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Sobre lo infinito en psicoanálisis29/11/2019- Por Martín Ruano - Realizar Consulta

A partir de su formación y experiencia en psicoanálisis y su especialización en ciencias económicas, el autor propone una articulación matemática asociada a las operaciones clínicas de nominación y escritura “(…) lo que me interesa resaltar es la forma en la que la matemática pudo trabajar con lo inasible, con aquello que no dudo en calificar como real. (…)Toda la matemática moderna, casi todo cálculo interesante hoy en día depende o se relaciona fuertemente con esas formas de abordar lo infinito: derivadas e integrales. El cálculo infinitesimal funciona en tanto y en cuanto permite recortar aquello que en principio no tiene borde. (…) Ese recorte permitió salir de la edad oscura en las “ciencias exactas” y avanzar en un mundo de inexactitudes.”
Del film The thirteenth floor *
Existe un concepto en la historia de la humanidad, en particular en la tradición judeo cristiana, que resulta estructuralmente inasible para el entendimiento en cualquiera de sus ramas. Es la idea de infinito.
El infinito es imposible de simbolizar para el ser humano. Basta preguntarse cómo es, para darse cuenta de ello. La mente humana y su recorrido están hechos de límites. El infinito, por definición, es justamente la ausencia de los mismos. Por ello no es simbolizable. Donde no hay límites, no hay posibilidades de pensar.
La matemática nos brinda un bello ejemplo. Durante siglos estuvo prohibido incluso intentar conceptualizar lo infinito, ya que era reservado en exclusivo para el entendimiento divino.
Aristóteles concebía el infinito en dos estados: potencia y acto. El infinito en potencia es aquello que potencialmente podría ser infinito. El infinito en acto aquello que es infinito en este momento (De hecho esta podría ser una de las formas de pensar lo real en Lacan). Así, para el filósofo, el ser humano sólo puede permitirse pensar el infinito “en potencia”, pero no el infinito “en acto”, exclusivamente reservado a dios[1].
Pongamos un ejemplo simple, una división por dos. La operación podemos realizarla y analizarla. Pero si pensáramos que esa operación se realice infinitas veces, eso llevaría a una cantidad cada vez la mitad de pequeña que la anterior, y así progresivamente sin fin.
Esto se transforma en un absurdo, porque todo lo que podamos imaginar de pequeño, siempre tiene una magnitud en potencia que es la mitad. Ese recorrido y esa magnitud sin fin no es posible imaginar. Lo mismo sucede con la idea de “todo”, es un imposible para nuestra mente, pues en cuanto lo intentamos surge la pregunta, ¿y luego del todo?
Tan fuerte fue esa prohibición en relación a lo infinito, que el pensamiento matemático se detuvo al menos 15 siglos cada vez que llegaba a un resultado que era “paradójico” para la filosofía imperante.
Fue recién en el siglo XVII que de la mano de Leibniz y Newton se empezó a trabajar con la idea de infinito, y no hasta el siglo XVIII, en plena revolución industrial, donde Cantor abordó al fin el tema y la concepción Matemático/filosófica. No sin resistencia, claro, ya que sus ideas fueron tomadas como blasfemias y herejías, pese a que el matemático era un gran creyente[2].
Sobre el límite
Regresando al trabajo analítico, lo que me interesa resaltar es la forma en la que la matemática pudo trabajar con lo inasible, con aquello que no dudo en calificar como real. Lo hizo, es difícil de negar, con un éxito acabado.
Toda la matemática moderna, casi todo cálculo interesante hoy en día depende o se relaciona fuertemente con esas formas de abordar lo infinito: derivadas e integrales. El cálculo infinitesimal funciona en tanto y en cuanto permite recortar aquello que en principio no tiene borde.
Básicamente, el concepto se apoya en la invención de “cuando algo tiende a infinito” (o sea se aborda con el concepto matemático de límite), y eso justamente es lo que recorta lo inasible. Ese recorte permitió salir de la edad oscura en las “ciencias exactas”[3] y avanzar en un mundo de inexactitudes.
El límite impide que las ciencias exactas sean exactas, pero da una aproximación utilizable, una que “funciona”, permite una pragmática en buena medida coherente con lo real, un hito por medio del cual el símbolo puede tomar algo de ese real, marcarlo y de esa forma recorrerlo.
En el caso de Cantor y la teoría de los conjuntos sucede algo similar: conjunto e infinito son inequívocamente un oxímoron. Pero a partir de pensar recortes sobre aquello real surge la posibilidad del desarrollo, incluso de operaciones que en un principio parecerían absurdas como “comparar infinitos”. Es, al menos, creo, una de las formas en las que se podría comprender la siguiente cita de Lacan, en L'étourdit:
“Lo que se profiere en el decir de Cantor, es que la serie de los números no representa ninguna otra cosa en el transfinito que la inaccesibilidad que comienza en dos {deux}, por lo cual de ellos {d'eux} se constituye lo enumerable al infinito”[4]
Sobre el cuerpo
La captura del cuerpo por medio de la imagen proyectada del/de los otros/Otros significantes, pensada desde el psicoanálisis, tiene justamente esa misma característica. El límite dado por los agujeros, o mejor dicho proyectado sobre estos, las imágenes, los recorridos, las palabras, etc., es condición necesaria para el desarrollo de las funciones superiores de ese ser humano.
