Literatura

por Carlos Rafael Zapata
--¿No fue su lucidez a causa de su ceguera lo que le ha permitido ser quien es?
--Y también me imposibilitó ser quien hubiera querido ser.
--¿Quién, o qué, hubiera querido ser?
--El que no soy... Que no sé cómo sería ser ese que no soy porque me fue imposible ser.
--¿Cómo se lo imagina a ese que usted quisiera haber sido? No lo sabe. ¿Pero cómo se lo imagina por la vía de lo que no sería?
--No sería lúcido, por supuesto. Tendría que recuperar la vista para poder ver el mundo sensible, como lo llamaba Sócrates.
por Paola Gabriela Losada Ramallo
Había veces que buscaba verdades. Esos eran los tiempos más frustrantes, más desalentadores. Le parecía encontrar una, y la plenitud de lo hallado se desvanecía tan rápidamente como aparecía la sensatez. Cada certeza implicaba intrínseca una duda, o varias. Y sin embargo no claudicaba en la búsqueda, simplemente porque la renuncia involucraba también una farsa, por lo menos en esta cuestión.
por Pablo Roisentul
La florería de Felipe está triste. Añora tiempos de antaño de marquesinas repletas de colores y de olores. Su mayor vicio, el capricho, lo retenía, meses atrás, abierto las veinticuatro horas del día. Hoy, ya no resulta posible. Su socio, apesadumbrado por la falta de ventas, y cansado de dormir en el puesto, ha dejado vacante un turno y los sesenta y ocho años de Felipe no pueden cubrirlo.
por Carlos D. Pérez
Sólo para divertirnos,
el motivo no es cualquiera:
disipar esas miserias
cotidianas que son muchas
y atentan contra la vida,
la vida que uno quisiera.
por Quijote
Hablamos durante años, de su mesa partidaria a la mía, en las reuniones de centro, en los pasillos, ella con la revolución ininterrumpida, yo trajinaba con la revolución cultural, fuimos haciendo, digamos, una amistad. Nos buscábamos para intercambiar ideas y siempre terminábamos el debate con sonrisas, gestos y pequeños mohines que para algún malpensado daban cuenta o posibilitado una insinuación no del todo politica que digamos
por Carlos D. Pérez
Recortado en la noche, su cuerpo felino antiguo como el adolecer, inefable como la muerte se ondula sobre la empalizada.
Tal vez mira hacia la puerta, ilusoriamente abierta, y al instante salta por sobre el techo fuera de escena. Es tiempo de despertar.
por María Marta Aguirre Paz
Los finales, filosos como puñales bien templados,
son capaces de cortar aquellos nudos
que eluden la visibilidad de la mirada
por Carlos M. Pérez Cambet
- Mamá, mamá, me voy con Lito a andar en bicicleta.
-No vengas tarde.
Fuimos por Pellegrini en dirección al hipódromo. Llegamos a la quinta de Aquerreta, que nos atraía con un dejo de misterio por sus numerosas cavas, en donde tiempo atrás se extraía arena para la construcción. Nunca nos aventuramos a meternos en ellas. Bajamos de las bicis a descansar.
por Eduardo Pérez Peña
En mi mocedad, España era la vivencia entrañable que mi padre me trasmitía con sus relatos; de él recibí, como legado, la añoranza de su tierra, pero en aquel entonces ignoraba el ser español se convertiría en una impronta para ulteriores recuerdos de vivencias propias.
por Dolores Sahagun
Los colores parecían suspendidos en un instante de eternidad en esa tarde, que nublada y sin apuro caía sobre su cuarto. La música elegida, acostumbrada a serlo, se repetía con la intención de complacerla. Su cuerpo disfrutaba acomodándose en las huellas que él mismo había dejado sobre el viejo sillón cuando sintió hundirse plácidamente en una dulce ensoñación, al tiempo que repasaba con su mirada los queridos objetos que decoraban su entorno; entendió que ellos, junto a las marcas en su cuerpo, componían la máxima expresión de su recorrido.