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Comentario del libro Clínica de los fracasos del fantasma, de Silvia Amigo, en ocasión de su segunda edición24/08/2005- Por Silvia Wainsztein - Realizar Consulta
A lo que Lacan llama “la tragedia del deseo” Silvia Amigo lo nombra “fracasos del fantasma”. La indisponibilidad del fantasma para hacer frente al deseo del Otro conduce en los casos de las estructuras neuróticas a las inhibiciones, melancolías y otra serie de fenómenos de borde de los cuales se ocupa muy rigurosamente en el último capítulo.
Homologa la función del enmascarado a la del analista cuando éste hace semblante, autorizándose a intervenir en lo real y a producir maniobras imaginarias literantes, a armar construcciones interpretativas a los efectos de anudar sexualidad y muerte.
La tesis que nos propone acerca de los fenómenos llamados de borde está centrada en la falla de la retraducción imaginaria. Es decir, cuando el yo no es el primer objeto que se ofrece fantasmáticamente a la pulsión, sino el único
Silvia
Amigo me ha honrado invitándome a presentar su nuevo libro. En él se refiere, entre otros temas, al
“Potlasch”, sistema que regula la ley de intercambio de bienes y funda el lazo
social por el cual aquél que recibe se compromete a dar y da lugar a la consiguiente
red de deudas simbólicas.
Tres son
las obligaciones que rigen el Potlach:
§
La obligación de dar,
§
La obligación de recibir,
§
La obligación de devolver.
Las
consecuencias de este sistema de intercambio son también tres:
§
Existir para aquél al que doy
§
Recibir implica aceptar un
compromiso
§
Devolver relanza el circuito de
los dones.
Al aceptar este don y más aún, después de haber leído su libro, acepto la deuda, deuda del tipo de las que no pueden saldarse y se consolida en la relación de gratitud hacia la aceptación de un don invaluable. Trataré que esta presentación sea parte de esa devolución imposible.
La
lectura del libro me enfrentó al real de una analista. Escribir desde allí produce un efecto de
transmisión que arroja luz sobre algunas de las dificultades, los problemas,
las encrucijadas que la práctica ofrece. Quiero subrayar la preocupación de la
autora por expresar con claridad conceptos del psicoanálisis que a veces se dan
por sobreentendidos y por tanto petrificados, cerrados e incuestionables.
Silvia
Amigo se pregunta a partir de lo real de su práctica. No se conforma con lo
establecido y se permite formular tesis y reflexiones que nos asombran y, en mi
caso en particular, sorprenden gratamente.
A partir
del “Potlach” como apólogo Silvia Amigo establece una clara diferencia entre el
goce fálico y la significación fálica.
Las consecuencias de esta distinción son desarrolladas a lo largo del
libro como tesis fundamental acerca de los fracasos del fantasma.
La
significación fálica es a la representación del objeto en tanto desprendido lo
que el goce fálico es a la retención del objeto. La alternancia entre uno y
otro es equivalente a la operación analítica de corte y empalme. Esta tesis es
desarrollada en varios de los capítulos del libro bajo diversas formas
clínicas.
Pero aún
más importante es que el sostenimiento de esta tesis le autoriza a producir una
escritura en el nudo borromeo. La escritura de la letra menos fi en la cuerda de lo imaginario.
Ya sean
ocasionales o estables, los fracasos del fantasma son subsidiarios de la no
escritura de esa letra en la cuerda de lo imaginario. Esta escritura es un
hallazgo que da una chance al analista a poder producirla en la propia
dirección de la cura. Son los casos donde el fantasma se construye o se
estabiliza en el análisis. A esta operación la autora la denomina “ Maniobra imaginaria literante”. Interviene entre lo
imaginario y lo real para establecer el hueco letrado de menos fi y dar
lugar para que aparezca lo real de lo imaginario. Es una indicación para el
sujeto de que no todo es especularizable, que hay una parte de la que el Otro
no se apropia y que por ende no todo es
goce fálico.
Tal como
señala Silvia Amigo, el goce fálico, que es del Otro, el sujeto lo vive como
goce del Otro y el sujeto es objeto de ese goce. Cuando el Otro responde por entero sobre el
niño no se inscribe menos fi y el devenir del narcisismo se torna
patológico. La escritura del menos fi le asegura al sujeto que su yo
articulado al narcisismo es digno de amor.
Su
devenir da lugar al objeto a para que el imaginario sea horadado. En esta encrucijada sitúa Silvia el drama de
Hamlet. Por el lado de su madre
Gertrudis, por el lado del fantasma (ghost) de su padre no hay ningún
resquicio para cortar con el goce devorador y urgente de ese Otro que la madre
representa.
