Columnas
por Elena Jabif
Qué nos ha pasado a los jóvenes nacidos en La Bastilla de la comunidad lacaniana? ¿Cuáles son los recursos de la sociedad analítica para pasar del tóxico del libertino, donde todo goce vale, a fundar el lazo social? Este punto interroga el amor cautivo, sigue habiendo una controversia sobre el estatuto del amor en el grupo analítico.(...) Nuestro lazo social es una causa sostenida, donde el trabajo entre analistas tiene el valor del paso por paso. Cuando se alcanza esta transferencia de trabajo, la dogmática encuentra su inanidad. La enseñanza no se propone como un saber cerrado, completo, esférico y repetitivo. Fluye, fluye en un lugar abierto porque porta una falta vital que induce a la sorpresa porque no está dicha la última palabra, porque el deseo de saber no es privilegio del uno, y que conduce a que un analizante, habiendo pasado por un análisis, y habiendo experimentado en carne propia la caída de la transferencia, encuentre con gusto en ese des-ser otro estilo de trabajo.
por Fernando Ulloa
Estimulado por el libro que estoy escribiendo, bajo el título de trabajo –no el definitivo– La salud mental en el campo público-político, centraré las innovaciones, en el intento de reconceptualizar –desde el psicoanálisis– el confuso, antiguo y aún controvertido, concepto de salud mental.(...) La salud mental configura, reactualizada, un recurso que optimiza cualquiera linaje de la clínica. Basta pensar en aquellos operadores de la salud, que comienzan a curarnos con su actitud hacia nuestra dolencia. Actitud, en el sentido de disposición hacia la acción.(...) Al escenario de innovaciones que propongo, lo denomino numerosidad social, sólo cuando el psicoanálisis opera en los ámbitos sociales. ¿Porqué numerosidad? Si al dueto analista/analizado –soporte de la neurosis de transferencia, la primera y más genuina institución psicoanalítica que generó Freud– se le suma una serie de sujetos de cuerpo y habla presentes, comienza a conformarse tal numerosidad...
por Ana María Gómez
Francoise Dolto, dado el caso −y comienza nuestro sostenido homenaje en el centenario de su natalicio− era una artesana de lo inefable. Porque ante el silencio o lo callado de un niño, ella –como hacemos y, en gran medida, a quienes fuimos sus discípulos, nos enseñó a hacer– hacía decir lo callado y hacía hablar los silencios.
No necesitó tomar como elementos de sus análisis los objetos tradicionales con los cuales, presuntamente, se hace “decir” a un niño. Para ella, dibujos, modelados, y, a lo sumo, “la muñeca flor”, eran suficientes para que la persona infantil dijese y, alguna vez, adviniese el sujeto del inconsciente.
Es desde este punto de partida que considero que el psicodiagnóstico es un modo de anular al Sujeto y cuando se anula al Sujeto se anula la verdad del inconsciente.
El psicodiagnóstico imaginariza que un humano niño es aquello que define: conductas, comportamientos, actitudes, decires...
por Martín H. Smud
Ante las nuevas noticias del gobierno porteño, por un lado el cierre de los actuales hospitales psiquiátricos porteños, Moyano y Borda y la creación de diez nuevos establecimientos de internación psiquiátrica cerrados, con capacidad para casi 500 pacientes en un plazo de dos años, resulta conveniente pensar acerca del lugar de los manicomios y de la necesidad de cierre y apertura de nuevos lugares de tratamiento asilar de la locura. Un primer dato, hoy se habla del cierre, desde las instancias políticas, de los manicomios como el Borda y el Moyano pero no está en debate qué hacer con los manicomios en su conjunto. Realicemos un pequeño rastreo histórico para comprender porqué no sé pone en el tapete de discusión el centro mismo del problema que es la internación asilar y cerrada de la locura.
