Columnas

Memoria y olvido históricos
por Laura Kait

Cuando nacemos alguien nos da un nombre. Cuando morimos nuestro nombre también es escrito por otros. De ninguno de estos dos actos tendremos memoria, son otros quienes la tienen o la tendrán. Al nacer nos inscriben en un papel. Un papel que amarillea, se pierde, se copia, se rompe, que sufre y nos hace sufrir los avatares de las burocracias. En cambio al morir nos suelen inscribir en una piedra. Para siempre. Cuando la vida se transforma en nunca escriben nuestro nombre para siempre...

La lógica de la guerra, una evidencia la pulsión de muerte
por Amelia Haydée Imbriano

La guerra se desenvuelve en una relación especular, en una identidad lograda en la relación dialéctica con el otro, para el caso, el enemigo. Es la identificación que evidencia la ambivalencia estructural donde la agresión voraz del sujeto expresa su dominio. La guerra es un retorno a la insondable especularidad articulada a las vivencias de fragmentación a imagos de cuerpo fragmentado; de allí su carácter ominoso evocador de la identificación narcisista, constitutiva de la agresividad que apuntala a segar la existencia del otro (...) La guerra podría entenderse como puesta en escena de crímenes del superyó. La compulsión del imperativo con su trasfondo aniquilante se encuentra con los desatinos del goce que impele a las prácticas sacrificiales y a los holocaustos, como apuesta a la muerte y a la inmortalidad. Su función esencialmente simbólica, retorna en lo real, sobre la sangre y los cuerpos devastados (...) La meta de borrar el odio del espacio comunitario equivale a pretender sofocar la fuente de la pulsión, y por ende, a aniquilar las condiciones de posibilidad del lenguaje. El proceso del lenguaje, portador del devenir cultural, se presenta durante la lucha civilizadora en que se traban Eros y Tánatos desde los comienzos de la humanidad.

La toma del padre
por Sergio Zabalza

La protesta de los alumnos secundarios de la Ciudad de Buenos Aires guarda, como emblemático antecedente, la insólita actitud con que un ministro de la actual administración diera por terminada una reunión hace dos años. Si hasta ahora, en cualquier familia, el portazo lo pegaba el joven, en aquella ocasión fue un adulto. Para todos aquellos que hacemos de los lugares del campo simbólico nuestra arma de trabajo, la anécdota resulta una calamidad. El pasaje al acto del funcionario del ministerio, destituye el lugar del padre. Así, la autoridad queda reducida a un Ideal cuya erguida mayúscula es tan sólo el signo de su Impotencia. El portazo del adulto está ahí palpitando, para luego retornar desde la Impotencia con la demanda de expulsión del establecimiento escolar, la confección de listas negras, la satanización de los menores... Pero cuidado, porque cuando se “las toma” el padre, pueden aparecer los padres. En efecto, sobran testimonios del apoyo, el cuidado y la admiración con que muchos adultos acompañan esta gesta política de sus hijos. Padres que se sirven del lugar vacío del padre, padres que toman al padre. Padres que, por fin, no merecen el respeto, sino el amor.

Acto e institución
por Carlos Paola

Hace más de veinticinco años, una pregunta insistía en hospitales y centros asistenciales: ¿Es posible el Psicoanálisis en una Institución Gratuita de Salud Mental? Algunos “apasionados” planteaban, entonces, que la condición de gratuidad lo volvía imposible. De este modo, adjudicando una contundencia sin fisuras a la normativa institucional, cancelaban la posibilidad del no-todo y, por ende, la del “acto de fundar un análisis allí”. Argumentando que todo paciente debía pagar por su análisis, reducían la experiencia a un “cobre sin aleación”, siempre en concordancia con el tiempo de las entrevistas preliminares. Otros, en cambio, sostenían la convicción de que la gratuidad era una de las tantas formas de la imposibilidad jugada en todo análisis. Y el dinero (en falta en la Institución), podía habilitarse como la presencia de una ausencia...

Clínica de la posición sacrificial
por Eduardo Said

En algún sentido se podría afirmar que la expresión “clínica de la posición sacrificial” es una redundancia. No habría otra clínica de las neurosis. El sacrificio ofrecido a las diversas versiones y/o máscaras del Otro configura la posición axiomática del fantasma fundamental de las neurosis. La función del sacrificio no deja de ser la de tapar, velar la falta en el Otro asumiendo la culpabilidad. Ese Otro, que como tal no existe, no es sino la localización inherente a la estructura del lenguaje, a la incrustación del significante en el cuerpo. Es posible sustentar una posición fantasmática que no se subsuma en el peso del sacrificio. Que el cuerpo pesado, sujeto a la ley de la gravedad, suelte alguna amarra y responda con una suerte de inmaterialidad. Que no sea de imposición necesaria, sostener un Otro gozador que reclama su libra de carne.

