Introducción al Psicoanálisis

Sección coordinada por Liliana Donzis
Los ruidos del padre
por Jorgelina Butta, Silvia Cirillo, Laura Potick, Sergio Zabalza

Lejos de abordarlo como un déficit, la perspectiva psicoanalítica considera al autismo como una producción a la que el niño recurre para defenderse del privilegiado objeto que, como ningún otro, porta la identificación primordial que lo constituye: la Voz.
Precisamente, este trabajo intenta dar cuenta de una modalidad de intervención entre varios diseñada con el propósito de facilitar que los ruidos del padre adquieran esta vez un valor significante.
Marcelo es un chico de trece años con diagnóstico de Asperger. Desde nuestra perspectiva se trata de un joven claramente ubicado como objeto en el fantasma de la madre. Dado que el papá es músico, durante el tratamiento se tomó la afición del joven por la percusión con el fin de operar cierta separación respecto al Otro materno. Si bien la estrategia cosechó ciertos efectos apaciguadores, luego de un tiempo el terapeuta a cargo consideró indispensable incluir en el tratamiento una tarea con los padres
Lo que sigue es una reseña de la primera entrevista y una síntesis de la tarea que – por separado- dos profesionales del Equipo desarrollaron con el joven mientras, por su parte, los padres sostenían el diálogo con el terapeuta y una de las coordinadoras del Equipo.

Lo anhelado no es siempre lo deseado
por Roberto Ileyassoff

Para adentrarse adecuadamente en la problemática de las "nuevas angustias", habría que tener muy en cuenta la diferencia entre lo que se anhela y lo que se desea "verdaderamente". Si se parte de subrayar la diferencia entre anhelar y desear, se puede avanzar mucho en la elucidación de uno de los problemas cruciales de la clínica psicoanalítica.
Es preciso aclarar que J.Lacan hizo notar esa diferencia en su Seminario X "La angustia" clase del 25/3/63. J.A.Miller lo retoma en su curso del 27/6/2004. La diferencia es que el " objeto del deseo" está por delante y es aquél que el sujeto anhela apuntando conscientemente a él marcando así su intencionalidad , en cambio el "objeto causa del deseo" es el que está por detrás, y es como un vacío que va empujando al sujeto hacia un lugar singularmente determinado para él solo, marcando así su causalidad. Esto no se alcanza a través del registro de una repetición monótona de lo simbólico, sino a través del registro psicoanalítico de una repetición tomada entre el fracaso y el reencuentro. Esta repetición delimita el contorno de la causa del deseo y le da sólo un cierto margen de libertad que es con el que hay que saber hacer para lograr un cambio en la posición subjetiva con respecto al modo de goce, el cual es, en definitiva, la causa de la angustia , siguiendo el espíritu de lo enseñado en el Seminario X. Todo esto es posible lograrlo sólo si lo registran un analista y su paciente desde el agujero de las vueltas dichas del decir de este último.

El Jano bifronte. Entre narcisismo y pulsión
por Laura Dávila

Voy a trabajar ilustrando, con una viñeta clínica, narcisismo y pulsión y cómo ellos permiten orientarse en la clínica. Surge -al sentarme a trabajar- el recorrido teórico realizado en este tiempo, en donde transitamos varios textos pero siempre con una mirada atenta a vislumbrar dónde estaba el sujeto allí. Es la angustia -siempre es de castración- la que permite al sujeto virar de un lugar a otro, y es a través de la siguiente frase la que posibilita orientar la escucha: "el Sujeto está en dos lugares pero no al mismo tiempo, o esta en el campo del Otro generalmente campo del narcisismo, o en el de la pulsión que es el campo propio del sujeto". Cuando está en el campo del Narcisismo está velando la falta en el Otro, y así velando su propia falta o sea su propia castración, con lo cual evita el desarrollo de angustia. En algunos sujetos esto suele funcionar por un tiempo, hasta que lo pulsional, siempre presente y pulsante, irrumpe de un modo que es imposible amordazarlo, donde el yo, defensiva y narcisísticamente poco puede hacer; lo que se armo para la irrupción de la angustia ya no sirve. Generalmente es ahí cuando un sujeto consulta, y ¿qué tenemos como analistas para ofrecerles? Nada más –y nada menos- que invitar a hablar, poner en juego la palabra; y el sujeto cuando excede con sus dichos la voluntad de decir, permite producir un quiebre de sentido, una erosión de sentido y en ese extravío surge algo de la letra.

