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Proposiciones para una clínica del fantasma

31/05/2003- Por Mirta Goldstein - Realizar Consulta

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El concepto de fantasma, como estructura lógica topológica, deriva del concepto freudiano de fantasía inconsciente. Da cuenta al mismo tiempo de la génesis de los fenómenos de frontera entre los sistemas psíquicos, del destino de las formaciones del inconsciente y de su carácter pulsional, entendidos como fenómenos de retorno. Aquí, más propiamente, de repetición y de mecanismos de formación de síntomas.

PROPOSICIONES PARA UNA CLINICA DEL FANTASMA (1)

 

 

Intentaremos desarrollar lo que se ha denominado en la clínica lacaniana argentina "atravesar el fantasma" y  verificar, a través de un caso, el campo clínico en el cual el fantasma es pasible de construirse.

En la perspectiva general de este trabajo y en su discusión, se encuentra la posibilidad de distinguir si la clínica del fantasma es parte de la progresión que la dirección de la cura impone a la estructura del sujeto o si corresponde al final del análisis.

 

1- Construir un fantasma en la clínica

El concepto de fantasma, como estructura lógica topológica, deriva del concepto freudiano de fantasía inconsciente. Da cuenta al mismo tiempo de la génesis de los fenómenos de frontera entre los sistemas psíquicos, del destino de las formaciones del inconsciente y de su carácter pulsional, entendidos como fenómenos de retorno. Aquí, más propiamente, de repetición y de mecanismos de formación de síntomas.

En la estructura lógica del fantasma, que es en mi lectura el ordenador fundamental del campo del síntoma, el sujeto del inconsciente se ofrece como objeto a, como subjetivación acéfala, ocultando su condición significante por efecto afanísico de los mismos. Efecto de la falta en ser.

Su consecuencia, es la causa del deseo inconsciente motor del fenómeno de separación o de retorno al campo imaginario donde realiza su aspiración de figurabilidad al convertirse en demanda o pulsión parcial metaforizada.

A este segmento imaginarizable, no especular de la estructura, corresponde lo que Freud conceptualizó como “fantasía inconsciente”. El fantasma sexualmente practicable o fantasma clínico, según propongo acordar, no sólo forma la matriz donde se conforma síntoma y sueño sino que regula las economías de relación entre el Yo y algunos objetos en el campo imaginario y la singularidad de los movimientos de la transferencia en el proceso analítico.

Estos movimientos de retorno, se matematizan y también podemos topologizarlos. Es decir, si esa travesía, en el momento del atravesamiento del campo imaginario, está acotada, diremos que hay fantasma neurótico. Pero si se preserva cierta autonomía del campo imaginario sin acotamiento, estaríamos en el campo de las psicosis.

Por vía de esta travesía, el sujeto del inconsciente -neurótico o perverso- se presentifica en el territorio del Yo en dos formas; en la estructura neurótica  o de transferencia la proposición es: fantasma histérico y  fantasma obsesivo.

La fobia, como ingrediente a veces de ambas, no configura otra estructura. Pero es mi suposición que contribuye al borramiento de cierta territorialidad de ambas fantasmáticas.

En las primeras hipótesis freudianas, sobre la etiología de las neurosis, que señalaban inequívocamente el trauma sexual efectivamente ocurrido en la infancia, se mantenía una singularidad cualitativa causal para la histeria y para la neurosis obsesiva.

Para la primera, o sea la histeria, se señalaba una vivencia sexual pasiva con exclusión de placer y su posterior reanimación como recuerdo entre el tercer y cuarto año de vida, en plena operación del complejo de Edipo.

