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Políticas públicas en salud mental en el marco de la pandemia: lo singular y lo colectivo

04/08/2020- Por Julieta Calmels - Realizar Consulta

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Se comparte en primera persona el detalle de una experiencia de trabajo desde la política pública en condiciones excepcionales: aquella desplegada desde la Subsecretaría de Salud Mental de la Provincia de Buenos Aires. En palabras de la autora, psicóloga y funcionaria pública, acompañar es una pieza clave de un cuidado que excede al del cuerpo orgánico y reconoce al ser humano en el conjunto de sus necesidades y dolores, recordando que la singularidad emerge desde lo colectivo.

           

        

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Introducción

 

  La pandemia es un acontecimiento mundial abierto. Su magnitud, su carácter radicalmente inesperado y la imposibilidad de saber cuál será el despliegue final y sus consecuencias, nos compele a habitar esa incertidumbre, al tiempo que nos obliga a disponer de la mayor responsabilidad en el despliegue e invención de formas de cuidado que pongan límites, impasses a esta epidemia, para así permitirnos transitarla con los menores daños posibles.

 

  Las palabras que siguen buscan compartir una experiencia de trabajo desde la política pública en condiciones excepcionales. Particularmente, aquella desplegada desde el campo de la salud mental (SM) en la Provincia de Buenos Aires y, más específicamente, desde la Subsecretaría de Salud Mental, Consumos Problemáticos y Violencias en el ámbito de la salud, perteneciente al Ministerio de Salud.

 

  Además de las numerosas recomendaciones, protocolos, guías y directivas, se fueron inventando un conjunto atípico de dispositivos surgidos desde la determinación de que había que acompañar y atender el sufrimiento producido por la pandemia, sabiendo que más allá de todos los diagnósticos y las enfermedades se trataba de apostar al acompañamiento estatal poniendo de relieve la dimensión subjetiva, singular y emocional de cada persona y colectivo social.

 

  Así, entendimos que en la misma hay una porción clave de un trabajo integral de los cuidados que no se reduce a la atención del cuerpo orgánico y sus síntomas. Quizá esta pandemia haya demostrado a gran escala cuán importante es esta dimensión y cuánto puede hacer el Estado para inventar nuevos dispositivos de acompañamientos, capaces de lograr cercanía y presencia.  

 

  En esta tarea se produjo un gran descubrimiento acerca de las potencias que nos habitan cuando en nosotrxs hay una causa común, política y amorosa con nuestro pueblo.

 

 

La paradoja inicial

 

  En este año 2020, cuando nos encaminábamos decididxs hacia la construcción de una “Buenos Aires libre de manicomios”, debimos enfrentar una paradoja brutal: mantener vivos en aislamiento social a un conjunto de 1.600 personas cuyo promedio de internación era de 17 años, de los cuales el 37% tiene más de 60 años, muchxs de ellxs con comorbilidades. Es decir, inmensos geriátricos con personas cronificadas de altísimo riesgo ante el COVID-19.

 

  Inicialmente ‒por la inercia de un sistema de salud añejo y por la necesidad de liberar camas para el COVID‒ los neuropsiquiátricos se vieron como el lugar natural para derivar a nuevas internaciones por SM. La barrera de ingreso fue el primer gran trabajo que nos llevó a avanzar en una de las tareas pendientes:  aumentar las camas en hospitales generales para SM, internar solo los casos indispensables, ampliar y crear equipos móviles en las regiones más pobladas del gran Buenos Aires para asistir otras urgencias.

 

  Equipos de protección por doquier, estrategias de testeo de pool preventivos que nos evitaron grandes brotes de contagio en hospitales de más de 600 personas internadas, reuniones regulares; llamados diarios e inmensos cuidados amorosos y solidarios de trabajadorxs y directorxs permitieron al día de hoy no estar atravesando una tragedia.

 

  Pero también permitió avanzar en una de las grandes deudas, logrando la externación de 100 usuarixs de los manicomios. Hoy ya todxs sabemos y tenemos la evidencia incontrastable de que el encierro, que hemos tenido que vivir socialmente, no cura.

