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¿Por qué retorna la compulsión a repetir?

15/10/2004- Por Marta Kreiselman de Mosner - Realizar Consulta

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Nuevas investigaciones sobre el trauma:                                                  

INTRODUCCIÓN:

Este trabajo fue escrito antes de los sucesos de las Torres Gemelas. Sin embargo, yo ya tenía un antes personal y propio, ser hija siendo primera generación después del holocausto. Considero importante que los analistas nos ocupemos del tema del dolor. Esta es mi contribución a ello.

A menudo escuchamos en el consultorio relatos de historias tristes y desgarradoras. Algunas sucedieron en el transcurso de la vida del paciente, es decir, es la historia de vida del sujeto. Las otras historias son lo vivido por nuestros antepasados cuyo retorno en la memoria individual constituye la tradición oral o escrita. Pero sucede a menudo, que los sucesos traumáticos no logran inscribirse como representación palabra, por vergüenza o pudor, desesperación o terror, la parálisis en que el trauma deja al individuo impide su comunicación. Estos individuos no están alcanzados por el beneficio del consuelo que produce poder comunicar lo sufrido a otros. La ausencia de palabras dificulta la transmisión del dolor traumático padecido, no hay un relato, por lo tanto, quedarán pendientes estas escenas dolorosas en la mente de las personas hipotecando el futuro, no sólo de las víctimas mismas sino de sus otros significativos, es decir, hijos y nietos.

Es una historia que insiste de modo vivencial, por tanto, dramática. Esta historia debería pertenecer al pasado, el de nuestros ancestros, pero es actual. Debería ser un recuerdo, sin embargo, permanece encarnado en nosotros. Aquello que debió ser recuerdo perdura mudo, como un pedido de justicia, a veces un sentimiento de que lo que pasó fue terriblemente injusto y devastador. ¿Por qué tanto dolor?.

Mientras escribo sobre este tema, no puedo dejar de asombrarme por los hechos tan terribles que suceden en el mundo, me refiero al retorno de las manifestaciones de sadismo, violencia desmesurada y agresión. Creo que como psicoanalistas debemos pensar ¿por qué retorna la violencia?, ¿por qué es necesario el sufrimiento de nuevas víctimas ?, ¿por qué se convoca nuevamente al dolor como  protagonista?, ¿por qué las palabras no alcanzaron ?.

Considero importante la dilucidación de este obstáculo, dado que nuestra herramienta principal en el trabajo de escucha analítica son las palabras. En nuestra práctica, solemos escuchar relatos de recuerdos dolorosos, restos de sucesos de las generaciones anteriores no duelados ni morigerados. ¿Podrán las palabras en un análisis dar cuenta de tanto dolor?. ¿Alcanzarán?...

 Me parece útil impulsar el estudio de los recorridos psíquicos del afecto doloroso, sus vías de descarga y el grado de representación  psíquica conseguido  por el sujeto que ha padecido un vivenciar doloroso. Pensar los temas del sufrimiento, nos permitirá tener herramientas psicoanalíticas para posibilitar la prevención. Tal vez de este modo podremos evitar la reiteración de situaciones  de dolor por el retorno de la compulsión a repetir.

Trataré de dilucidar estas incógnitas a través de tres casos clínicos que permiten ver el interjuego del concepto de dolor en relación al principio de placer y displacer, la compulsión a repetir, el trauma, el cuidado de la figurabilidad y  la escisión del  yo. 

 

 

1.   Los modos de retorno del dolor

La escisión , defensa para evitar sensaciones de sufrimiento.

 

El motivo de esta comunicación  es interrogar a la teoría psicoanalítica sobre los modos en que retornan y se manifiestan los sucesos dolorosos. Cuando las personas son sometidas a vivencias traumáticas, no siempre pueden realizar una elaboración adecuada del suceso. En algunas ocasiones, cuando no se habla del suceso traumático, hay imposibilidad de hacer un duelo, pues se apela a renegar y desmentir el hecho como medida de defensa. Sabemos que el dolor traumático tiende a provocar escisiones en el yo. Cuando el yo se escinde logra un objetivo: evita el sentimiento de dolor, no hay sensación de desvalimiento ante el impacto, pues, la escisión evita confrontar las sensaciones de derrumbe yoico. El aspecto escindido del yo conserva las huellas mnémicas de las impresiones que provocaron mortificación narcisista (dolor traumático) y por ser un aspecto escindido del yo se independiza del miramiento por la realidad, se produce un particular desgarro en el yo. La consecuencia inmediata que provoca la instalación dentro del yo de esta defensa en base a disociación,  es un retorno del suceso traumático, pero no como recuerdo ni como síntoma, sino a través de estallidos contra el mundo exterior. Es decir, se vuelven a  restablecer las condiciones del trauma inicial.