Para la neurosis obsesiva se presumía una acción activa sexual y/o cruel, realizada en la infancia con placer sobre otro sujeto que la padecía pasivamente. Y luego reproches mudados que retornan de la represión referidos a dicha acción. Más adelante, Freud cambia estas hipótesis. Ya no se trataría de hechos realmente acontecidos, sino de fantasías inconscientes de contenido sexual las cuales serían las fuerzas motrices detrás de los síntomas. Esto es un recorrido de concepto de fantasía inconsciente en Freud, lo que va siguiendo la misma condición. Lo que era trauma se convierte en fantasía, pero manteniendo cierta cualidad.

O sea que jerarquiza la pulsión parcial metaforizada a la que denomina fantasía inconsciente, manteniendo la condición sádica o masoquista de dichos componentes.

En la interpretación de los sueños dirá: “El motivo de deseo que se afirma en su proyección ha descompaginado el material de que están constituidas las impresiones de vivencias infantiles, y lo ha reordenado en una nueva realidad. Cobran allí figurabilidad desde las escenas o fantasías inconscientes. En la histeria, son la clase de fantasías que se pueden figurar mediante ese abandono del equilibrio corporal y en las neurosis obsesivas constituyen angustiosas producciones del pensamiento con contenido de muerte o daño de personas queridas”.

En el caso Dora, se hace referencia al carácter perverso de éstas fantasías que producen horror al paciente aclarando enseguida que las perversiones son desarrollos de gérmenes contenidos en la constitución diferenciada del niño, que son reprimidos y devienen inconscientes en el curso del desarrollo. O sea en el momento de la constitución del sujeto. Y constituyen luego los contenidos de las fantasías inconscientes. Las formaciones de síntomas histéricos provienen de esas mociones perversas inconscientes.

Freud señala en la conversión, odre viejo con vino nuevo, la posición pasiva ante la madre -u Otro primordial, en lenguaje lacaniano- y en el carácter histérico como sexualidad de la histérica, fálico y sádico, una formación reactiva contra la misma, defensa secundaria. O sea, aquí ya señala dos cuestiones: lo esencial está en la conversión y es la posición pasiva. Y como formación reactiva en el carácter, aparecería el carácter fálico y sádico, o sea la pulsión contraria.

En la histeria masculina, la inducción inconsciente a la inversión nunca falta. Allí se revela como entrega pasiva a la demanda total del Otro. Se pueden entender así los efectos del fantasma en la histeria, pudiendo redefinir la conversión como cuerpo sin palabras, pero tomado por las palabras. Se responde a la demanda del gran Otro por el cuerpo fragmentado como significante, ya que allí el cuerpo imaginario no puede estar a la misma altura de un significante.

Efectos de esta configuración son también de inducción a la trasgresión anatómica bucal y anal como genital, sobre todo para su representación en los síntomas. Es justamente en Tres ensayos, donde a mi juicio, Freud especifica conceptos claves respecto de cómo comprender el segundo movimiento de separación o retorno de la estructura lógica del fantasma. Dice: “En la formación de síntomas neuróticos, tienen un papel sobresaliente las pulsiones parciales que se presentan en pares de opuestos. La pulsión de crueldad sadismo–masoquismo, se hace indispensable para comprender la naturaleza penosa de los síntomas”, y aquí pongo entre paréntesis el goce, “y casi regularmente una parte de la vida social de los enfermos. Por este enlace de la libido con la crueldad, se produce la mudanza de amor en odio y de emociones tiernas en hostiles. Lo cual es característico de las neurosis”.

Aquí, nos apoyamos en nuestra proposición: en el síntoma, el fantasma ubica una de las partes del par sadismo en la neurosis obsesiva y masoquismo en la histeria. En el Yo y en la relación de objeto, en el registro imaginario, se configura una formación reactiva o defensa secundaria que se ordena pulsionalmente en el par opuesto, y que podríamos llamar contrafantasma.

