisis, a lo cual preferimos
agregar “recurrir al Otro del discurso” que no es sólo otro analista, sino reinsertarse en la ética de los efectos del
trabajo inconsciente.
Baranger transmite
claramente que la ética psicoanalítica impide reglamentar -institucionalmente-
el re-análisis.
Como dije anteriormente, mi acuerdo y
desacuerdo con sus ideas me llevan a proseguir en la interrogación. Pienso que
cada cura analítica debería escribir y transmitir su trayectoria, es decir, de
qué modo en el análisis el sujeto recorrió la estructura y enfrentó las
resistencias del discurso. Encuentro un juego de interjuego
entre la escritura que se produce, y la lectura o ciframiento
que realiza la interpretación. Por ello
considero que la deuda del psicoanálisis actual es escribir formalmente el
“acto analítico” de terminación de cada cura singular, o sea, qué estructura ha
sido siendo en la transferencia, y en qué nudo ha devenido la estructura del
sujeto bajo las contingencias del análisis, de la formación y de la institución.
Desde este punto de vista, final de una cura no es final del análisis en
términos absolutos. Lo cual no obsta que se escriba cómo y por qué una cura
llegó a “ese” final. Considero que esta escritura acota el goce del analista y
el goce del discurso, el goce implícito en los reglamentos y en las
institucionalizaciones y el goce que se oculta en los síntomas e inhibiciones.
Se trata a mi
entender de reglamentar “nada” que difiere de no reglamentar (puesto que
algunas cosas se necesitan reglamentar), y de acotar el efecto devastador del
goce implícito en cualquier discurso, al tiempo que -como lo ha señalado Lacan- el mismo discurso limita y acota. Paradoja de un
exceso que solamente al escribirse como nudo potencial actualizado en el final
de una cura en transferencia, puede ser leído por lo inconsciente actuante
desde el interior mismo del “Deseo del Analista” el cual, ha posibilitado, por
ser el Deseo del Analista el agente o intervención fiel, la caída del Sujeto
Supuesto Saber.
El análisis y el re-análisis de un analista
-subjetivado en tanto no deja de estar en posición analizante-
tienen, entonces, como condición aprés coup, relanzar -cada vez que queda obstaculizado por la
angustia- el Deseo del Analista.
El Deseo del Analista tiene como objeto ser
causado, por lo tanto es en ese sentido que su objeto es tan peculiar que
bordea el extremo de “querer la castración del Otro”.
En tanto el final del análisis implica haber
podido desenlazar al sujeto del Otro de un Código Completo, anudarlo al Otro
Sexo en la imposibilidad de saber sobre el Goce del mismo, y volver a escribir
de otra manera los goces del síntoma, entonces implica que la estructura ha
accedido a la posibilidad de “haberse servido de los Nombres del Padre” o sea,
de desanudar la determinación arbitraria de los significantes parentales y de su fantasmática,
y ha analizado la recusación de la posición femenina y del sentido coagulado de
la significación fálica.
A mi gusto, relanzar el trípode freudiano
forma parte de la recuperación de la credibilidad, en los mismos analistas, de
su instrumento, sobre todo en momentos de crisis económica que ataca la
economía del deseo.
Desde esta perspectiva, es insuficiente la
invocación al autoanálisis o a la psicoterapia, pues
un autoanálisis devenido de una posición incrédula de
lo inconsciente, por ello muchas veces perversa, sólo puede producir una
posición aberrante en los analistas, en la institución y en la cultura, como
también favorecer la autocomplacencia o el exitismo.
El Deseo del Analista implica la flexibilidad
de pasar alternadamente de la posición analista a la de analizante;
esta flexibilidad la encontramos cuando se ha analizado la frase fantasmática que entorpecía el trayecto que recorre el
sujeto entre su posición de sujeto dividido en su propio análisis, en la
formación y en la supervisión, a la de objeto causa de sus analizantes.
Este pasaje pone en acto el pasaje de la
práctica en intensión a la práctica en extensión del
trípode. El Deseo del Analista justamente no es incrédulo de lo inconsciente,
y, por lo tanto, de su apertura y cierre. Es decir que el Deseo del Analista no
es un estado permanente, sino una función que es causada y a la vez causa.