 

 

Cuidar a los que cuidan

 

Lxs trabajadorxs de la salud, nombradxs inicialmente como “héroes”, atravesaron prontamente intensos sentimientos de terror por la tarea que les tocaba sostener, desestabilizando en muchos casos los saberes previos y tensando relaciones interpersonales.

 

  Gran parte de los servicios de SM hospitalarios, y otros tantos equipos creados desde la Subsecretaría, se dieron el trabajo de acompañar a lxs trabajadorxs a pensar y trabajar sobre esa dimensión. En algunos casos se trató de acompañamientos singulares, pero lo más relevante fueron los procesos colectivos con grupos de trabajadorxs que derrumbaron semblantes, jerarquías y límites entre los equipos para pensar y elaborar transversalmente los temores ante la inmensa tarea por delante.

 

  También implicó, desde el propio Ministerio de Salud, idear y sostener la magnánima compra de equipos de protección, inaugurando una ruta comercial con Shangai para, literalmente, traer desde la otra punta del mundo los elementos materiales sin los cuales nada hubiera sido posible.

 

 

El sistema alborotado

 

  Los Primeros tiempos produjeron un efecto de reorganización de los servicios de SM hospitalarios con enormes desafíos por sostener tratamientos virtuales de manera masiva bajo métodos no usados por usuarixs y profesionales. Esto exigió inventar dispositivos, encuadres y espacios inhabilitados hasta entonces, como los circuitos de entrega y prescripción de psicofármacos.

 

  Los contagios de trabajadorxs, que al comienzo fueron significativos, llevaron a un abrir y cerrar de guardias y servicios, y a la ampliación de las plantas profesionales. Cuando se trazaba un mapa de servicios al día siguiente había que reinventar otro. Nunca antes hubo que construir con un carácter tan dinámico la atención sanitaria, inventando lo imposible.

 

  Los 150 centros de atención en SM de la Subsecretaria (CPAs, comunidades terapéuticas, centros de día, etc.) se mantuvieron activos readecuando su funcionamiento, sosteniendo tratamientos y en muchísimos casos absorbiendo necesidades caídas del sistema sanitario inicialmente alborotado y asustado. Centros abandonados por años que ni siquiera tenían personal de limpieza, y con los cuales hubo que reconstruir las condiciones materiales y de acompañamiento mínimas para garantizar el trabajo.

 

 

Del otro lado del teléfono

 

  La creación de un 0-800 de SM las 24hs, que al día de hoy lleva más de 5 mil quinientos llamados y que con el tiempo se fue replicando en los municipios, permitió una ramificación capilar de escuchas, circuitos de acompañamiento y derivación para la atención. Acompañamientos que en muchos casos hicieron de soporte vincular, y que algunos también, se prologan en el tiempo. Voces desconocidas que se encontraron con equipos profesionales, que sostuvieron, guiaron y acompañaron el dolor hasta encontrar formas de apaciguarlo.

 

  Articulaciones con el Ministerio de la Mujer, el Organismo de Protección de niñes y adolescentes, Desarrollo Social y PAMI hicieron posible esa premisa de que el Estado es uno, lo propio de un trabajo intersectorial. Con el correr de los días también hubo que inaugurar un área de acompañamiento telefónico para personas mayores, planteándonos la premisa de que el aislamiento no se traduzca en vivencias de soledad.

 

  Junto a la línea 0-800 creada surgieron otros “inventos” de la pandemia, como los Centros de telemedicina para el seguimiento telefónico de casos sospechosos (CETECS). La población a la que se llama para hacer un seguimiento clínico comenzó a requerir la necesidad de acompañamiento en términos subjetivos y emocionales por todo lo que el aislamiento estricto y posible contagio conllevan.

 

  Fue así que a través de convenios con universidades provinciales inauguramos equipos de Salud Mental formados por voluntarixs ‒coordinados y supervisados por la Subsecretaría‒ que actualmente acompañan a personas de diferentes lugares de la provincia.

 

  Una escucha y una presencia humana y humanizante desde el Estado para acompañar un momento límite.