Opino que la labor de construcción del fantasma por el analista en la clínica, consiste en intentar metaforizar el goce de la pulsión parcial ubicada por la estructura del fantasma como objeto de angustia del síntoma. O sea para resumir la cuestión: esquivar lo que se da como formación reactiva, de lo que es el carácter histérico y el carácter obsesivo, por lo que la clínica implica una construcción del par retenido en la represión: el fantasma. Es decir, si es una neurosis obsesiva, si la formación del carácter se presenta como masoquista, como caracterizada por la inhibición, como en el caso del hombre de las ratas que presenta toda una historia previa en el cual se coloca claramente en condición de inferioridad respecto al hermano, todo el discurso está teñido de condiciones de impotencia. Y Freud, en su manera de intentar la construcción, le dice al Hombre de las Ratas que lo reprimido es el carácter sádico y lo liga en este caso a la cuestión del odio al padre o por lo menos a la relación con el padre.

Pero creo que lo fundamental está ligado a cómo darle lugar a la pulsión retenida. Si en la histeria la pulsión retenida sería la pasiva, en la neurosis obsesiva sería la activa, la pulsión sádica. En el caso que les voy a presentar, que es una sesión, creo poder señalar cómo en mi lectura he trabajado justamente esta construcción de algo que le dé lugar a la pulsión retenida que es la pulsión sádica, es decir, contrarrestando los aspectos que desde el carácter señalan su lugar como el de impotencia, el de debilidad, etc.

2-        Caso Lucrecia

Sobre el material de Lucrecia vamos a formular hipótesis clínicas y sostener los conceptos teóricos. La sesión que presento es completa y corresponde a un mes del año 1992. En ella, quizás pueden percibir directamente el efecto que yo entiendo como construcción que proviene de una puntuación dirigida a darle lugar, a que se manifieste la pulsión reprimida cuyo objeto ubica a la persona en la impotencia y la angustia. Pero también planteo -como propuesta teórica- que las construcciones se pueden hacer en la clínica porque siempre hay un “alguien” en la vida del sujeto que porta el objeto; luego es un objeto como persona, que está en la vida de relación del paciente y que se señala como objeto de la angustia, como productor de angustia. En este caso, está claro que ese objeto era el padre mismo. En otros casos, es otro cualquiera. Pero ese objeto es... lo que propongo es que alrededor de ese objeto, es decir que en la vida de relación, por eso les leía ese... que la vida de relación es objeto de la angustia. Es ahí donde se va a tramitar esta proposición para dar lugar a la pulsión reprimida.

¿Por qué ese objeto ejerce sobre la figura del paciente justamente la condición opuesta a la de su carácter?

Bueno... He llamado a la paciente Lucrecia.

Lucrecia: - Hoy no tenía muchas ganas de venir, aunque en realidad no tenía ganas de ir a ningún lado. No fui al gimnasio ni tampoco al grupo de estudio XX esta noche. Aunque tenía ganas de seguir pensando esto de lo que hablamos en la última sesión. En relación a eso de un odio exagerado con lo de mi padre.

Y aquí viene una idea de explicación: También basado en una operación que realiza Freud para hablar de la formación reactiva, contra la pulsión sádica en la neurosis obsesiva, dice que contra la pulsión agresiva hay dos maneras de formación reactiva: una es incrementando el amor, el amor reactivo, y las condiciones de lo que podríamos llamar la “caridad cristiana” si quieren ponerlo en esos términos, como reunión reactiva. Y la otra, dice, es el odio como formación reactiva contra el sadismo. Porque la explosión lo que hace es impedir el afecto, el efecto sádico que tiene su característica fundamental en la efectividad de generar en el otro algo. Es decir, el odio es otra manera de dispersarlo, porque son unas explosiones sin..., expresiones verbales que no tienen otra característica que diluir esa pulsión. En este caso la paciente de lo que hablaba era constantemente, exageradamente de lo terrible, de lo negativo que era el padre, de la bronca que le tenía, etc.

“Vinieron el fin de semana, yo no los esperaba. No tenía ganas de que vinieran. Además me enteré tarde. A Croqui, el hijo, lo dejamos en casa de amigos. Ellos venían del Uruguay, de ver a mi hermano. Mi papá hablaba de Lidia, que trabaja todo el día con mi hermano. (Pone cara de irritabilidad) No me lo banco.