De la misma manera vemos como el discurso
padece la misma pulsación; a veces se abre, a veces se cierra. Es por ello que Lacan, en la Carta de Disolución de la Escuela, dice: “y no
me quejo de los llamados miembros de la escuela freudiana, antes les agradezco
haberme enseñado donde estaba mi fracaso, es decir, donde me había enredado los
pies”.
¿Dónde? podemos preguntarnos: en haber
descreído de la repetición estructural de la pulsación de cualquier discurso
aún el del Analista, y por sobre todo, haber supuesto una estructura, la
escuela, que pudiese quedar absuelta del síntoma y el malestar. Haber creído en
una escolástica lo condujo, como a cualquier incauto, a la disolución y al
desfallecimiento, sólo que -siendo Lacan un
transmisor- pudo relanzar el deseo con
otras invenciones.
¿No nos acercamos así al problema del análisis
de control? También las resistencias lo encierran y disuelven cuando se lo
confunde con el control de la dirección de la cura, o cuando cae bajo la
sospechosa economía de aquello que el sujeto se “puede ahorrar”.
Para M. Baranger en
su escrito: “Mala Fe, identidad y omnipotencia” (3), al tratar el descrédito de
los analistas respecto de la regla fundamental dirige su atención a la Mala Fe
del analizante, pero su punto de vista no excluye a
los miembros en general, miembros convocados a la función “posición del
analista”.
A nuestro entender, el candidato es un analizante más, atravesado por la angustia del recorrido
que se le demanda, que es un recorrido por la estructura del discurso y el
método psicoanalíticos; entonces nos atrevemos a extender su concepto de Mala
Fe a todas las resistencias que aparecen durante la formación, resistencias que
son inmanentes al “discurso del analista” pues éste incluye la angustia y la
castración del sujeto, por ende todos estamos en el discurso en posición de analizantes.
La resistencia, proviene de las dificultades
que plantea en la institución, la articulación entre “posición analizante” y “posición del analista”.
¿Qué entiende M. Baranger
por mala fe? “La abdicación de la propia responsabilidad” “que se nos revela
como defensa frente a la angustia” “y deriva de la psicopatología
de la idealización”, a la cual se refiere en Teoría e institución
psicoanalítica. La formación psicoanalítica.(4)
Llegamos así al núcleo de nuestra
investigación, que ubicamos en el trabajo de Mom y Willy y Madelaine Baranger “Psicopatología del
proceso didáctico”(5)
Los autores entienden por “proceso didáctico”
a lo que conocemos por “trípode”, pero distribuido y desplegado desde una
perspectiva diferente. Llaman proceso didáctico a la formación,
constituida por tres facetas: el análisis, la supervisión y la enseñanza
teórico-técnica en seminarios. Luego la psicopatología
del proceso didáctico concierne a las tres áreas simultáneamente, aunque
resaltan que fundamentalmente concierne “a las patologías grupal e
institucional que se manifiestan entre los grupos de diversa índole que
constituyen una institución analítica”. (Ídem, p.181) Con lo cual podemos
interrogar a lo institucional en tanto y en cuanto no está exento de su propio
malestar.
Los autores derivan el problema a la
“ideología psicoanalítica” que nosotros situamos en la política psicoanalítica
que cada institución lleva adelante en distintos momentos, cuando es abandonada
la “política del síntoma y el malestar”. La ideología de un grupo determina las
políticas de formación, su malestar actual y sus efectos en el futuro.
Ante la pregunta de ¿qué analista queremos
formar y cuál es la función de la institución?, los autores responden que
cualquier rigidez que convoque a una supuesta ortodoxia es una visión parcial y
desviada de la lectura de Freud. Sobre todo porque la
ortodoxia suele “dar lugar a la repetición estereotipada de los conceptos
vigentes” (ídem, p.183)
Para M. Baranger la
formación tiene que estar regida por un “anti-manual”
aunque los candidatos demanden un manual(6)
Por lo tanto para salvar al psicoanálisis de
la academia y la escolástica proponen “inventar” un nuevo tipo de institución,
rescatar el espíritu cuestionador de los pioneros y
modificar profundamente la enseñanza al servicio de la transmisión. Debemos
reconocer que lograron llevarlo a cabo; la Reforma del 74 que liberó la
formación curricular ha sido un acontecimiento “pivote” en la historia de APA.