 

 

Patear los barrios

 

  Tempranamente en la provincia se dispuso la estrategia de detección activa de casos a través del programa de “Salud Comunitaria” y el plan “Detectar”, dedicados a recorrer los barrios para la identificación y testeo temprano de posibles casos, evitando así el desastre colectivo en barrios populares. Tan intenso fue el trabajo emprendido que al momento solo el 16.25% de los contagiados proviene de allí.

 

  Quizá la situación del barrio Azul nos puso de frente con lo que sabemos y nunca terminamos de saber en su real magnitud: la tremenda desigualdad en la que viven miles de ciudadanxs.

 

  Recuerdo a una mujer angustiada decirme que había escuchado que el virus se transmitía por los residuos cloacales y que debajo nuestro había pozos o aguas servidas. Recuerdo sus ojos, su cara y su forma de hablar que me hicieron pensar que quizá estaba medicada o con alguna alteración más profunda. Hablaba y miraba donde yo pisaba. Le dije que iba a averiguar. Sin más se fue, así como vino, con la mirada que iba al piso y a la nada.

 

  Minutos después me dijeron que la situación era tal cual como ella decía, y que estaba viniendo saneamiento al barrio. Mientras tanto yo pensaba cómo no iba esta mujer a estar desencajada: la realidad, que tan bien percibió, era para dejarte con la cabeza rota en pleno barrio, en medio del brote más grande de la provincia de Bs. As. Me disculpé en mi pensamiento y me avergoncé.

 

  Hacía una hora que estábamos ahí paradxs, sin poder movernos, ya que se acercaban personas a pedir por medicación psiquiátrica, a que viéramos un familiar angustiado, etc. Habían llegado lxs psicólogxs y se había armado un espontáneo puesto de consulta justo arriba de los pozos de agua servida.

 

  Al ingresar a los barrios populares se produce el efecto irreductible de no poder retroceder si, efectivamente, uno asume la desigualdad que ve. Por ello, de ahí en más nos fuimos incorporando como pudimos en los operativos territoriales, acompañando los momentos en que había que comunicar resultados de casos  positivos, las colas para los testeos con situaciones de angustia, las derivaciones para atención, las medicaciones faltantes y también las angustias por lxs hijxs, por los padres.

 

  La entendible necesidad de las mujeres de saber cómo iban a ser cuidados sus familiares y reemplazadas sus tareas en esa desigual distribución del cuidado, cuando ahora era a ellas a quienes les tocaba dejar la casa e ir a un centro de aislamiento.

 

  Al comienzo fuimos los funcionarixs con barbijos, gafas y trajes de astronautas quienes comenzamos la tarea, encontrándonos con otrxs funcionarixs ‒y hasta el propio gobernador‒ descubriéndonos a gatas detrás de todo eso, para luego ir convocando a trabajadorxs y voluntarixs valientes y amorosos que decidieron sumarse a patear los barrios para el encuentro con su gente.

 

 

Internados y fallecidos: la humanidad detrás de los cuerpos

 

  A los meses de esta tragedia y a pesar del inmenso esfuerzo sanitario y colectivo, incluida la decisión política de la cuarentena, comenzaron a aumentar las internaciones y las personas fallecidas. Y con ello, a dimensionar otra de las brutales complejidades de la pandemia: la dificultad para sostener uno de los rituales más humanos y humanizantes como es acompañar la enfermedad de nuestros seres queridos y despedir a los muertos.

 

  Por ello iniciamos un proceso, que algunos hospitales con tradición en cuidados paliativos ya tenían facilitado: ¿cómo acompañar a familiares y personas internadas preservando e inventando formas posibles del lazo, afecto y presencia? ¿Cómo hacerlo cuidando a la persona enferma y a la familia?

 

  Elaboramos un documento de recomendaciones, generamos encuentros de formación y reflexión y realizamos una compra de dispositivos electrónicos que no reemplazarán la presencia pero que sí disminuirán el daño de la soledad y el aislamiento afectivo.

 

  Acompañar es una pieza clave de un cuidado que excede al del cuerpo orgánico y reconoce al ser humano en el conjunto de sus necesidades y dolores.

