» Introducción al Psicoanálisis

La letra en Freud

30/06/2008- Por Violeta Cobos - Realizar Consulta

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Todos conocemos la famosa frase “el sueño es la vía regia de acceso al inconsciente”, y si el padre del psicoanálisis nos da semejante sentencia, no podemos sino preguntarnos por eso que el sueño nos revela. Pero qué se sueña, o mejor dicho, por qué soñamos eso y no otra cosa, qué es lo que hace que algo inconsciente tenga más valor que otra cosa para aparecer en nuestros sueños. En La Interpretación de los sueños, Freud nos enseña que el contenido manifiesto se nos presenta como una pictografía que solo puede ser comprendida a la luz de las relaciones que establece con el contenido latente al que responde. Aclara que no puede leerse por su valor de figura sino que debe hacerse por su referencia signante, valor de significante de la imagen que no tiene nada que ver con su significación, y da un ejemplo: “una casa sobre cuyo tejado puede verse un bote, después una letra aislada, después una silueta humana corriendo cuya cabeza le ha sido cortada, etc.”. La lectura de este texto puede hacerse mediante el procedimiento de reemplazar cada figura por una palabra o sílaba y entonces considera al texto del sueño como una escritura a leer, al modo de una escritura jeroglífica cuyo significado el sujeto desconoce. Las imágenes del sueño no han de retenerse sino por su valor de significante, es decir “por lo que permiten deletrear del «proverbio» propuesto por el rébus del sueño”, nos dice Lacan, y es esta estructura de lenguaje lo que hace posible la operación de la lectura. Si el sueño se nos plantea en imágenes, la única manera de interpretarlo es transcribiéndolo, traduciéndolo a un lenguaje conocido, pues no hablamos con pinturas o paisajes sino con palabras, más aún con letras.

Todos conocemos la famosa frase “el sueño es la vía regia de acceso al inconsciente”, y si el padre del psicoanálisis nos da semejante sentencia, no podemos sino preguntarnos por eso que el sueño nos revela. Pero qué se sueña, o mejor dicho, por qué soñamos eso y no otra cosa, qué es lo que hace que algo inconsciente tenga más valor que otra cosa para aparecer en nuestros sueños.

En La Interpretación de los sueños, Freud nos enseña que el contenido manifiesto se nos presenta como una pictografía que solo puede ser comprendida a la luz de las relaciones que establece con el contenido latente al que responde. Aclara que no puede leerse por su valor de figura sino que debe hacerse por su referencia signante, valor de significante de la imagen que no tiene nada que ver con su significación, y da un ejemplo: “una casa sobre cuyo tejado puede verse un bote, después una letra aislada, después una silueta humana corriendo cuya cabeza le ha sido cortada, etc.”. La lectura de este texto puede hacerse mediante el procedimiento de reemplazar cada figura por una palabra o sílaba y entonces considera al texto del sueño como una escritura a leer, al modo de una escritura jeroglífica cuyo significado el sujeto desconoce. Las imágenes del sueño no han de retenerse sino por su valor de significante, es decir “por lo que permiten deletrear del «proverbio» propuesto por el rébus del sueño”, nos dice Lacan, y es esta estructura de lenguaje lo que hace posible la operación de la lectura. Si el sueño se nos plantea en imágenes, la única manera de interpretarlo es transcribiéndolo, traduciéndolo a un lenguaje conocido, pues no hablamos con pinturas o paisajes sino con palabras, más aún con letras.

Freud, con el análisis del sueño, no pretende sino darnos las leyes generales del inconsciente en su extensión, y en este sentido nos muestra que el inconsciente está estructurado como un lenguaje, y como tal por significantes. Una de las razones por las cuales el sueño era lo más propicio para ello es, justamente, que revela dichas leyes en el sujeto normal tanto como en el neurótico.

La estructura del significante es, como se dice corrientemente del lenguaje, que sea articulado, es decir que “un significante es lo que representa a un sujeto para otro significante”, no para otro sujeto y es por eso que también puede mencionárselo en términos de una cadena, a partir de la cual se va gestando, retroactivamente, el significado. Pero además sus unidades están sometidas a la doble condición de reducirse a elementos diferenciales últimos, los fonemas, y de componerlos según las leyes de un orden cerrado, fonemas que presentifican lo que Lacan llama “la letra”, a saber, la estructura esencialmente localizada del significante, ese soporte material que el discurso concreto toma del lenguaje.

Las formaciones del inconsciente presentan una estructura literal. El síntoma es una letra. Si el psicoanálisis tiene efecto es porque existe esta equivalencia entre las formaciones del inconsciente y la instancia de la letra: toda acción sobre la letra tendrá un eco sobre el cuerpo. Esta concepción de la letra difiere de una concepción de la escritura como sistema de signos posibilitador de la comunicación. La letra en el inconsciente no se califica ni en virtud de sus cualidades sonoras ni en virtud de sus cualidades visuales. Se definirá solamente por la represión que ella denota. Algo que fue reprimido se abre un camino bajo una forma literal, ya sea que eso se oiga en lo que dice como lapsus, que se muestre como en el sueño o que se escriba sobre el cuerpo como en un síntoma histérico.

