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Seminario: Más allá del principio del placer

15/01/2010- Por Daniel Larsen - Realizar Consulta

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El descubrimiento freudiano no se agota en el inconsciente y sus formaciones, plantea, a partir del conocido “giro de los años 20”, un “más allá del principio del placer”. Las formulaciones que Freud desarrolla en el texto “Más allá del principio del placer” no provienen de especulaciones filosóficas, sino que surgen de las observaciones en la clínica. Está forma de proceder caracteriza la forma en que Freud fue construyendo sus teorías. En el psicoanálisis siempre hay una conexión estrecha entre lo teórico y lo práctico. Si se pierde esto, se pierde el psicoanálisis. Freud intenta dar una explicación teórica de lo que encuentra en la práctica, a través de conceptos que son sus herramientas de trabajo. Si no le servían en la práctica, los reformulaba o desechaba. La teoría estaba, para Freud, al servicio de la clínica mas allá de cualquier clase de dogmatismo.

Seminario: Más allá del principio del placer*


El descubrimiento freudiano no se agota en el inconsciente y sus formaciones, plantea, a partir del conocido “giro de los años 20”, un “más allá del principio del placer”.
Las formulaciones que Freud desarrolla en el texto “Más allá del principio del placer”  no provienen de especulaciones filosóficas, sino que surgen de las observaciones en la clínica. Está forma de proceder caracteriza la forma en que Freud fue construyendo sus teorías.
En el psicoanálisis siempre hay una conexión estrecha entre lo teórico y lo práctico. Si se pierde esto, se pierde el psicoanálisis. Freud intenta dar una explicación teórica de lo que encuentra en la práctica, a través de conceptos que son sus herramientas de trabajo. Si no le servían en la práctica, los reformulaba o desechaba. La teoría estaba, para Freud, al servicio de la clínica más allá de cualquier clase de dogmatismo.
_Con la introducción al narcisismo y la libidinización sexual del yo, se le cae el dualismo pulsional de ese momento: pulsiones yoicas y pulsiones sexuales. Pero sostiene el dualismo, por una cuestión metodológica que le permitía poder explicar la neurosis como producto de un conflicto entre dos corrientes contrapuestas. Jung postula la desexualización de la libido y un monismo pulsional, que para Freud no permite explicar el conflicto en las neurosis. Esto produce el distanciamiento de Freud y Jung en 1915.
Para Freud había que sostener algo sexual contrapuesto a algo no sexual, en tanto que le servía para explicar la clínica; no tenía para él importancia entrar en contradicción.
El motor que llevaba a Freud a la conceptualizar, a construir sus teorías eran las dificultades que le iban surgiendo en la clínica.

Con el método catártico, en estado de hipnosis, Freud ve que hay contenidos a los que no llega y que tenían que ver con lo sexual. Se presentaban como trabas en el tratamiento. Freud se separa de Breuer, que prefería hablar de estados hipnoides de conciencia donde las causas eran hereditarias, en lugar de inconciente.
Las resistencias aparecen como defensas, surgidas del conflicto entre dos tendencias: una tiende a la realización y la otra al rechazo de esa realización, como dos sistemas incompatibles. Esas resistencias llevaron a pensar en un espacio psíquico más allá de la conciencia.
Antes de 1920 Freud pensaba en el conflicto entre el deseo sexual que tiende a su realización y una tendencia del yo que enfrentaría a ese deseo. El aparato psíquico regido por el principio del placer. El deseo como búsqueda de placer y la represión como el placer que el yo no se permitía por valores o escalas éticas.
La ética es una rama de la filosofía que estudia los fines últimos de la conducta. Se plantea qué busca el ser humano; la filosofía tradicionalmente ha pensado que en última instancia el hombre busca su bienestar, su placer, su felicidad.
El psicoanálisis se contrapone a estas concepciones.
A través de sus observaciones Freud pone en cuestion estos fines que la filosofía ha pensado para la conducta humana en su texto, “Más allá del principio del placer”.
En otros textos Freud ya había descripto por ejemplo casos en que personas que logran el éxito enferman de neurosis (los que fracasan al triunfar) y los delincuentes por sentimiento de culpa. El delito, que procede del sentimiento de culpa, que se mitiga al ligarlo a algo tangible, los actos prohibidos.
Freud plantea una división subjetiva entre una parte que pulsa al bien y otra que pulsa en contra de la búsqueda de ese bien; busca el mal, el sufrimiento. Esto se ve en personas en tratamiento psicoanalítico, como lo describe en “El yo y el ello” (1923). Estas personas recaen en sus síntomas ante una mejoría, reaccionan en sentido inverso, se llama reacción terapéutica negativa, no predomina la voluntad de curación, hay una necesidad de la enfermedad. Hay una satisfacción en el mal, en el sufrimiento.
El sentimiento de culpa se expresa como una necesidad de castigo, una satisfacción diferente a la relacionada con el deseo y su realización. Esta satisfacción se relaciona con la pulsión, Lacan toma esta conexión se apoya en ella para formular el concepto de goce: es la satisfacción de la pulsión, la satisfacción obtenida en el sufrimiento del síntoma.
El giro de 1920 no consiste solamente en “Más allá del principio del placer”, sino que hay un conjunto de nuevas conceptualizaciones
El placer y el displacer se relacionan con el aumento o disminución de las tensiones. Cuando aumentan estas tensiones se produce un displacer y su disminución va acompañada de placer. El goce es diferente a las tensiones, no hay que asociarlo al displacer. Es lo que está más allá del principio del placer.

