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Inconsciente, sentido y forclusión de Daniel Paola

21/06/2011- Por Carlos Paola - Realizar Consulta

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“ … este planteo central en el libro gira en torno a una afirmación que hiciera Lacan durante el transcurso de la clase del 16 de marzo del ’76: “La orientación de lo real en mi ternario, forcluye el sentido”. Por lo tanto, la forclusión del Nombre del Padre mantendría su exclusividad en la psicosis. Pero la forclusión de sentido sería para todo serhablante. Desde esta perspectiva, entonces, la escritura implicaría algo más que el avatar sublimatorio de una moción pulsional. Inconsciente, sentido y forclusión no es sólo la aproximación a la experiencia de un analista. Es también la aproximación a la experiencia de un escritor...".

Letra Viva Editorial, Buenos Aires, 2011.

Se preguntaba Abelardo Castillo: “¿Qué sentido tiene la literatura en un mundo sin sentido?” Pregunta a la que, inmediatamente, adjudicaba dos respuestas: la primera, “ningún sentido”. La segunda, es precisamente la que hoy no parece estar de moda: “el sentido de la literatura es imaginarle un sentido al mundo y, por lo tanto, al escritor que la escribe”1 .

Con honor y alegría, sentado en este panel junto a mi hermano, variadas son las razones por las cuales recurro al escritor para presentar Inconsciente, sentido y forclusión. Se trata de la escritura del sexto libro de Daniel Paola.
Libro que, según mi lectura, tiene su eje en la “forclusión de sentido”, noción introducida por Lacan en el Sinthome2  cuando el encuentro, precisamente, con una escritura, la de James Joyce, lo hiciera desviar del proyecto “cuatro-cinco-seis” y detenerse en ese cuarto que hereda de Freud.

No es la primera vez que Daniel aborda este tema. Lo viene trabajando desde hace muchos años. Hay ya referencias en el ’94, en su primer libro “Psicosis o Cuerpo”3 , y también en algunos artículos, especialmente en “Clínica de la forclusión de Sentido”, presentado en el Lacanoamericano del 2005.

Esta vez, con esta noción recorre todo el edificio doctrinal, atravesándolo con el coraje que sólo proporciona la autorización, y extrayendo en ese recorrido conclusiones que permiten reformular los fundamentos de nuestra praxis.

El contexto de este planteo central en el libro gira en torno a una afirmación que hiciera Lacan durante el transcurso de la clase del 16 de marzo del ’76: “La orientación de lo real en mi ternario, forcluye el sentido”4.

Afirmación que surge como respuesta a la pregunta por la existencia de otras forclusiones que la que resulta del Nombre del Padre.

Con la forclusión de sentido, entonces, parece deshacerse esa suerte de correspondencia biunívoca entre forclusión y Nombre del Padre, “puesto que el Nombre del Padre es, al fin de cuentas, algo ligero” y, la forclusión, “tiene algo más de radical”5.

Pero que haya forclusión de sentido, aclara Daniel, no cancela la existencia de la del Nombre del Padre. Hay diferencia entre una y otra. “Y no se asemejan ni en su modalidad ni en su presentación clínica”6.

“La falta -de un sentido primordial- es primera. Luego, allí donde el sentido está forcluido, es el Nombre del Padre quien, como cuarta consistencia, lo introduce, creando o no según la ley de la carretera principal”7.

Por lo tanto, la forclusión del Nombre del Padre mantendría su exclusividad en la psicosis. Pero la forclusión de sentido sería para todo serhablante.

 