por Sergio Rodríguez
Sobre los cambios que se han dado a lo largo del último siglo en las relaciones entre los seres hablantes en materia sexual y amorosa, y su retroalimentación con lo ejercitado en los planos sociales, laborales y económicos entre otros, se ha hablado mucho y se lo seguirá haciendo. Se intenta dar cuenta de la relación compleja, espasmódicamente fallida, que hace millones de años soporta la existencia de la especie, sus deseos y su reproducción. Es un enigma imposible de develar, tan imposible como pretender que dicha relación no exista o no nos muerda los talones.
por Silvia Ons
Se podría pensar que Freud habría elevado un descubrimiento hecho sobre él mismo en su autoanálisis a la dimensión de un universal para el inconsciente, procediendo por un camino inductivo: de su caso particular, concluye en una regla universal. Este trayecto es el que él desaconseja en relación a cada análisis ya que recomienda al analista tomar cada caso como único, olvidando lo general e incluso lo que aprendió en otros casos. ¿Si el Edipo es la estructura común a todos, acaso esta estructura no enmascara el goce más íntimo, más singular, más secreto disimulado en los motivos edípicos que el sujeto comparte con sus congéneres?
por Martín H. Smud
En el diagnóstico de trastorno, como cualquier otro diagnóstico, existe una ideología. Ésta se sostiene en la sociedad científica norteamericana. Como toda comunidad científica refleja a la sociedad que pertenece. Como la historia y la actualidad lo muestran, esa sociedad tiende a objetivos colonizadores y maneja en forma prevalente un pensamiento maniqueísta donde hallamos a los buenos y los malos, los exitosos y los fracasados, los adaptados y los inadaptados, los amigos y los terroristas. Esta forma dual de pensamiento, altamente axiológica, también se reproduce en los diagnósticos de trastornos que al estar sustentados en una comunidad autovalidante produce efectos de verdad inapelable y de garantía en sus fundamentos epistemológicos y científicos.
por Sergio Zabalza
Hace ya largo tiempo que los accidentes de tránsito ocupan un lugar cada vez más relevante en los titulares de diarios, revistas y medios en general. Desde la demencial ruleta rusa de los adolescentes hasta las familias diezmadas en pleno viaje de vacaciones −y con el Ecos aún resonando en nuestra memoria− las estadísticas indican un número de muertes sencillamente aterrador. No en vano, un lúcido artículo destacaba que los accidentes de tránsito provocan más muertes que el tan mentado flagelo de la inseguridad −como ha planteado Pedro Lipcovich en el matutino Página/12 en una edición de enero pasado−.
por Sergio Rodríguez
El 21 de febrero a las 5 de la madrugada, falleció en Bahía de San Salvador Emilio Rodrigué. Gustaba decir que su navío había encallado definitivamente en esa bella tierra. Nunca quiso volver a la nuestra. Como si una voz de la sangre muy profunda, le hubiera hecho establecer su tienda en ese bello mar de Vinicius de Moraes alumbrado por su Faro de Itapoa cerca del cual Emilio vivió mucho tiempo, y antesala del Pelourinho, tan bello como alegre-triste. Así también era Emilio Rodrigué.
por Silvia Ons
Por todas partes pululan ideas que dicen que vivimos en un mundo hedonista en el que la mayoría de los individuos buscan el placer y se desentienden de los problemas de la humanidad. Los lazos sociales están quebrados y solo queda como meta la felicidad individual, principio rector y supremo en la época del Dios ha muerto nietzschiano. Sin embargo ese placer poco tiene que ver con el del antiguo no solo por no estar ya ligado al conocimiento ni a la virtud ni a la ética sino por estar regido por el deber. Hoy en día todos los placeres son forzados y nada tienen que ver con la sabia sabiduría epicúrea, hoy en día existe una exigencia de placer que... mata todo placer. Ya no tendría vigencia la famosa frase de Horacio: “ocio con dignidad” porque ya no hay ocio sin imperativo de más y más.