Cine y Psicoanálisis


por Carlos Paola
Toda producción artística tiene una dimensión discursiva. En tanto se da a ver, escuchar, leer, está dirigida a un otro. ¿Para quién se escribe? es el título del capítulo más extenso del ensayo de Sartre sobre literatura. Y lo primero que enseñaba Simón Feldman era que el punto de partida de toda película era definir qué se quería filmar y para quiénes estaba pensada. Entonces, ¿“qué dice” y a “quién se dirige” Fellini con La dolce vita?
por Hugo Dvoskin
“Hamlet no retrocede frente a demasiadas cosas, y no le tiembla el pulso. Lo único que no puede hacer es, precisamente, el acto que está destinado a llevar a cabo, y ello porque el deseo falta”, dice Lacan. Nuestra diferencia con esta lectura no es menor, pues si el deseo falla en Hamlet es justamente para no sentirse obligado por el espectro. Será por falta de deseo que termine cumpliendo el mandamiento del ghost allí donde el deseo lo habría llevado a formularse algunas preguntas sobre esa acción a la que lo impulsa su padre.
por Marcela Brunetti
Ubicaremos los periplos subjetivos por los que puede atravesar quien se embarca en la tarea de adaptar una novela a un guión cinematográfico. Tomaremos la adaptación de la novela de Guillermo Martínez, Crímenes imperceptibles, al film de Alex de la Iglesia, Los crímenes de Oxford. Para comenzar, trazaremos rasgos estéticos que signan la obra de Alex de la Iglesia y la de Guillermo Martínez.
por Hugo Dvoskin
De la escena de teatro dentro de la obra de teatro (…) debe tenerse en cuenta, como su nombre lo indica, que se trata de una ratonera y no de una acusación. De modo que la obra debe mantenerse a prudente distancia de los hechos para que se produzca el efecto sorpresa que es lo que Hamlet busca. Con la “escena sobre la escena”, Hamlet, personificado en el sobrino, logra su modo de volver al mundo que es el de él, el del saber (…) el develamiento de la verdad.
por Nicolás Cerruti
La vida de Pi puede ser la historia de un náufrago que vivió 227 días en un bote con un tigre de bengala adulto. O la historia de un chico con la curiosidad infinita de la fe (…) El mundo podría dividirse entre los que cuentan historias y los que se duermen con ellas, o entre los que cuentan historias para los que van a contar historias. Hablar es contar historias, la cuestión es, si sirven para despertar, cambian (…) La vida de Pi es la historia de una decisión: creer.
por Hugo Dvoskin
Ella se va. Entre discusiones y algunos empujones deja la valija dentro de la casa y toma el ascensor (…) Al espectador como a Ted (Dustin Hoffman) se le abre un interrogante que admite sólo dos respuestas: ¿se trata de un pasaje al acto o es un acting out?, más específicamente ¿se ha caído de la escena o se la dedica a su marido?
por Hugo Dvoskin
La escena más famosa de la literatura universal, que se inicia con ¨ser o no ser¨ (…) se la puede tomar como pregunta por el sentido de la existencia y de la muerte. Sin embargo, conjeturamos una pregunta implícita que interroga la posibilidad de mantener su deseo por los estudios y las letras (…) o si deberá obligatoriamente seguir el mandato paterno, tomar las espadas, hacerse un hombre de armas y transformarse en un guerrero como el padre. ¨Ser como mi padre manda o mi deseo¨.
por Santiago Thompson
El reciente film Shame ha sido erigido como el exponente de una nueva forma de masculinidad. Incluso parece dar cuenta de “la perversión generalizada del nuevo siglo”. Sin embargo, el trasfondo que alienta la conducta del protagonista no es tan ajeno al que sostiene los laberintos neuróticos del hombre de las ratas. El film nos permite entonces situar puntos de contacto entre la neurosis en su forma clásica y las nuevas presentaciones de la desorientación masculina.
por Carlos Faig
En 1930, Hugo Cabret –un niño huérfano que vive oculto, entre muros, en una muy concurrida estación de ferrocarril parisina– intenta reparar un autómata que heredó de su padre, conjuntamente con la habilidad de reparar relojes. Su existencia es anónima hasta que topa con una excéntrica e intelectual niña, Isabelle, junto a la que vivirá una insólita aventura.
por Carlos Faig
Carlos Gutiérrez es “el último Elvis” –del cono sur, la decadencia, y los últimos días–. Trabaja como operario en una fábrica y, por sobre todo, como imitador de Elvis Presley, por quien está realmente obsesionado. Cuando su ex mujer (Priscila, claro está) y su hija sufren un accidente automovilístico, deberá hacerse cargo de la niña (Lisa Marie, obviamente). A partir de allí se va encadenando un final esperable.