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Más allá de la neutralidad analítica: Retorno del más allá

30/06/2005- Por Stella Palma - Realizar Consulta

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El concepto de “neutralidad” del analista es originalmente freudiano, como tantos otros. Ha tenido numerosas lecturas en las distintas escuelas psicoanalíticas, siempre con consecuencias muy variadas para la clínica. Era en sus orígenes una forma inédita de lazo entre el paciente y su analista, la que proponía el psicoanálisis en los albores del siglo pasado. Técnica nueva, vínculo nuevo, regulaciones nuevas. Se suponía que el analista no debía ser amigo del paciente, o enemigo, sino que se esperaba de él cierta distancia, cierta neutralidad para poder trabajar y operar psicoanalíticamente. Aunque las historias que leemos de los casos de estos analistas de los albores dista bastante de esto. Seguramente el standard es una consecuencia, una forma que tuvo la IPA para regular un poco todo esto. Freud habló de la regla de abstinencia como fundamental para el trabajo analítico y podemos pensar la neutralidad analítica como una herramienta, entre otras, para poner en marcha esa abstinencia... Para Lacan el más allá de la neutralidad tiene varios nombres, tenemos el deseo del analista, el acto analítico y el semblante.


“El médico no debe ser transparente p para el analizado, sino, como la luna de un espejo,

mostrar sólo lo que le es mostrado”.