A partir de este planteo que conmueve todo un aparato conceptual, en el libro se despliegan y enhebran múltiples desarrollos. Para intentar reflejar su espíritu, voy a situar algunas pocas afirmaciones:
• Que la forclusión de sentido traería aparejada “otra clínica no tanto basada en la tripartición de la modalidad de la castración”, sino en la masificación que esta forclusión propone, en tanto “no hay ser-hablante que pueda excluirse de ella”8.
• Que, si en su fundamento lo real forcluye el sentido, el sentido retorna de lo real por creación del Nombre del Padre9  “a partir de una lectura que lo funda, siendo la negación lo que primero determina el efecto. El sentido, entonces, no es alcanzable sino por una especie de falsa creencia”10.
• Que la radical forclusión de sentido hace del inconsciente el uno de la equivocación. Y que cinco y seis no pueden definirse porque se entra en un territorio forclusivo comandado por el retorno de sentido, que no cesa de no inscribirse11.
• Que a partir de este falsus que tapona la falta de un sentido primordial, se plantea el problema de confundir la creación de sentido con su existencia12. Allí comienza la religión. Y también  la encerrona de Freud que, velando la genialidad de su descubrimiento, supone insalvable la roca viva de la castración13.
• Que más allá de la falsedad del falo, la forclusión de sentido posibilita al analista injertar dichos en el punto donde no hay traza a través de los signos que lee en el analizante a la manera de un retorno de lo real14.
• Que “no se podrá sino crear sentido porque en el origen está forcluido”. Y no habrá “sinthome que se sostenga eternamente” porque la forclusión de sentido producirá en forma permanente, como retorno, un sentido nuevo que lo cuestionará, cada vez. Aunque el Nombre del Padre no lo sustente, “el sentido seguirá retornando de lo real”15
• Que “durante un análisis habrá tiempos sostenidos por la eficacia del falo en tanto soporte de un paso de sentido desde lo falso a lo verdadero, mediado por la negación”16.  Pero “cuando el duelo por el objeto a finaliza”, - si es que finaliza alguna vez - (...) “adviene otro tiempo para la Dirección de la Cura, inaugurado en el lugar que el Nombre del Padre dejó libre con su caída. Ahí cada analista vale por sí mismo, lo que es decir, se re-autoriza en la forclusión de sentido”17.
Y yo me permito poner en palabras una afirmación más, que no fue dicha, pero está en acto:
• Que si no se puede sino crear sentido porque en el origen está forcluido, la escritura es uno de los tantos modos de crearlo.
Desde esta perspectiva, entonces, la escritura implicaría algo más que el avatar sublimatorio de una moción pulsional.
Siguiendo el planteo central del libro, me arriesgo a decir: implica también la dimensión del sentido forcluido que retorna de lo real en un sentido nuevo, creado por el saber hacer del escritor.

El acto de escribir es una ceremonia de resucitación, le escuché decir a Vicente Zito Lema, en una ocasión próxima a la publicación de su vigésimo primer libro.

Poco después agregó: “Y que me disculpen los psicoanalistas: la escritura no será sin la sublimación, pero es mucho más que eso”.

Ante la forclusión de sentido y para crear sentido nuevo, Lacan, valiéndose de la homofonía, construyó algunos neologismos18.

Sabemos que el neologismo, como por ejemplo el bastardicho que aparece en el prólogo del libro, designa una paradoja, ya que puede leerse en más de un sentido, al menos dos que se contraponen, dando cuenta de una resultante simbólica frente a lo real19.

Y fue, precisamente en la escritura de James Joyce, donde Lacan encontró el paradigma de este artificio. Haciendo referencia al Evangelio según San Mateo que reza: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edifico mi Iglesia”20 , dijo alguna vez James Joyce para defenderse de quienes criticaban su escritura: “La Sagrada Iglesia Católica Apostólica Romana fue construida sobre un juego de palabras. (...) La Iglesia, como el mundo, está fundada sobre el vacío.”21 -22  La escritura de Joyce no es una jergafasia esquizofrénica23, como hemos creído muchas veces los analistas, bastardeando con nuestra suposición eclesiástica el deliberado saber hacer del artista. Se trata de una escritura experimental, fruto del esfuerzo de toda una vida, que inauguró innovadores caminos en la literatura contemporánea. En Joyce el sentido que llama a las asociaciones del lector no surge sólo del relato, del estilo narrativo o de la forma verbal. 

El sentido es creado también a partir de cada sílaba, de cada letra, de cada elemento de una palabra que se independiza preñado de otras palabras. Múltiples sentidos son evocados por la homofonía, la homonimia y la ortografía en cada vocablo que se desmonta y se vuelve a montar, híbrido de voces de otros idiomas. Vocablos que, lejos de quedar sueltos, se enhebran en cada oración con alusiones y contra-alusiones, integrándose en una estructura, cuya musicalidad hace del escrito un texto más para ser escuchado que para ser leído24.

Inefable saber hacer con lalengua, podríamos decir, ante la forclusión de sentido.

Hay un relato de la escritora Angela Pradelli que es para mí un testimonio del acto de escribir25. Comparto con Ustedes algunos fragmentos del mismo:

