» Introducción al Psicoanálisis

Neurosis obsesiva

20/12/2010- Por Gretel Esandi - Realizar Consulta

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Impersonal, aburrido, solitario, no cesa de pensar, dubitativo, postergación del acto, metonimia: son algunas características que determinan al obsesivo en su más amplio espectro. Allí donde se lo llama habla sin sujeto, su yo aparece ausente en su relato. Busca certezas constantemente intentando saber sobre su ser y en el afán de encontrar garantías incansablemente cae preso de la angustia, ¿Pero en donde busca? Explora en el Otro la respuesta. Máquina colosal del control el obsesivo se empeña en calcular el goce del Otro. Historias fantásticas de rituales interminables que entorpecen su vida dedicada a la incógnita ¿Estoy vivo o muerto? Desde el paradigma de Hamlet ¿Ser o no ser? Superyó cruel, sádico y feroz que le exige gozar y a su vez lo culpa, siempre lo invita a saldar las deudas que el Nombre del Padre no “pagó”. ¿Che vuoi? ¿Hay alguien que pueda definir al ser del obsesivo? Aunque nadie lo defina solo se lo puede encontrar identificado con las heces, con la basura, con el resto, objeto degradado dónde la pulsión ha hecho de las suyas.

Impersonal, aburrido, solitario, no cesa de pensar, dubitativo, postergación del acto, metonimia: son algunas características que determinan al obsesivo en su más amplio espectro. Allí donde se lo llama habla sin sujeto, su yo aparece ausente en su relato. Busca certezas constantemente intentando saber sobre su ser y en el afán de encontrar garantías incansablemente cae preso de la angustia, ¿Pero en donde busca? Explora en el Otro la respuesta. Máquina colosal del control el obsesivo se empeña en calcular el goce del Otro. Historias fantásticas de rituales interminables que entorpecen su vida dedicada a la incógnita ¿Estoy vivo o muerto? Desde el paradigma de Hamlet ¿Ser o no ser? Superyó cruel, sádico y feroz que le exige gozar y a su vez lo culpa, siempre lo invita a saldar las deudas que el Nombre del Padre no “pagó”. ¿Che vuoi? ¿Hay alguien que pueda definir al ser del obsesivo? Aunque nadie lo defina solo se lo puede encontrar identificado con las heces, con la basura, con el resto, objeto degradado dónde la pulsión ha hecho de las suyas.

         Supergenios que han investigado las dolencias del obsesivo nos han dejado enseñanzas eruditas sobre su padecer. Sus interminables nimias y absurdas fantasías fueron analizadas por grandes próceres del psicoanálisis. Nos dice Freud “Es una cuestión con el padre”: Parafraseando: ¿Padre del psicoanálisis? Lacan: “Es una cuestión con la demanda”. Pasemos a estos grandes ídolos para entender un poco más al obsesivo y sus tormentos.

 

         Nos dice Lacan: “El inconsciente está estructurado como un lenguaje”: Remite a lo que él llama el “desarraigo instintivo” inconsciente como organización simbólica de la subjetividad humana. Todo ser humano nace en un espacio predeterminado, inmerso en una cultura con simbolismos propios, reglas, leyes, funciones, etc, no obstante, se encuentra inmerso en las estructuras que conllevan a rotular su subjetividad. Es aquella parte biológica del humano que se pierde al momento de ser parido por el Otro, por caer del Otro. El instinto perdido por pertenecer al mundo del lenguaje dará permisión a la subjetivización del ser humano y al deseo como característico de éste. Es el Otro quien dará significación e interpretación a sus demandas saciando las necesidades en su período de indefensión. Es el Otro, portador de la falta, quien queda imposibilitado en interpretar en su totalidad por medio del significante. Siempre quedará un resto no interpretado, un resto que escapará a la simbolización instaurando la hiancia existente entre demanda y necesidad, hiancia a la cual se le dará estatuto de deseo revelado en el niño cuando aún demanda, ¿Qué demanda? Amor, toda demanda es de amor. El “inconsciente está estructurado como un lenguaje”, como lenguaje del Otro, lenguaje de la batería significante que pertenece al Otro.