Mi papá como lo dijo que tenía la casa sucia, que se tenía que dedicar más a la casa. Ahí tuve un ataque de furia.

Yo hago cara como de preguntar.

Como que ella tiene que tener todo perfecto mientras el marido sale a coger con otra. Y entonces no lo pude evitar, me salió: Eso es lo que vos querés, tener una mujer asegurada adentro de una casa, asegurada (luego bajando el tono), y entonces él siempre lo mismo... Cuando la mano se pone dura dice: Bueno... mejor me voy... Y se va.

Esa era la frase que decía siempre en relación a mamá o en relación a las mujeres. Hay que tenerlas ocupadas, sino te hinchan las pelotas.

Y qué quiere decir en el “te hinchan las pelotas”?

Y, como que te cuestionan, te preguntan, te vienen con exigencias, piensan...

Cuestionan, preguntan, exigen qué?

Controlan dónde va y dónde no va. Como las pelotudeces que hace mi mamá, pobre, últimamente... no sé.

En un momento mi papá dijo: ¿Vos podes creer que le di a mamá mil dólares para gastar y no gastó nada? Entonces repartió mil, para mi hermano y para mí. Lo que en la jerga familiar significa “sueldo de hijo”. Y yo para qué? Para no gastarla o gastarla en cosas importantes. Mi hermano la gasta en auto nuevo, entonces está bien. Como siguiendo un diálogo imaginario con el padre. A vos lo que te matan son los hijos. Si no, serías multimillonario. Elegiste bien las mujeres, y yo le digo: vos incluida. Pero con los hijos la cagaste. La gastan toda... Que es mentira. Él puede seguir el recorrido de la plata. Nosotras no. Queda en nuestro poder. Quizás los hermanos la usen. Yo la uso cuando no tengo un mango y necesito para vivir, no para gastar. Y si no, lo guardo. Para vivir, mis gastos, para lo que yo hago..., y vivir, gastar en el gimnasio, comprarme libros, hacer regalos.

Yo le pregunto: Y si le pidieras más, qué pasaría?

No. Apenas me banco recibir lo del mes. Me quedo más tranquila. No le puedo recibir tranquila nada.

Quizás no se trata de recibir sino de sacarle, total si a él le gusta tanto hacer regalos...

Ah sí. Y después quién podría soportarlo?

Y alguien que se diera cuenta que a él le gustara que lo apretaran, que lo disfrutara, mirá tus hermanos.

(Con violencia ella) Para mí eso es un estúpido, una estúpida.

Ser malo con un estúpido o no serlo como una estúpida.

Ella: Mas bien yo necesito alguien que se resista, que me la devuelva. Como Croqui, por ejemplo.

Explicación: Ella dice que se sentía totalmente manejada por el padre a quien decía que era prepotente y otros personajes y en un determinado momento decía que con el hijo chiquito, es decir, se descargaba. En el sentido de que lo trataba mal al nene. Y lo decía con culpa. Lo decía con mucha culpa. Es decir, el que me la devuelva era justamente porque el otro no podía... A Croqui no le cabía ninguna característica agresiva, al contrario, un chico que ella decía: Me da pena y me da culpa porque encima es un chico obediente, un chico vamos a decir más bien sumiso.

Con quién ella no podía tener ninguna actitud agresiva es con alguien que fuera agresivo.

Expresión de sufrimiento:

Me siento tan mala, pegar... Se refiere al hijo. No puedo pegarle más... Y quizás así no quede tan pegado. Pobre Croqui.

Pero podrías pegarle, meterle algo a alguien que no sea un estúpido y se te pegue.

Y con qué? Con lo intelectual, con el cuerpo. No puedo pensar más. Ahí blanco total. No me puedo imaginar.