 

 

Centros de aislamiento en Tecnópolis

 

  Cuando pensamos que ya todo lo posible se había hecho, llegó el momento de reabrir Tecnópolis. Era evidente que la gente que requería aislamiento por contagio no iba a entrar en los hospitales, y la inmensa mayoría no tenía condiciones de vivienda individuales para el aislamiento en casos leves.

 

  Avanzábamos desde el Ministerio de Salud colaborando con los municipios para fortalecer los centros de aislamiento y el gobernador decidió financiar con aporte estas estrategias. Construimos recomendaciones para el acompañamiento en SM, reconociendo la necesidad subjetiva de toda persona de ser vista y acompañada en algo tan surrealista como estos centros. Al armar capacitaciones para ello y acompañar algunas experiencias, descubríamos que la mayor angustia de la gente no era tanto por estar ahí sino lo que dejaban en sus casas.

 

  Desde hacía meses veníamos trabajando en el armado de Tecnópolis, único centro provincial de aislamiento para más de 1600 personas. Entonces llegó el día de su apertura, y todo aquello que habíamos preparado, ideado, ensayado, protocolizado y vuelto a pensar cobró la síntesis más inexplicable en medio del peor momento de la pandemia.

 

  Ese lugar maravilloso, pensado desde lo mejor del peronismo para ofrecer al pueblo y las infancias una propuesta cultural de calidad, ese lugar maravilloso que vimos destruir en estos 4 años, abría nuevamente sus puertas convertido en un parque sanitario de la mejor calidad humana y material que podríamos imaginar.

 

  Cientos de personas dedicadas a construir y sostener desde el momento cero la llegada de aquellas personas contagiadas para ser cuidadas y alojadas en una propuesta sanitaria sin igual. Todo ese andamiaje de recursos y esfuerzos que sintetizan ese orgullo argentino y recoge lo mejor de un legado: "la patria es el otro".

 

 

Lo singular en lo colectivo

 

  En todas estas estrategias de cuidados colectivos la dimensión subjetiva fue pensada, alojada y ponderada como central desde una mirada integral.

 

  En todas ellas cabalgamos con la premisa de que el trabajo siempre exige sostener lo singular de cada persona en el marco de lo colectivo de una experiencia común donde el otro puede emerger como un soporte capaz de sortear el desamparo y el empuje a la muerte.

 

  Evidenciando una vez más lo trivial de aquella idea de que lo singular es adverso a lo colectivo, o viceversa; como si tuviéramos que optar por una u otra dimensión de la vida. Esta ha sido y está siendo una inmensa experiencia de apuesta vital y solidaria que a todxs nos transforma y en todxs seguramente deje una huella íntima, diferente pero también común.

 

  Aquel concepto misterioso y profundo de Jorge Alemán, soledad común, quizá encuentre en esta catástrofe y en la experiencia argentina un terreno fértil para su despliegue. Y en nosotrxs como bonaerenses la oportunidad de que, como dijo el gobernador, “cuando todo esto haya pasado y miremos atrás, podamos estar orgullosos de lo que hemos hecho”.

 

  Una gran apuesta por la vida en el mejor sentido en que un Estado puede hacerlo. La historia nos dirá cómo será recordado, qué marcas dejará y cuánto de este infinito esfuerzo habrá servido para paliar el dolor y el sufrimiento. Aquel sufrimiento inédito que produce la pandemia y que desborda absolutamente cualquier categoría diagnóstica que busque atraparlo.

 

  A pesar de todo lo que aún no sabemos, sí tenemos la seguridad que el campo de la SM argentina una vez más- como lo hizo en otros momentos trágicos de nuestra historia- podrá contar entre sus grandes virtudes haber apostado a hacer con el dolor otra cosa que la administración resignada de las formas de la muerte, inventando ahí nuevas formas de las palabras, los cuerpos y el lazo social.

 

 

Imagen*: En #VillaAzul en #Quilmes estamos realizando vigilancia epidemiológica con testeo serológico (anticuerpos) para monitorear la circulación del virus, a siete semanas de la detección del brote de #coronavirus y evaluar el intenso trabajo realizado… en palabras de la autora.

 

 


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