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Retórica del inconciente - Gramática del ello

04/06/2003- Por Elisa Ponieman - Realizar Consulta

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Desarrollaré algunos comentarios acerca de esta frase, un poco compacta, que surgió en el contexto de un grupo de investigación acerca del lugar de la retórica y de la gramática en la obra de Lacan.
Plantearé alguna cuestión en relación a la retórica del inconciente para luego ubicar algunos problemas en relación a la gramática del ello.

 

Desarrollaré algunos comentarios acerca de esta frase, un poco compacta, que surgió en el contexto de un grupo de investigación acerca del lugar de la retórica y de la gramática en la obra de Lacan.

Plantearé alguna cuestión en relación a la retórica del inconciente para luego ubicar algunos problemas en relación a la gramática del ello.

Retórica del inconciente. Para avanzar sobre esta expresión partiré de una pregunta ingenua.

Tomo el caso de una paciente, que hablando de sí misma, dice: “Estaba cansado y quería irme”. Emplea un adjetivo en masculino y se escucha. Se trata de un lapsus, de una formación del inconciente. Dice cansado en lugar de cansada. El inconciente aflora, surgen asociaciones, y emerge un sujeto para eso desplazado en la partícula “o”, que indica el género masculino. Ese sujeto, que antes no estaba -digámoslo así-, aparece, emerge, por desplazamiento, en el cansado. Podemos nombrar esto como retórica del inconciente, que es la manera que encuentra el inconciente para pasar su mensaje. Pero ¿No se trata acaso, de un error de género, o sea, de un error gramatical?

“Retórica del inconciente”: entiendo que esta expresión, condensa dos contenidos diferentes.

Por un lado, Lacan dice, en “Instancia de la Letra”, que los mecanismos del inconciente no son otros que los tropos y las figuras de la retórica. Es decir que las leyes del inconciente, esto es, de condensación y desplazamiento, son  rebautizadas, por Lacan, con los dos tropos de la retórica que son la metáfora y la metonimia.

Por otro lado, Lacan, en el mismo texto de “Instancia de la Letra”, luego de nombrar unos cuantos de los cientos de tropos y figuras de la retórica, remata el párrafo de la siguiente manera: ¿Puede acaso verse allí sólo una manera de decir, cuando son las figuras mismas que están en acto en la retórica del discurso efectivamente pronunciado por el analizado?

Habla allí de “retórica del discurso efectivamente pronunciado por el analizado”. Es decir, no son solamente los tropos como mecanismos del inconciente, como son para él la metáfora o la metonimia, sino que se trata de la retórica -y ésta es otra lectura posible- de un discurso.

Es decir, tomando un pequeño ejemplo, que cuando luego de varios encuentros con un paciente joven, éste se queja de que para él, “las cosas no tienen interés”, encuentro la manera de interrogar qué sujeto supone a las cosas para esperar que sean ellas quienes tengan algún interés.

De un enunciado que decía las cosas no tienen interés como se podría decir, por ejemplo, algunos autos no tienen matafuegos, se escucha una adjetivación propia para una persona, aplicada a un objeto. Hipálage, que encerraba un malestar, que decía de una demanda dirigida, extrañamente, a una cosa. Tropo de la retórica que permitió, en este caso, vehiculizar el sujeto de una demanda en una transferencia.

Cuando dice Lacan retórica del discurso efectivamente pronunciado por el analizado, entiendo que nos invita también, quizás, a recuperar la amplitud de la retórica clásica.

Esta, pobremente resumida, desarrolla los ejes:

·       de la inventio, es decir, encontrar lo que hay que decir y cómo hay que decirlo,

·       la taxis o dispositio, que es la manera en que se ordenan los argumentos,

·       el kairos, que es la oportunidad, el clima, en el que se encuentra el destinatario y

·       la lexis, es decir los tropos y las figuras, del que la hipálage es un ejemplo.

Inclusive la gramática, que hoy es una disciplina vecina de la cual la retórica se sirve, era, como dice Ramón Alcalde, hasta el corazón del medioevo, parte de la retórica.

Retomando entonces la pregunta incicial, de cómo un error de género, o sea gramatical, puede entenderse en términos de retórica del inconciente, es justamente porque éste, el inconciente, se vale de la gramática, o de lo que podrían llamarse errores de la gramática, así como otras veces de sus aciertos, para pasar su mensaje.

Es decir, entiendo que al decir retórica del inconciente, se pueden pensar figuras retóricas como mecanismos del inconciente, pero también podemos pensar, en términos generales, la retórica del inconciente abriéndose paso en el discurso a la manera -quizás- en que se piensa la retórica de un discurso.

Habiendo hecho estos comentarios generales, quisiera compartir con ustedes el planteo de un problema. El mismo consiste en lo siguiente:

En distintas ocasiones, Lacan, a lo largo de su obra, dice que el Ello no es una bolsa de pulsiones. En particular, en el Seminario de “La lógica del fantasma”, trabaja sobre la gramática del mismo. Nos habla de la esencia de la estructura gramatical del ello.

Ahora bien, Lacan dice del ello que es la sede de las pulsiones y se puede articular allí “algunos aspectos” del fantasma. Pero también lo caracteriza, en gran parte, porque podemos suponer allí el funcionamiento del inconciente -recordemos: la descarga se produce por proceso primario. Entonces ¿Cómo podremos pensar la gramática de esa instancia donde la descarga se realiza por la condensación y desplazamiento, que justamente permiten disparates que no son tan amigos de la gramática?

Reconstruiré el problema yendo paso por paso.

En 1900, en la “Interpretación de los sueños”, Freud caracteriza los procesos del sistema inconciente. Se da el mecanismo de la condensación, se produce el desplazamiento de las cargas, nos encontramos con pensamientos que se contradicen entre sí y sin embargo parecieran subsistirse unos junto a otros, etc.