“En la cuarta o quinta sesión dejé por fin de llorar y con esa visión que empezaba a ser más clara, descubrí allí dentro una de las bibliotecas más grandes que haya visto. (...) Libros y libros y más libros. Vi también, a través de la ventana, un viejo nogal cuyas ramas caían pesadas. Cuando llovía, y por eso por entonces me gustaban tanto los días de lluvia, el agua se depositaba sobre el árbol y caía de sus hojas provocando una cadencia que parecía sonar en un plano diferente del de la lluvia.
(...) le conté [entonces] algunos episodios que tenían que ver con la forma en que pronunciaba cuando me largué a hablar. Mi única vocal era la a. (...) yo decía todas las palabras del mundo desconociendo la e, i, o, u. Así, jugar a las muñecas, era para mí, jagar a las mañacas. (...) Durante un tiempo se sucedieron las fonoaudiólogas y las foniatras y con todas ellas tuve una relación simétrica. Yo las odiaba a ellas y ellas me odiaban a mí. Recuerdo que me sorprendió escucharme contando aquellos episodios en relación con el lenguaje y mi imposibilidad de pronunciar (...), porque eran historias viejas en las que no pensaba desde hacía mucho tiempo y que tenía bastante olvidadas.
(...) Ella fumaba cigarrillos negros, Parisennes fuertes, y cuando hacía interpretaciones le gustaba regular las palabras con el humo que salía de su boca, dibujando volutas que permanecían por unos segundos suspendidas ante su rostro.
(...) Me preguntó si alguna vez había pensado en escribir.
- Nunca - le dije.
- ¿Nunca? - me preguntó, pero no era una pregunta. (...) - Nunca no - me dijo - , justamente su primer intento con la palabra fue una dificultad y una creación. ¿Qué hacen los escritores sino luchar con el lenguaje? -
(...) El uso de la a como la creación de un dialecto que me expresaba.
Tardé años en entender aquella sesión.
Fue después de mucho tiempo, cuando empecé a escribir, que supe que ella tenía razón. Lo sé ahora, que la escritura es para mí una necesidad y puedo demorarme horas en encontrar un par de palabras, pasar la tarde dando vuelta un párrafo como una media para que suene mejor, o acomodar las palabras una y mil veces para que tengan una música. Si a veces, algunas tardes, mientras escribo, hasta me parece sentir el olor de los Parisiennes fuertes, o el sonido del agua cayendo pesada desde las hojas del nogal”.

Aún otro escritor para concluir, invitándoles a leer Inconsciente, sentido y forclusión. Decía John Berger:

“La escritura, tal como la concibo, no tiene un territorio propio. El acto de escribir no es más que el acto de aproximarse a la experiencia sobre la que se escribe; del mismo modo, se espera que el acto de leer el texto escrito sea otro acto de aproximación”.26-27

Inconsciente, sentido y forclusión no es sólo la aproximación a la experiencia de un analista. Es también la aproximación a la experiencia de un escritor.

 

Notas


[1]Abelardo Castillo, Ser escritor, Editorial Perfil, Buenos Aires, 1997.
[2]Jacques Lacan, Seminario 23 El Sínthoma, Versión crítica digitalizada: Ricardo Rodríguez Ponte, Biblioteca de la EFBA, C- 2119.
[3]Daniel Paola, Psicosis o cuerpo, cap. Sentido y Psicosis, Ediciones laderiva, Buenos Aires, 1994.
[4]Op. Cit en (3), clase del 16/03/76.
[5]Op. Cit en (3), clase del 16/03/76. 
[6]Op. Cit en (1), pag. 16
[7]Op. Cit en (1), pag. 22.
[8]Op. Cit en (1), pag. 19.
[9]Op. Cit. en (1), pag. 63.
[10]Op. Cit en (1), pag. 31
[11]Op. Cit en (1), pag. 16 y 17.
[12] Op. Cit en (1), pag. 22.
[13]Op. Cit en (1), pag. 99.
[14]Op. Cit en (1), pag. 98.
[15]Op. Cit en (1), pag. 37.
[16]Op. Cit en (1), pag. 73.
[17]Op. Cit en (1), pag. 27.
[18]Op. Cit en (1), pag. 25.
[19]Op. Cit en (1), pag. 94.
[20]Biblia, Evangelio según San Mateo, Capítulo 16, versículo 18.
[21]Budgen, F., James Joyce and the making of Ulysees, London, Indiana University Press, 1967.
[22]Rebeca García Nieto, James Joyce: un funámbulo del litoral, Revista virtual Frenia, Vol. VII, 2007,
http://www.frenia-historiapsiquiatria.com/pdf/fasciculo%2011/REBECA_GA...pdf
[23]Ricardo Rodríguez Ponte, El Síntoma. Una Introducción, Seminario dictado en la EFBA, clase Nº 8.
[24]Mario Teruggi, El Finnegans Wake por dentro, Editorial Tres Haches, Buenos Aires, 1994.
[25]Angela Pradelli, Libro de Lectura - Crónicas de una docente argentina, cap. Pronunciar, Emecé Editores, Buenos Aires, 2006.
[26]John Berger, Puerca tierra, Trad.: Pilar Vázquez, Editorial Alfaguara, Buenos Aires, 2011.
[27]Angela Pradelli, John Berger, el anfitrión de la montaña, artículo publicado en Revista Ñ, sección Literatura, Buenos Aires, 04/02/11.

 


 


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