La idea de con lo intelectual y con el cuerpo es porque la persona contra todas las evidencias de lo que ella misma se decía colocaba tanto en su cuerpo como en la tarea intelectual una idea de autodescalificación. Como que no era inteligente, que no tenía capacidad. Y lo mismo con el cuerpo al cual le atribuía ciertas cosas que la convertirían en una persona casi sin cualidades físicas. Cosa muy exagerada:

No puedo pensar más. Ahí blanco total, no me puedo imaginar.

Que, ¿la situación o a vos misma?

Y que podría ser?. No me puedo figurar.

Poder, o tener ganas de hacer?

Con quién?.

Y alguien como papá, que insiste tanto en dar... se lo podes tomar.

Ah sí, con qué?

Según vos, ahora, figura no te falta. O seguís pensando en que te sobra peso?

Se estremece y le pregunto que le pasa.

Me sale miedo. No sé si es miedo. No sé lo que es, angustia.

Un largo silencio.

¿Qué se cruzó? Le pregunto.

El jardín.

¿Y qué pasó con el jardín?

Me pareció que lo tenía que pagar el padre. Para mí y para Croqui.

Y lo paga el padre de Croqui?

Yo no

¿Y sigue siendo el padre de Croqui?. Aquí hay una explicación que tiene alguna característica parecida a lo que podríamos explicar con Croqui. Al marido, que se caracterizaba por ser, según sus mismas expresiones, una excelente persona, una persona con toda la cualidad comprensiva, etc. Ella le hacía unas escenas, igual que con el hijo. Digamos así, le parecía que el otro no era merecedor, y le decía que cualquier persona que, como ella hacía, a quién ella tratara de esa manera y que encima tratara de calmarla, a ella le producía más desprecio. Nuevamente, aparecía el elemento del colocar esa descarga justamente con la persona que, entre comillas, no fuera agresiva o sádica para con ella.

Pero en este caso había pasado algo. Esa persona de quien ella decía que era inofensiva, de repente había hecho algún movimiento que le había hecho pensar que este marido podía haberse cansado del maltrato y haber buscado, vamos a decir así, aires más reconfortantes en una relación en otro lado. El sólo pensar en esto, le había hecho sentir cierta diferenciación muy clara con respecto a... - No, silencio, no sé de donde salió el odio, que lo tengo, que no lo tengo, en contra gente que lo quisiera...

Que lo quisiera, el odio de vos...?

No sé qué es ese odio. No lo entiendo. Quizás porque está en lugar de otra cosa que sólo tiene el agredir, penetrar, doblegar y con gusto. De hacerlo, exprimirlo.

Esto tiene que ver con otra cuestión del recorrido de ese análisis.

Me sentiría culpable, mal, a menos que fuera... Porque esa palabra, exprimirlo, yo la uso en relación a lo intelectual, en relación a un texto. Alguien que sabe mucho, que me gusta en ese sentido para exprimirlo, no lo hago porque enseguida me viene la timidez. Me pregunto cuál podría ser mi manera de exprimirlo. ¿Obligarlo a dar? ¿Preguntarle más allá de lo que podría responder? ¿Ponerlo en estado de angustia?

Un largo silencio.

Porque en general es al revés. Sos vos la que sentís miedo, la que te hacen sentir angustia en una pregunta.

Sí.

Estás tan acostumbrada, que hasta es más cómodo angustiarse por eso.

Me sigue en la cabeza. No tendría cómo.

A lo mejor no lo tenés. En algún lado, algo. Pero no seguramente en esos lugares en donde está exageradamente en falta o exageradamente angustiada por su supuesta falta. Linda, inteligencia, dinero, y vaya a saber en que otro terreno que ni figura. Como pensás de tu mamá, y los hombres, que no tiene con qué y vos cuando tenés que exponer, creés que no tenés con qué.

Sí. Siento como si ese sufrimiento de inferioridad que vos no lo crees es para evitar de ser mala.

