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La Otra, virgen (El superyó en la histeria)20/06/2005- Por Sergio Zabalza - Realizar Consulta

Entendemos que cuando Lacan expresa que la identificación narcisística deja al sujeto a merced del superyó, se está refiriendo al narcisismo en el registro de lo real, allí donde el sujeto tiene comprometido su goce, ese donde falla el padre. La identificación imaginaria con el señor K. está al servicio de velar el término que subyuga y espanta a la paciente de Freud. Lo que arroja a Dora en manos de sus autoreproches es la beatitud sin medida de su identificación narcisística con la señora K. Estamos ubicando al superyó en la misma serie que la pulsión de muerte y el masoquismo primordial.
Durante el desarrollo de un encuentro psicoanalítico una colega trajo el caso de una joven de 17 años que consultaba por primera vez. Según parece, luego de que la analista se las ingeniara para alejar a la madre de la paciente del consultorio, la misma procedió a relatar un sueño en el que la sucesiva aparición de una virgen en el contenido manifiesto de la producción onírica indicaba diferentes lugares en la subjetividad de la soñante.
Por cierto, basta recordar lo que señala Colette Soler en cuanto a la paulatina extinción de la inscripción de la virgen en el inconsciente femenino a lo largo del siglo XX[1] como para que este relato convoque sumo interés.
Por nuestra parte- y habida cuenta del real en juego que la letra del sueño vehiculiza -, nos preguntamos si desde la última enseñanza de Lacan la Otra en tanto Otro goce puede ocupar el lugar del superyó en la estructura histérica, que según André Albert, es índice de lo real en la clínica..[2]. Lo que sigue son unas primeras aproximaciones a lo que aparece como un interesante tópico.
El goce del Otro.
En las Conferencias Porteñas Jacques Alain Miller arriesgaba una interesante definición del superyó, en tanto “división del sujeto en contra de sí mismo”[3], y Colette Soler es precisamente quien nos trae un ejemplo de un sujeto histérico y por lo tanto bien dividido, que subjetivizaba su actividad sexual en tanto... ¡virgen! Dice Colette:
“Con numerosos partenaires que le hacían aun evocar una posición próxima a la prostituta, ella explicaba cómo se consideraba siempre virgen. No es una delirante, explicaba que era virgen subjetivamente porque habían tenido su despojo, de alguna manera, pero no habían tenido su alma, el sujeto que ella era.”[4] Creemos que en este ejemplo se vislumbra claramente que “ El hombre sirve de relevo para que la mujer se convierta en ese Otro para sí misma, como lo es para él”[5]
Ahora bien, la maniobra neurótica que supone apelar a esa identificación en tanto virgen no es sin consecuencias. Para Lacan ”La identificación narcisista deja al sujeto en una beatitud sin medida, más ofrecido que nunca a esa figura obscena y feroz que el analista llama superyó”.[6]
Agrega Miller: ”A esta beatitud sin medida hay que darle su nombre: es el goce, incluso el goce como goce del Otro “[7]
¿Es la Madonna[8] de Dora la vertiente neurótica de esta identificación beata y mortífera, tanto como La Mujer de Schreber lo constituye en su versión psicótica?
Por ahora decimos que esta pequeña articulación entre citas nos advierten que la Otra en tanto virgen y el superyó, merecen toda nuestra atención, sobre todo si tenemos en cuenta que en la histeria esta atormentadora instancia psíquica suele ser tan evidente que, al igual que La Carta robada, termina pasando desapercibida!![9]
Y es que” Las mujeres son mucho más variadas que los hombres. (...) Hay muchos casos de figuras en las mujeres. Hay el tipo de mujer llamada sumisa, (...) la que hace funcionar a su hombre como un superyó”[10].
Razón de más para preguntarse entonces, si la Otra puede ser una de las figuras en que emerge ese índice de lo real en la clínica al que nos referíamos más arriba.
Redondeando:
Si según Colette Soler ” (...) para las mujeres, la cuestión consiste en saber si, en cuanto sujetos, procuran de tal manera unirse al Otro que también son, o si no están más bien en lucha contra lo que las habita(...) y “En ellas causa estragos la lucha interna entre lo que son como sujetos y lo que son como Otro”[11]
Una mujer
A[12]
¿Porqué no concluir entonces en que cuanto más reprime el sujeto -en este caso mediante la estrategia beatífica-, ese otro goce que no es fálico, el mismo puede tornarse superyoico. Lo que en otras palabras, sería decir, que la Otra se torna gozá-Dora[13]?
Freud
Y es que si uno lee el Historial Princeps de la histeria con la clave del superyó puede llevarse muchas sorpresas. Por ejemplo, una y otra vez Freud hace mención a los autoreproches de Dora en relación con la señora K.
Efectivamente, el odio y el enojo que Dora destina a su padre[14] por la relación con la señora- y que Freud interpreta como autoreproches- contrastan sospechosamente con la buena predisposición de la paciente para con esta dama.