Los autores advierten también, sobre el
obstáculo al que conducen las corrientes involutivas al propiciar evaluar a las
personas y a los miembros para armar, institucionalmente, un perfil unificado y
generalizable del “buen analista”.
Los Baranger y Mom, resumen a las resistencias propias de la
ideologización del psicoanálisis en dos categorías: los prejuicios y las
confusiones (5, p.185)
Los prejuicios se expresan en los siguientes
enunciados: “La ciencia psicoanalítica es indivisible, el psicoanálisis se
enseña como cualquier otra disciplina y mejor por el asesoramiento de
especialistas en pedagogía, y la institución es responsable de la capacitación
de sus miembros y de su ética”.
Considero que apuntan a una enseñanza del
psicoanálisis que alcance contingentemente la transmisión, y no a una pedagogía
sistémica que soporte in eternum a un sujeto supuesto
saber educativo.
Señalan también como
resistencias que denominan confusiones: 1- “la formación apunta a capacitar
alguna clase muy especializada de trabajadores de la salud mental”, confusión
con un enfoque sanitarista: 2- “el propósito de un
instituto psicoanalítico es formar buenos terapistas”,
confusión con las aplicaciones prácticas del psicoanálisis; 3- “el buen
psicoanalista se define por su lealtad a Freud o a
otra figura relevante”, confusión entre función analítica y filiación.
Si la resistencia más importante está en la
ideologización, los autores piensan que entonces “el discurso analítico se
vuelve contra sí mismo y tiende a transformarse en palabrerío vacío”. Esta
resistencia es inherente a que “el psicoanálisis es un campo de lenguaje” y “se
deviene analista en un movimiento de alternancia entre momentos de
descubrimiento (o de apertura de lo inconsciente) y de ruptura de los discursos
engañosos, por un lado, y momentos de cristalización teórica y de ritualización técnica, por otro”.(ídem,
p.186)
Luego concluyen: “si no descubrimos,
educamos; si no teorizamos, hablamos sin saber”... “La actitud de ruptura, en
tanto crea incomodidad, tenderá a ser prontamente eliminada en provecho de una
nueva ideologización” (p.187). Por lo tanto la formación se despliega si ataca
“el conformismo, la identificación y la evitación” y “si en lugar de darse
soluciones acabadas se siembran dudas e intranquilidad, dejando pensar a cada
uno por sí mismo sus propias soluciones” pues “lo que no podemos es fabricar un
analista” (p.188).
Gracias a M. Baranger
por sostener que algo caiga de la idealización del analista, de la formación concebida como “saber formado y
preformado” y de la idealización de una didáctica del trípode freudiano.
Desde esta perspectiva que Baranger nos propone, podemos rescatar el análisis del
analista, el análisis de control y la formación teórica en su “permanentemente
tener eficacia no sin quedar expuestos a las resistencias inmanentes al
discurso analítico, a su transmisión y a su institucionalización”.
Como lo inconsciente, el trípode se abre y se
cierra, pulsa a veces en el sentido de la transmisión, a veces en el sentido de
la resistencia a la transmisión.
Si el trípode desvanece, es para ser
rescatado y reactualizado por la transmisión del
psicoanálisis en la comunidad analítica.
El mail de la autora es mirtagoldstein@fibertel.com.ar
Notas Bibliográficas
(1) Baranger, M. y
otros: -Sobre la enseñanza del
psicoanálisis, Revista Uruguaya de
psicoanálisis, 3/4, 1969, pp. 243, 244, 245.
(2) Baranger,
M.: -El análisis del
analista. Re-análisis. Autoanálisis. Institución, inédito.
(3) Baranger,
M.: -Mala fe, identidad y
omnipotencia, Problemas del campo
psicoanalítico, 1969, pp. 118, 121, 126. Ediciones Kargieman.
(4) Baranger,
M.: -Teoría e institución
psicoanalítica. La formación psicoanalítica. (introducción
al grupo B), Revista de psicoanálisis, tomo XXVII, Nº 2,
año 1970.
(5) Baranger W. y
M., Mom, J.: -Psicopatología
del proceso didáctico. Revista de Psicoanálisis, tomo XXXV Nº 1, 1978, pp.
181-188.
(6) Baranger, M.: -Sobre la enseñanza del psicoanálisis.
© elSigma.com - Todos los derechos reservados