Le digo: Digamos para dar lugar... Digamos el deseo de ser escandalosamente mala.

Eso así tal cual como me lo decís sería muy liberador. Aunque no sé de qué. En relación a lo sexual, no lo puedo ni pensar.

 Ahí termina la sesión.

3- Clínica del Fantasma en la Cura: Discusión del caso

El concepto de fantasma fundamental proviene de un error de traducción, pero este error ha producido el develamiento de una verdad: la tempo-realización en la dirección de la cura de la travesía por el fantasma.

El fantasma fundamental es la frase que se da el sujeto como respuesta, ante el enigma del deseo del Otro, frase que pone en acto a la estructura de la repetición y a lo real que hace fallar a la metáfora del Nombre del Padre.

Hay un objeto del deseo que causa la agresividad y hay un objeto causa del deseo que hace tensión en el fantasma ante la angustia de castración.

Intentamos delimitar -en el caso Lucrecia- un campo que denominamos “clínica del fantasma” y situar de qué manera éste se ubica en la dirección de la cura y hacia el final del análisis. Es decir, nos apartamos de la concepción que sostiene que el final del análisis constituye, en sí mismo, la travesía del fantasma, puesto que consideramos que el campo del fantasma pone en acto la estructura de la repetición en la transferencia analítica, hasta la caída del Sujeto supuesto al Saber.

La “selva del fantasma”, es decir, las fantasías originarias actualizadas en versiones pulsionales y significantes, esconde y vela la frase primordial. Estas versiones se despliegan en el análisis, conformando el texto de la transferencia positiva y negativa. Cuando la transmisión del deseo inconsciente por los significantes del sujeto, se obstaculiza o interrumpe dentro del campo transferencial, el acting o el pasaje al acto irrumpen en el comercio asociativo y obstruyen la transferencia simbólica; es ahí donde la transferencia imaginaria erótico-agresiva instituye un padre ideal y destituye, en parte, la función simbólica del Nombre del Padre. En otros casos más graves, la transferencia real destituye completamente esa función; son los casos de pasaje al acto, delirios, alucinaciones y reacciones terapéuticas negativas.

Sin embargo, es en estos impasse de cualquier análisis, cuando más fuerte aparece la incidencia del fantasma fundamental. En los casos de forclusiones en transferencia y de psicosis, nos encontramos con una frase delirante que restituye la ausencia del anudamiento que el fantasma implica; es decir, si en las neurosis y perversiones el fantasma supone la separación y a la vez identificación entre el Sujeto dividido y el objeto causa de su deseo inconsciente, en las psicosis el nudo fantasmático que une y separa a sujeto barrado y objeto causa, no tiene límite otorgado por el Nombre del Padre, por lo tanto, no hay nudo del fantasma sino errancia de un sujeto atípico y de un objeto sin calce inconsciente, o sea, cuya aparición estará en lo Real.

El destino compulsivo que provoca el fantasma, se estabiliza como “realidad” y el sujeto queda a merced de su padecer. Estamos ante la caída del deseo y la eficacia del goce porque el sujeto está demasiado próximo a la posición pasiva que le determina el objeto. Es allí cuando la angustia, el síntoma o la inhibición intervienen.

     Lucrecia comienza la sesión diciendo “no tener ganas” y luego asocia con relaciones de odio con su padre.

Interpretamos que la representación molesta del día, fuente de la formación de síntomas o del sueño, es el deseo erótico-agresivo con su padre; deseo infantil activado en lo actual de la transferencia y referido a la sesión de ese día en tanto “tener ganas o no tener ganas” de venir. Lo interesante es que la analizante “ha pensado” respecto de lo exagerado del odio con el cual hace relación con el padre. Pues dice: “en relación a eso”, es decir, a lo no simbolizado de la relación, en tanto tiene eficacia inconsciente por ser un contenido “sexual infantil” ligado al narcisismo y al Edipo.