Habitualmente consideramos que la compulsión a repetir retorna para descargar situaciones penosas. Propongo hacer una inversión dialéctica del concepto, pues, considero que no se puede descargar aquello que no se posee. Me refiero al sentimiento de dolor. El mismo se descargó en el momento del trauma.

 La Física enseña que un cuerpo no puede conservar una carga de energía colisionante, cuando sufre el impacto tiende a su distribución y posterior descarga. Algo similar es lo que intento expresar respecto de quienes padecieron vivencias dolorosas intolerables para el aparato psíquico:  la imposibilidad de recordar un trauma no estaría dado por una carencia de representación sino porque desapareció la carga afectiva de dolor. Desde mi punto de vista, es el afecto doloroso el que no tiene forma de reproducirse ni gestarse dentro de la mente de un sujeto. Digo con esto, que la compulsión a repetir le prepara al sujeto las condiciones peligrosas para que un nuevo trauma acontezca. De este modo, logra llenar al aparato psíquico de una cantidad de excitación dolorosa similar a la situación traumática original. A través de chocar y embestir al mundo exterior se llena de un vivenciar doloroso en lugar de recordar.

 

2.   La figurabilidad

 

Intentaré demostrar que la figurabilidad al trauma está conservada. Son huellas mnémicas de impresiones visuales,  olfativas, auditivas y táctiles fragmentadas por el trauma. Aquello que la repetición intentará volver actual es “vivenciar el dolor”.  El desgarro psíquico consigue  sentimiento de dolor como intento de unir los fragmentos de representación traumática. La compulsión repetitiva que conduce al sujeto a vivencias de nuevos sufrimientos también le da posibilidad de ligadura. Hay una demanda de un otro, que a modo del testigo, de cuenta de su reclamo de justicia.

Quiero agregar una fundamentación adicional a mis hipótesis. Me refiero al hecho de diferenciar el concepto de dolor traumático del concepto de principio de placer-displacer. El dolor es siempre displacer. El displacer que se origina por la urgencia de la pulsión hace un recorrido, este displacer empuja desde la fuente pulsional e impone un trabajo cuya meta es su descarga en el objeto de la pulsión. Logrado esto, se restablece el principio de placer. El principio de placer- displacer depende de una fuente libidinal en el cuerpo erógeno. El dolor no tiene otra fuente, según Freud, que el cuerpo propio… destinado a la ruina y a la disolución.

 Otra fuente de dolor es el mundo exterior que puede abatirse con fuerza hiperpotente sobre los seres humanos.

Las dos fuentes de sensaciones de dolor, colisión con el mundo exterior y daño del organismo, imponen al aparato psíquico un trabajo de ligadura distinto a las excitaciones provenientes de la fuente pulsional, erótica, endógena. Es decir, sólo el dolor provoca la presencia de nuestro cuerpo real. Al no existir pulsión de dolor producida por carga endógena, no hay modo de conservar y almacenar la carga del afecto doloroso necesario para construir recuerdos. ¿Cómo hacer consciente un acontecimiento penoso, devastador para el yo, si se carece de  carga? En estas circunstancias ¿cómo es posible una movilidad psíquica? ¿Cómo se hace recuerdo del dolor?.

                  

Se comprenderá mejor en los ejemplos.

 

3.   El dolor necesario para el crecimiento

 

Una paciente acude al consultorio con su hijo de apenas un año de edad, mientras conversamos le doy al niño una caja con distintos animales, la madre estaba preocupada pues el niño se hallaba fastidioso y no dormía bien. El pequeño se quedó muy interesado jugando y le trae a su mamá uno a uno los chiches, una víbora con la boca abierta, un hipopótamo con la boca abierta, un sapo grande y un cocodrilo. La caja de juegos contenía además dinosaurios de distintos tamaños, arañas y algunos muñecos. Sin embargo, lo único que le interesó es revisar la boca de los animales con dientes. Muy atento señalaba con el dedo los dientes de los animales. Este niño estaba muy preocupado por la estimulación dolorosa  que sentía en las encías por el crecimiento de sus dientes. Semanas después la madre confirmó aquello que su hijo anticipó en el juego, varios dientes le crecieron a la vez.

