Columnas
por José Grandinetti
Los armados manicomiales implican siempre una suerte de defensa frente a lo diferente, lo que no se conoce o no se entiende y sobre todo, frente a aquello que altera a la razón obligándola a dar cuenta de sus razones. El sujeto psicótico cuando de él se trata, se presenta para la rigidez de algunos pensamientos, como un misterio y un peligro que es menester neutralizar. La "operación de alienación-manipulación" se halla en la base de toda relación manicomial y cualquier transformación institucional o desmanicomialización que se pretenda, no puede dejar de lado, esto es: hacer oídos sordos, al goce que de ese "saber-poder" puede pretender obtenerse... La denominada "desinstitucionalización" resultará ser entonces una serie de "acciones" destinadas a mantener el lugar de la verdad como causa, siempre vacante, en oposición a todo saber que pretenda destituir el carácter ficcional y dialéctico de la verdad.
por Sergio Zabalza
Desde hace pocos días la mensajería de Microsoft cuenta entre sus servicios con una línea que pretende conformar un "instrumento de educación sanitaria" para atender las dudas e inquietudes sobre temas de sexo y adicciones tales como el alcoholismo. Pero atención, del otro lado de nuestro monitor no encontraremos prójimo alguno sino un robot llamado Robin... La tecnología digital debe estar al servicio de lo más propiamente humano: la charla, el habla, el diálogo. De lo contrario, cuando nos hayamos quedado totalmente sanos y mudos, nuestra sexualidad será robótica por habernos convertido en meros consumidores de información.
por Martín H. Smud
El diagnóstico poiético no se construye a partir del narcisismo un cuerpo de sí integrado, no forma cuerpo ni Edipo, se trata de fluidos y de cortes, de las manifestaciones del inconsciente. Pero, entonces, ¿cuáles son sus límites sin Edipo y sin Narcisismo? Su límite es la estructura de la máquina deseante y el empecinamiento de tener que responder por el propio nombre a lo que hacemos.
por Mirta Goldstein
Las urgencias neuróticas pueden producirse bajo los efectos de la transferencia o por fuera de ella. Muchas veces con momentos de despersonalización, actings o pasajes al acto, cuya urgencia en una cura analítica tiene inevitablemente como referencia el saber hacer con la angustia desde la posición del analista. Una interpretación radicalizada de la frase lacaniana: “las lágrimas no son argumento” puede llevar a confundir la dirección de la cura; las lágrimas son argumento para delimitar una urgencia angustiosa y transferir sobre el nombre de un analista el sujeto supuesto saber. Que el analista le quite rostro al nombre es inherente a la posición de su deseo de analizar aun las urgencias, las que hacen falta, es decir, hacen un llamado a restablecer la falta en la estructura.
por Fidias Cesio
Se trata de las características que imprime a un análisis el complejo de castración del analista, la tragedia edípica –“el muerto”–. Se trata de una formación inconsciente, sepultada, que aparece en la conciencia en representaciones fúnebres, y que se manifiesta en los síntomas actuales que sufre el analista, sobre todo letargo y sus variantes –aburrimiento, cansancio pesadez, etc.– En una breve viñeta de una sesión psicoanalítica el autor muestra el papel de los celos en la constitución del “muerto” y en su manifestación en el letargo que padece el analista. También se extiende en el papel de la tragedia edípica en el olvido, que llega a su manifestación extrema en la enfermedad de Alzheimer. Por fin nos habla de la Reacción Terapéutica Negativa, la tragedia que aparece en el campo transferencial determinando la “muerte” del análisis.
por Sergio Zabalza
La perspectiva teórica que prevalece en el texto del proyecto –me refiero al proyecto que propone un sistema de Protección Integral para los niños comprendidos dentro del denominado Trastorno Generalizado del Desarrollo (TGD)-, lejos de alentar el indispensable criterio interdisciplinario aconsejado para estos enigmáticos cuadros clínicos, reduce su inspiración a los necesarios pero estrechos márgenes de los protocolos médicos y psicofarmacológicos. Acotar el padecimiento humano al mórbido efecto causado por supuestas razones genéticas u orgánicas soslaya que, en la gran mayoría de los casos, detrás de los síntomas de orden psíquico siempre hay también un sujeto que decide. Así, toda intervención deviene adiestramiento y toda reflexión teórica una enumeración de recetas al servicio de un ideal de adaptación. Se trata de una perspectiva que arrasa con la responsabilidad subjetiva.
por Graciela Graham
La presencia del analista: no tiene nada que ver con la presencia pública del analista. Cuando un analista habla en público: ¿desde donde habla?
