Columnas

Algunas consideraciones sobre la vida amorosa
por Teodoro Pablo Lecman

Explorando nuestra biblioteca en el verano y, como dice Umberto Eco, en busca quizás de ese tesoro único de un libro inagotable, frente a cincuenta mil referencias de internet que nunca podremos leer, nos topamos con La separación de los amantes, de Igor Caruso (1968). La consideración metapsicológica de Caruso, si la entendemos bien, es sumamente interesante: propone distinguir Yo actual, Yo ideal, Ideal del Yo y Superyó (términos existentes, entre otros, en Freud y relevados por Lacan). El Yo, actual, en cada momento, quiere suplir su falta proyectando su Yo Ideal, lo que le falta en el/la amante. Idealiza. Pero su amor es auténtico, real . Y busca la cura . Al cortar, del lado que sea, y fracasar, la herida del Yo es enorme y lo enfrenta con su muerte. Sólo obligándose a olvidar logra mitigar la pérdida.

Voz
por Teodoro Pablo Lecman

Los analistas deberíamos trabajar la voz. Escribimos y hablamos poco de ella. No digo que aprendamos a impostarla o a cantar. Pero sí a no ser cacofónicos, coprolálicos, aburridos, repitiendo nuestra teoría o estribillo estereotipado de cualquier tipo. Aprender a cultivar la pérdida en la voz. La metáfora. Para rescatar en ella la voz del sujeto

Recolectores y corruptos
por Ana María Gómez

Nos define un modo de ser. Estamos instalados en lo que se constituye en un lazo social; nuestro lazo social. Y las palabras que nos implican, nos involucran y nos comprometen en los pactos, son esencialmente, mentirosas. Y quien miente, en primer lugar, se miente, y ya es tiempo que no nos mintamos más. Hemos vivido demasiado en una trama mentirosa que nos hace creer que somos diferentes de lo que, de verdad, somos. Y lo que somos, y no es en absoluto grato pensarlo, sentirlo, escribirlo y publicarlo, pero es la verdad, tiene un nombre: corruptos. Esta es, en su mayoría, nunca en su totalidad, una sociedad constituida por corruptos cotidianos y consuetudinarios.

Duelo nacional. En el nombre de los hijos
por Elena Jabif

Todos son nuestros hijos; la tragedia de Cromañón es una pesadilla compartida, la solidaridad con el dolor del semejante, conjuran pena y aflicción intensa, en un duelo imposible de calmar. La afirmación de una decisión colectiva de justicia, es el grito en el cuerpo social en el nombre de nuestros hijos. La identificación con las victimas, en el fantasma colectivo es uno de los elementos que acude a restañar la herida, al modo de una falsa cicatrización construida por la vía del dolor. Cuando el deseo de vida por los hijos, es cuestionado por un destino arbitrario y vacío de todo sentido, el discurso de los cínicos, rebaja la muerte de la categoría de la necesidad a la de un simple azar. Los hijos internados que aún luchan por su vida, envueltos en la piel de la ternura social, son el testimonio sensible de quien sufre una experiencia inhumana, y que conduce a la atención del peligro de una vuelta a la oscuridad de las conciencias canallas.

Un encuentro con David Halperin
por Martín H. Smud

Asistí a las conferencias realizadas por David Halperin durante la última semana de noviembre en el Centro Cultural Rojas. Halperin es uno de los fundadores de los gays and lesbian studies y sus trabajos se enmarcan dentro de lo que se denomina teoría queer. Su libro más conocido en español es San Foucault. La investigación de Halperin se centra en la pregunta: ¿Qué quieren los hombres gays? Ésta pregunta busca cambiar el foco de atención y el nivel de análisis con que se conceptualiza en los estudios gays y lésbicos. La intención es abrir un camino que se distancie radicalmente de la psicología quién mediante categorías axiológicas fortaleció (y lo sigue haciendo) la separación entre normal y patológico, entre normal y enfermo, entre normal y perverso.

Sujeto y religión
por Norma E. Alberro

La creencia religiosa es un acto de fe, no es un acto responsable y libre. Para que sea así, es necesario haberlo encontrado en uno mismo y no ser impuesto desde el exterior. La inmensa mayoría de la gente es religiosa por miedo al castigo divino y no por una convicción surgida del descubrimiento interior. Por otro lado, la obediencia ciega a los preceptos religiosos reemplaza la creencia ciega en los padres y esto asegura la continuidad de la protección infantil. De esta manera, el ser humano no tiene que ocuparse de su sujeto interior, porque la religión se ocupa de él, igual que sus padres.

El falso self y la falsificación de la esperanza
por Teodoro Pablo Lecman

Falso self, figura casi capicúa, crápula, de la inautenticidad, licuada por el como si introduciéndose en todas las frases: es como si, viste, que toma la forma del cortocircuito del autoerotismo anudándose en el breve goce maquinal de un Otro vacío. Las teorías del falso self, en general, proponen la ilusión de un self auténtico, de un sí mismo fuerte, un yo lleno de recursos yoicos, práctico de sí mismo, en el río de la vida, como el patrón de un remolcador orgulloso de guiar el enorme barco inerte y ebrio del cuerpo y el símbolo, sin saber que se le puede venir encima y que solo es pobre sujeto de tres servidumbres, como lo indicó Freud en El yo y el ello.

Pensar... diferente
por Ana María Gómez

En nuestro lazo social se ha planteado una profunda controversia que se corresponde a la bipartición entre blasfemias e injurias. Un creador es acusado: León Ferrari es denunciado por blasfemo o sea por maldecir. Pensar implica siempre la diferencia. Pensar es un acto humano individual y cada vez inédito. Lo contrario es el dogma. Y el dogma no se piensa, no se razona, no se cuestiona: se acepta y obedece. Por eso las religiones no están construidas para ser pensadas, sino para ser aceptadas y obedecidas a través de los dogmas que imponen, y esa imposición no implica ningún acto de pensamiento sino la simple y mera obediencia. Y, o se obedece, o quien no lo hace recibirá el castigo. Por ello es que me permito decir que pensar diferente es una afirmación contradictoria. Quienes son castigados desde las religiones lo son, precisamente, por pensar.

Los síntomas actuales de la adolescencia.
por Mirta Goldstein

Algunos padres perciben que sus hijos toman alcohol en exceso o suponen que pueden estar consumiendo drogas, pero no se sienten capaces de intervenir. Temen resultar atacados por sus hijos, si hablan o ponen límites. Es común que estos ataques sean injurias, gritos o malhumor. Muchos padres sienten miedo de ser pegados sin saber cómo han llegado a esa situación ni qué hacer para revertirla. Tampoco son concientes del discurso melancólico que enlaza y desenlaza los vínculos. El acople fantasmático entre algún hijo identificado como trasgresor, loco o frustrante se constituye en la realidad familiar. Aparece en los lazos cotidianos el reverso fantasmático de un niño es siendo pegado. El padre aniñado desea ser pegado por un hijo apadrinado.

Dar por terminado / 2
por Ricardo Rodulfo

Un psicoanalista medio, de resultas de todo este dispositivo poco visible, está preparado para encontrar o para poner él alguna módica referencia bibliográfica no psicoanalítica en un escrito dado –sobre todo si antes la usó alguno de los Grandes Nombres– pero no concebirá fácilmente que un texto psicoanalítico funcione con un holding de referencias de afuera, con pocas o ninguna de su campo profesional. Es que cree que hay un afuera y eso mismo reprime entender la intertextualidad, el entre sobre todo, que pone en crisis definitiva las delimitaciones comunes de un exterior y de un interior.



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