La “no relación sexual” o la imposibilidad de una relación plena vía el placer con el objeto, queda saldada por el odio.

El goce narcisista se expresa en “lo exagerado” de lo pulsional vivido con culpa pues está ligado al trauma del encuentro con el deseo en su padre.

Los padres la visitan y ella dice que “no tenía ganas que vinieran”; nuevamente la negación la remite al deseo inconsciente de ser elegida, de ser única, sin hermanos y sin otra mujer en el horizonte de su padre. Dice que no los espera viniendo de ver a uno de sus hermanos y a su mujer. Es esta mujer -la cuñada- la que desata su furia celosa -y el reproche al padre de mirar las suciedades de la otra mujer-. Y aunque suponga reivindicar el lugar de “la mujer” o “la madre”, “mantenidas” ocupadas por el padre, sólo expresa el dolor infantil de que su padre pueda ser “hinchado en las pelotas”, excitado, por otra u otras. El deseo hacia el padre se transforma en irritación narcisista. Se enfurece cuando el padre mira “otras” suciedades por las cuales se evidencia para ella la condición sexuada del padre y, por ende, el deseo que guía la mirada del padre hacia otro lugar.

      De ahí podemos inferir algunas de sus condiciones a la neurosis obsesiva.

Sin embargo, ella está identificada a aspectos de la madre, aspectos pasivos significados por ella como “falta de deseo” en la madre. La madre “no gasta”, como ella, el dinero del padre. Pero, entonces: ¿Qué desea la madre más allá de su marido y de lo que éste le da: hijos, dinero? Es este enigma sobre el deseo del Otro el que conduce a la respuesta que otorga el fantasma fundamental.

Le supone al padre mujeres que gocen gastando su dinero, lo que en la terminología psicoanalítica nos lleva a la disociación entre “puta” y “madre”. Consideramos que en el devenir sexual de la niña, hay siempre una cristalización del fantasma de prostitución, calce de la fobia en la mujer que encuentra -sobre todo en el animal- un objeto fóbico o contrafóbico.  La animalidad de la sexualidad infantil es animada en el fantasma de prostitución, fantasma que alberga todas las posibilidades posicionales donde el sujeto puede alojarse por identificación.

Lucrecia está identificada al padre en el rasgo-significante supuesto al deseo de éste: objeto “puta”; se convierte así en otra “hija puta” con sueldo de hijo. A nivel consciente adorna esta posición diciendo que ella sólo lo gasta en libros u objetos de la necesidad, para no enfrentarse a la vergüenza de ser otra más en la serie de suciedades del padre que dejan afuera a “la madre”, la de ella, idealmente sostenida como no ensuciada por el deseo ni la castración. Legitima de esa manera su deseo infantil de dinero-hijos-cacas del padre, y de no separarse de la imagen narcisista, ideal de “madre fálica” y sin deseo.

Nos enfrentamos a una estructura -que si bien corresponde a una mujer- dada su posición subjetiva, sostiene un fantasma masculino en la disociación madre-puta. Con esto nos acercamos a la clínica del fantasma vía el objeto.

La inferioridad ¿Es un síntoma? A nuestro entender, es el residuo de una inhibición y la inhibición es un “síntoma en el museo”, o sea, un síntoma infantil devenido inhibición. El sentirse inferior puede remitir a su condición de mujer, a sus deseos incestuosos, a desear ser la elegida por “un padre bancador”.

Sin embargo, ella no se banca lo que el padre banca, sobre todo en relación al hijo varón bancario. Pero ella desea recibir lo mismo de un padre poderoso lo cual le engendra también odio y formaciones reactivas conjuntamente con rituales. Esto oculta el reproche a la madre de no haberle dado “falo” como a su hermano. Pero tras el reproche se esconde su lugar de falo de la madre, lugar difícil de ceder.