Con el giro de 1920 cambia la dirección de la cura  Y ya no es la dilucidación del deseo inconsciente. Freud se encuentra con las resistencias de los pacientes, había algo más allá de ese deseo inconsciente, que no se articulaba con él. Respondía a una necesidad más profunda, la de repetir compulsivamente su fracaso que no llevaba a ninguna clase de placer. Se encuentra con la compulsión de repetición, más allá del principio del placer y más originaria que él.

 

El aparato psíquico se pone en marcha por una tensión displacentera, es decir un aumento de la excitación. Según Freud hay tres puntos de vista sobre el aparato psíquico:
El dinámico (se refiere al conflicto entre dos tendencias)
El tópico (aparato como estructura)
El económico.
El punto de vista económico es muy importante para Freud. Está presente ya en el “Proyecto de psicología…”; pero siempre presenta dificultades para su conceptualización y teorización. Se refiere a la energía psíquica y sus destinos, transformaciones y desplazamientos, es decir, con la líbido como energía de la pulsión sexual. Este punto de vista económico es el que predomina en “Más allá del principio del placer”.
Freud habla de Fechner y su principio de constancia, que Freud relaciona y equipara al principio del placer, al placer y displacer, en relación proporcional con la estabilidad e inestabilidad del principio de Fechner. Con la subordinación del principio del placer en el de constancia hay una modificación con respecto a la conceptualización anterior en donde el principio del placer era asimilado a la tendencia a buscar la descarga total del aparato anímico, hacia un punto cero. Freud lo relaciona con la primera experiencia de satisfacción, mítica. Cuando surge tensión por necesidad, de tipo displacentero, el pecho aparece satisfaciendo esta primera necesidad, y la experiencia se fija, se graba como huella mnémica. Ante un nuevo displacer, o una nueva tensión de necesidad, el aparato tiende a llevar esa energía a la huella mnémica, es un movimiento hacia la satisfacción como descarga total, lo que se carga es la huella mnémica, y sería la alucinación del objeto de deseo que no lleva a una satisfacción placentera, sino al dolor. Aparece el principio de realidad como forma de contención, de freno de la energía, que permite el aplazamiento o postergación del momento de la satisfacción, el encuentro con el pecho materno. Esto se va a dar a través de un rodeo para llegar a esa satisfacción, a partir del encuentro con las condiciones de la realidad.
Hasta 1920 el principio de constancia y el del placer aparecen separados, desde 1920 los conecta, los pone a la par, como la tendencia a mantener lo más bajo posible la carga del aparato anímico y ya no como la tendencia a la descarga total.
A partir de 1920 toma en cuenta algo que está “más allá” del principio del placer, éste ya no tiene el imperio total del aparato anímico.
Freíd descubre que hay procesos anímicos que no son placenteros. Hay tendencia al principio del placer y hay fuerzas que lo contrarían, hay un conflicto.

En el capítulo I establece dos objeciones al principio del placer:
_ Plantea los conflictos psíquicos que llevan a la represión de pulsiones.
_ Restricción por el principio de realidad, que inhibe y somete a un rodeo, la satisfacción no es directa.

Luego agrega que éstas no son verdaderas objeciones al principio del placer, porque no están fuera de su dominio.