Sigmund Freud


El concepto de “neutralidad” del analista es originalmente freudiano, como tantos otros. Ha tenido numerosas lecturas en las distintas escuelas psicoanalíticas, siempre con consecuencias muy variadas para la clínica. Era en sus orígenes una forma inédita de lazo entre el paciente y su analista, la que proponía el psicoanálisis en los albores del siglo pasado. Técnica nueva, vínculo nuevo, regulaciones nuevas. Se suponía que el analista no debía ser amigo del paciente, o enemigo, sino que se esperaba de él cierta distancia, cierta neutralidad para poder trabajar y operar psicoanalíticamente. Aunque las historias que leemos de los casos de estos analistas de los albores dista bastante de esto. Seguramente el standard es una consecuencia, una forma que tuvo la IPA para regular de algún modo todo esto.
Freud habló de la regla de abstinencia como fundamental para el trabajo analítico y podemos pensar la neutralidad analítica como una herramienta, entre otras, para poner en marcha esa abstinencia.
Esto trajo una vulgata del psicoanalista como alguien distante, prescindente de las variantes y padecimientos del paciente, que no era ni hombre ni mujer, ni padre o madre, ni ciudadano ni vecino. Conocemos versiones extremas de esto, casi caricaturescas.
También sabemos que no todos fueron así. Pero como siempre pasa, depende del punto de la teoría que se priorice, así será la clínica y sus distorsiones.
La postulación que Freud hace de la abstención del analista es uno de los pilares de la técnica y esa “no respuesta” será sin duda un operador ético fundamental.
Podemos pensar la neutralidad como un utensilio al servicio de este operador, por eso se podría plantear la abstención como estando más allá de la neutralidad analítica en Freud.
Para Lacan el más allá de la neutralidad tiene varios nombres, tenemos el deseo del analista, el acto analítico y el semblante. Por lo pronto Lacan habla de una vacilación calculada de la neutralidad del analista. O sea que ya tenemos un cálculo más allá de la neutralidad.
El deseo del analista está más allá de la neutralidad, es ese operador que llevará a un forzamiento del goce, que implicará un atravesamiento del fantasma y una identificación con el síntoma. De qué manera se va realizando esto, a través de la resonancia que podemos esperar de la interpretación en el acto analítico, la intervención oracular, es decir el descifrado. Todo esto está sostenido por un deseo, el deseo del analista es el que puede verificarse claramente en las consecuencias y seguramente no en las intenciones.
O sea que en las enseñanzas de Lacan podemos ubicar varias cosas más allá de la neutralidad: el cálculo, el deseo del analista, el acto analítico y también el semblante.
Este último es el que me interesó en particular para pensar este más allá de la neutralidad.
El concepto de semblante aparece en un punto bastante distante de la noción de neutralidad. Es por eso que me parece válida la pregunta sobre la supuesta neutralidad del analista lacaniano trabajando con el semblante.
El analista como semblante del objeto a es una propuesta de la enseñanza de Lacan, siendo que el objeto a también es semblante.
Pero no es sólo como semblante de objeto que el analista es convocado en el análisis. También como semblante del Otro, semblante de saber, el SsS es ya un semblante de saber.
Una paciente adulta, Virginia, llora por su padre muerto hace tres años diciendo que lo extraña mucho y que necesitaría verlo para decirle lo mucho que lo quiere, pero que seguramente él inmediatamente la maltrataría y la echaría a los golpes como siempre lo había hecho cuando ella no hacía exactamente lo que él quería. “Entonces no sé por qué lo extraño si nunca pudimos hablar tranquilamente, siempre fue una pelea, a él nunca le importó lo que yo quería. Todos mis recuerdos son así, aún desde muy chiquita. Nunca se pudo hablar con él. Y tengo miedo de que las cosas sean como él me decía. Que todos los hombres eran infieles y siempre te terminan cagando. Mirá si él tenía razón”.
Le digo que un padre es un mito que uno se inventa cuando es niño, pero cuando uno crece…
“Vos me queres decir que yo me peleo con Ezequiel (su ex) porque no me puedo pelear con mi viejo, porque la verdad es que son idénticos”.
Este pequeño recorte de sesión me permite plantear algunas cosas en relación al tema del semblante y la neutralidad.
Hay en mi respuesta un semblante de saber, opero desde la suposición de saber que la paciente me otorga. Esto implica una maniobra, en cierta medida, diferente de la supuesta neutralidad. Es también una respuesta diferente a lo que sería ser semblante de objeto.
Un análisis implica siempre un recorrido y es necesario primero hacer semblante de Otro para poder llegar a ser semblante de a.
La paciente puede entonces, a pesar de que le otorga enseguida un sentido a los puntos suspensivos, abrir una línea asociativa que le va a permitir salir de ese lamento en el que se ubica como víctima inerme ante el supuesto desamor del padre y plantearse sus preguntas en relación al amor de un hombre o de la posibilidad de gozar desde una posición de mujer y tal vez armar una pareja, construyendo su versión del padre (père-version).
Entonces, esto que considero una vacilación calculada de la neutralidad (digo calculada porque varias veces antes ella ya había llorado por la muerte de su padre) le permitió una apertura diferente.
La posición de semblante de saber, con una afirmación oracular (“un padre es un mito”) también ayudó a que ella pudiera hacer su interpretación, o sea hacer surgir una nueva línea significante que le permitirá acercarse al camino por el que circula su goce con relación a los hombres. Las permanentes peleas con su ex (a veces ex y a veces novio) tienen el mismo matiz que las que tenía con su papá, él le exige una dedicación absoluta a sus demandas sin dejarle espacio para considerar las propias.
Este camino es todavía bastante desconocido, pero está iniciado y por primera vez vinculado con el tema del padre.
El concepto de semblante que Lacan introduce después del Seminario El reverso del psicoanálisis lo pone en serie con los registros Imaginario, Simbólico y Real.
Es por eso que el semblante se constituye en una categoría psicoanalítica vinculada estrechamente a la contingencia y apropiada para dirigirse a lo real propio del inconsciente.
Lo real propio del inconsciente es la imposibilidad de la escritura de la relación entre los sexos que se prueba en la absoluta contingencia de los encuentros. Es por eso que el discurso analítico tiene como agente al semblante.
En la clase del 20 de marzo de 1973, del seminario Aún, Lacan dibuja un triángulo cuyos vértices llevan los nombres de Imaginario, Simbólico y Real y que constituye la entrada a la última etapa de su enseñanza que lo orientó hacia los nudos, ese triángulo ya prefigura el nudo y la diferencia fundamental que implica es que esas dimensiones se consideren equivalentes. En la flecha que va de lo Simbólico a lo Real es donde ubica el semblante (a). Allí plantea que el semblante resulta del esfuerzo que hace lo simbólico por aprehender lo real. O sea que particulariza el semblante para todo lo que se inscribe entre lo simbólico y lo real.
El término semblante se opone al de identificación. El recorrido mismo de un tratamiento analítico podríamos plantearlo como el de un sujeto que entra en análisis con sus identificaciones y al final puede hacer de semblante.
Una definición de semblante de objeto a podría ser: ser cualquier cosa para cualquier sujeto. Y hacer semblante está estrechamente relacionado con el acto analítico, que es opuesto a la acción, está más bien del lado del sabio chino, como proponía Lacan en Televisión, basada más bien en un no actuar fundamental. Por eso hacer semblante de objeto a también es permanecer inmóvil, en su lugar, mientras el significante se desplaza.
Haciendo un pequeño paréntesis, en una conferencia titulada: “Psicoanálisis puro, psicoanálisis aplicado y psicoterapia” (publicada en Freudiana Nº 32) Jacques-Alain Miller nos habla de un “semblante del psicoanálisis” diciendo que el psicoanálisis ha producido su propio semblante, que se ha desarrollado y finalmente lo ha vampirizado. Lo que se necesita para trazar el camino es una orientación de estructura.
Una cuestión en que esto se juega es el fuera de sentido, el psicoanálisis se diferenciará de la psicoterapia, en tanto que fuera de sentido. Y es en esto que Miller señala que Lacan pasó de la semantofilia a la semantofobia, a un psicoanálisis sin punto de capitón (fenómeno de sentido). El análisis fuera de sentido profundiza su diferencia con la psicoterapia.
Luego de esta pequeña disgresión, que me pareció importante comentar, volviendo al tema que nos convoca, diría que más allá de la neutralidad lacaniana hay varias cosas, entre ellas ubico el semblante como categoría borromea, resultado de una construcción, más del lado del ser que de lo real.
Por eso me parece interesante ubicar el semblante como más allá de la neutralidad del analista y así es que podemos decir (vampíricamente) que el semblante es el “retorno del más allá”.



Bibliografía

Freud, S. Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico (1912)
Laca, J. Seminario 20 Aún
Miller, J A. De la naturaleza de los semblantes
Miller, J A. Lo real y el sentido
Miller, J A. Psicoanálisis puro, psicoanálisis aplicado y psicoterapia
Miller, J A. Conferencia publicada en Freudiana Nº 32
Laurent, E. Su control y el nuestro
Laurent, E Conferencia publicada en Freudiana Nº 30


























 


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