 

         “El deseo es el deseo del Otro”: Es necesario y determinante que el niño sea tomado y rescatado por el Otro en el momento de nacer para la constitución de su subjetividad, rescatado como falo. ¿Pero qué es el falo? El falo no es un concepto creado por el psicoanálisis, sino un concepto que tiene sus raíces en la antigüedad, como un objeto de gran valor, objeto de poder. Para que el niño sea rescatado por el Otro materno, es fundante que el Otro tenga una falta, que al Otro de la batería significante le falte un significante que de cuenta de su incompletud. Ese significante faltante en el Otro es el falo, es por la falta del significante falo que el Otro desea, falta por estructura que nunca será satisfecha. El deseo en su definición es insatisfecho por estructura, es porque hay falta que se promueve el circuito desiderativo. Es a la falta del Otro materno que el niño será rescatado como falo imaginario, como aquello que vendrá a obturar la falta en el Otro. Se puede visualizar desde este vínculo con la madre, que no se trata de una relación dual, sino que el falo vendrá a ocupar como pieza imprescindible la tríada madre-hijo-falo. Es de suma importancia que el falo sea constitutivo de la relación vincular, ya que a partir de su existencia es que el niño podrá constituirse como sujeto. Para clarificar la idea, no debe perderse de vista que el falo es un “objeto” y si el niño es tomado como falo es porque es tomado como un objeto de gran valor para el Otro, es decir, es al deseo del Otro que el niño se identificará con el falo imaginario de la madre, como obturador del deseo de ella. Es la madre, quien le otorgará aquel lugar de objeto y lo ubicará en relación a su deseo como falo de su falta. Desde este lazo triádico es que J.Lacan podrá comenzar a conceptualizar el objeto “a”, como aquello que cae, como plus de goce, configurándolo como objeto causa del deseo, ubicando al deseo en el rango de algo causado. Ergo, es al deseo del Otro, a la impotencia simbólica para dar cuenta del significante, a aquello perdido por caer del Otro del lenguaje, que el niño hace de las veces de falo de la madre como objeto de su completud, instaurando por la vía del significante la falta establecida por estructura. El objeto causa de deseo se configura como los objetos parciales de la pulsión oral, anal, escópica e invocante, que representan parcialmente al objeto y se desprenden del cuerpo a partir de orificios naturales: boca, ano, ojos y oídos  que operan como borde para dar paso a esos restos, orificios a los cuales el Otro nombró.

En las primeras etapas de la vida, se constituye el narcisismo, el sentimiento de sí. Para que esta constitución se lleve a cabo, Freud nos habla que debe producirse un nuevo acto psíquico que corresponde a que el yo del niño sea tomado por la libido pulsional. Desde este nuevo concepto del narcisismo es que Freud puede diferenciar libido yoica y libido objetal, pero como todo acto éste puede producirse como no. Para que el yo sea tomado como objeto, es imprescindible la presencia del Otro. J.Lacan lo expresa en el ”Estadío del espejo” al marcar la necesidad de un Otro que sostenga la imagen del niño frente al espejo.  El yo hace su aparición en un momento determinado, en el que se precipita como imagen del cuerpo, imagen en la que el sujeto se reconoce y que lo cautiva. Freud nos da la siguiente fórmula de constitución del narcisismo: identificación primaria (sostenida por el Otro) + Autoerotismo (producto de la libido pulsional tomando al yo como objeto) = Narcisismo, lo que da cuenta de la manifestación más temprana de un enlace afectivo. Desde ésta introducción es que podemos pensar como ejemplo al objeto “a” como aquello que cae como resto de los orificios naturales, donde en el estadio del espejo el niño es objeto de la mirada y la vos del Otro que le otorga valor fálico. 