Cuando somos pequeños construimos el mundo externo a partir de la proyección de sensaciones internas que se vuelven difíciles de metabolizar. Durante el primer año de vida las sensaciones que son sentidas por el niño como disrruptivas son proyectadas sobre la madre. Ella constituye todo el mundo exterior de su hijo y por lo tanto, también es dueña de los nombres que se pondrán a las sensaciones internas del bebe (hambre, sed, frío, mimos, upa, sueño, dolor de panza, de dientes, etc.). Cuando este camino de proyección e introyección está realizado en un vínculo empático madre-hijo, el niño, aunque tenga un año, estará en condiciones de interrogar a los objetos del mundo para capturar a través de ellos los motivos de su displacer. El placer y el dolor oral fuerzan, compulsan al conocimiento del mundo y así sabe que en una boca hay dientes, ahora contesta un cocodrilo, mas tarde será un libro.

 Encontrar una representación adecuada que sature y de pregnancia a las sensaciones internas displacenteras calma tanto, como la función de objeto asistente que realiza una mamá cuando calma a su bebé en estado de desvalimiento. Podríamos metaforizar que, la entrada del niño al  lenguaje es el nacimiento de su soporte simbólico. El dolor de dientes en este niño provoca sensaciones de displacer pero no es disrruptivo, es dolor de cantidades tolerables para el aparato psíquico, es el displacer necesario  para la vida y el crecimiento. El sujeto debe soportar este displacer que puesto de la mano de la pulsión de dominio o aprehensión se unirá posteriormente a la pulsión de ver en el armado de la pulsión epistemofílica. La pulsión de dominio se basa en el dominio de la musculatura, necesita de las pequeñas sensaciones de dolor (de panza, de dientes, de cabeza etc.) para la protección del organismo. Es decir, necesita reconocer los umbrales de dolor tolerables para el cuerpo. Esto significa establecer un gradiente, las diferentes intensidades de dolor.

El dolor traumático jamás permitiría este armado, pues, el yo queda hecho retazos, fragmentado. En ese caso sólo un analista podrá dar sentido a esos pedazos y si logra darle una forma podrá instalar luego una fantasía.

 

4.   El dolor como colisión contra el mundo exterior

 

El segundo ejemplo pertenece a una pequeña de dos años y tres meses, tuvo un accidente que le provocó dolor. Veamos en este caso, si el motivo de repetir estallidos sobre el mundo exterior es incorporar sensación de dolor y  dar figurabilidad al trauma.

Beba es la madre de Dany, una niña  adoptada. Tiene trastornos  del sueño  y no tiene límites.  Se hace entender con gestos y media lengua, tiene poco desarrollo del  lenguaje verbal. Al año y ocho meses Dany sufre un accidente, Beba dice “me iba una semana sola con Dany y no me pude ir. Fue una quemadura de segundo grado con té, estuvo veinte días en cama, en un ambiente aséptico, veinte días tirada en un colchón. La visitaron distintos médicos de piel, fue en el pecho y en el cachete. Después tomaba sol en remera”.

 Transcribiré a continuación parte del juego de la niña en la segunda hora de juego diagnóstica. Hay un elemento del consultorio que atrae su interés y es la cinta scotch (cinta adhesiva). Ya la había utilizado en un gráfico donde había pegado recortes de papel sobre una hoja, dando la sensación de que los papelitos quedaban colgando sobre el espacio de la hoja. En la hora diagnóstica insiste con  la cinta:

La madre se angustia  con el desparramo y la suciedad. Saca encajes. La madre coloca uno que es muy exigente para la edad de Dany…. Empieza a tirar de la cinta scotch (hace desparramo) y la  madre le enseña a cortar la cinta scotch, después de varias veces dice: “decile chau” y la nena insiste y la busca en dos oportunidades. La madre dice: “nunca me hace caso y el padre se borra”. “Ahora no tiene colita (la cinta scotch)  y no vas a  poder” , dice la madre. Dany me trae la cinta scotch para que yo la ayude a buscar la colita. Tira mucho de la cinta y la madre le dice: “¡ ya  te había dicho que no!”, y ahí relata que ayer pasó un día muy malo con Dany, trece horas imposibles, y que el padre se borraba. Después usa la cinta de auto. “¡Ah!” dice la mamá “¡ahora me tomas el  tiempo!”. Le presta poca atención a la madre. Corta la cinta con la tijera y después arranca pedacitos. La madre esconde la cinta. Encuentra la cinta debajo de mi cuaderno, tira mi cuaderno al piso y dice: “ ¡Oh!”.   

