Columnas

Trauma, historia y singularidad
por Teodoro Pablo Lecman

La singularidad, a veces a contrapelo de la historia, a-histórica, como lo postulamos en nuestra tesis, retraumatiza el sueño, la pesadilla hegeliana de la historia, despierta en lo real: yo soy el hijo de esa historia. Enorme tarea para los que nacieron en la época del proceso, en la brecha de dos culturas y en el seno del trauma.

Nombre
por Ana María Gómez

Desapareci- dos. Hay una doble vertiente, al menos de esa palabra, para nuestra historia, un significante. Desaparecidos de la vida, pero no definitivamente muertos, y desaparecidos, en la pretensión del exterminio de las filiaciones. La tarea a cumplir era la de borrar todos los rastros de esos seres, por ello tanto interés en robar o sustraer a sus hijos y darlos a cualquiera que, a su vez, les diera cualquier nombre y, por ende, otra historia. La vida humana comienza con un acto, el de nacimiento, y culmina con otro acto, el de la muerte. Ambos actos se inscriben en actas, la del nacimiento, la de la defunción. Como de esos seres no se podía borrar su nacimiento, al menos borrar su muerte y como pretensión anular su genealogía y su descendencia.

Adan o la primera contradicción
por Carlos D. Pérez

Ese otro tablero, que los psicoanalistas llamamos inconsciente, no fue ajeno a Adán, quien sin el rodeo por el pasado debió sostenerse directamente en el designio del Otro, como un inconsciente sujetado al puro presente, para dar curso a los elementos que lo habían tramado, que no eran la mera arcilla. Si Borges menta un inicio de polvo y tiempo y sueño y agonías, Wiesel cuenta que cierta vez un filósofo, dirigiéndose a Rabán Gamaliel le dijo que Dios concibió a Adán con material de excepcional calidad; fuego, viento, polvo, a los que sumó caos, abismo y oscuridad. Por eso Adán fue fogosamente impulsivo, voluble como el viento, caóticamente imprevisible y padeció la agonía de perpetuos remordimientos, a los que sólo su Hacedor hubiese podido consolar, pero éste se negó con estrategia de supremo ajedrecista.

Crímenes por internet
por Silvia Ons

El mercado da para todo y los fantasmas se ofrecen cual mercancías. A medida que se debilita el espacio público, lo privado se hace obscenamente público. Internet favorece que los fantasmas privados adquieran inusitada consistencia y se realicen, lo cual guarda relación con la ausencia real del rostro ya que el rostro está omitido en ese tipo de contactos, pese a las fotos, pese a las cámaras en las que se ven las imágenes de las personas en juego, pese a que luego, en un encuentro se vean la cara. Claro que para profundizar en este punto, es necesario detenerse en la significación de la presencia real del rostro ya que, es mi hipótesis, esa presencia tiene función de límite en las consumaciones fantasmáticas.

La violencia en los boliches
por Sergio Zabalza

Lejos de reducir el punto a un conflicto entre empleados y usuarios de una disco, nuestra tesis reside en que el fino borde entre muerte y diversión habita en la subjetividad de todo aquel que consume satisfacción en la fiesta. Más allá que en sus horas de trabajo se desempeñe como médico, obrero o patovica. Para decirlo todo, la atroz violencia que suele palpitar en los boliches anida en una exigencia que sofoca la naturaleza siempre renuente del deseo.

Skin heads, cínicos y bobos
por Sergio Zabalza

A menudo se torna difícil transmitir las herramientas conceptuales con que el psicoanálisis intenta explicar el comportamiento humano. Sin embargo, la realidad suele brindarnos inesperadas ayudas cuando -como en el caso de los pulcros skin heads- la razón se une a la más atroz violencia. En efecto, no hace mucho una persona sumamente ilustrada me confesaba su perplejidad ante la hipótesis freudiana según la cual la civilización se funda en un crimen. Le expliqué entonces que se trataba de un mito inventado por Freud para dar cuenta del origen del sentimiento de culpa y conciencia moral, ambos imprescindibles para vivir en comunidad.
Ubiquemos a los personajes del mito freudiano en la escena de nuestra polis. Los skin heads encarnan la irrefrenable pulsión destructiva de aquel padre originario. Son el espejo del cinismo.

Supervisiones en el hospital
por Élida E. Fernández

Las reuniones de discusión clínica, como prefiero denominarlas, tienen según mi criterio la finalidad de que el vacío de saber se acote y circule. Para lo cual el supervisor es el que tiene la tarea de causar este acotamiento situando con la mayor precisión posible la pregunta y relanzándola de forma tal que cada uno se apropie del tema como interrogación que lo posicione de otra manera frente al paciente.
El supervisor funciona de soporte de una transferencia posible terapeuta-paciente en el hospital, por momentos insoportable. Y no me refiero solamente a la tan temida erotomanía o la paranoización, sino a otra más común, que no pase nada.
Los residentes se enfrentan a menudo con sujetos sin palabras, donde no hay qué escuchar. Donde antes de que aparezca la palabra hay que tallar un cuerpo.

Incesto, acto analítico y letra
por Elena Jabif

La función del Padre introduce la instancia simbólica -el Padre que promulga sede de la ley donde se sitúa el déficit, en torno del cual se hace específica la estructura de la neurosis- y por otro la incidencia del padre real, que puede ser tan benéfica como tener en la estructura efectos devastadores y hasta maléficos.
Los dioses son innumerables y tan variables como las figuras del deseo, de las cuales son sus metáforas. Pero lo que ocurre con el Dios de los diez mandamientos permite fundar la fe y la ley que prevalece sobre el vínculo materno, que se funda en una manifiesta carnalidad. El pensamiento de Freud -subraya Lacán- aporta la noción de que la culpabilidad encuentra sus raíces en el inconsciente, articulada sobre un crimen fundamental al que nadie puede responder individualmente.

El psicoanalista y los medios masivos de comunicación
por Sergio Rodríguez

Los psicoanalistas tenemos que esforzarnos por trasmitir de la mejor manera posible a quienes no lo son, conceptos que han sido elaborados con nuestra jerga.
Nuestra diferencia con el periodismo en general reside en que el mismo, por efecto del anudamiento por lo imaginario (reforzado por el negocio corporativo) se ubica estructuralmente, como agente en el discurso de la histérica, por lo que se implementa como una pura queja sobre, que no anda en los gobiernos o en algún otro amo, o adversario ocasional. Por eso exigen de sus editores, emisiones con finales errados abrochados a puro sentido. No aceptan emisiones abiertas que induzcan al receptor a preguntarse y a soportar que el tema lo trabaje. Conocen la voracidad de las masas porque le dan todo digerido y a ese goce se adaptan.

Las pulsiones. O por qué somos masottistas
por Teodoro Pablo Lecman

No existe lo pulsional y la pulsionalidad como equivalentes a irracionalidad. La pulsión tiene una razón.
La metáfora de Freud, Trieb, como lo rastrea deliciosamente nuestro amigo Dominique Scarfone, abreva tanto en los términos maquinísticos derivados de la Revolución Industrial (por ejemplo: Triebfeder: resorte). La pulsión empuja y choca. Pero no somos maquinistas. Esa tarea se la dejamos a otros, los TCC, seguros de que conducirán, mejor dicho, ya han conducido la locomotora de la historia a uno de sus peores desastres, sino el peor: un mundo feliz, positivista, sin sueños, la peor de las pesadillas. Los campos ya dieron cuenta de ello. Somos más bien masottistas.



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