En el recorrido del deseo es el sujeto ya constituido que se lanza a la pregunta: ¿Che vuoi? ¿Qué soy yo en el campo del deseo del Otro?. Lo que se destaca en esta pregunta desiderativa es la identificación del sujeto con un objeto a la hora de preguntar “Qué” y no “Quién” como identificado en el campo del deseo del Otro con un objeto, objeto causa del deseo. Sería lo mismo preguntar: ¿Qué objeto soy para el Otro? ¿Con que objeto me identifico para causar deseo en el Otro y a su vez ser causado por éste?. La respuesta está en el fantasma que es la relación del sujeto escindido, sujeto del deseo en relación con el objeto causa del deseo que hace de las veces de lo que fue para el Otro, desde el lugar que causó deseo y a su vez fue causado por éste. ¿Cómo un niño identificado como falo imaginario para la madre pasa a constituirse como sujeto del deseo?. Para ello, es absolutamente necesario que el niño sea atravesado por la función paterna.

 

                   “Función Paterna”: La relación vincular de la madre con el niño es el producto de relacionarse con un tercer elemento que es el falo, configurando una tríada. El niño hace las veces de objeto fálico, obturando el deseo de la madre completando su falta. En el seminario cuatro de J.Lacan, el autor puntualiza las tres faltas de objeto para luego dar cuenta de los tiempos del Edipo. A diferencia de Freud que explica que el mito del Edipo no es sin falo y castración, J.Lacan agrega que para que el Edipo acontezca, debe sumarse otro elemento que es la metáfora paterna. En el vínculo madre-hijo-falo, donde el niño aún está ubicado como el falo de la madre, es explícito que la relación es incestuosa. El niño por medio del autoerotismo goza de su cuerpo, cuerpo que goza por ser objeto del deseo de la madre, quien con sus caricias y cuidados ha despertado en el niño su libido pulsional. El cuerpo del niño goza, la madre goza del niño y el falo como tercer elemento ordena el goce del vínculo. Freud establece el recorrido libidinal en sus fases oral, anal y fálica donde el niño queda identificado con el objeto de la pulsión ¿De quién? Del Otro materno. El autor, nos enseña que tanto el niño como la niña son desde un inicio varoncitos, siendo para los dos la madre el primer objeto de amor. Se constituye así el Edipo negativo que da cuenta de los primeros lazos de amor hacia la madre. Es recién cuando la libido se encuentra reorganizada en la fase fálica y cuando se comienza a diferenciar la anatomía de los sexos, que el recorrido en el Edipo del niño y la niña establecen sus desigualdades. El niño, a diferencia de la niña, posee el pene, objeto que aún no posee su función orgánica pero si posee el valor de falo como objeto de poder. En el niño se pesquisa que primeramente entra en el Edipo y por medio del complejo de castración sale de éste. Es por la angustia de perder el falo que el niño comienza su período de latencia. Sin embargo, la niña, atraviesa primero el complejo de castración, ya que notada la diferencia anatómica, la niña siente la castración como consumada. El clítoris en la niña, es el objeto de satisfacción como el pene para el niño, pero es desde su lugar despojado de poder que la niña entraña lazos de hostilidad hacia su madre por haberla hecho fallada. De aquí que la niña cambia su objeto de amor y su zona erógena e intenta saldar su falla entregándole un hijo al padre. Configurado brevemente lo antedicho, es que la niña luego de la castración consumada, entra en el Edipo y, a diferencia del niño, ella pretende recibir el falo mientras que el niño teme perderlo. Pero para que todo ello suceda, para que el complejo de castración se produzca, es que J.Lacan va a agregar como elemento sustancial la función paterna. Retomando las tres faltas de objeto antes citadas, es que el autor va a explicar los tres tiempos de la falta. Ellos son la frustración, privación y castración. Explicando sintéticamente de que se trata cada una, decimos que a la frustración la asemejamos con lo que Freud nos enseña sobre el Fort-Da. Es el intento de simbolización en el psiquismo de la ausencia de la madre. Con éste ejemplo clínico, es que Freud sitúa en el juego del carretel, el intento de ligar el trauma, de simbolizarlo. Es a la ausencia de la madre que el niño juega como intento de transcripción del trauma provocado por su partida. Es el falo nuevamente quien hará de ordenador de éste nuevo tiempo. Se podría decir que el niño comienza a simbolizar a la madre, lo que indica, que el deseo de la madre va más allá del niño, que el niño no es el falo de la madre, sino que su deseo va más allá de él, lo que confirma el concepto del deseo como insatisfecho por estructura. Pero ¿Qué sucede en el niño? El niño se frustra, sin embargo, este tiempo será de suma importancia ya que demuestra que el niño comenzará una búsqueda en el intento de encontrar en otro lado lo que la madre ya no le da, de lo que la madre lo frustra. En el tiempo de la privación, a diferencia de la frustración donde el niño es frustrado de la ausencia de su madre, es la madre la que queda privada del niño, del niño como falo. Es el padre quien privará a la madre del niño, quien hará de corte en el lazo incestuoso. ¿Por qué metáfora? La metáfora no deja de ser una palabra inmersa en el campo del lenguaje. Como dijimos en un principio, el niño se encuentra inmerso en un mundo simbólico, pero es a la función paterna que el niño pasará a ser sujeto del discurso, sujeto del deseo. Es el padre a través de su función paterna quien portará al niño la ley de prohibición del incesto y la ley del asesinato, lo que indica que no se está hablando más que de aquellas representaciones que en el inconsciente no existen: muerte y sexualidad. Desde la función paterna, es que el niño podrá desalienarse como falo imaginario de la madre, del deseo de la madre. Su función, es el vehículo de las leyes culturales, que por medio de la metáfora le permitirá al niño hacer el duelo de ser (el falo) a no ser (el falo) dándole pasaje a la castración, tiempo de la sustitución del ser al tener “Tener el falo para serlo”. En palabras de Freud, el superyó es el heredero del complejo de Edipo: “Como tu padre debes ser, a su vez, como tu padre no debes ser”. En términos de J.Lacan, el niño sale del Edipo con los títulos en el bolsillo. Es su función la que portará las leyes que habilitarán al niño a la salida exogámica, haciendo las veces de agente de la palabra en el duelo, privando a la madre de todo goce, siendo el padre el sostenedor del deseo de la madre: la madre es causada por el padre y éste es causado por ella, lo cual demuestra que son sujetos del deseo, sujetos en falta, castrados. En este pasaje damos cuenta que para que la madre tome al niño como falo imaginario de su falta, es imprescindible que ella esté atravesada por el significante de la falta en lo simbólico, significante del Nombre del Padre producto de haber sido atravesada por la metáfora paterna en su propio complejo de Edipo, intentando cubrir su falta con un hijo. El niño, a través de la falta, es que se ubica en la salida del Edipo como sujeto, sujeto del deseo porque hay un significante de la falta, para luego quedar habilitado a tomar el falo imaginario como objeto de su completud. En consecuencia, el Edipo tiene dos caras, por un lado prohíbe a la madre, sin embargo habilita ha que sea sustituida.

