Columnas
por Elena Jabif
Freud padecía la tentación de ser Padre en sus análisis, el acceso a este goce fue interrogado por Ferenczi en su “Diario Clínico”, documento escrito en 1932, quién queda como testimonio de un fantasma doloroso, que arrastra la puesta en escena de su tragedia como psicoanalista (...) La transferencia en Ferenczi responde a la dialéctica hegeliana y rechaza los “Consejos al médico” freudianos, por traer el amor y el odio a la escena analítica. En su documento critica el placer sádico de los analistas ante el sufrimiento y la impotencia (...) El deseo del analista es el deseo de una levedad, que en el final del análisis, permite que el fantasma fundamental del analizante se despliegue y se atraviese, acto que permite sostener su propio deseo. Los objetos de ese fin han dejado de consistir para iluminar con su caída, la sombra de la pulsión de pulsiones: la Pulsión de muerte.
por José E. Milmaniene
Asistimos en la actualidad a importantes cambios en las presentaciones clínicas, que convocan a una rigurosa reflexión acerca de si se trata de las clásicas estructuras psicopatológicas –neurosis, perversión, psicosis–, que adoptan renovados modos de presentación acorde con el imaginario social de los tiempos (caracterizado por la promoción de los objetos de goce que reemplazan a los ideales en eclipse); o si por el contrario, nos enfrentamos a “nuevas enfermedades del alma” según la acertada expresión de Julia Kristeva, o a las “nuevas formas del síntoma”, tal como lo piensa Massimo Recalcati, al referirse a “aquellas posiciones subjetivas (anorexia-bulimia, depresión, adicción a las drogas, etc.) en las cuales falta o es deficitaria la articulación metafórica del síntoma”. Nos resulta pues de alto interés teorizar sobre las posiciones subjetivas transclínicas, para no confundir los fenómenos con la estructura, o hacer del fenómeno una nueva estructura.
por Sergio Rodríguez
Recordemos cuando ante la cobarde dimisión de Carlos Saúl Menem después de haber hundido al país en la ciénaga del neoliberalismo de las grandes corporaciones financieras, Néstor Kirchner se hizo cargo de la Presidencia...
Inclinamos respetuosamente nuestras banderas ante su ida de la vida y su fijación en nuestros recuerdos. Y acompañamos en su dolor a su digna esposa y Presidenta de la Nación, a sus hijos y demás familiares, así como a sus compañeros de lucha.
Recordemos y elaboremos, para dejar de repetir lo peor...
por Sergio Zabalza
Con el título de Maradona, una metáfora argentina, el texto pareciera destilar -a expensas de los claroscuros que emanan de la figura del genial futbolista-, una suerte de vergüenza u oprobio por no asemejarnos a los europeos o no mostrarnos a la altura de ese unívoco modelo que Lacan, sin embargo, señalaba como forjador de psicóticos. Pero “el tropo argentino”, en realidad, está en otra parte. En efecto, remendado por una sarta de lugares comunes, estigmatizaciones impudorosas y groseros derrapes teóricos, el artículo de marras cuenta con la autoría de un periodista británico y un psicoanalista argentino, auténtica metáfora de cierta intelectualidad vernácula colonizada, menos proclive a dejar caer una idea que a manifestar un visceral rechazo a toda manifestación autóctona.
por Laura Kait
Cuando nacemos alguien nos da un nombre. Cuando morimos nuestro nombre también es escrito por otros. De ninguno de estos dos actos tendremos memoria, son otros quienes la tienen o la tendrán. Al nacer nos inscriben en un papel. Un papel que amarillea, se pierde, se copia, se rompe, que sufre y nos hace sufrir los avatares de las burocracias. En cambio al morir nos suelen inscribir en una piedra. Para siempre. Cuando la vida se transforma en nunca escriben nuestro nombre para siempre...
por Amelia Haydée Imbriano
La guerra se desenvuelve en una relación especular, en una identidad lograda en la relación dialéctica con el otro, para el caso, el enemigo. Es la identificación que evidencia la ambivalencia estructural donde la agresión voraz del sujeto expresa su dominio. La guerra es un retorno a la insondable especularidad articulada a las vivencias de fragmentación a imagos de cuerpo fragmentado; de allí su carácter ominoso evocador de la identificación narcisista, constitutiva de la agresividad que apuntala a segar la existencia del otro (...) La guerra podría entenderse como puesta en escena de crímenes del superyó. La compulsión del imperativo con su trasfondo aniquilante se encuentra con los desatinos del goce que impele a las prácticas sacrificiales y a los holocaustos, como apuesta a la muerte y a la inmortalidad. Su función esencialmente simbólica, retorna en lo real, sobre la sangre y los cuerpos devastados (...) La meta de borrar el odio del espacio comunitario equivale a pretender sofocar la fuente de la pulsión, y por ende, a aniquilar las condiciones de posibilidad del lenguaje. El proceso del lenguaje, portador del devenir cultural, se presenta durante la lucha civilizadora en que se traban Eros y Tánatos desde los comienzos de la humanidad.
