Lecturas

por Félix Giménez Noble
Éste es un libro sin precedentes en la historia del psicoanálisis porque en él se enfrentan en forma vivencial, el poder de la enfermedad con el poder del psicoanálisis, y que ofrece los testimonios suficientes para demostrar la medida en que los analistas somos los principales responsables del desenlace de los tratamientos. El ‘sistema’ descripto por Fidias –que no es un ‘locus’- y cuya dinámica puede hacer que el ‘envenenamiento’ de un objeto interno del paciente induzca a un acto del analista –el aletargamiento-, y en el cual la economía libidinal depende de la movilización de los contenidos inertes del paciente, esa ‘vida psíquica’ le confiere a las metáforas una libertad interminable. Señalaré, solamente, el caso de ‘el muerto’, uno de los trascendentes conceptos que sostienen la coherencia de la obra de Fidias.
por Horacio G. Martínez
Como ocurriera en su momento con la segunda tópica, a partir de la cual los psicoanalistas realinearon su discurso en el eje de los nuevos términos propuestos por Freud, hoy asistimos a un alineamiento similar en torno a los significantes del “último” Lacan. Y así como, hace 25 años atrás, escuchaba de boca de un novel psicoanalista, lector de Lacan, lo revelador que le resultaba “Más allá del principio del placer”, texto al que accedía por primera vez en su vida, hoy hallamos, en las incipientes bibliotecas de quienes se inician en estos campos, más seminarios de Miller que de Lacan, y con suerte algún tomo no demasiado visitado de las obras de Freud.
por Silvia Salman
“[…] vemos despuntar en el libro lo que podríamos llamar, sin vacilación, el padre lacaniano. Sergio Zabalza pone entonces el acento en esta perspectiva, y en relación a un caso dirá: “Para el joven ya no se trata de matar al padre porque primero hay que encontrarlo” […] Este modo de concebir el lugar del padre en la adolescencia —pero también, el lugar del padre en la estructura—, conduce al autor a considerar el lugar del psicoanalista. En el horizonte, el conjunto de estos escritos manifiestan un renovado interés en sostener que, en la práctica del psicoanálisis, se trata para el psicoanalista de una lógica encarnada. [...] El buen encuentro con un psicoanalista en la adolescencia es también una de esas contingencias que dejan marcas y que pueden condicionar lo que vendrá. Finalmente, el lector tiene todos los recursos para hacer de esta lectura un encuentro contingente, es decir, un buen encuentro con lo que este libro tiene para ofrecerle.
por Manuel Cruz
Vivimos todavía inmersos en las coordenadas que, en su momento, dibujara Sigmund Freud. Es cierto que los contornos de ese dibujo están en buena medida muy difuminados, pero la figura que conforman todavía resulta perfectamente identificable. Acaso ello explique en gran medida el hecho de que las ideas del psicoanálisis se hayan incorporado al acerbo de tópicos del hombre contempo¬ráneo. Así, muchas categorías de inspiración inequívocamente psicoanalítica se han integrado en esa especie de magma indiferen¬ciado que es el sentido común de las gentes de hoy (que hablan, con apabullante normalidad, de traumas infantiles, motivaciones subcons¬cientes, lapsus del lenguaje, etc.). No es éste el momento de valorar esta aparente omnipresencia de lo psicoanalítico en nuestro imaginario colectivo, aunque dejar constancia de la misma constituye un eficaz indicador del valor teórico y terapéutico de las propuestas de Sigmund Freud.
por Ángela Bacaicoa
Pipkin se pregunta “si la voz del Otro no se hace oír, cómo recortar en su silencio algún deseo que no sea mortífero”. Por eso encalla en dar cuenta de la voz del Otro donde sitúa el desamparo originario y su angustia con esa voz que la aplaca y permite al sujeto entrar en la vía significante. De ahí se adentra en mostrar el poco aguante que tiene el hombre posmoderno en relación a ese desamparo y el recurso a los objetos como forma de paliar esa angustia. Juega con la diferencia que se ha operado en la cultura entre la radio, que no anula la condición deseante y el Hotline. La magnífica película “Ciudad de los Ángeles” de Robert Altman le sirve de ejemplo para terminar formulando lo siguiente: “la telefonía celular vuelve al objeto voz un falo portátil”, pero que no es eficaz a la hora de calmar la angustia en tanto es necesario e “imperioso portarlo como garantía de presencia e inmortalidad de la voz”.
