Lecturas
por Adriana Trindade de Bergallo
El niño, inmerso en el mundo que lo rodea, realiza con el lenguaje un “artesanado”, nos dice Mara. A este artesanado lo ubica como “un quehacer libidinal-imaginario”, el cual devendrá junto con el “más o menos” de goce implicado, en el nudo de significaciones que advinieron constituyéndolo”. Esto, agrega, “es lo que dará valor a la unidad de significación o sema”, enlazando las palabras -das Wort- a las imágenes sonoras, para conducir al sujeto al propio registro o dimensión de esa experiencia. “Es en ese instante, afirma la autora, en que 'la una-equivocación' hará su entrada”. Esta vez, desde la imagen corporal falsamente reflejada. La que intervino produciendo ese “malentendido”.
por Cristina Marrone
“...el goce en su límite es la expresión misma de la ruptura del diálogo y es la razón que pondrá a los analistas de púberes y adolescentes al borde de un ataque de nervios. Por ello, re-establecer «la diferencia entre enunciado y enunciación permitirá instaurar el diálogo y será condición del análisis en la transferencia con púberes». En definitiva, con ello se cumpliría con una función de corte que permitiría establecer el velo imprescindible a la enunciación. Así: el diálogo es a la pubertad lo que el juego es como corte a la infancia. La hipótesis es consistente, entusiasma porque coloca a la ficción como cuña frente al goce del Otro”.
por Graciela Ortiz Zavalla
El saldo de saber qué se extrae de un análisis posibilita distintos modos de entender su final: hay quienes conciben que se ha sustituido la versión original de la novela individual por una nueva mientras que, desde otra orientación, se concibe la construcción de un final- no del todo clausurado- que posibilita recortar más de una perspectiva. Estas distintas concepciones marcan la distancia que hay entre entender el saldo del análisis como una novela de iniciación o hacerlo como la adquisición de una singular "disciplina indisciplinada”.
por Silvia Wainsztein
A lo que Lacan llama “la tragedia del deseo” Silvia Amigo lo nombra “fracasos del fantasma”. La indisponibilidad del fantasma para hacer frente al deseo del Otro conduce en los casos de las estructuras neuróticas a las inhibiciones, melancolías y otra serie de fenómenos de borde de los cuales se ocupa muy rigurosamente en el último capítulo.
Homologa la función del enmascarado a la del analista cuando éste hace semblante, autorizándose a intervenir en lo real y a producir maniobras imaginarias literantes, a armar construcciones interpretativas a los efectos de anudar sexualidad y muerte.
La tesis que nos propone acerca de los fenómenos llamados de borde está centrada en la falla de la retraducción imaginaria. Es decir, cuando el yo no es el primer objeto que se ofrece fantasmáticamente a la pulsión, sino el único
por Haydée Heinrich
Urgencia-emergencia es decir tiempo. (...) Paradójicamente este sin-tiempo es al mismo tiempo un tiempo eterno, la pesadilla interminable, el infierno (...). Un tiempo no sincopado, que no permite la emergencia del sujeto del inconsciente. El necesario pasaje de la urgencia a la “emergencia de un sujeto representado entre significantes”, será entonces la apuesta reiterada en los diferentes trabajos. Surge entonces la pregunta: el “estar allí” en el momento de la urgencia ¿tiene alguna especificidad? (...) Difícil pregunta, a la que yo respondería sí y no... Tal vez podríamos decir que hay cierta especificidad, en relación con la disponibilidad de los analistas de acoger determinadas demandas, y ofrecerles su presencia y escucha en el mismo momento en que se producen. Sin embargo, tal como se indica en varios trabajos, sabemos que puede haber momentos de urgencia en el transcurso de cualquier análisis. Entonces, ¿habría un saber hacer específico? ¿La intervención en la urgencia difiere de la clásica? ¿Cómo hacer lugar al alojamiento de la urgencia sin traicionar la abstinencia? ¿Qué hacer con la indicación clásica de no responder a la demanda? Son éstas algunas de las preguntas que insisten. Más allá de las diferencias, creo que hay coincidencia en que la ética que está en juego es la de cualquier acto analítico.
por Luis Chitarroni
(...) basta seguir la pista quijotesca de la autora cuando inocula o instila intuiciones y certezas de su campo –el psicoanálisis- a materias tan resistentes como resistidas (Freud que aprende el español para leer a Cervantes) y que terminan trazando un sendero flotante que va de La Mancha a la ciudad ausente, y que termina, además, siendo esa desviación necesaria para la trama que Silvia Bolotin señala y asimila. El carácter digresivo es a menudo realzado por el carácter cartográfico de las pesquisas. En esta dimensión, la mirada del analista y la del crítico literario encuentran –no siempre, pero a veces- la luminosidad poética preconizada por Rimbaud: ´fijar vértigos´.
por Juan Molina
Del padre comporta una crítica en muchos sentidos; pero yo diría que, en primer lugar, busca pensar las condiciones discursivas de la constitución de la problemática de la paternidad y de las categorías con que el psicoanálisis la aborda, busca restaurar -o más bien construir- los caminos que permiten pensar esa constitución. Pero me apresuro a aclarar que no se trata de la efectuación de una genealogía de los conceptos; lo que aparece abierto en esa operación de desmenuzamiento y desmultiplicación es algo que se dirige al corazón de la actualidad; los ensayos de este libro apuntan al estado actual de lo que podríamos llamar las formas más pregnantes del entendimiento psicoanalítico.
por Jorge Rodríguez
Los 29 textos que hacen a este libro -que pueden ser leídos en el orden que el azar determine ya que no pretenden principio ni fin- son tenaz testimonio, como sombra nocturna, de toda su vida. Vida que palpita en cada página, llena de relámpagos que sus dientes no contienen.
Prolijas reflexiones, comentarios, ironías, pudores, atrevimientos que sorprenden, osadía en patas, preguntas que son espinas y enigmas que soportan toda la estantería...
por Héctor Libertella
Los cuatro números de Mal Estar, incluido el Nº cero –la cifra o sifr en árabe–, me evocan una cosa estimulante que es la posibilidad de concretar el juego entre psicoanálisis y cultura. (Repitiendo a Josefina Ludmer, diría juego no el sentido lúdico, sino como “juegan” los engranajes de una máquina...) De las muchas disciplinas agrupadas en el Nº 3 de Mal Estar, todas concurren, ocurren conjuntamente. Cine, literatura, psicoanálisis, filosofía, fotografía, sociología, teorías de la comunicación, investigación audiovisual, música, antropología
por Eva Giberti
En el primer capitulo, en el cual la autora anuncia un modo de pensar nuestro tiempo, se ocupa de recordar de qué tradiciones intelectuales provenimos, quienes fueron nuestros padres. Padres que han muerto pero igualmente somos hijos de nuestras representaciones interiores de aquellos que nos engendraron. Si bien es cierto que los padres han muerto, si bien es cierto que tanto la escuela de Frankfurt como la filosofía sartreana hoy parecen restos arqueológicos, también es cierto que hay mejores y peores formas de morir.