De todos los elementos figurativos o no del consultorio, insiste en quedarse solo con ese único: la cinta scotch. La cinta representa para Dany una  piel, piel del mismo color que la cinta scotch. Confirmamos una de las hipótesis, vemos que aún en un suceso traumático hay figurabilidad suficiente. Elige un  juego que en lo manifiesto parece molesto, agresivo y fuera de lugar.

Al haber padecido sensaciones de dolor muy intensas por las quemaduras de segundo grado al volcarse el té hirviendo sobre su pecho, una y otra vez señala qué ocurrió con su piel. Se despellejó. Una y mil veces insistirá en sacar, tirar del rollo de cinta scotch. Tal cual ocurrió con su piel quemada y escamada. Hasta que una piel suave del mismo color que la otra piel, pegajosa y pegada una arriba de la otra permita investigar qué ocurrió con su piel.

Cuando el dolor supera las medidas de lo tolerable, el cuerpo queda expulsado de su libidinización. En estas oportunidades, el aparato psíquico recurre a tratar de volver activo lo sufrido pasivamente, de la mano de la pulsión de dominio tratará de reconstruir el suceso para explicar por qué ocurrió tal injuria. Es decir, que en la entrevista diagnóstica es la nena en forma activa quien va a contar el padecimiento que tuvo por el accidente sufrido, y aunque el dolor fue mucho la niña pudo recuperar los fragmentos de sus impresiones visuales del trauma, restos de representación cosa y transformarlo en una figurabilidad necesaria.

 Si esta demanda pasa a ser escuchada por el terapeuta se abrirá la posibilidad de ligar el trauma, poner vida donde antes hubo dolor, mas si esto no ocurre, insistirá el trauma en un sin tiempo anegando toda la vida del sujeto.  

 

5.   El dolor que se transmite de una generación a otra

 

El tercer ejemplo nos muestra qué ocurre si la vivencia traumática persiste a lo largo de la vida de un sujeto y no buscó su sentido en un psicoanálisis. Impresiona lo inevitable.

Una señora muy bonita consulta porque dice no ser feliz. Al terminar el relato de sus pesares le pregunto si alguna vez había tenido una operación o un accidente en el rostro, o en la boca. (Evidentemente percibía algo perturbador en el modo de hablar y articular su voz). Se extraña por mi interés y me contesta que ella no, pero su mamá si, a los diez años tuvo un accidente, estaba jugando en la puerta de su casa y un auto se subió a la vereda fuera de control, la atropelló y le produjo rotura de maxilar con pérdida de hueso; necesitó cirugía reparatoria para  reconstruir labios y  nariz.

Lo inevitable, en este tratamiento fue la imposibilidad de evitar el encuentro en la propia vida de la paciente con el siniestro trágico del trauma materno. Aquí instalo nuevamente la pregunta ¿cuál es el recorrido psíquico que un trauma debe hacer para su descarga?, ¿cómo se debe provocar en un análisis el trabajo de desgaste del afecto doloroso para evitar la repetición?.

El modo en que se produjo el retorno de lo reprimido, podríamos decir, del masoquismo familiar, fue en el momento de la separación de su marido, vivido con gran dolor. A ello se agregó una situación de imprevistos económicos que terminaron de provocar un momento de angustia intolerable. En el transcurso de ese año, su salud bucal se resintió en modo alarmante. Y luego, se le produce una gingivitis necrozante, llamada también, gingivitis de trinchera pues se la encuentra en los soldados en la guerra, es una reacción a situaciones de trauma. ¿Podríamos pensar que esta joven utiliza las huellas de dolor de las generaciones anteriores para dar forma a su dolor actual?. ¿O lo inevitable del tratamiento fue que el destino de la paciente era encontrarse con esta gran cantidad de dolor, para poder desgastar aquello que fue trauma pero no tiene poder de descarga pues, no hay cuantum de energía conservada para su recuerdo y elaboración?.

Los tres ejemplos nos permiten entender las vías de recorrido del dolor.

En el pequeño que le crecen los dientes, vemos al dolor como una manifestación afectiva necesaria para la vida, el dolor permite interrogar al mundo en busca de una explicación. Este dolor arma la aprehensión y dominio de la musculatura, es imago corporal. Es apropiación del cuerpo y es yo.