 

         “El deseo del neurótico obsesivo es deseo de deseo imposible”: No debemos perder de vista que las neurosis en general son el resultado de una función paterna fallida y como todo neurótico intentará la restitución de su función. Si la metáfora paterna es la que vehiculiza el pasaje a la castración es cuando opera fallidamente que nos encontramos frente a las diferentes neurosis. No son más, que aquellas que indican que el sujeto ha quedado alienado en algún punto al deseo del Otro.  Sin embargo, la función paterna siempre es fallida pero no siempre el resultado es un sujeto neurótico. En la clínica se ven muchos casos donde el sujeto en el discurso da cuenta de tal situación. Algunos siguen identificados como falo imaginario, entre ser y no ser, entre objeto del deseo del Otro o sujeto del propio deseo, lo que significa un duelo patológico propio en toda neurosis. Cuando J.Lacan enseña que en la clínica el sujeto viene porque tiene angustia, quiere decir que hay vacilación del fantasma. El fantasma es la relación del sujeto del deseo con el objeto causa del deseo, cuando esta distancia se acorta consecuencia de lo real, el estrechamiento de tal relación genera en el sujeto angustia. Sujeto escindido viene a la consulta porque en realidad su fantasma vacila, fantasma que hace de las veces de lo que fue para el Otro en el deseo, siendo que cuando cae el velo que lo sostiene, el sujeto se acerca al goce incestuoso, goce del que nada quiere saber.