Una vez más el hombre hace de relevo en la compleja relación que el sujeto histérico mantiene con esa Otra que es para sí mismo.
Nos sentimos animados para afirmar que existe cierta beatitud[15] por parte de Dora en relación con la señora K., la misma a la que se refiere Lacan en la cita más arriba.
Identificación narcisística entonces, ¿pero de qué índole? ,¿es la identificación histérica que promueve el deseo o se trata de otra? Cuando hablamos de pulsión de muerte, ¿qué tipo de narcisismo se está vehiculizando?
Narcisismo
Lacan habla de una regresión tópica, una regresión al narcisismo primario que genera la ilusión de tener el objeto de deseo y que a propósito del inicio de algunos análisis, califica como síndrome de beatitud.[16] Nos preguntamos si la escena que monta Dora cuidando a los niños, haciendo de confidente de la señora K. y generando un clima de supuesto bienestar, no se compadece con esta beatitud mencionada.
Entendemos que cuando Lacan expresa que la identificación narcisística deja al sujeto a merced del superyó, se está refiriendo al narcisismo en el registro de lo real, allí donde el sujeto tiene comprometido su goce, ese donde falla el padre. La identificación imaginaria con el señor K. está al servicio de velar el término que subyuga y espanta a la paciente de Freud. Lo que arroja a Dora en manos de sus autoreproches es la beatitud sin medida de su identificación narcisística con la señora K. Estamos ubicando al superyó en la misma serie que la pulsión de muerte y el masoquismo primordial[17]
Medea
Lacan define a una mujer en tanto anti-madre y para ello apela a Medea, quien en pos de causar el deseo de su marido sacrifica lo más precioso y agalmático que ambos poseían, sus hijos[18].
No sin sorpresa hemos constatado que Freud, para referirse a la actitud de la señora K[19] con sus vástagos recurre también a la misma figura mítica. Bien podemos decir entonces que los autoreproches de Dora provienen de su posición subjetiva en tanto no querer saber nada de aquello que del padre es insoportable, es decir, su deseo, la señora K. en tanto mujer; de ahí su posición sacrificial[20] para sostener lo agalmático que Medea amenaza romper.
Desde la perspectiva del goce, si la señora K representa el objeto al que el padre anuda el suyo propio, se nos hace más comprensible lo que Colette Soler expresa en cuanto que a la histérica le interesa la Otra en tanto síntoma del hombre.[21], lo que por supuesto no implica que lo soporte, al fin y al cabo del sujeto dividido estamos hablando.
Dora a- dora la Otra mujer[22] tanto como cruelmente se castiga con sus velados autoreproches, ya que ante el horror de ser tan sólo una cajita[23] –tal es la metáfora que aparece en el sueño para referirse a una mujer- prefiere construir- vía el expediente de la beatitud-, una señora K. voluptuosa[24] y sin deseo, paradójicamente tan completa como su propia madre[25].
La histérica más famosa de Freud se identifica con esa Madonna que extasiada, contemplaba en la Sixtina.[26] , en la misma dirección que la voluptuosidad y la beatitud[27] de Schreber apuntaban a La mujer, solo que en este caso, irremediablemente allí del otro lado del espejo narcisista.[28]
La actitud de Dora respecto de su querida amiga y confidente[29] está al servicio de tapar lo que la señora K. representa en tanto mujer, en tanto objeto causa para un hombre. Esta identificación narcisistíca con la Otra, que Dora adopta como respuesta a su división subjetiva, es la misma que la deja a merced de sus autoreproches, de su superyó..
Los matemas
Para terminar podemos aprovechar la operación que Lacan realiza en la clase VIII del Seminario 4, cuando ubica los personajes de la novela de Dora en el esquema Lambda y sitúa allí algunos de los términos que hemos trabajado:
Tenemos entonces que allí donde está el sujeto, que a su vez es el significante que le falta al Otro S (A), está la Otra. Lo interesante es que para Jacques Alain Miller, en el lugar del S(A), está el superyó.[30] Y allí mismo corresponde ubicar ese Otro goce -no fálico- del cual nos hablaba Colette Soler De acuerdo a esto ya podríamos escribir:
Otro goce
Superyó(A)
S(A)
Otra i(á)
I(a) A
Si nuestra conjetura consistía en que de acuerdo a la posición subjetiva respecto de la castración, el Otro goce puede tornarse superyoico, bien podríamos ahora escribir en lo que Lacan denomina el muro del lenguaje- el eje imaginario i(a)-i (a´)- la estrategia neurótica que elige la histérica cuando se identifica con la virgen y que la arroja al “superyó más feroz”:
Referencias
[1] Colette Soler. La maldición del sexo. Pp. 98.