El fracaso del fantasma de Hamlet se produce por una contingencia. Un evento casual que ataca la imagen del príncipe desencadenando el torbellino por el cual “sexualidad y muerte” entran en una relación de oposición, que sólo deja lugar a la inhibición como respuesta posible.
A lo que
Lacan llama “la tragedia del deseo“ Silvia Amigo lo
nombra “fracasos del fantasma”. La
indisponibilidad del fantasma para hacer frente al deseo del Otro conduce en
los casos de las estructuras neuróticas a las inhibiciones, melancolías y otra
serie de fenómenos de borde de los cuales se ocupa muy rigurosamente en el
último capítulo.
Silvia
sitúa la infancia y la pubertad desde el primer y segundo despertar sexual en
la categoría de borde, señalando que la diferencia yace en que en estos casos
la estructura se está armando aún.
Si en la
adolescencia el sujeto cuenta con “algunos títulos en el bolsillo“ obtenidos en la primera vuelta edípica de la infancia,
tendrá la posibilidad de renovar, de reescribir el significante fálico en lo
real, el menos fi en lo imaginario, los trazos que el nuevo real del
sujeto reclama. El problema es que el
Otro real se niegue a legitimar la imagen apta para el ejercicio de la
sexualidad normativa.
Mediante
la obra El enmascarado de Wedekind, Silvia expone cómo es posible que, a
pesar de haber contado con el trazo unario en su discurso, puede no contarse
con el nuevo real que la pubertad conlleva ni con el aval simbólico ni con la cubierta imaginaria
que el Otro proporciona. Homologa la función del enmascarado a la del analista
cuando éste hace semblante, autorizándose a intervenir en lo real y a producir
maniobras imaginarias literantes, a armar construcciones interpretativas a los
efectos de anudar sexualidad y muerte.
En el
capítulo acerca de la femineidad subraya la relación entre ésta y la
letra. Aclara lúcidamente que la letra
sin el nombre no permite articular el saber con el goce. Es por la vía del amor
entre un hombre y una mujer que el nombre posibilita que esta articulación se
efectúe. Para que la femineidad no quede homologada a la histeria es necesario,
para una mujer, que haya contado con el amor del padre. No se trata del amor
del padre que la histérica debe sostener para demandar el significante de la
mujer que no hay. Es la condición para que dicha demanda pueda llegar al tiempo
de su declinación. Para la posición de hija y mujer el amor del padre, por un
lado, y el amor de un hombre en su condición de mujer, por otro, propicia lo
innecesario del aval a la demanda de falo. Allí hay lugar a la identificación
del no todo, por un lado, y a la identificación al significante fálico, por el
otro.
Dejé en
último lugar la clínica de bordes. Allí
la autora se anima a postular una cuarta
estructura desde el tiempo de comprender que una investigación rigurosa
requiere.
La tesis
que nos propone acerca de los fenómenos llamados de borde está centrada en la
falla de la retraducción imaginaria. Es decir, cuando el yo no es el primer
objeto que se ofrece fantasmáticamente a la pulsión, sino el único. Cuando la
configuración “ mal dicha” que el Otro ofrece produce
estragos en el narcisismo del sujeto, planteando una disyunción entre el campo
del discurso y el campo imaginario. Esta tesis origina una propuesta para el
analista respecto del dispositivo analítico. Hará semblante de espejo
sosteniendo la alienación al sostén del espejo.
También hará semblante de diálogo apuntando a la formación imaginaria
del “yo ideal” a los efectos de hacer devenir al yo como agujereado. En algunos
casos se logrará por y en el análisis la constitución del fantasma.
Arriesgar
la propuesta de una cuarta estructura en el campo muchas veces dogmático de los
analistas implica, desde Silvia Amigo, la expresión de decisión y
honestidad. Este don nos genera el deseo
de aceptar esta oferta en el seno de una discusión que pone a prueba nuestra
propia honestidad respecto de lo que afirmamos como analistas.
Silvia
Amigo lleva aún más allá su exposición en el capítulo “Fracaso del fantasma y
Polis”. Allí designa un “acto
estrictamente, delicadamente analítico” al rechazo al totalitarismo que reduce
“al objeto al lugar del detrito indigno y al cuerpo muerto el de “schmatten”
(trapo), figura, lastre”. Propone allí a
nuestra aún reciente historia totalitaria un “olvido por inscripción...” como
opuesto al “olvido del canalla”, “una discontinuación del trauma poniéndole el
freno de la letra...”, una apuesta a la poesía para superar el horror.
El mail
de la autora es wainsztein@fibertel.com.ar
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