por Juan Carlos Volnovich
Este es un libro original y popular. Se inscribe en la mejor tradición de los diálogos socráticos, los payadores y la coautoría. Pertenece por entero al campo ampliado de la cultura lunfardo-lacaniana. Como buenos payadores, Luis y José se tratan de usted y juntos van asociando, van interrogando, van pensando, van componiendo un texto delicioso que sólo podría haber sido escrito aquí: en el seno de una cultura periférica que hila lo recibido de los griegos, de la alta cultura occidental, con la producción local de tangos y poesía; hila una erudición clásica, con una erudición popular ; hila un saber académico, con un saber porteño, gaucho y callejero.
por María Inés Crespo
Con Aquí también hay dioses, asistimos no sólo a la presentación de los méritos de su contenido, sino también, al resultado del proceso creativo que le ha dado nacimiento. Y allí, en la primera lectura del texto, nos encontramos con la primera sorpresa: se trata de un texto complejo, incluso “difícil”. Pero la dificultad no consiste en la opacidad de lo que el texto dice, sino en la presencia invisible de lo que no dice. En efecto, el texto como unidad se va desplegando en partes cuya ilación no es evidente. Esa tarea de ilación, que va dejando claves sutiles en el sendero –títulos, epígrafes, citas–, es cedida al lector, que se ve convocado a completar la tarea que el autor ha abandonado a sabiendas. El resultado es una obra cuyo mensaje es necesario decodificar más allá de lo lingüísticamente explícito. El trabajo sobre el implícito y sobre la alusión es uno de los rasgos más destacados del texto, y es lo que provoca en el lector la sensación de estar en presencia de un “estilo”.
por Inés Sotelo
Este libro comienza como muchos con un prólogo, sin embargo en este caso será un prólogo como pocos. Los autores eligen a Osvaldo Delgado para que nos introduzca en la lectura y él no se limita a escribir algo protocolar sino que despliega un trabajo que, como nos sugiere, este libro le provocó. Los autores lo convocan, conocen su rasgo y no se les escapa que muchos de los lectores, que también lo conocen , no se lo van perder. Este prologo entonces, logra que no se lo saltee, que empecemos por el principio y se produce así ese primer efecto: la provocación.
por Abel Fainstein
Para el psicoanálisis y su ética subversiva, el tema es la posición de sujeto en relación con su deseo. No es deseo de reconocimiento sino reconocimiento del deseo. Ningún título, ningún reconocimiento, aun de las instituciones psicoanalíticas, es parámetro válido para asegurar que hubo proceso analítico pues no da cuenta de la posición del sujeto, el que puede seguir brillando alienado en los valores de la institución. La verdad del sujeto es entonces planteada como el fracaso del saber unificado, y este fracaso es a su vez muestra de la división radical del sujeto. Es tarea en el análisis tomar nota reiteradamente de ese fracaso. De esta manera el análisis logra un resultado producto del advenimiento de un sujeto que sabe del fracaso. Un sujeto que encuentre a duras penas su deseo y esto no será sin angustia que sirve de brújula hacia el propio deseo.
por Osvaldo Delgado
Este es un libro necesario, esperado. Convoca. Produce transferencia. Es un agente provocador.
El mismo título delimita un campo y nombra una ética, es más, es un testimonio ético.
Sus autores son psicoanalistas atravesados por la práctica institucional, la clínica de la psicosis, y la subjetividad de la época.
A lo largo de los capítulos, se van desglosando la solidez epistémica y los efectos clínicos. Tiene la virtud, no abundante por cierto en nuestro ámbito, de no producir “cierres de sentido”, que en verdad encubren la pobreza teórica y la capitulación de los principios. El estilo coloquial, el formato de curso, da lugar a una variada interlocución, que toma muy vivo el despliegue temático.