Las formas particulares que tome ese recorte imaginario y simbólico, así como los restos que deje, serán determinantes en la estructura de ese sujeto. El punto es tan central que el mundo mismo será hecho imagen “corpo-reificado”[5], es decir alienado al cuerpo. La forma, no es solo el recorte del cuerpo en relación a sus agujeros, sino que en el mismo acto se produce el recorte del mundo mismo.
Lacan en su “Conferencia en Ginebra”, nos da una versión que no solo implica el estadio del espejo en términos de estructura psíquica, sino también, en términos freudianos más “clásicos”, del “sistema de percepción”. Nótese que en el margen es solo a través del concepto que podemos diferenciar entre aquello que impacta en el aparato senso-perceptivo y clasificarlo como “interior” o “exterior”[6].
En relación a esta cuestión, Lacan en el capítulo III de su Seminario X (pag. 39) indica que se le demanda una articulación más precisa del estadio del espejo y el significante. Detalla en la palabra hiato, en términos de “corte o escisión”, la respuesta esperada. Si la angustia es el placer de la infinitud, el hiato, en estos términos, es lo único que puede encauzarla para el ser humano.
De allí que moterialisme insinúe una mirada de microscopio para pensar el inconsciente como enervadura de lo simbólico en el cuerpo[7] y, por ende, “lo que hace que cada cual no haya encontrado otras maneras de lo que recién llamé el síntoma.”[8]
Incluso, luego, el sujeto es presa de ese mecanismo. El padre es quien debe dar las coordenadas de su función para que algo de esto, valga la redundancia, funcione.
Articulación Clínica
A veces la presencia del padre puede ser suficiente para que un sujeto pueda transitar su vida desde “el mundo de las neurosis” (para significar solo este espacio de locura compartida) pero, con ese modo particular de algunos padres, estos deben la herencia a sus hijos de algunos “títulos”. Algunos de ellos quizás el sujeto los logre, en el mejor de los casos, construir parcialmente a lo largo de su vida, presumiblemente con algo de ayuda de algunos otros significantes que puedan dar cuenta de la función paterna.
También, por supuesto, pueden ser buscados en análisis. Entre ellos, sin duda, estará la dificultad para establecer escansiones en la realidad en aquellos casos en que sea especialmente dificultoso para el sujeto. Esa falta de nominación se impone al sujeto e impide que la cadena significante se desarrolle y pueda fluir con lo que -le- sucede.
La intervención allí suele ser en el recorrido del deseo, o del recorrido asociativo, da igual para el caso, el punto es poder nominar algo de eso informe que se presenta y encadenarlo. Como en matemática, aquello que nombra no agota (por suerte), pero permite avanzar.
A fin de cuentas nombrar el cuerpo y el exterior del cuerpo, incluir ello en la cadena significante, es parte necesaria, aunque no suficiente, del aprender a lidiar con aquello que como sujetos y como sujetados (en lo individual y lo social) debemos recorrer.
Imagen*: tomada de la película “El piso trece”, 1999, del director Josef Rusnak
https://www.tokkoro.com/1015002-the-thirteenth-floor.html
[1] Hay que notar que el término dios en Aristóteles no es el dios del cristianismo, aunque luego fuera interpretado de tal modo durante siglos.
[2] “Dios Todopoderoso me ha permitido alcanzar las aclaraciones más notables e inesperadas en la teoría de variedades (o de conjuntos) y la teoría de números”, declaraba Cantor en una carta íntima a su amigo Dedekind para presentar sus ideas que sabía contrarias a la concepción religiosa imperante en su tiempo. Cantor G. Fundamentos para una Teoría General de Conjuntos. Escritos y correspondencia selecta. (1874 -1897) Editorial Crítica, Barcelona, España. Recuperado de: http://www.mathmoo.unam.mx/gardan/Sem.Fil.Mat/Seminario.Filosofia.delas.Matematicas/Tema%206/
JoseFerreiros_IntroduccionAUnaFundamentacion.pdf
[3] Después de este razonamiento queda claro que no existe algo que merezca ese nombre más que metafóricamente.
[4] Lacan, J. L´Etourdit. (1972) Recuperado de: http://staferla.free.fr/Lacan/L'etourdit.pdf
[5] Lacan J. “Conferencia de Ginebra” (1975) pg. 118.
[6] De hecho Freud ubicó la diferencia entre aquello de lo que se podía huir, y aquello de lo que no.
[7] Cuerpo en cuanto a sustancia, no en su sentido imaginario o simbólico.
[8] Lacan J. “Conferencia de Ginebra” (1975), pg. 126
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