por Sergio Zabalza
La protesta de los alumnos secundarios de la Ciudad de Buenos Aires guarda, como emblemático antecedente, la insólita actitud con que un ministro de la actual administración diera por terminada una reunión hace dos años. Si hasta ahora, en cualquier familia, el portazo lo pegaba el joven, en aquella ocasión fue un adulto. Para todos aquellos que hacemos de los lugares del campo simbólico nuestra arma de trabajo, la anécdota resulta una calamidad. El pasaje al acto del funcionario del ministerio, destituye el lugar del padre. Así, la autoridad queda reducida a un Ideal cuya erguida mayúscula es tan sólo el signo de su Impotencia. El portazo del adulto está ahí palpitando, para luego retornar desde la Impotencia con la demanda de expulsión del establecimiento escolar, la confección de listas negras, la satanización de los menores... Pero cuidado, porque cuando se “las toma” el padre, pueden aparecer los padres. En efecto, sobran testimonios del apoyo, el cuidado y la admiración con que muchos adultos acompañan esta gesta política de sus hijos. Padres que se sirven del lugar vacío del padre, padres que toman al padre. Padres que, por fin, no merecen el respeto, sino el amor.
por Carlos Paola
Hace más de veinticinco años, una pregunta insistía en hospitales y centros asistenciales: ¿Es posible el Psicoanálisis en una Institución Gratuita de Salud Mental? Algunos “apasionados” planteaban, entonces, que la condición de gratuidad lo volvía imposible. De este modo, adjudicando una contundencia sin fisuras a la normativa institucional, cancelaban la posibilidad del no-todo y, por ende, la del “acto de fundar un análisis allí”. Argumentando que todo paciente debía pagar por su análisis, reducían la experiencia a un “cobre sin aleación”, siempre en concordancia con el tiempo de las entrevistas preliminares. Otros, en cambio, sostenían la convicción de que la gratuidad era una de las tantas formas de la imposibilidad jugada en todo análisis. Y el dinero (en falta en la Institución), podía habilitarse como la presencia de una ausencia...
por Eduardo Said
En algún sentido se podría afirmar que la expresión “clínica de la posición sacrificial” es una redundancia. No habría otra clínica de las neurosis. El sacrificio ofrecido a las diversas versiones y/o máscaras del Otro configura la posición axiomática del fantasma fundamental de las neurosis. La función del sacrificio no deja de ser la de tapar, velar la falta en el Otro asumiendo la culpabilidad. Ese Otro, que como tal no existe, no es sino la localización inherente a la estructura del lenguaje, a la incrustación del significante en el cuerpo. Es posible sustentar una posición fantasmática que no se subsuma en el peso del sacrificio. Que el cuerpo pesado, sujeto a la ley de la gravedad, suelte alguna amarra y responda con una suerte de inmaterialidad. Que no sea de imposición necesaria, sostener un Otro gozador que reclama su libra de carne.
por Norma E. Alberro
La invención del número es un cruce de caminos y, podemos intuir, por qué llamó tanto el interés de Lacan, en donde se involucran la escritura, lo cardinal y lo ordinal, y el nombre, pues un número no existe mientras no ha sido nombrado. La revolución cultural inducida por la invención del cero como cifra es, como lo dice Denis Guedj, equivalente a la distancia entre escritura de los números y cálculo. La resistencia al cero fue y es inversamente proporcional al cambio radical, a la revolución del pensamiento que generó. La nada es más rica en potencialidades, en engendramientos. La revolución del cero como cifra es el paso de lo cuantificable a lo calculable. El cero es el lugar vacío y la cantidad nula. Esa nada que puede todo. Se precisó un milenio para que el cero se transmitiera de los hindúes a los occidentales. Esta resistencia es la que tuvo y aún persiste el Psicoanálisis que hizo de la falta, del vacío su objeto científico. Objeto de deshecho de la ciencia. También sigue siendo actual, esta resistencia, en todo sujeto humano, es decir el vínculo íntimo y complejo entre el cero, el uno y el objeto que está en el corazón de la identificación.