Literatura

por Luis Frontera
(Está lloviendo tanto en mi ventana que debe andar muy cerca la ternura. Los demás se marcharon apretándose contra la soledad de mi memoria y el inefable llanto de los huesos.
Ni siquiera distingo en esta tarde, si aquello es un gorrión, o una tristeza, bajo las dulces ramas del otoño.
Después de un golpe eléctrico en la frente siempre vengo a esta nube de las almas.)
por Martha Aruguete de Pérez
Los judíos han sido y tal vez aún sean -esto ya no lo sé, puede que no resulte así en la actualidad- un pueblo de caminantes, no un pueblo de nómades sino uno constituido por personajes que encontraron motivos, reales o imaginarios -por persecuciones o por beneficios a descubrir-, para partir hacia diversos lugares, de los que también han partido en algún momento. Cuando hace tres mil años decidieron irse de Egipto con Moisés a la cabeza, tardaron cuarenta años en recorrer un desierto que es posible atravesarlo en diez horas, según contaba mi padre.
por Sergio Zabalza
En la legislatura de la ciudad de Rosario se presentó un proyecto por el cual se reglamenta el uso del lenguaje en la administración pública con el fin de evitar el sexismo. Más allá de las buenas intenciones, la iniciativa adolece del mismo prejuicio que el orden jurídico y la ciencia social -a veces- se empeñan en sostener, a saber: que el lenguaje es para comunicar. Por el contrario, antes que nada, el lenguaje vehiculiza goce. Es más, existe como aparato que sostiene y tramita la pulsión de muerte que los cuerpos detentan.
por Laura Kuschner
Está parado junto al estrado, a unos poco metros, observando. El público aún se está acomodando. No le preocupa la cantidad de personas que asistan al Seminario, sino que entre éstas va a haber una cuya única presencia basta para que comience a sentir un malestar estomacal. La secretaria se acerca, le ofrece un vaso de agua que él rechaza pese a que siente un puñado de arena en toda la boca. Ella le acomoda apenas el nudo de la corbata y le entrega las hojas. Las toma. Ve cómo le tiemblan las manos. Le sudan. Las cuenta, cuatro, son cuatro. Vuelve a contarlas. Cuatro. Controla que estén en orden, la página dos luego de la uno y la tres luego de la dos y así. Y de atrás para adelante. Cuatro – tres – dos – uno.
por Patricia Yohai
Desde allí arriba miraba, indiferente, el estéril ir y venir de la gente. Ni las bocinas, ni la torpeza del tránsito lo inmutaban; deben parecerle remotos, pensé, como suele ocurrir con los poderosos: se mantienen alejados de los ruidos de la chusma. Cada tanto cerraba los ojos, como si las urgencias matutinas lo agotaran, hundiéndolo en algún sopor. Lo atribuí a la misma razón.
por Laura Kuschner
Como en un espejo, ella se observa mirar.
Se mira, se ve en los ojos de la otra.
El brillo de las pupilas le devuelve su imagen, pero ella sólo ve un enigma, una insinuación.
Y no comprende.
por Carlos D. Pérez
Saludo impersonal
inevitable, concreto,
de estrecha voz.
Roce mañanero
en vieja resaca
de ginebra y tabaco
esa tos.
por Pablo Valle
La no-acción se vincula necesariamente con la no-escritura. Alude a un vacío no tan fácil de llenar. En Macedonio, aparece la digresión como estructura básica; en Néstor, la desconexión propia de la poesía contemporánea (el famoso “fijar vértigos” de Rimbaud). (“¿Qué nexos? ¿Rotos cuándo o dónde?”, se pregunta en Cómico de la lengua.)“La otra enormidad de todo lo indecible” es a la vez estimulante y paralizante. Quizás se dividiría así: estimulante para Macedonio, paralizante para Néstor. Por eso el silencio es, más que una tentación permanente, o además de eso, un destino trabajado cuidadosamente. (Ver Anexo, “Voz de Néstor Sánchez”)
por Teodoro Pablo Lecman
Todos estábamos esperando el Año Nuevo. Las horas debían deslizarse con esa única premeditación, la que nos llevaría a despojarnos del año viejo y tomar el nuevo.
Mirábamos los relojes con ansiedad. Las familias se habían reunido para eso, los amigos. Comer era importante, y chupar. Pero lo que más nos estábamos comiendo era el año viejo, sus esperanzas, la desesperanza, sus ya añejas historias, sus inútiles promesas.
por Carlos D. Pérez
Quien escribe aludiendo algo acontecido, minutos antes o años atrás, construye en ese momento una escena; puede creer, por ejemplo, que confía al papel un sueño de la noche anterior, cuando en verdad teje y desteje una escena irrepetible.
Este artículo es un intento de desplegar, a modo de apuntes, algunas circunstancias relativas a esta situación dilemática.