Arte y Psicoanálisis

Qué mejor ejemplo de la relación entre la música y la psicología que la intervención terapéutica realizada al genial director de orquesta y compositor Gustav Mahler, nada más ni nada menos que por el Dr. Sigmund Freud.
En una carta dirigida a Theodore Reik, Freud dice: He analizado a Mahler durante toda una tarde en 1910, en Leiden. Esa visita le había parecido necesaria a Alma Mahler (esposa del laureado director de orquesta), ya que en esa época se había revelado el hecho de que su libido se apartaba de ella. En el curso de apasionantes viajes a lo largo de su vida pasada hemos elucidado su actitud personal frente al amor y particularmente su complejo de fijación materna.

¿Se puede hablar de una mirada a partir de una cámara sin visor, como es el caso de la fotografía estenopeica, la que por lo general, no reproduce la visión humana? ¿Cómo pensar los conceptos de ver y mirar en relación al campo específico de este tipo de fotografía?
Para el psicoanálisis: mirar no es sinónimo de ver. (...)
La fotografía estenopeica o pinhole (llamada así en EEUU y varios países de Europa) es un tipo de fotografía no convencional y se realiza con cámaras artesanales, construidas con cajas, latas o distintos objeto de cualquier forma y tamaño estanco a la luz.
En ellas se practica un pequeño orificio (“estenopo” en griego), generalmente con una aguja. El resultado de esta construcción es una sencilla cámara oscura en la que se proyecta la imagen exterior invertida (parte óptica).

Todo estilo de vida es limitado para un sujeto porque no va a poder decir el qué de su goce singular alojado en el síntoma. La opción de Lacan no es la del estilo de vida sino, en todo caso, como lo ha señalado Marie Helene Brousse, el vivir con estilo, esto es: hacer de la vida de cada uno una creación que permita el mejor semblante, que permita al sujeto consentir a las ficciones del Otro en la constitución de un colectivo más vivible. Dicho de otra forma, es la política del síntoma en la que buscamos desde el psicoanálisis que el sujeto pueda identificar -en la singularidad de su síntoma- el modo de goce que le haga posible establecer de manera contingente una relación al Otro.

Otra vez, como simples amateurs, dirigimos nuestros pasos por esos espacios donde se supone se consagra colectivamente una estética de la visión o un placer estético, un Museo de Bellas Artes, una especie de templo ya massmediado, donde, según algunos teóricos del arte (Danto) la belleza ya no es obligatoria.
Nos encontramos con una des propagación del arte, concentrado en Museos, una especie de mausoleos que se aggiornan con “eventos” y remedos de la publicidad y experiencias “interactivas”. Cuando antiguamente el arte formaba parte de la vida colectiva, en rituales y catedrales. Ahora es turismo, en tu propio lugar, o no lugar.

En busca del tiempo perdido, en busca de lo inatrapable, en busca de lo imposible de decir. Una búsqueda desesperada y dolorosa de algo, un irreductible que Marcel Proust intenta reducir a través de sus magníficos escritos y que, para suerte de sus lectores, no logra.
Así, Proust seguirá adelante con su tarea tratando de escribir lo que no tiene posibilidad de inscripción.
Intentaré, en este trabajo, bordear ese resto no simbolizable que es causa de su obra.

A menudo se da por supuesto y entendido lo que significa leer.
Y cierto es que cotidianamente apelamos a esta operación que la gesta de las luces democratizó conforme el siglo XX expandía su explosiva demografía. Por su parte, no deja de ser interesante que para referirse a la operación de lectura Lacan opte por un lugar de extimidad temporal. En efecto, el epílogo del Seminario 11 está escrito varios años después que el disertante cerrara su última clase.
No haríamos mención de esta curiosidad si no fuera que la lectura mencionada ubica el lugar del escrito desde una perspectiva que, si bien ya estaba insinuada en Instancia de la letra, cobra luego un protagonismo decisivo en tanto anuncia la orientación a lo real de la última enseñanza

Freud nos describe la angustia del poeta ante la manifestación efímera de la naturaleza. Asombrado Freud le declara al poeta que allí reside el carácter valioso de la misma, en que sus criaturas no permanecen para siempre. Tomaremos esta tensión entre lo efímero y lo perdurable para situar una coordenada de la angustia y su aparición en el arte contemporáneo. Para los estudiosos del arte, todo empezó con Dadá, la puesta en cuestión de los objetos de arte como objetos perdurables.
Para algunos otros, este movimiento inicial finaliza y precede también a la clausura del arte histórico que sucede con el pop-art.
Su representante más destacado, Andy Warhol, desplaza el peso del arte a la vida misma, él será su obra, construyéndose como una identidad nómade y al mismo tiempo instalando allí una permanencia.

La exposición de fotos de Fabio Borquez , en la sala 7, al fondo del largo pasillo del Centro Cultural Recoleta , nos produce una impresión reveladora. Se trata de superficies de cuerpos desnudos, en general de mujeres, pero a veces de hombres, sobre los que se proyecta la vista de un bajorrelieve, o de una sección de un edificio o una arquitectura. Los cuerpos resultan como calcamonías de otra cosa. Un viejo Simulcop de la Argentina, pero acá se trata de “Almas alemanas”.
En efecto, Borquez es un fotógrafo radicado en Alemania.

A partir de mi propuesta en cuanto a hacer, como psicoanalistas, una lectura clínica de los autores o personajes de textos y películas que den cuenta de algunas figuras del padre, me encuentro hoy tratando de escribir algunas reflexiones sobre la articulación que me doy el gusto de titular : Psicoanálisis <> Arte. (...)
Hacer una lectura clínica no implica tomar al autor o al personaje al modo de un paciente sino acercarse, como Freud lo hizo con el Moisés de Miguel Ángel, dejándose atrapar por el enigma que la obra nos provoca. Si la letra se produce y hay que producir una escritura para poder leer algo allí, es en éste sentido que propongo leer a la letra los textos literarios o filmados intentando descifrar los enigmas que ellos portan.

Paúl Valery decía que hay profesiones delirantes cuyos enunciados trascendían por su excentricidad humorística y, ponía como ejemplo el enunciado “el hombre desciende del mono”.
Lacan nos ha acostumbrado a este modo de transmisión bajo enunciados de un cripticismo no exento de comicidad: “La mujer no existe”, “No hay relación sexual” son algunos de los apotegmas más fáciles de repetir que de explicar.
“Dios es inconsciente” es el enunciado que le sirve a Françoise Regnault para el análisis de otros dos: “No hay Otro del Otro”, y “El sujeto de la ciencia es el sujeto del psicoanálisis”.