Avatares de la clínica
por María Laura Paz

En el presente trabajo, intentaré realizar una articulación teórico clínica a partir del lugar del síntoma en la estructura, pregunta que surge con relación a una viñeta clínica de una paciente, E., de 15 años. Es preciso, primero, hacer algunas puntualizaciones respecto del síntoma. Este es una repetición del corte, a través del significante. Es en sí mismo un corte y realiza la castración. “Se trata del principio mismo del complejo de castración: para tener el falo, para servirse de él, es preciso, justamente, no serlo”
E. se presenta contando los avatares de la separación de sus padres. Dice estar angustiada, no tener ganas de hacer nada, no tener ganas de salir. Lo relaciona con esta separación y los dichos del padre previos a ésta, respecto a que si se separaba de su madre, a ella no la iba a ver más, se iba a ir lejos.
Cuenta sobre los permisos para salir “mi papá nunca no me deja salir. Yo quería que él me diga que no”
Hasta aquí, aparece la angustia ante la posibilidad de la pérdida del padre, en sus dos vertientes: por la pérdida en si misma y por quedar sola en compañía de esta madre, que dice a todo que sí.

Dos o tres cosas que yo sé de Lacan
por Carlos Faig

Permítasenos, para introducirnos en tema, recordar un antiguo sueño que todavía nos convoca. Hacia 1900 una señora vienesa lo relata a Freud y, según deduce, contradice su teoría de la realización de deseos: “Quiero dar una comida, pero no dispongo sino de un poco de salmón ahumado. Pienso en salir para comprar lo necesario, pero recuerdo que es domingo y que las tiendas están cerradas. Intento luego telefonear a algunos proveedores, y resulta que el teléfono no funciona. De este modo, tengo que renunciar al deseo de dar una comida.”
Las primeras asociaciones no bastan a Freud para realizar una interpretación. Pero, luego de vencida la resistencia −después de una pausa: muy rápidamente, retengámoslo, nos vemos devueltos al terreno del deseo− las cosas comienzan a aclararse: “(La paciente) ayer fue a visitar a una amiga suya de la que se halla celosa, pues su marido la celebra siempre extraordinariamente. Por fortuna, está muy seca y delgada y a su marido le gustan las mujeres de formas llenas. ¿De qué habló su amiga durante la visita? Naturalmente, de su deseo de engordar. Además, le preguntó: ‘¿Cuándo vuelve usted a convidarnos a comer? En su casa se come siempre maravillosamente’.” Freud encuentra entonces una de las interpretaciones del sueño: “‘¡Cualquier día te convido yo, para que engordes hartándote de comer a costa mía y gustes luego más a mi marido!’ De este modo, cuando a la noche siguiente sueña usted que no puede dar una comida, no hace su sueño sino realizar su deseo de no colaborar a redondear las formas de su amiga.” Es así que el deseo de la paciente consiste en que no se realice un deseo de su amiga. En su lugar, sueña que no se realiza un deseo propio.

Del deseo que obsesiona
por María Cristina Bacchetta

El deseo del que hablamos no es solo un monto afectivo que esta o no está, aunque también sea de este modo como lo percibimos, el deseo con el que tratamos, el deseo del psicoanálisis esta marcado por el lenguaje, “sujeto” a cierta relación del Sujeto con el lenguaje. ¿Y si el leguaje cambia, si los modos del decir cambian, no cambiaría también el modo en que el deseo se presenta, se filtra, se “realiza”?. Freud plantea “los sueños son una realización de deseo”. Los sueños ¿son iguales en todas las épocas?, ¿sus realizaciones son las mismas?. . Al mismo tiempo, la práctica del psicoanálisis ha atravesado la escena y esto tiene su peso. El otro día una paciente decía, al finalizar la primera entrevista. “Ud. me cayo muy bien, lo único que le quería pedir es que espero que aquí no se trate de analizar los lapsus y esas cosas, me parece una cosa snob. Las madres de los compañeros de mi hijo dicen “Ay, no sabes el lapsus que tuve en mi análisis”, parece que vinieran de la peluquería…” Deseo “indecible”. Se trata de lo nimio, lo que se menciona al pasar, la tontería. Lo que “siempre estuvo allí, pero nunca le dije a nadie, me da vergüenza”, y si es algo tan tonto, ¿por qué da vergüenza?

La competencia narcisista
por Manfredo Teicher

La fantasía es un arriesgado terreno muy útil como defensa pero resulta muy peligroso cuando atrapa al sujeto fascinado y encandilado con la magia que es capaz de realizar. La fantasía compite con la realidad, tan imprescindible como aquella para conservar una frágil y delicada salud mental. En el centro de la escena social se encuentra la competencia narcisista, una lucha por el poder de todos contra todos. Encontramos importantes variaciones de ese “deporte” en la lucha de clases, conformando religiones que rinden culto a padres ideales, o en sagradas soberanías nacionales representando madres ideales, excelentes excusas para el juego de la guerra. Nos acompaña un eterno conflicto heredado de la filogenia: el deseo de usar al otro, convertido en objeto significativo, cómo, cuándo y dónde se nos antoja; y la necesidad de convivir con él (que desea lo mismo). Como transacción dialéctica surgieron las normas culturales donde la prohibición del incesto y del homicidio puso las bases de una legislación que incluye en su motivación altos ideales utópicos de Libertad, Igualdad y Fraternidad. La historia de la humanidad obliga a pensar que nuestros ideales pretenden modificar una naturaleza que insiste en oponerse a que la utopía se concrete. Seguiremos proyectándolos en un hermoso futuro mientras felices fantasías nos permiten disfrutarlos soñando con mundos quizás imposibles; mientras compiten con otras fantasías, no tan felices, de un cercano Apocalipsis.