[2] André Albert.”El placer y la regla fundamental” Suplemento al Correo de los Carteles Nº 10, p. 9
[3] Jacques Alain Miller. Recorrido de Lacan. p.137
[4] Colette Soler. Las variables del fin de la cura p. 160.
[5] Jacques Lacan en Escritos 2, p. 710 y 711.
[6] Jacques Lacan. “Variantes de la cura tipo” en Escritos. p. 346
[7] Jacques Alain Miller. Recorrido de Lacan. p. 145.
[8] Para Freud, la Madonna es la misma Dora. Ver la nota 20 de la página 91 en “Fragmento de análisis de un caso de histeria” en O.C. A. E. tomo VII.
[9] Jacques Alain Miller. Recorrido de Lacan. p.155.
[10] Colette Soler. Las variables del fin de la cura. p.175.
[11] Colette Soler. La maldición del sexo. Página 131
[12] Colette Soler . La maldición del Sexo.p. 131.
[13] Hacemos referencia aquí al superyó en tanto imperativo de goce tal como Lacan lo formula en la página 801 de los Escritos y en el Seminario Aún, pags. 11 y 15.
[14] Nos resulta de especial interés, quizá para desarrollar en otro trabajo, el carácter de automático que Freud otorga a estos reproches.(Ver p. 32 del Historial)
[15] Basta recordar el uso que hace Freud del término en el Historial de Elizabeth von R., en el anexo del “Hombre de las ratas”, o en el texto destinado a Dostoievsky, para entender que beatitud implica una maniobra neurótica, que al costo de un intenso padecer, preserva al sujeto de saber sobre la castración.
[16] Jacques Lacan. Clase 4 del Seminario 13. Nos preguntamos asimismo si este narcisismo primario al que Lacan hace referencia en esta cita no se condice con el narcisismo del ego que menciona en la página 741 de los Escritos. El mismo apunta a generar una complementación entre los sexos. Seguimos aquí la lectura que hace Déborah Fleischer en la página 49 de “No se conocía coca ni morfina”
[17] Jacques Alain Miller. Recorrido de Lacan, p.139.
[18]Nos guiamos en este punto por la lectura que Jacques Alain Miller hace en “ De la naturaleza de los semblantes”, p. 20.
[19] Sigmund Freud., ob. cit. pp. 55.” Era la confidente y consejera de la mujer en todas las dificultades de su vida matrimonial; no había nada sobre lo cual no hubiesen hablado. Medea se avino enteramente a que Creusa se congraciase con los dos niños; y tampoco hizo nada para estorbar la relación del padre de los niños con la muchacha” ...
[20] Jacques Lacan. Seminario 8. Clase XVII Fórmulas del fantasma histérico
[21] Colette Soler. La maldición del sexo. p. 218.
[22] Colette Soler. Las variables del fin de la cura. p. 186.
[23] Sigmund Freud., op. cit., p.85.
[24]Recordamos el párrafo de Freud: ”Cuando Dora hablaba de la señora K., solía alabar su cuerpo deliciosamente blanco con un tono que era más el de una enamorada que el de una rival vencida” O.C. A.E. tomo VII, pag. 55.
[25] La madre de Dora, quien según Freud padecía el cuadro de lo que puede llamarse psicosis del ama de casa, era completa en tanto no le daba espacio a sus hijos.( Ver pag. 19 del Historial)
[26]Es notable que en este sueño que Freud no duda de calificar como sádico y cruel( pag. 97), aparezca esta fascinación por la madre virgen. Podríamos conjeturar que generalmente detrás del afán de pureza muchas veces se esconde el más feroz superyó.
[27] Ver Jacques Lacan “De una cuestión preliminar a un tratamiento posible para la psicosis”. en Escritos II .p 551.Recomendamos asimismo rastrear y confrontar el tratamiento del vocablo Vorhof en el sueño de Dora y en el delirio de Schreber. ( Freud, op.cit.pag. 87 y Lacan, op,cit, pag.545) .
[28] Queda para desarrollar, quizá en un próximo trabajo, el amor ideal en la joven homosexual. (Ver Seminario 4, clase del 9 de enero de 1957,
[29] Vale la pena recordar lo que expresa Freud en la nota al pie de la página 105 de O.C. A.E.:tomo VII a propósito del segundo sueño de Dora, el de la Madonna precisamente,: “ No atiné a colegir en el momento oportuno y comunicárselo a la enferma que la moción de amor homosexual( ginecófila) era la más fuerte de las corrientes inconscientes de su vida anímica. (...)La implacable manía de venganza que este sueño expresaba era más apta que ninguna otra cosa para ocultar la corriente opuesta: la nobleza con que ella perdonó la traición de la amiga amada y ocultó a todos que fue ella, justamente, quien le hizo las revelaciones sobre cuyo conocimiento la calumnió después”
[30] Jacques Alain Miller. Recorrido de Lacan, p. 143 y 144.
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