Cine y Psicoanálisis


por Hugo Dvoskin
Mary Shelley, novelista inglesa, en 1818 y con 20 años publicó esta primera obra de éxito inmediato en la crítica y el público. Llamativamente ninguna de sus siguientes obras (novelas, libros de viaje, relatos y poesías) alcanzó popularidad. El rotundo éxito no fue entonces debido a la genialidad literaria de su autora. Nos interrogamos por las marcas y los fantasmas que han estado en juego para que esta obra haya logrado el éxito que aún tiene, después de dos siglos. ¿Qué proceso condujo a que la innominada “Criatura” heredara plenamente el nombre del científico? Es evidente que el nombre Frankenstein, incluido en el vocabulario cotidiano, refiere de forma exclusiva al “monstruo”. Incluso el nombre de la autora del libro no ha alcanzado notoriedad. Si Borges es un autor al que los personajes no han hecho sombra; Frankenstein es un personaje que ha dejado en las profundas penumbras a sus creadores, el científico y la autora.
por Carlos Faig
El 13 de julio de 1808, exactamente quince años después del asesinato de Jean-Paul Marat a manos de Charlotte Corday, con motivo de la visita de un grupo de aristócratas al hospicio de Charenton, el Marqués de Sade escribe y dirige una obra teatral sobre los últimos días de la vida del revolucionario francés.
por Natacha Salomé Lima y Juan Jorge Michel Fariña
Fuera de todo catálogo, existe como curiosidad una película argentina cuyo guión fue escrito en azarosa coincidencia con el centenario de la publicación del cuento de Poe (1844) y estrenada en 1948 bajo el anodino título de Los secretos del buzón.
por Hugo Dvoskin
“La vida amorosa es de mucho interés para el partido”, enuncia el director del servicio de inteligencia. El telón de los párpados se levanta y el espía, cuya vida ha sido generosamente entregada a la causa del socialismo, ve por primera vez que los ideales del buró no coinciden con el renacer de la condición humana.
por Astrid Álvarez de la Roche
Alex pone sobre la mesa uno de los problemas más fuertes para el ser humano: la más honda soledad del sujeto, su estado de precariedad respecto del lazo social, estructural y contemporáneo en la relación con el goce. Para los adultos interesados, la pregunta que puede generarse al final del film, articulada a nuestra labor sería: ¿De qué maneras hacer lazo, conectarse con estos jóvenes, para poder ayudar a aquellos, si lo desean?
por Juan Jorge Michel Fariña
Llevar al cine una novela es siempre una empresa incierta. La más de las veces el resultado resulta frustrante para los lectores, que no pueden evitar comparar el texto con el film y sentirse desilusionados o directamente estafados. Las ilustres excepciones –como la versión de El nombre de la rosa, de Jean-Jacques Annaud, sobre la célebre novela de Umberto Eco– muestran que la clave radica en entender que se trata de dos lenguajes diferentes. Dos cuerdas que vibran separadas y que, a veces, se tocan en momentos magistrales. Cuando ello ocurre, el cine deviene un acontecimiento que logra potenciar el texto literario. La película El lector, sobre la novela homónima de Bernhard Schlink (Der Vorleser, 1995), que por momentos precipita hasta la exasperación páginas memorables del libro, logra sin embargo instantes de lucidez que devienen inolvidables.
por Carlos Faig
El film se ocupa de la relación de un grupo de alumnos con François, su profesor de francés –el propio François Bégadeau, coguionista del film. Este se ve en problemas en cuanto se produce una situación difícil con unas alumnas. Un compañero que intenta defenderlas actúa de manera torpe y agresiva y lastima a una de ellas.
por Hugo Dvoskin
Si de un clásico se trata, es porque ha podido atravesar el tiempo y no quedar sujeto a una exégesis única y convoca a nuevas lecturas. Un clásico es un llamado a una nueva lectura porque aún tiene para decir. Intentaremos en este comentario, tomar ese desafío considerando principalmente la travesía de cada uno de los personajes.
por Carlos Faig
Traude Krüger (Mónica Bleibtreu) es una anciana pianista que da clases de música en una cárcel alemana. Allí descubre el talento de una joven y conflictiva presa: Jenny (Hannah Herzsprung), de 21 años. Frau Krüger decide presentarla a un certamen musical destinado a jóvenes intérpretes. Las dos mujeres, en apariencia en todo opuestas, se verán obligadas a trabajar en equipo y aprender a respetarse.
por Marcela Brunetti
Paris, je t’aime, diecioocho cortos dirigidos por renombrados directores de todo el mundo. Si bien la estructura es fragmentaria, y escaso el contenido narrativo de cada historia, no impide al espectador entrar emocionalmente en ellas. Esta posibilidad no se debe a ningún intento eficaz de dar cierta unidad al conjunto, al contrario: si hay algo que conmueve es lo heterogéneo. Tampoco se trata de “aceptar lo diferente”, frase que nos remite a lo políticamente correcto. El film conmueve porque hace con la diferencia algo que no tiene que ver con la segregación ni con la adaptación, sino que la ubica en un lugar otro.