¿Hay una política del psicoanálisis? ¿Qué tipo de saber tiene que ser una disciplina para que conlleve una política?
Cuando los psicoanalistas normativizan, clasifican los síntomas, generalizan respecto de las conductas, concientes o inconscientes no importa, creemos algunos que entonces hacen del psicoanálisis una forma de disciplina de los cuerpos de los sujetos un medio de poder que le dice a la gente cómo es y cómo tiene que ser.
Esa es la vertiente política que está en relación al poder, que Foucault y muchos otros denuncian, y de la que a veces los psicoanalistas nos hacemos cómplices.
Dividir a los sujetos, en locos, anormales o desviados y normales, es una manera de responder políticamente al síntoma.
por Sergio Zabalza
Resulta curioso comprobar la coincidencia suscitada entre los que escamotean el lugar del pasado en la construcción de la vida política de una comunidad y aquellos que, por el contrario, reclaman una memoria completa.
Por oposición a lo que sostiene el cognitivismo, la operación de recordar no consiste meramente en la extracción de algunos datos de un almacén, sino en la capacidad de construir versiones a partir de la huella de un referente desde siempre perdido.
Hacer memoria es un acto creador y de apertura hacia el Otro, hacia lo nuevo.
por José Grandinetti
La verdad en psicoanálisis entonces se abre camino por las diferentes vías que indican las formaciones del inconsciente. Hay huellas de ella en el lapsus, en el acto fallido, en la vía regia de acceso al inconsciente que es el sueño. Y en particular por el goce que importa hay verdad que se abre camino en el síntoma.
La hay en la detención inhibitoria si no nos complacemos en mirarla y también hay verdad en la angustia, si es que logramos arrancarle su certeza.
En psicoanálisis resulta que hay verdad que corre, se oculta, se desplaza, pero al metaforizarse en la interpretación psicoanalítica, encuentra la oportunidad, tal vez única, de poder mediodecirse, o decirse retroactivamente, lo cual no equivale a decirse tarde.
Oportunidad que en estos tiempos de canallismo post-capitalista, no es poca cosa.
por Teodoro Pablo Lecman
Si la condición humana es un exilio, desde muchos puntos de vista, se sigue de ello, o de ella, que debería haber un origen, una casa, o un punto de retorno. O al menos un fin de reconciliación, de Versöhnung, de la disociación, del Zwiest, que así nos constituye. No consideramos en esto el éxodo, la diáspora, que le agregan al exilio el horror de una condición genocida colectiva, al parecer también indisoluble de la condición humana, por doquier y en todos los tiempos. (...) Síntoma de su tiempo, formación del inconsciente, el analista se dedicará a tratar de recuperar un alma, la laminilla libidinal en cada uno, que al desenroscarse produce odio y destrucción, y que casi no tiene lugar en el espíritu de la época, desalmado, individualmente nulo, maquinizado, protético, negativista, lucrativo. ¿Amor? Un largo camino el del analista, que no tiene paz, quizás cierta reconciliación. Y que no se puede vislumbrar al principio. (...) Cuando nos ubicamos en el surco del Otro lo real de nuestra vida ha sido verificado y la muerte pone en nuestra boca el silencio, non plus ultra. Un silencio que todavía puede hablar, como nos dijo un analizante francés inspirado: un silence qui parle. Del otro lado de la muerte. La Gran muerte, la del goce cumplido. La de los héroes y los niños. Todas las otras son pequeñas muertes, menos la de los seres queridos.