Efectos terapéuticos - Efectos analíticos.
por Osvaldo Delgado

Efectos terapéuticos, refieren al alivio y/o desaparición de un padecimiento del cuerpo y/o del pensamiento. Desde cierta perspectiva su inscripción refiere a la salud pública y dentro de ella a la salud mental. Es algo que requiere el Estado, el cuerpo social, los órganos públicos como un bien para el ciudadano, o una mercancía según las empresas privadas. Queda articulado a la serie del “arte de curar”. Es lo que estos estamentos (públicos o privados) le exigen como eficacia, a los así llamados agentes de salud. Para estos estamentos, los efectos analíticos no existen. No sólo que no tienen ningún valor ni importancia, sino que radicalmente no existen. La eficacia del saber hacer, refiere únicamente a la dimensión terapéutica. El reconocimiento de autoridad profesional, se sostiene en el eje: éxito o fracaso terapéutico.
Efectos analíticos, refiere a una modificación en la relación de un sujeto con sus dichos, el sostenimiento de un espacio entre los enunciados y la posición de enunciación. Claramente una experiencia del inconciente. Su orientación, es ese forzamiento que implica el deseo de saber y no aporta ningún bienestar.Por lo tanto, así como Miller afirma, que “el psicoanálisis no puede estar al servicio de ninguna finalidad superior a la operación analítica misma” y “solo puede estar al servicio del deseo del analista”; podemos sostener la contraria: para los órganos públicos y/o privados de salud mental no hay ninguna finalidad superior a la eficacia psicoterapéutica misma.

Sobre el acting out y el pasaje al acto
por Daniel Larsen

Acting-out es el término que ha elegido Strachey para traducir el agieren freudiano de “Recuerdo, repetición y elaboración” donde Freud plantea que hay ocasiones en que lo reprimido, en lugar de retornar en los recuerdos, o sea, a nivel del pensamiento, aparece en acto como transferencia-resistencia, constituyéndose en un obstáculo para la continuidad del trabajo psicoanalítico. Muchos autores lo han entendido (por el out) como transferencia lateral, o transferencia sin analista, o fuera del análisis o fuera del consultorio. Coincido con Colette Soler en que “no hay fuera del análisis desde que el sujeto entra en la transferencia. Tampoco quiere decir fuera del consultorio del analista, quiere decir, para comenzar, fuera de la esfera de los recuerdos. Digamos mas bien, fuera de la esfera de lo que se dice.” Lacan, por su parte, retomó, en distintos momentos de su enseñanza, el concepto de acting-out pero para darle un nuevo estatuto. Veamos un ejemplo, quizá el más paradigmático de los que analiza en relación a este tema, me refiero al paciente de Kris conocido como “el caso de los sesos frescos”. Se trata de un sujeto -nos comenta Lacan en “La dirección de la cura y los principios de su poder”- inhibido en su vida intelectual y especialmente en lo que hace a la publicación de sus investigaciones debido a que siente un impulso a plagiar que no puede controlar.

Desciframiento, ironía y reconocimiento en la práctica psicoanalítica de la orientación lacaniana
por Roberto Ileyassoff

Este trabajo se referirá por un lado, a la puesta en cuestión irónica de los fundamentos del cifrado inconsciente y del reconocimiento en la teoría psicoanalítica, y por otro, a la problemática de cómo se garantiza la actividad del psicoanalista . En el psicoanálisis, ¿porqué se valora tanto lo indirecto? ¿ porqué se pone en práctica el desciframiento?, ¿ no sería más fácil decir lo que se piensa sin vueltas? La respuesta la da el inconsciente: lo que se piensa y lo que se siente aparece con más certeza por las vías indirectas. El abordaje de la ironía aparece entonces complementando el abordaje del desciframiento solamente a través de la metáfora y la metonimia para lograr atrapar lo que se sobreentiende en lo que se dice y a lo que se escucha del decir tras lo dicho. La ironía obliga a pasar por lo contextual y por la ingeniosa creatividad en el uso del lenguaje. La ironía llama a una lucha de interpretaciones. Santo Tomás quiso desprestigiar la ironía considerándola como irresponsable pues ella no dice directamente lo que piensa. Desde el punto de vista del psicoanálisis es difícil hacer hablar al inconsciente directamente. Aunque se quiera hacer hablar al deseo directamente, sólo se lo logra indirectamente, sin proponérselo.



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