Colaboraciones
por María Rizzi
Es inevitable, cuando mediante cualquiera de las travesías por la tradición grecolatina nos referimos a esas instancias en las que las voces capturan, atrapan, evocamos a las Sirenas; más específicamente, al episodio del encuentro de Ulises con aquellas bestias mitológicas y a cómo, merced a su astucia, logró escucharlas sin quedar expuesto a la muerte que ese canto arrastraba. Es en virtud de ello que propongo un pequeño tránsito por ese episodio para introducir algunas cuestiones ligadas a nuestra praxis como analistas.
por Alejandro Sacchetti
Intentemos abordar una reflexión sobre la pasión, del griego pathos, afección, emoción, pasión; passione en latín. Desarrollo que nos permitirá iniciar una reflexión sobre el goce. Generalmente la pasión se asocia con el hecho de padecer, sufrir y se manifiesta contrario a la acción del sujeto, pero también un apetito o aficción vehemente a una cosa por la cual está dominado. Los misterios de la pasión cristiana representan el sufrimiento, la muerte y la resurrección o también la revelación, el juicio y la crucifixión. Resulta significativo el éxito de la película La pasión de Cristo.
por Isidoro Vegh
Cuando fui invitado a escribir estás páginas, me pregunté en qué podía contribuir un psicoanalista desde las reflexiones diversas que su experiencia le incitan, a la crítica y la mejor realización de las instituciones que la ley consagra, especialmente las que se dedican a sostener su vigencia.
Será el foco de interés que estas letras intentarán desplegar, la relación del sujeto con la ley, por qué hay quienes están decididos a cumplir sus mandatos y sus restricciones, por qué hay quienes dedican su vida a transgredirlos.
por Sergio Zabalza
El duelo es una perspectiva privilegiada para visualizar los efectos de la división subjetiva que el lenguaje impone al ser hablante.
... si aquel que nos engendró no sabe sobre la muerte, es inevitable entonces enfrentarnos con la dimensión absurda y contingente de nuestras vidas. El saber agujereado del padre supone nuestra propia inconsistencia vital, ya que desde este enfoque no hay causa que justifique nuestra existencia. Se trata de un "dolor de existir" que se transmite en el hueco que la filiación simbólica vehiculiza en el lenguaje. Si interrogamos al apellido que somos tan solo resonará la mise en abyme de un eco insustancial.
por Sonia Cesio
La historia de la humanidad agrega a su lenta, inexorable e interminable evolución, el 'universo on-line' que tiene la jerarquía de acontecimiento e instaura marca en la subjetividad, formando parte de los rasgos distintivos de nuestro tiempo. Se lo incluye también como el problema del devenir: aquello que aparece como punto de creación, que estuvo siempre pero que de pronto, irrumpe (al estilo del decir de Gilles Deleuze).
por Claudio O. Steckler
El lugar de los padres con relación al tratamiento parece no ser patrimonio de la práctica con niños, sin embargo, en otras ocasiones, donde se trata de personas con cuadros graves, que comprometen su autonomía, se presenta la ineludible necesidad de dar cabida, en el contexto del tratamiento, a algunos “otros significativos” en la vida del sujeto. Se me ocurren direcciones posibles de reflexión. Una de ellas, sería interrogarse por el lugar que le compete a estos “ otros”, en el sentido del espacio que le asignamos cuando... o bien los convocamos( sería el para qué ? )... o bien cuando son ellos los que piden venir; si los “dejamos pasar” entonces: para qué ?. Digo, porque hay un lugar que el analista produce en el acto de abrir la puerta para que aquellos otros entren; entiéndase que me refiero al carácter simbólico de “abrir la puerta” y a todas las derivaciones asociativas que de allí puedan surgir pero también a su carácter real: dar una hora, escuchar, intervenir, hablar, dialogar con estos “otros”.
por Carlos Guzzetti
El psicoanálisis como disciplina lleva en sí una enfermedad congénita y recurrente, que trabajosamente alcanza alivios, siempre provisionales. Diríamos que sufre de la intensa resistencia a aplicar sus propios instrumentos sobre el proceso de producción de su teoría y las modalidades de sus prácticas. Lenin afirmaba que el izquierdismo era la enfermedad infantil del comunismo. Así, la enfermedad infantil del psicoanálisis –si bien resulta discutible que nuestra disciplina esté atravesando su infancia- es la incapacidad reflexiva sobre sus propios fundamentos, una suerte de izquierdismo fácil, que dista sólo un paso del totalitarismo.
Los síntomas que produce los padecemos a diario los que nos ocupamos del sufrimiento psíquico de los sujetos.
Por supuesto que nuestro quehacer produce sus propios anticuerpos, los recursos que permiten aliviar esta dolencia. Son sin duda nuestros pacientes quienes en el despliegue de su demanda conminan a abandonar toda certeza y a producir cada vez, de nuevo, el valor operacional de los conceptos. La experiencia de la clínica es indomeñable por cualquier lecho de Procusto que pretenda ajustarla a los saberes constituídos.
Este preámbulo pretende introducir, problematizar, dos términos que han perdido buena parte de su productividad por haberse convertido en premisas indiscutibles. Me refiero a la “abstinencia”, entendida como regla técnica y metodológica, y a la “neutralidad” del analista.
por Patricia Ramos y Silvia Fernández de Nieva
Pasó acá, tan cerca... tan cerca de la casa, del lugar de trabajo... tan cerca de los amigos... de sus hijos. Tan cerca de los amigos de sus hijos, tan cerca que fueron los propios hijos los que murieron. La muerte de los hijos... eso que no tiene nombre... en serio.
Fue tan pero tan cerca... en el centro de nuestro hospital, sede sanitaria de la catástrofe donde se desencadenó la segunda tragedia. Se transformó en el segundo centro de la desesperación y de la muerte pero también de la asistencia, la vida y del mayor compromiso ético y profesional que puedan imaginar.
¿Por qué escribimos esto? –nos preguntamos–. Sin ninguna duda primero que nada para agradecer. Agradecer a todos nuestros compañeros del hospital. Pero también a todos los compañeros de los demás hospitales, socorristas y bomberos, por la entrega plena que tuvieron para salvar a cada uno de los jovencitos que tuvieron delante.
Pero es más que eso. Escribimos para intentar tramitar y transmitir algo de lo imposible.
por Silvia Fantozzi
Los llamo los jóvenes post-modernos. Los voy conociendo. Inteligentes, movedizos, saben mucho de todo, menos jugar, o tomarse en serio los juegos, como lo hace un niño, sagrado y de vida o muerte. Tampoco saben comprometerse, cobijar y ser cobijados por otro. No consiguen habitar un espacio aunque se pasean por muchos. Tampoco dejar un hueco para que otro los habite. No se entregan, la misma arrogante pretensión de no sufrir, no enamorarse. Los veo, sin embargo, desgarrados.
por Héctor López
La literatura psicoanalítica actual llama sexolíticos a ciertas drogas de las llamadas duras que producen sensaciones equivalentes a las de la cópula sexual. Si la condición metonímica del deseo exige un recorrido de ligadura significante, la intoxicación en cambio produce una descarga inmediata que llega a la meta por cortorcircuito, sustituyendo a todo el recorrido. Sustitución que no se produce por la vía metafórica, sino por un pasaje al acto sin palabras. El adicto vive la ilusión de colmar el dolor de la falta, experimentado por todo sujeto como una suerte de abstinencia estructural. A veces el desenfreno de esa ilusión culmina en lo peor. Los psicoanalistas suelen identificarse con la ilusión del toxicómano, de la misma manera que cuando hablan del orgasmo suponen a la relación sexual como posible.