La epopeya de la invención del cero
por Norma E. Alberro

La invención del número es un cruce de caminos y, podemos intuir, por qué llamó tanto el interés de Lacan, en donde se involucran la escritura, lo cardinal y lo ordinal, y el nombre, pues un número no existe mientras no ha sido nombrado. La revolución cultural inducida por la invención del cero como cifra es, como lo dice Denis Guedj, equivalente a la distancia entre escritura de los números y cálculo. La resistencia al cero fue y es inversamente proporcional al cambio radical, a la revolución del pensamiento que generó. La nada es más rica en potencialidades, en engendramientos. La revolución del cero como cifra es el paso de lo cuantificable a lo calculable. El cero es el lugar vacío y la cantidad nula. Esa nada que puede todo. Se precisó un milenio para que el cero se transmitiera de los hindúes a los occidentales. Esta resistencia es la que tuvo y aún persiste el Psicoanálisis que hizo de la falta, del vacío su objeto científico. Objeto de deshecho de la ciencia. También sigue siendo actual, esta resistencia, en todo sujeto humano, es decir el vínculo íntimo y complejo entre el cero, el uno y el objeto que está en el corazón de la identificación.

Decepción
por Sergio Zabalza

Una cancelación inesperada, un gesto que traiciona nuestras expectativas, un resultado desfavorable, un amor no correspondido; todas circunstancias de muy dispar calibre y tenor, pero cuyo trámite precipita un mismo desenlace: la herida narcisista. Se trata de una instancia que, por dolorosa, no es menos indispensable y constitutiva para la conformación del aparato psíquico y el despliegue de la subjetividad: la decepción. Los productos y manifestaciones de la cultura resultan ser sucedáneos de la satisfacción perdida. Así, la decepción hace sentir su huella fecunda cada vez que las contingencias de la vida reescriben aquel trauma inaugural.

Grecia: la puta de Villegas
por Sergio Zabalza

Proponemos considerar la posibilidad de que la marcha organizada para afirmar que los tres adultos que abusaron de una niña de catorce años son víctimas de una pérfida maniobra de seducción, participa del mecanismo de la renegación -término propuesto por Sigmund Freud en 1923 para caracterizar un mecanismo de defensa mediante el cual el sujeto se niega a reconocer la realidad de una percepción negativa-. Porque ya no se trata de la eventual fusión con la figura de un líder ni del fenómeno de amor que cohesiona a las personas detrás de algún Ideal, sino de la lisa y llana desestimación de todo dato que contradiga la delirante certeza de una posición. Pero la renegación tiene su costado perverso y aquí es donde entra a tallar lo más troncal del episodio que nos convoca...

Poder, autoridad y locura en la actualidad
por José E. Milmaniene

Los psicoanalistas nos enfrentamos en la actualidad a los efectos deletéreos de la declinación estructural de la figura del Padre, con el consiguiente debilitamiento de la Ley simbólica, el eclipse de los ideales, la degradación de los valores y la devaluación de la palabra (...) Las severas fallas en la función paterna–signadas por la incapacidad del padre para operar el corte que separa al hijo de la madre y trascender así el riesgo de toda simbiosis fusional patógena– dificulta la operación del parricidio simbólico, necesaria para la constitución del sujeto del deseo. La existencia deficitaria de la autoridad normativa, determina que el sujeto no tenga siquiera la opción de rebelarse frente a ella, para poder configurar así su propio destino y construir su propia historia. De modo tal que el marcado déficit de referencias simbólicas claras y definidas, suele determinar restituciones autoritarias, preferibles a la desolación generada por la ausencia de la legalidad parental (...) Se desconoce que por fuera de la Ley, no existen nada más que flujos libidinales caóticos presimbólicos, con la consiguiente abolición de los circuitos sublimatorios (...) La escucha interpretativa que propone el psicoanálisis permite recuperar la dignidad subjetiva, así como posibilita el reencuentro con la singularidad absoluta que deriva del conocimiento de la Verdad del propio deseo.

Disparan al (del) Psicoanálisis
por Alberto Santiere

Hay “contracciones” intelectuales de pretendida seriedad investigativa e informativa, que pueden resultar una trampa para incautos. Tomar fragmentos fuera de contexto, exagerar rasgos o inventarlos, pretender vulnerar el alcance extraordinario de una obra como la freudiana enlodando a su creador, en definitiva, falsear la realidad en cuanto al psicoanálisis y a su eficacia clínica, son “noticias” verdaderamente “lapidarias” para la independencia y credibilidad de cierta prensa re-vista. Quienes así “disparan”, rehúyen de un campo fértil y transformador para la cultura y la salud. Torpes resistencias, contracciones que no alumbran...



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