En el capítulo II  Freud Habla de las neurosis traumáticas y el juego infantil, mas específicamente el juego que observó en su nieto de 18 meses que es conocido como “fort-da”, palabras que el niño pronunciaba mientras jugaba con carretel.
Las neurosis traumáticas se ubican dentro de las neurosis actuales diferentes a las neurosis de transferencia (histeria de conversión, neurosis obsesivas, fobias) que se remiten causalmente a la infancia. En cambio en las neurosis actuales la causa está en factores actuales como en las neurosis de guerra que Freud desarrolla en este texto. Se caracterizan porque las personas reviven en imágenes el momento del trauma, al igual que en los sueños traumáticos. El factor fundamental de estas neurosis es la sorpresa, algo inesperado. Esto luego lo plantea como un estímulo de alta intensidad que perfora la barrera antiestímulo de protección, (que nos protege del exterior), en relación con este factor sorpresa que no nos permite estar preparados, sin posibilidad de ser ligado, sin poder darle un sentido, de entrar en representaciones y asociaciones. Sin poder ser tramitado por lo simbólico diríamos hoy en día. Otro factor que toma en cuenta Freud es la herida o daño físico, que permite contrarrestar la neurosis traumática, ¿por qué? porque la posibilidad de ligar la energía al daño físico reduce la energía no ligada. Vemos porque afirmábamos antes la importancia que tiene en este texto el factor económico, punto de vista que va cobrando cierto privilegio en Freud hasta el final de su obra, como se puede apreciar también en “Análisis terminable e interminable”, esa especie de testamento que Freíd nos deja al final de su vida.
Esta energía no ligada, a partir del trauma (sin necesidad que ocurra realmente) permite pensar la pulsión.
Freud hace una diferenciación entre angustia, terror y miedo. La angustia reduce ese factor sorpresa e implica una preparación para ligar lo más posible esa energía que viene del estímulo (el cuantum de energía)
Freud plantea la única excepción a su tesis del sueño como cumplimiento de deseo, el sueño traumático, en el que retorna la imagen traumática tal cual se vivió, no ser realiza ningún deseo. El sueño es cumplimiento de deseo bajo el principio del placer, fuera de él, es la repetición de lo traumático en el sueño,

El tema del juego de su nieto de 18 meses consistía en que Freíd observó que el niño tiraba los juguetes acompañándolo con un “oo-o-o” (fort-fuera). reemplazó los juguetes por un carretel que tira y trae, en el retorno dice “da” que significa “acá está”. Freud pone en evidencia el dominio de lo simbólico, en este juego y al lenguaje como el acceso indispensable a lo simbólico, y en el lugar de algo que se pierde.
1) La ausencia de la madre es fundamental y necesaria para el acceso a lo simbólico. Es la oscilación, el vaivén entre la ausencia y presencia de la madre
2)  La ausencia de él mismo en el acceso a lo simbólico. Esto último se ve en otro juego del mismo niño, el desaparecer y reaparecer frente al espejo. La palabra es la presencia de una ausencia, la sustitución de algo; el chico sustituye a la madre con designaciones.

Cuando se vivencia el trauma (trauma de guerra, accidentes, ausencia de la madre) aparece algo: energía no ligada, sin representaciones, sin poder ser asociadas a ningún significado. Esto tiene dos efectos: está al servicio del principio del placer y a la vez más allá de él.
1) Fuera del principio del placer, por la tendencia a la repetición del acontecimiento, como compulsión, mas allá de ese principio y se produce en tanto la energía permanezca sin ligar.
2) La tendencia a ligar esa energía no ligada, sin significante, en la repetición (en juegos y en sueños) al servicio del principio del placer, pero de un placer distinto, de otra índole, en tanto hay reducción de esa energía no ligada que se vivencia como placentera.
El sueño traumático y el juego infantil no son solo para elaborar una situación o sustituir la ausencia de la madre, hay una compulsión de repetición que no lleva al placer y esto pone en marcha el principio del placer.

 

En el capítulo III se conceptualiza la compulsión de repetición y la pulsión de muerte, a partir de la afirmación en el más allá del principio del placer, lo trabaja en el seno de la transferencia y de la neurosis de destino.
En un primer momento el tratamiento psicoanalítico consistía en la develación del inconsciente reprimido, luego recurrió a los recuerdos del paciente. Surgían resistencias que se daban a conocer al paciente y se le pedía que las resigne, todo través de la sugestión. Pero el paciente no puede recordar, y si lo hace es en acto, no en palabra. Repite lo reprimido, el contenido de la sexualidad infantil, y del complejo de Edipo y sus ramificaciones. Esto se escenifica en la transferencia, en la relación con el médico. Se reemplaza la neurosis por una neurosis de transferencia que pone en juego al analista. Es imposible de ahorrar esta fase de repetición; tiene que dejarle revivenciar junto a un grado de análisis para que no confunda la situación analítica con la realidad que vivió. La repetición es un punto fundamental en el análisis, no basta con la escucha del deseo inconsciente; hay cosas que van más allá del deseo inconsciente, más allá de lo simbólico, de la cadena significante.

Si no se permite esa repetición, si se la frena interpretándola por ejemplo,  se produce un análisis intelectualizado que pasa (y se queda) solo a nivel de lo  simbólico. Al ponerse en juego la transferencia, la repetición se escapa de eso simbólico, no queda fuera del inconsciente, sino de la palabra. Se pone en acción, en escena el fantasma inconsciente del paciente. Esta transferencia es indispensable para que un análisis funcione. No hay análisis sin transferencia.

*Notas tomadas por un alumno durante el Seminario dictado (Clase 8-10-93 - Clase 15-10-93-
 Clase 22-10-93) y cedidas al autor.


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