  La pequeña que se quema la piel, pide una interpretación para su afecto doloroso, es dolor provocado por la colisión con el mundo exterior, dolor que rompe las barreras de protección antiestímulo, es trauma. A pesar de  mostrarnos insistentemente la cinta scoch, está conservada la figurabilidad al trauma. Sólo la mirada entrenada de un analista podrá darle a esa repetición un sentido. Es decir, inscribirlo como representación. Por ahora, la niña solo puede desbordar a su madre, romper y despedazar juguetes, utilizar la hiperkinesia para chocar al mundo exterior. Recuperar golpe a golpe la cantidad de dolor que se perdió en la descarga del trauma. Sus órganos de los sentidos son desbordados por una cantidad de carga que hace vivencial el dolor del trauma. El sentido es repetir compulsivamente lo vivencial del trauma, pero en  una transferencia actuada, donde el analista hace las veces de testigo, de ese otro necesario para escuchar el reclamo de justicia, poner palabras, construir recuerdo dando sentido a la figurabilidad al trauma.

La señora que enferma de una gingivitis necrozante, nos hace pensar cómo la falla empática de la imago materna condiciona el cuerpo de su hija. Solo al recuperar un dolor similar al de su madre, pudo decir que ella quería vivir y armar una sonrisa donde antes solo había dolor y angustia

 

 Estos ejemplos muestran que el retorno de la compulsión a repetir no es para descargar un trauma, sino para volver al trauma vivencial, es decir actual. Por lo tanto, deberá llenarse de la misma sensación dolorosa volviendo a provocar un estallido parecido al anterior.

El trabajo analítico permite morigerar el retorno de la compulsión, atenuar su efecto. Considero importante, pensar que el motivo del retorno de la compulsión repetitiva es la búsqueda de afecto doloroso. No hay conservación del dolor si no es volviéndolo a provocar. Este es uno de los mayores obstáculos en la cura analítica.

 

CONCLUSIÓN

Pensar el retorno de la compulsión a repetir como un modo vivencial y actual de recuperar sensación de dolor nos permite una mejor orientación en los tratamientos psicoanalíticos.

Considero muy importante, para la escucha y observación  analítica, tomar en cuenta tanto, las manifestaciones del recorrido libidinal del sujeto deseante como el recorrido de las vivencias penosas, propias o de sus ancestros.

Luego de realizar este recorrido teórico clínico, puedo sostener que los fenómenos de escisión del yo son defensas extremas para la tramitación de los excesos y transgresiones de orden sexual o agresivo provocados a un ser humano. Que el afecto doloroso ligado al trauma no tiene modo de ser almacenado en el aparado psíquico. Que la representación de lo traumático escindido, no puede obtener catexia para la descarga con catexia de una fuente libidinal, ya que la excitación proveniente de una fuente pulsional jamás podría emular las intensidades de cantidad dolorosa presentes en el momento traumático. Siempre aquello que proviene de una fuente endógena pulsional respeta las barreras de protección anti-estímulo, son pequeñas cantidades. Y aunque, puedan sus catexias actuar por sumatoria, jamás podrán espejar la cantidad colisionante del exceso doloroso traumático. Por lo tanto, se puede concluir que es posible conservar los fragmentos de las representaciones dolorosas para obtener su figurabilidad, mas aquello que no se obtiene a menos que haya un estallido en el mundo exterior, o una enfermedad en el cuerpo, son grandes intensidades de dolor.

Si logramos avanzar en nuestra teoría psicoanalítica sobre el tema del dolor y sus efectos, tal vez podamos entender más.  No sólo el padecimiento de nuestros pacientes, sino el por qué la humanidad sigue repitiendo genocidios, apelando al sadismo y la crueldad.

Considero que en la pequeña dimensión de nuestro consultorio podemos escuchar, y observar, este pedido de justicia legible en las vivencias dolorosas, que dificultan al sujeto la libertad para el cumplimiento de sus deseos.

 

(*) 43° Congreso Asociación Psicoanalítica Internacional New Orleans, 2004

BIBLIOGRAFÍA 

FREUD, Sigmund:

·       Proyecto de psicología para neurólogos (1895). “La vivencia de dolor”, tomo I, 351-352, 358-361, 364-367, 375, 397-399, 405-406, 414-415. “Obras Completas”, Ediciones Amorrortu

·       Introducción al narcisismo (1914), tomo XIV, 65. “Obras Completas”, Ediciones Amorrortu

·       Pulsiones y destinos de pulsión (1915), tomo XIV, 105. “Obras Completas”, Ediciones Amorrrortu

·       Análisis terminable e interminable (1937), tomo XXIII “Obras Completas”, Ediciones Amorrortu

·       Moisés y la religión monoteísta (1939). “La analogía”, tomo XXIII, 69. “Obras Completas”, Ediciones Amorrortu

·       Esquema del psicoanálisis (1939), tomo XXIII. “Obras Completas”, Ediciones Amorrortu - Parte III “La ganancia teórica” - VIII “El aparato psíquico y el mundo exterior”. 197

 

 


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