En 1912, Freud escribe esa suerte de resumen que es “Nota sobre el concepto de inconciente”. Allí ordena el campo y presenta al inconciente desde un abordaje descriptivo, al cual él le resta importancia, al inconciente dinámico, que es aquél que está mediado por la barrera de la represión y con la cual se ordenan las fuerzas y, finalmente, presenta el inconciente que a él le parece más significativo, el inconciente como sistema, y que se da a conocer por ser inconcientes los procesos o leyes que lo componen. Es decir, lo define por las leyes -de condensación y desplazamiento- que gobiernan el sistema.

En “Lo Inconciente”, Freud amplía y resume al sistema inconciente. Dice que en él rige el proceso primario, cuyos indicios son la condensación y el desplazamiento, hay movilidad de las investiduras, se da la ausencia de contradicción, tiene carácter atemporal y sustitución de la realidad exterior por la psíquica (quizás habría que poner algo del lugar de las pulsiones en esta metapsicología).

Ahora bien, cuando retoma el punto, entonces, por ejemplo en la “Conferencia 31”, dice que eso se le amplió y que debido a distintas necesidades -que son todo un tema- va a sustituir, para aclarar, el inconciente sistemático por el Ello, -término tomado de Georg  Groddeck-. Dice Freud: “Entonces, ya no usaremos más inconciente en el sentido sistemático y daremos un nombre mejor, libre de malentendidos, a lo que hasta ahora designábamos así. Apuntalándonos en el uso idiomático de Nietzsche, y siguiendo una incitación de Groddeck, en lo sucesivo lo llamaremos el ello. Este pronombre impersonal...”

Nos dice Freud acerca del Ello lo siguiente: Se trata de un caos, que desde las pulsiones se llena de energía pero que no tiene ninguna organización, sólo afán de descarga, que no rige la no contradicción, ni representación del tiempo. Y, en particular, que es lo que quiero subrayar, la descarga se produce por desplazamientos y condensaciones que son característicos del ello.

En término freudianos, entonces, la descarga, en esa instancia, se produce por condensación y desplazamiento, y gran parte de esos procesos son inconcientes.

Respecto del ello, podríamos decir que Lacan aborda el tema cuando trabaja el cuadrángulo que nos propone para pensar el acto analítico. Notamos que él distingue el ello, de las formaciones del inconciente, situándolos en lugares diferentes.

Define allí al ello por todo aquello que, en el discurso, no es je. O, también, como el lugar del no pienso, es decir, no soy yo quien piensa esos pensamietos, los pensamientos inconcientes. Y que, justamente, incluyendo ahí la manera fruediana de pensarlos, esos pensamientos inconcientes son los que se rigen por el proceso primario, los que se caracterizan por los mecanismos de condensación y desplazamiento y los que podemos reconstruir cuando ya como formación del inconciente  y, en el otro extremo del cuadrángulo, vehiculizan la apertura del inconciente, fracturando ese raro ser propio del no pienso o del ello.

En la transferencia, nuestra operatoria entiendo que se caracteriza por la reconstrucción y análisis de esos pensamientos que el je no piensa, tal como define Lacan al Ello.

Ahora, y este es el punto que “si me acompañaron” me gustaría traer a consideración, me resulta difícil definir nuestra operatoria en la transferencia como gramática o gramática del ello. 

Relato brevemente una situación clínica.

Juan consulta porque padece mucho, en relación a distintas chicas. De su familia no le interesa demasiado hablar pero en algún momento sé que antes de su nacimiento murió una hija siendo ella bebé. Luego de su nacimiento, nacen dos hermanos varones más.

Luego de cierto tiempo de trabajo, un día, hablando del hermano que le sigue, me dice: “Mi otro hermano...”

Cuando le pregunto como es esto del otro hermano, si hacía meses que no me hablaba de ningún hermano, no me dijo nada. La frase crujía. Si no era que él era su hermana, no se entendía por qué el hermano que le sigue, sería su otro hermano. No me dijo nada y al mismo tiempo, se produjo cinco veces el mismo lapsus a lo largo de la sesión. Al punto que            -debiendo viajar mucho para venir a sesión- a la vez siguiente, al llegar me dice:

-Estaba muy cansado, no iba a venir.

-Y ¿por qué viniste?

-Por mi otro hermano.

Se produce allí un lapsus, en el que en lugar de mi hermano, dice: mi otro hermano. Parte de la reconstrucción de los pensamientos allí dieron lugar -y esto durante muchísimo tiempo- lo acercaron a poder pensar: “Soy mi hermana, que no murió”.

Entiendo que así como la retórica del inconciente se vale de la gramática, también en la operatoria analítica nos valemos de la gramática y sobre todo porque hay muchas frases gramaticalmente correctas y abordables que rodean a eso pensado.

Acentuaría que se trata de la reconstrucción del disparate producido por la retórica del proceso primario. Al mismo tiempo, es notorio que por efecto de la operatoria, seguramente, podrá Juan, por añadidura, enunciar un sujeto gramatical para ese pensamiento inconciente. Decir, por ejemplo, yo antes pensaba tal cosa.

O, retomando la pregunta ingenua, incial, sobre si el lapsus de cansado no es también un problema gramatical, agregaría que además de valerse la retórica de la gramática, también en transferencia reconstruímos el sujeto gramatical de ese “cansado”.

Entiendo que la expresión “gramática del ello” tiene un sentido un poco masivo y que, en realidad, se podría intentar distinguir este sentido más relativo de la reconstrucción de la estructura gramátical de los pensamientos inconcientes, de lo que es la gramática de las pulsiones.

 


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