Parece difícil de imaginar una concepción de la letra que preceda a la escritura propiamente dicha, pues todo indica que solo a partir de las palabras de la lengua aprendimos tardíamente a aislar letras con fines de comunicación. Sin embargo la letra da testimonio de una represión primitiva, al modo de una marca, de una impresión, represión primaria de la que por definición todo recuerdo es imposible y sin embargo insiste.

Freud sostiene que los sueños son la realización de un deseo inconsciente, reprimido, y que deben ser entendidos al pie de la letra, acentuando la instancia en el sueño de esa estructura literal donde se articula y analiza el significante en el discurso.

Lacan, dándole una vuelta de tuerca a esta tesis, traduce realización de deseo por realización subjetiva, porque si la condición del deseo es ser insatisfecho, imposible, inalcanzable, no tiene sentido pensar en su realización. Pero sostiene que sí podemos hablar de realización subjetiva y que dicha realización es simbólica, puesto que se efectúa en la articulación significante que el sueño dramatiza, ya que soñamos con imágenes pero no podemos analizar un sueño sino a través de palabras.

Sin embargo, ambos acentúan la idea de una realización, es decir que en el sueño aparece algo del orden de lo real del sujeto. “El deseo reprimido que se manifiesta en el sueño se identifica con ese registro en el cual intento hacerlos penetrar: es el ser que espera revelarse” nos dice Lacan textualmente; y no es casualidad que esta frase aparezca en un texto del Seminario 1 que lleva por título “La verdad surge de la equivocación”. Es decir que, en la palabra equivocada, sin sentido, en el fallido aunque aún más en el sueño, se nos revela una verdad del ser. Es algo del orden de lo real que se deja leer en el sueño.

Pero letras y paisajes nunca podrán homologarse, no se encuentran letras sueltas esparcidas por la naturaleza. Por ende se trataría de encontrar dentro de un paisaje ese elemento heterogéneo que desfigurado se repite con la fuerza de la insistencia.
Entonces, ¿qué buscamos en medio de ese acertijo de imágenes? Algo inconsciente, sin ninguna duda, aunque me atrevo a decir que lo más íntimo de uno mismo, algo que toque la verdad de ese sujeto, algo que lo signe, su marca en el orillo, ese real que deja una marca, una prägung inicial, traducida como acuñación, que insistirá probablemente en forma de letra, el único modo que tenemos de apresar algo de lo real.
Leyendo a la letra un sueño freudiano, el de la Monografía Botánica, quizá podamos ejemplificar lo que estamos diciendo[*].
El contenido manifiesto del sueño es el siguiente: “tengo escrita una monografía sobre una variedad (indeterminada) de plantas. El libro yace frente a mí, y estoy hojeando una lámina en colores doblada. Acompaña al ejemplar un espécimen desecado de la planta”.

El elemento más llamativo, la Monografía Botánica se engendró el día del sueño, como resto diurno, en el que Freud había visto en el escaparate de una librería una monografía sobre el género ciclamen, las flores preferidas de su mujer. Además la Monografía Botánica le recuerda su propia monografía escrita sobre la cocaína y desde la cocaína la conexión de pensamientos se dirige a su amigo, el médico oculista doctor Königstein, quien operó de la vista a su padre anestesiado con cocaína.

También, por separado, cada uno de los elementos penetra en asociaciones más profundas. Así a botánica se asocian las reminiscencias de la persona del profesor Gärtner, que en alemán significa jardinero, de su floreciente mujer, de la paciente llamada Flora y de la dama de quien Freud contó la historia de las flores olvidadas. También evoca el tema de sus aficiones, y se enlaza, por mediación de la que, en broma, Freud considera su flor predilecta, el alcaucil.

Monografía roza en el sueño a su vez dos temas, la unilateralidad de sus estudios y lo costoso de sus aficiones. Ya desde el elemento principal del sueño, la monografía, hay algo que llama nuestra atención, porque si nos quedamos con el sentido cotidiano no es más que un escrito sobre algún tema, como nos lo explica el propio soñante en sus asociaciones, pero si escuchamos más allá, a la letra, podríamos decir mono – grafía, donde mono estaría referido al uno, a lo único y grafía al empleo de una letra o signo para representar algo, es decir, y ahora todos lo adivinan, el grafo de uno, la letra más propia, la letra de Freud.

Y entonces seguimos leyendo: monografía, floreciente, flores, Flora, aficiones… La F de Freud, la letra de su nombre propio, su marca registrada.

 

 

[*] Debe aclararse que este esbozo de interpretación rige para la traducción castellana del sueño de Freud, y así está pensado.


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