       ¿Es amada por su madre? Incógnita o saber inconsciente por el cual demanda amor al padre ideal.

Podemos pensar un fantasma fóbico-obsesivo, entramado en el edipo negativo y positivo: apéndice de la madre fálica asesina al padre en su función de “padre simbólico”; al no caer de la serie ideal y narcisista, el padre no accede al lugar de “padre muerto” y queda reducido a su faz imaginaria.

¿Le pega a su hijo en tanto hijo del padre? Ser pegada-pagada por el padre ideal la lleva a la pasividad de lo inferior o aquello que, inconscientemente, es merecedor de castigo.

Deseo inconsciente de ser “mirada” como la “suciedad” (goce de lo sexual escópico y anal) por el padre, que oculta el goce de estar en posición de resto anal para la madre; saber insabido de no ser suficientemente amada por ella.

        Podemos agregar que ella misma se convierte en un ojo anal (ojete) en la escena primaria que construye.

El significante “exprimir” queda asociado al goce de chupar violentamente el cuerpo (texto o cuerpo de letras); deseo de saciarse con los líquidos maternos y la liquidez paterna -conjunción pulsional sádico-anal-uretral- y ser incorporada al cuerpo de la madre para vaciarla canibalísticamente.

             Sin embargo no hemos dado cuenta, todavía, del fantasma que regula su economía psíquica.

Por la demanda de amor a la madre le reclama haberla conservado como falo o dado un pene; luego ella es un resto de la madre. Desea y odia (posición neurótica de la feminidad) a aquellos que “tienen” falo para “gastarlo” a su antojo: padre, hermanos. Pero ese odio -como bien dice ella misma- está en lugar del odio a la tontería de la madre que da lo que tiene. Si el amor es dar lo que no se tiene, su madre caería del lugar de madre fálica por efecto de la castración; pero si da lo que tiene, frustra, ni  ama ni es deseante.

Fantasma Fundamental: despejada las series edípicas y narcisistas de la maraña de fantasías (selva del fantasma), la clínica puede orientarse hacia la construcción del fantasma fundamental que obstruye la realidad o, es la realidad repetitiva del sujeto. Luego, podemos decir que en Lucrecia, hay un fantasma escópico que conduce y ordena su economía libidinal. Este piso pulsional escópico se liga a la analidad por la falla o vacilación de la función imaginaria del falo simbólico.

¿Qué desea el Otro en mi? Mirar una caca. Esta frase que la determina, por vía del amor materno, serie narcisista, y por vía del deseo paterno, serie edípica, se conjugan en la inhibición o sentimiento de inferioridad y en las formaciones reactivas a su sadismo inconsciente.

La idea de un padre que encierra a la mujer (caca para mirar él sólo) y encerrar la suciedad con la mirada, son anexos o derivaciones de este fantasma.

Luego, el fantasma atraviesa la salida sexuada del sujeto porque lo determina como objeto de goce para un Otro.

La pasividad, el masoquismo son inherentes a la vacilación del sujeto, que en la neurosis clínica está más identificado al aspecto de resto del objeto, que al aspecto de causa de deseo. Liberar este aspecto del objeto a, es parte de la travesía y construcción del fantasma fundamental.

Una vez que, en el análisis, se ha podido dar por lo menos tres vueltas por las derivaciones del fantasma, lo cual equivale a que el sujeto haya atravesado el recorrido -impuesto por la repetición- por su propia estructura, se ha conseguido la “travesía y construcción del fantasma” pero esto aún no es el final del análisis.

Una argumentación más sutil sobre el final de análisis nos remite del fantasma al sinthome. Por ello es que si bien esta travesía constituye el recorrido por la estructura del sujeto que todo análisis está llamado a sostener, no puede ser tomado de manera general, como punto de capitón del acto analítico.

Atravesar la determinación del fantasma puede en muchos análisis corresponder a un tiempo lógico de construcción de un objeto que sostenga el gozar de la vida.

 

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