         La neurosis obsesiva no es más que una forma de alienación al deseo del Otro. En esta clasificación, J.Lacan enseña que es deseo de deseo imposible, deseo de no deseo. El sujeto que menciona el autor es impotente para desear sin destruir el deseo del Otro, los signos del deseo del Otro y por ende su deseo mismo en tanto que es deseo del Otro. El padre del obsesivo, como portador de la ley, es un padre que conlleva una deuda simbólica, remite a que el padre del sujeto no solo ha tenido a una mujer sino a todas: en él, la ley ha sido transgredida. Padre omnipotente que no solo privó a la madre del sujeto sino que lo privó del resto de las mujeres. Cuando hablamos de la castración como modo de decir a través de la metáfora “no todo se puede” siendo a su vez portadora de sustituciones, es en la neurosis obsesiva donde se refleja que el sujeto no se encuentra habilitado a dicha sustitución. En el padre hay un exceso de goce incontrolado, por lo tanto, el obsesivo intenta ordenar ese goce, intenta garantizar a través del control la falta del goce en el Otro, siendo que en realidad es el significante de la falta, el significante del Nombre del Padre quien debería ordenar ese goce, lugar del Otro como Otro de la ley. Totem y Tabú: libro que escribe Freud dando cuenta del Padre de la Horda como aquel que posee todas las mujeres, siendo el obsesivo quien deba pagar la deuda impaga del padre intentando limitar el descontrolado goce. Es el superyó quien intenta poner un límite, siendo que en el padre la ley edípica no ha funcionado, a su vez el superyó se vuelve sádico y cruel exigiendo gozar al sujeto. Ahora ¿De que deuda se hace cargo el obsesivo? El padre, como portador de la ley del incesto, debe renunciar a un goce. De aquí la ley de intercambio: toma a la madre como su mujer, en consecuencia, debe renunciar al resto de las mujeres, debe renunciar un goce, habilitando el resto de las mujeres al sujeto en el pasaje a la castración. Transgresor de esta ley de intercambio, es el sujeto quien debe saldar esa deuda, controlando el doble goce excesivo y horroroso. Ilustra claramente como es que el obsesivo queda obturado en su deseo por la demanda del Otro, su deseo no es reconocido, la demanda del Otro lo aplasta. Expusimos lo que Freud enseña sobre las fases libidinales: en el obsesivo, se puede visualizar una clara regresión de los significantes anales. Freud nos da la ecuación heces=regalo=dinero. Dicha regresión, se ha generado seguramente por una satisfacción de retención de las heces por la demanda del Otro, donde el deseo de expulsar ha quedado obturado. Por ende, esta retención nos indica que algo del goce incestuoso se impone. Otro de los puntos importantes en el obsesivo es la producción de la defensa yoica referente a la anulación. El yo del sujeto se defiende frente al goce de aquella deuda impaga, y es la culpa la que de forma constante lo invita al recordatorio de aquella deuda. En consecuencia, la anulación sirve como defensa para que el goce no advenga. Cuando hablamos que el deseo del obsesivo es deseo de deseo imposible, nos lleva a pensar que el obsesivo carga con una demanda excesiva por el goce no legislado del padre, consecuentemente como deseo inconsciente debe asesinar al padre para quedar habilitado. Si el padre goza de todas las mujeres, como ser omnipotente no puede regularse en el deseo, deseo que indicaría una falta por el significante, al no regularse esa falta se muestra como puro goce, goce que el obsesivo intentará controlar.

Como todo neurótico, mientras se posicione como falo imaginario para ser lo que al Otro le falta, es decir, deseable para el Otro, es que no podrá ubicarse como deseante en lo que a él como sujeto le falta, tener el falo para serlo. Ironizando: el padre del obsesivo como Otro omnipotente, en vez de llevarse los títulos en el bolsillo lleva a cuestas a todas las mujeres privando al sujeto de futuras sustituciones.

 

 

 

GRETEL ESANDI

MN: 47.016


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